La luz de la sombra
Vivi¨® una intensa historia de amor con Adolfo Marsillach, y aunque no fue su sombra, prefiri¨® estar siempre en un segundo plano. Actriz y directora de montajes teatrales como 'Leonor de Aquitania', de A. M¨¦ndez, que se representa estos d¨ªas en Madrid, habla de su vida y sus recuerdos
Esta mujer, Mercedes Lezcano, renunci¨® a su propia carrera -actriz y directora teatral-, aunque no a su propia vida, para ser la sombra, la compa?¨ªa de un hombre genial, seductor: un artista de nombre Adolfo Marsillach. Educado, elegante, un conversador exquisito y culto, ya era muy famoso cuando represent¨® S¨®crates en Madrid, a principios de los setenta, y acudi¨® a verle esta mujer que entonces era una joven apasionada por el teatro. ?l la sedujo, aunque ella se resisti¨® durante un a?o, y luego vivieron una historia de amor (con su altibajo profundo) que dur¨® treinta a?os, hasta que muri¨® Adolfo Marsillach, en enero de 2002. Cuando falleci¨® su compa?ero, por el rostro de esta mujer dulce, delicada, de sonrisa suave y de mirada larga, arenosa, pas¨® una nube de intensa melancol¨ªa. Mercedes Lezcano conserva en el rostro ese modo de ver la vida, perpleja y resignada, pero ahora tiene un amor que adem¨¢s le hab¨ªa adivinado, y casi prescrito, Marsillach tiempo antes de morir. Ella nos recibe en la casa donde vivieron juntos, frente a un hermoso parque madrile?o. Aqu¨ª tambi¨¦n recib¨ªa Marsillach, echado en una chaise-longue rodeada de recuerdos y de sosiego, pues la divisa de esta casa fue y sigue siendo el sosiego.
Acaso Mercedes Lezcano, sola ahora, viuda y nuevamente enamorada, era el sosiego de Marsillach, su sombra, pero tambi¨¦n su luz, y esa luz que le dio es la que brilla ahora en su vida personal, como una paz que se gan¨® y que tambi¨¦n ha heredado. Escuch¨¢ndole hablar, uno no siente s¨®lo que se expresa un alma agradecida, sino un esp¨ªritu que aprendi¨® a tolerar y tambi¨¦n a conducir una pareja que la historia del hombre (se ve en sus memorias, Tan lejos, tan cerca, Tusquets) presagiaba como imposible.
La pareja sobrevivi¨®, a pesar de la persistencia del seductor en seguir si¨¦ndolo, y esta conversaci¨®n ha de entenderse como una explicaci¨®n de esa persistencia que ha superado el tiempo e incluso el riesgo de que la muerte excite el olvido. Mercedes Lezcano recuerda, y arroja luz sobre la actitud de su recuerdo. Ahora ella ha retomado su vida profesional; ha realizado varios montajes, algunos de los cuales est¨¢n en gira por Espa?a: Viva el mestizaje, con m¨²sica en vivo; Conversaci¨®n con Primo Levi, y Leonor de Aquitania, de A. M¨¦ndez, que acaba de estrenar en Madrid. Trabaja con la ilusi¨®n de los primerizos; al principio, tras la muerte de Adolfo, se produc¨ªa ella sus propios trabajos, pero ahora van a buscarla. Remonta el vuelo, con su propia luz.
Primero le preguntamos por ella.
H¨¢bleme de su infancia.
Mis abuelos eran campesinos, y a m¨ª me gustaba mucho el campo. Me sentaba con las hormigas, las contaba, eran mis compa?eras de verano. Les ayudaba a llevar la carga, a llegar al agujerito. Es curioso: siempre me he preguntado por qu¨¦ me gustaba tanto ayudar a las hormigas. Y tambi¨¦n me gustaba hacer planos de casas. Quiz¨¢ ten¨ªa que haber estudiado arquitectura, porque me encantaba hacer planos. Tengo un recuerdo muy bueno de mi infancia. Somos cuatro hermanas, yo soy la peque?a. Y hay otro hecho de mi infancia del que estoy muy orgullosa. Me hicieron un test de inteligencia en el colegio y los profesores llamaron a mis padres: ten¨ªan un problema, no me pod¨ªan etiquetar. Me encant¨®, me llen¨® de orgullo.
