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Giorgio, el incombustible

Armani es el dise?ador m¨¢s rico del mundo. Presidente, director general y ¨²nico accionista de la empresa que cre¨® en 1975 y que hoy genera 5.000 millones de euros al a?o. A los 72 a?os no aclara su sucesi¨®n, pero s¨ª narra su agitada vida

Cuando Bono dirigi¨® un n¨²mero especial del peri¨®dico brit¨¢nico The Independent este verano, envi¨® un ejemplar a Giorgio Armani con una inscripci¨®n garabateada en la primera p¨¢gina. "Se?or Armani", dec¨ªa. "Es usted una inspiraci¨®n para m¨ª. Me ayuda a no olvidar detalle y a controlar las ideas y la est¨¦tica. S¨®lo a Dios debemos abandonarnos. Mis bendiciones? Bono". Dirigirse al italiano vivo m¨¢s famoso como "se?or", en espa?ol, y no signore, no augura un buen futuro a Bono como fan¨¢tico del control. Pero, a pesar de sus encantadoras lisonjas irlandesas, Bono, cantante de U2, ten¨ªa raz¨®n en una cosa: nadie podr¨¢ acusar a Giorgio Armani de abandonarse.

Pongamos por caso la escena entre bastidores durante el desfile de Emporio Armani en Mil¨¢n el pasado junio. Los modelos se alineaban mientras Armani daba los ¨²ltimos toques a su maquillaje. Volvieron a hacer cola mientras anudaba corbatas, ajustaba el ¨¢ngulo de los sombreros y se quejaba de los botones. Despu¨¦s mostr¨® a cada uno c¨®mo posar exactamente. En cuanto entraron en la pasarela, Armani, un hombre ¨¢gil de 72 a?os, con uniforme de verano compuesto por camiseta azul marino ajustada y pantalones cortos anchos, corri¨® hacia la entrada, desde donde estudi¨® atentamente todo el espect¨¢culo en una pantalla de plasma. No s¨®lo es as¨ª en los desfiles. "Nunca he conocido a nadie con una atenci¨®n al detalle tan obsesiva", se?ala Ron Frasch, vicepresidente de Saks Fifth Avenue. "Aprueba personalmente cada corbata y cada muestra de tela. Si piensas en todos los productos que saca al a?o, es incre¨ªble".

M¨¢s informaci¨®n
Armani, entre el f¨²tbol y el cine

Los fot¨®grafos famosos que llegan para hacerle una foto deben hacerlo al estilo de Armani, luz incluida. A los dise?adores gr¨¢ficos les dice exactamente c¨®mo producir sus anuncios. Los m¨²sicos que llegan para las pruebas descubren que el propio Armani se encarga de la audici¨®n. Antes de abrir el edificio del teatro Armani en Mil¨¢n, su arquitecto, Tadao Ando, recuerda que Armani comprob¨® el ¨¢ngulo y la l¨ªnea de visi¨®n de los 558 asientos. Pauline Denyer, esposa del dise?ador Paul Smith, cuenta que lo vio

barriendo la acera delante de una de sus boutiques de Mil¨¢n.

Tanta dedicaci¨®n le ha compensado. Despu¨¦s de 30 a?os de extraordinario ¨¦xito, Giorgio Armani pasar¨¢ a la historia como el hombre que defini¨® la indumentaria de trabajo de finales del siglo XX y ense?¨® a Hollywood a vestirse. Como presidente, director general y accionista ¨²nico de una empresa que el a?o pasado gener¨® 5.000 millones de euros en ventas, es el dise?ador m¨¢s rico del mundo, con una fortuna calculada por Forbes en 3.600 millones de euros. Pregunten a una entusiasta de la moda cu¨¢l es el dise?ador m¨¢s importante de la actualidad, y probablemente diga Nicolas Ghesqui¨¨re, de Balenciaga (al menos esta temporada). Pero cualquier otro -es decir, el 99,9% de la poblaci¨®n que compra ropa y no dise?o o estilo- dir¨¢ Giorgio Armani.

A pesar de su riqueza y su fama, Armani todav¨ªa se somete cada seis meses al ritual masoquista de revaluaci¨®n por parte de la prensa especializada en moda. Pasa sus d¨ªas de reuni¨®n en reuni¨®n. Raramente camina, como si hacerlo supusiera malgastar el valioso tiempo, sino que corre de un lugar a otro perseguido por ayudantes azorados. Como su jefe, visten como acabados de salir del gimnasio, donde el signore Armani, como lo llaman ellos, hace ejercicio al menos una hora diaria. Tambi¨¦n esto le ha compensado. Armani parece asombrosamente lozano para su edad, a pesar del pelo blanco y de las profundas arrugas grabadas bajo su bronceado. Las arrugas dan car¨¢cter a sus rasgos delicados, pero lo que uno m¨¢s recuerda del rostro de Armani son sus ardientes ojos azul claro.