Su padre era militar.
Brigada.
?Y c¨®mo marc¨® eso a su familia?
La verdad es que yo no he notado esa represi¨®n que dicen que sufren los hijos de militares. Quiz¨¢ porque mi padre se meti¨® en el ej¨¦rcito por miedo. Su padre hab¨ªa sido fusilado en un pueblecito del Moncayo, porque era comunista. Mi abuelo materno tambi¨¦n era comunista, y ¨¦l era muy jovencito cuando la guerra. En el ej¨¦rcito se sent¨ªa como protegido; era una manera de borrar el pasado familiar, y al mismo tiempo representaba una estabilidad econ¨®mica.
?Qu¨¦ estudi¨® usted?
Nos fuimos de Zaragoza a Barcelona con diez a?os. Iba abocada a las letras. Pero en el bachillerato superior me pas¨¦ a ciencias. Siempre me gustaron los extremos. Y despu¨¦s estudi¨¦ arte dram¨¢tico.
?Y de d¨®nde le vino esa pasi¨®n por el teatro?
En realidad lo que yo quer¨ªa era escribir, escribir guiones. Y me quise venir a Madrid, cuando hice Preuniversitario, porque aqu¨ª hab¨ªa una Escuela de Cine y se pod¨ªa estudiar gui¨®n. Ten¨ªa el bachillerato superior, pero no ten¨ªa a¨²n veinte a?os, y entonces no se pod¨ªa entrar en la Escuela de Cine si no ten¨ªas veinte a?os. Por eso decid¨ª entrar en arte dram¨¢tico. Me met¨ª en Interpretaci¨®n para conocer el teatro por dentro, para poder luego escribir teatro. Lo que sucede es que, como era joven y m¨¢s o menos mona, enseguida me ofrecieron papeles en el teatro profesional, y empec¨¦ ah¨ª. Lo primero que hice fue con Ricard Salvat. Teatro cl¨¢sico.
?Y c¨®mo era la vida?
Barcelona era tan distinta a Zaragoza? Era la apertura total: las editoriales maravillosas, los libros, los paseos, esa clase que tiene Barcelona como ciudad? Una puerta a Europa, de veras. Pero tengo que reconocer que estoy muy orgullosa de haber vivido en varios sitios, porque aunque no me siento ni de Barcelona, ni de Zaragoza, ni de Madrid, me siento de todos esos sitios. Yo creo que es bueno que la gente viaje, que no se ancle en su terru?o; uno puede estar orgulloso de haber nacido en un sitio, pero estoy harta de los nacionalismos: la gente debe viajar para respetar a las personas y para asimilar otras formas de vida.
Y muy pronto se encontr¨® usted con Adolfo Marsillach?
Me vine a Madrid en 1972, y a¨²n estaba representando S¨®crates. Fui a ver la representaci¨®n, la vi diez o doce veces. No conoc¨ªa a Adolfo todav¨ªa. Me impresion¨® S¨®crates. Era una defensa de la democracia. Yo creo que, viendo ese espect¨¢culo, muchos actores decidieron venirse a Madrid.
?Y qu¨¦ ten¨ªa de especial?
Yo creo que era un momento en que hablar de democracia y de libertad de expresi¨®n resultaba crucial, important¨ªsimo para la gente que tuviera un m¨ªnimo de sensibilidad pol¨ªtica. Y el montaje era de una simplicidad y de un minimalismo que me marc¨®. De una belleza asombrosa. Me sigue influyendo hoy, en mis propios montajes.
Dej¨® usted Barcelona. Un riesgo.
Mi padre me amenazaba con mandarme a la Guardia Civil, para que me devolviera a casa. Afortunadamente no lo cumpli¨®. Pero no era un riesgo. Recib¨ª encargos enseguida. Y el primero que tuve fue de Cayetano Luca de Tena, para intervenir en una obra de Tono.
?C¨®mo era ese Madrid al que se integr¨®?
Era fant¨¢stico. Tan abierto, tan acogedor. A m¨ª me encanta Madrid porque es una ciudad de aluvi¨®n; todo el mundo que viene, no importa de d¨®nde, es inmediatamente de aqu¨ª. Y para m¨ª era la libertad. Acostumbrada a recibir una bronca si me retrasaba una hora? ?Hab¨ªa que llegar a la hora del telediario! Y cuando trabaj¨¦ en teatro me pusieron a mi hermana de carabina. As¨ª que imag¨ªnate: con veinte a?os, libre y en Madrid, haciendo cine, televisi¨®n, viviendo por la noche?
Hay una frase de Vasco Prattolini, el escritor italiano. "Ten¨ªas veinte a?os y eras sincero".
Y adem¨¢s me di cuenta de que esta profesi¨®n es dif¨ªcil, aunque yo trabaj¨¦ sin parar. Pod¨ªa vivir c¨®modamente de mi trabajo, pero a m¨ª siempre me ha gustado estudiar; decid¨ª hacer magisterio, porque no me gusta no sentirme libre, y sab¨ªa que siendo actriz no eres libre, est¨¢s pendiente del tel¨¦fono y del encargo. As¨ª que trabaj¨¦ y estudi¨¦ para no depender nunca de nada ni de nadie.
Y fue al teatro, a ver a Marsillach. ?C¨®mo se encontraron luego?
?l me llam¨® para una obra de teatro. Y me pill¨® fuera, rodando. Y despu¨¦s me llam¨® para un programa de televisi¨®n, y se produjo lo t¨ªpico. Adolfo era tan seductor? Creo que ah¨ª estuve lista, porque no le di ninguna facilidad. Estuvo como un a?o detr¨¢s de m¨ª, y entonces acced¨ª; con resistencias, pero acced¨ª. Fue una relaci¨®n muy bonita.
?C¨®mo le afect¨® que fuera un hombre con esa dilatada experiencia con mujeres?
No soy celosa, pero s¨ª hab¨ªa que estar muy alerta y saber llevar esa relaci¨®n inteligentemente porque hab¨ªa mucha provocaci¨®n alrededor. Al principio, lo que m¨¢s nos cost¨® fue mantener la relaci¨®n director-actriz. Cuando tienes un director de esa categor¨ªa, que monta espect¨¢culos, te preguntas por qu¨¦ no te llama a ti. Me cost¨® mucho entender que no lo hiciera; pero un d¨ªa me hice esta reflexi¨®n: es mi pareja, pero no tiene por qu¨¦ contratarme, yo tengo que buscarme la vida como actriz. ?Por qu¨¦ he de fijarme siempre en sus proyectos? Eso fue lo que de alg¨²n modo consolid¨® la relaci¨®n. No ten¨ªan que coincidir nuestros trabajos.
As¨ª que sigui¨® con ¨¦l, pero sin ser su actriz.
?l me animaba tambi¨¦n a dirigir. Le hice caso, y a¨²n viviendo ¨¦l puse en escena un espect¨¢culo titulado Mujeres, a partir de unos cuentos de Merc¨¨ Rodoreda. Me fue muy bien, recib¨ª un premio al mejor espect¨¢culo en el certamen de directores de escena, y Adolfo me dijo: "Es un espect¨¢culo inteligente y de enorme sensibilidad. ?Ten¨ªas que haber empezado hace diez a?os!". Yo creo que uno ha de empezar cuando se siente fuerte. Pero eso me anim¨® a creer en m¨ª. Ahora ya llevo ocho espect¨¢culos dirigidos, y me siento muy bien.
Pero ya sin ¨¦l.
S¨®lo vio el primero; el segundo lo estren¨¦ viviendo ¨¦l, en Torrelodones, pero estaba representando [con Nuria Espert] ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf? No pudo verlo, y muri¨® al poco tiempo.
?l dice en su libro de memorias que una vez usted cay¨® enferma y que se sinti¨® hu¨¦rfano, que depend¨ªa de usted?
S¨ª, dec¨ªa que se sent¨ªa como perdido, ?no? Eso fue a ra¨ªz del tratamiento que sufri¨®, por el c¨¢ncer. De ese tratamiento y de su enfermedad s¨®lo sab¨ªamos sus hijas y yo. ?l estaba comprometido a hacer un espect¨¢culo con Amparo Rivelles y Mar¨ªa Jes¨²s Vald¨¦s, en Almagro. Estaba terminando su tratamiento de radiaci¨®n. Yo era su sost¨¦n. Si yo estaba, ¨¦l ten¨ªa la sensaci¨®n de que no le iba a pasar nada. Pero el d¨ªa del ensayo general en Almagro me puse mal¨ªsima; me dio v¨¦rtigo por primera vez, y me tuvieron que llevar a urgencias en Ciudad Real. Y me pas¨¦ todo el d¨ªa en el hospital. As¨ª que Adolfo tuvo que ir al estreno sin m¨ª. Le auxiliaba Cristina, lo dice en el libro, y a?ad¨ªa que sin m¨ª se sent¨ªa hu¨¦rfano. Le daba seguridad.
?Cu¨¢l ser¨ªa hoy su retrato? ?l dec¨ªa en su libro que no se sinti¨® querido, o entendido. ?C¨®mo era el Marsillach de los ¨¦xitos? ?Fue siempre un seductor?
Hasta el ¨²ltimo d¨ªa, s¨ª. Adolfo era una persona muy independiente, y cuando digo eso es en todos los sentidos, personal, familiar o profesional. Es cierto que no le entend¨ªan; era una persona muy tierna, muy entra?able, pero tambi¨¦n pon¨ªa una barrera que no pod¨ªa franquear todo el mundo. Y eso le creaba una soledad con respecto a la gente de la profesi¨®n. ?sta es una profesi¨®n como todas, con peque?as mezquindades, con envidias? Y ¨¦l era una persona que hab¨ªa triunfado como actor, como gestor cultural, como director, como escritor de art¨ªculos? Eso creaba envidias en la gente. ?l dec¨ªa: "Y adem¨¢s tengo una mujer joven y guapa que no me enga?a. ?El colmo!". Era una persona muy honesta, y eso ca¨ªa mal. ?l se bat¨ªa el cobre por aquello que pensaba que ten¨ªa que defenderse. Ten¨ªa una serie de valores de los que no se apeaba, y eso a la gente le fastidia mucho.
?Para usted fue una sombra o una luz?
No, para m¨ª fue una luz. Una persona que sabe tanto, tan honesta, tan respetuosa, tan educada como ser humano? Eso te impregna. Adem¨¢s, si no hubi¨¦ramos tenido tanto en com¨²n, no hubi¨¦ramos estado juntos tantos a?os. Ten¨ªa rigor a la hora de enfrentarse a su trabajo, era serio con su profesi¨®n, y eso lo aprendes tambi¨¦n. Claro que me molestaba que cuando me entrevistaban o hablaban de mi trabajo se refirieran a m¨ª como la mujer de Marsillach? Yo no quer¨ªa ser conocida porque fuera su mujer, aunque estuviera muy orgullosa de serlo; quer¨ªa ser conocida por mi trabajo. As¨ª que cuando hac¨ªa una pel¨ªcula, o una obra de teatro, o una serie de televisi¨®n, y daba una entrevista, ?el titular siempre dec¨ªa: "La mujer de Marsillach?"! Y eso me dol¨ªa porque no quer¨ªa que alguien pudiera pensar, y menos ¨¦l, que yo me aprovechaba de su proyecci¨®n. Y por eso, no es que fuera su sombra, sino que prefer¨ª estar siempre en segundo plano.
?Y eso ha influido negativamente en su carrera?
Como actriz, s¨ª. ?l me lo dec¨ªa. Porque yo dejaba muchos trabajos. Lo hac¨ªa para estar con ¨¦l. Como ten¨ªa tanto trabajo, a veces ten¨ªa una semana, unos d¨ªas, y me propon¨ªa un viaje, y yo hac¨ªa todo lo posible por hacerlo. Era una persona que sab¨ªa vivir la vida. Y como siempre estaba dispuesta, me re?¨ªa: "Mercedes, ?no dejes de trabajar, un d¨ªa lo vas a necesitar y no te llamar¨¢n!". S¨ª, eso perjudic¨® mi carrera de actriz.
Un sacrificio.
No lo tomaba como tal. Volver¨ªa a hacerlo. Pero, evidentemente, mi carrera de actriz se doli¨® de eso.
?Qu¨¦ es lo que m¨¢s le fastidi¨® dejar?
Nada. Dej¨¦ cine, dej¨¦ teatro, pero no me arrepiento de nada.
Usted vio la vida de este pa¨ªs circular a su lado. ?C¨®mo la fue percibiendo?
S¨ª, hay algunas fechas clave. Est¨¢bamos haciendo Las arrecog¨ªas, de Mart¨ªn Recuerda, cuando hubo el atentado de la calle de Atocha, aquella matanza de abogados laboralistas. Yo hab¨ªa estado con Adolfo unas horas antes de la manifestaci¨®n que se produjo tras ese m¨²ltiple asesinato, y fui a la manifestaci¨®n; ¨¦l no lo sab¨ªa, no quer¨ªa que ¨¦l creyera que quer¨ªa ir con ¨¦l en la cabecera, para salir en la foto. El d¨ªa que ganaron los socialistas fuimos juntos al Palace, y luego fuimos a la Puerta del Sol a comprar los peri¨®dicos. Una fiesta. Cuando el 23-F compr¨® dos billetes abiertos a Par¨ªs, y estuvieron mucho tiempo en casa, sin usar, porque afortunadamente la democracia se estabiliz¨®. Son acontecimientos que te van marcando. Y a ¨¦l le marc¨® mucho que le echaran de la direcci¨®n de la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico, y la subida al poder de Aznar: "?Me voy a morir con la derecha en el poder!". Y as¨ª fue: cuando muri¨®, Aznar segu¨ªa en el Gobierno.
?C¨®mo afront¨® su muerte?
?l era muy valiente a la hora de hablar de su muerte. "No, no pasa nada, te mueres?", dec¨ªa. Y hablamos de lo que pasar¨ªa luego. "Tienes que estar en un teatro", le dec¨ªa yo. Le hubiera gustado estar en el Mar¨ªa Guerrero, que signific¨® tanto para ¨¦l. ?Al de la Comedia, donde estuvo la Compa?¨ªa de Teatro Cl¨¢sico, no quer¨ªa ir ni muerto! Pero el Mar¨ªa Guerrero estaba en obras cuando muri¨®, as¨ª que lo llevamos al Espa?ol. All¨ª lo velamos, en el escenario.
?C¨®mo fue ese ¨²ltimo tiempo?
Adolfo lo llev¨® con una entereza tremenda. No ten¨ªa muchas ganas de ver a la gente. Se aisl¨®. A veces ven¨ªan a verle, pero era evidente que s¨®lo atend¨ªa por educaci¨®n; todos lo notaban como ausente. S¨®lo quer¨ªa estar con sus hijas, conmigo. Era como si se estuviera despidiendo. Le encantaba la vida, y cuando vio que no pod¨ªa vivir con la misma intensidad renunci¨® a todo, empez¨® a despedirse. En esa despedida, a ¨¦l le preocupaba no estar a la altura. Pero estuvo muy l¨²cido, muy valiente.
?Le marc¨® a usted esa fortaleza?
S¨ª, porque me ha hecho m¨¢s fuerte. He pasado unos a?os muy malos, ahora estoy bien. ?l era una persona muy generosa. Me dec¨ªa: "Mercedes, eres muy joven. Cuando yo no est¨¦ tienes que volver a enamorarte. La vida tiene tal fuerza que te enamorar¨¢s, y estar¨¢ bien que as¨ª sea. ?Pero que no sea de ning¨²n gilipollas!". Y f¨ªjate, ahora tengo una historia de amor con una persona. Llevamos pocos meses. Pero pienso: qu¨¦ raz¨®n ten¨ªa, la vida tiene tal fuerza. Sin olvidar para nada el pasado en que sent¨ª un infinito amor por Adolfo, la vida contin¨²a y te permite enamorarte de otra persona, y eso est¨¢ bien que as¨ª sea.
?De veras que en aquella historia no hubo celos?
S¨ª, por mi parte s¨ª los hubo. Lo que pasa es que yo procuraba que no se me notaran. Al principio se notaban, pero aprend¨ª a dominarlos. En una relaci¨®n, siempre tienes que observar algunas estrategias, incluso has de simular que te alejas un poco para que sea ¨¦l quien tenga inter¨¦s en ti, porque si te ve muy volcada, muy pendiente, muy necesitada de ¨¦l, eso no es bueno. Y yo creo que ese juego lo seguimos los dos.
La veo haciendo un libro de autoayuda.
No creo.
?Era un hombre feliz?
Yo creo que ¨¦l hubiera dicho que si eres m¨ªnimamente inteligente no puedes ser feliz; puedes tener momentos de felicidad, pero feliz del todo no eres nunca. Era un hombre satisfecho con la vida. ?C¨®mo vas a ser feliz con lo que se ve en los noticiarios! Ser¨ªa ego¨ªsmo, un ego¨ªsmo est¨²pido. En todo caso, se sent¨ªa un privilegiado, porque trabajaba, como yo, en algo que le gustaba mucho. Y ten¨ªa ¨¦xito y suerte, con el trabajo, con la vida, con las mujeres?
?Leer sus memorias, con tanta referencia a las mujeres, le produjo resquemor?
Cuando me dijo que iba a escribir sus memorias, me previno que aquello pod¨ªa ser inc¨®modo para m¨ª. Pero le dije que no s¨®lo ¨¦ramos pareja, sino amigos, as¨ª que no deb¨ªa sentirse cohibido a la hora de escribir. Adem¨¢s, como ¨¦l escrib¨ªa a mano -?ni siquiera lleg¨® a la m¨¢quina de escribir!-, yo era quien le escrib¨ªa en el ordenador sus p¨¢ginas manuscritas? Jam¨¢s mostr¨¦ dolor o la incomodidad que me provocaban algunas de esas cosas, no quer¨ªa cohibirle.
Imagine que se prolongara ese libro. ?De qu¨¦ se doler¨ªa m¨¢s?
De haber primado el trabajo sobre cualquier otro tipo de relaciones. De la deslealtad de algunos amigos. Con los a?os reconoci¨® que yo hab¨ªa puesto la vida por encima del trabajo y que eso a su juicio era m¨¢s inteligente. "Yo he sido muy tonto", dec¨ªa. Yo le entend¨ªa, y sab¨ªa adem¨¢s que en una relaci¨®n como la nuestra ten¨ªamos que ser sobre todo amigos. El amor suele ser posesivo, restrictivo, y yo creo que el amor es sobre todo amistad.
?Y en una relaci¨®n en la que el hombre es tan activamente seductor no se corre el riesgo de que cualquier malentendido la resquebraje?
S¨ª. Lo que pasa es que Adolfo era muy leal, aparte de su coqueter¨ªa. Quiz¨¢ una persona m¨¢s insegura que yo se hubiera sentido peor. Yo me sent¨ªa muy segura. Sab¨ªa que era muy dif¨ªcil que ¨¦l y yo nos separ¨¢ramos. Le conoc¨ª con 20 a?os y muri¨® cuando yo ten¨ªa 49. No era una relaci¨®n f¨¢cil de romper.
?Y se produjeron circunstancias que hubieran acabado en ruptura?
Hubo una crisis, pero no entre nosotros; se cruz¨® otra persona. Dur¨® unos meses.
?Y c¨®mo se cose esa herida?
Intentando comprender que pudo haberme pasado a m¨ª, pero que le pas¨® a ¨¦l.
Muy fuerte ha tenido que ser?
Eso me dec¨ªa cuando estaba enfermo. "Tienes un car¨¢cter tan fuerte", dec¨ªa. "Eres tan alegre, y eso me ha ayudado tanto". Lo que me desarma es ver a alguien en una posici¨®n de humillaci¨®n, no lo puedo soportar. Ves a esos inmigrantes, en un estado de necesidad absoluta? Eso me desarma.
Aquella crisis. Neruda tiene un verso: "Las cosas rotas, las cosas que nadie rompe pero se rompieron".
La herida fue fuerte en ese momento; pens¨¦ en abandonar, pero tambi¨¦n pens¨¦ que sin ¨¦l estar¨ªa peor, y aguant¨¦. ?l dice en su libro que fue una aventura totalmente "innecesaria y humillante para mi mujer". Comprendi¨® que hab¨ªa metido la pata. Le habl¨¦ como amigo, y le pregunt¨¦ si se hab¨ªa enamorado. No, no se hab¨ªa enamorado. As¨ª que le dije: "Si t¨² quieres que sigamos, seguimos".
?Y eso no deja una cicatriz visible?
No, porque cuando lo que hay es amor, respeto y comprensi¨®n, la relaci¨®n se reactiva mucho m¨¢s. Yo ten¨ªa a Adolfo en un pedestal, y ese pedestal se resquebraj¨® y se cay¨®. Y eso fue muy bueno para m¨ª, porque en lugar de sentirme despreciada y ninguneada, me sent¨ª a su altura. Dije: "Soy mejor que ¨¦l, soy m¨¢s que ¨¦l". Eso me dio confianza en m¨ª misma, y ¨¦l lo valor¨®.
?Lo comentaron despu¨¦s?
Lo hablamos mucho. En un viaje a Salzburgo me dijo: "S¨¦ que la ¨²nica persona a la que hubiera vuelto eres t¨², porque eres una amiga". Y la ¨²ltima semana fue muy tierna; se emocion¨®, me daba las gracias, por aquello tambi¨¦n.
?C¨®mo evoluciona el amor?
Pasa por distintos estadios. La pasi¨®n del enamoramiento al principio. Luego viene la lealtad, y en mi caso tambi¨¦n hubo la admiraci¨®n. No podr¨ªa estar con alguien al que no admirara o respetara profesional y humanamente. Y yo creo que me sent¨ª mejor con Adolfo cuando ¨¦l me reconoci¨® tambi¨¦n como directora de teatro.
Pero, obviamente, aqu¨ª se cumple el dictado de que la mujer renuncia m¨¢s que el hombre.
Puede ser. Las mujeres ponemos por delante el amor, y los hombres ponen el trabajo.
?Usted no lo har¨ªa?
No.
?Y ahora?
Tampoco.
?Con la misma intensidad?
Lo que pasa es que la vida te ense?a y hay que ser precavido.
?Se ha rehecho usted?
Cuando alguien tan importante en tu vida se ha ido, eso est¨¢ ah¨ª siempre. Recuerdo a Adolfo todos los d¨ªas. Cuando muri¨®, yo hab¨ªa perdido las ganas de vivir, trabajaba sin ilusi¨®n. De hecho, estuve tomando antidepresivos, porque ten¨ªa una tristeza infinita, y ahora eso se me ha pasado totalmente. Y eso es gracias a una persona que est¨¢ cerca de m¨ª ahora. ?ste es como el ecuador de m¨ª, un antes y un despu¨¦s. Me han dado ganas de vivir, y eso est¨¢ bien. Yo creo que es Adolfo quien me lo ha enviado.
?se fue el clic que acab¨® con la depresi¨®n.
S¨ª, conocer a esa otra persona. Le conoc¨ª hace un a?o, pero llevamos tan s¨®lo unos meses.
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