"?Que si pienso alguna vez en retirarme?", dice, repitiendo mi pregunta mientras almorzamos en Mil¨¢n. "S¨ª. Algunas ma?anas lo pienso, s¨ª. Visitar¨¦ mis casas, navegar¨¦ en mi barco, ir¨¦ al campo, pasear¨¦ a mis perros y comprar¨¦ picassos. Pero eso ser¨ªa el fin, porque mi vida es el trabajo. Mi vida estar¨ªa vac¨ªa. ?Qu¨¦ har¨ªa? No podr¨ªa viajar con gente de mi edad, porque no siento ninguna inclinaci¨®n por pasar el tiempo con viejos. Prefiero tener j¨®venes a mi alrededor que me supongan un reto. Me mantienen despierto y en contacto con lo que ocurre. Por eso contin¨²o".

Pero ?cu¨¢l es el futuro de una empresa regida por un adicto al control de 72 a?os? Por muy rentable que sea la marca y por muy inteligente y centrado que sea su fundador (y Armani est¨¢ sobrenaturalmente dotado de ambas cualidades, como atestiguar¨¢ cualquiera lo bastante desafortunado como para haber negociado con ¨¦l), la pregunta es inevitable. "El futuro es mi mayor reto", admite Armani, que para fundar la empresa con su novio hace 31 a?os vendi¨® su Volkswagen Escarabajo. "Y ahora lo estoy afrontando". Pero eso lo dice desde hace a?os.

Para entender a Giorgio Armani y por qu¨¦ es tan din¨¢mico debemos trasladarnos a Piacenza, la adusta ciudad industrial italiana, en la regi¨®n de Emilia-Romagna, al norte de Italia, donde naci¨® en 1934. Seg¨²n un dicho italiano, si un extra?o va a Romagna, le dar¨¢n un vaso de vino, pero en Emilia tendr¨¢ suerte si le dan un vaso de agua; Piacenza est¨¢ en Emilia.

La vida all¨ª era especialmente dif¨ªcil durante la ni?ez de Armani. Ten¨ªa cinco a?os cuando estall¨® la II Guerra Mundial, y las f¨¢bricas locales se convirtieron en objetivo de los bombardeos aliados. Su madre lo llev¨® a vivir a una aldea cercana con su hermano mayor, Sergio, y una hermana menor, Rosanna, mientras el padre se quedaba a trabajar en las oficinas del Partido Fascista de Mussolini. Algunos de los amigos de Armani murieron en los bombardeos, y Rosanna y ¨¦l ten¨ªan un m¨¦todo de huida poco fiable cuando ve¨ªan un avi¨®n. "Salt¨¢bamos a alg¨²n agujero que hubiera junto a la carretera y nos ocult¨¢bamos bajo mi chaqueta", cuenta.

Despu¨¦s de la guerra, una mina lo hiri¨® de gravedad. Un amigo muri¨® y Armani permaneci¨® 40 d¨ªas hospitalizado. "Ten¨ªa un aspecto tan horrible que cuando un amigo vino a verme se desmay¨® de la impresi¨®n", recuerda Armani, cuya visi¨®n se vio permanentemente afectada. La familia tuvo problemas econ¨®micos cuando el padre se qued¨® sin trabajo y fue condenado por colaborador. "La primera vez que vi las pel¨ªculas neorrealistas italianas, no me gustaron nada. Lo hab¨ªa vivido, y no me gustaba que me lo recordaran".

La fuerza dominante de la familia era la madre, Mari¨´. "Form¨¢bamos una familia feliz que se quer¨ªa, pero mi madre era dura, muy dura", dice. "Una noche, mis padres y mi hermano salieron, y nos dejaron a mi hermana y a m¨ª solos en casa. Yo hab¨ªa visto una pel¨ªcula de miedo, y no pod¨ªa dejar de pensar en ella. Cuando mis padres volvieron, estaba llorando. Mi madre me pregunt¨®: '?Qu¨¦ pasa, Gi¨°?'. Cuando se lo dije, me dio una bofetada. Despu¨¦s ya no estaba asustado. Hablaba muy poco, pero eleg¨ªa bien sus palabras. Yo soy como ella".

Giorgio era buen estudiante y obtuvo una plaza para estudiar medicina en la universidad. Tras dos a?os de servicio militar, abandon¨® los estudios y en 1957 encontr¨® trabajo como ayudante de escaparatista y comprador en La Rinascente, de Mil¨¢n, por aquel entonces una de las tiendas m¨¢s elegantes de Europa. Poco despu¨¦s, se enamor¨® del arquitecto Sergio Galeotti. Gabriela Forte, que conoci¨® a la pareja en 1979 y trabaj¨® para Armani hasta 1994, recuerda: "Sergio era todo elegancia. Su modo de hablar, su postura, su ropa, su risa. Y hablaba de Giorgio con mucho amor".

Tras siete a?os en La Rinascente, Armani empez¨® a trabajar con el dise?ador de ropa masculina Nino Cerruti, donde se form¨® en corte y confecci¨®n. En 1975, Galeotti convenci¨® a Armani, que entonces ten¨ªa 40 a?os, para crear su propia marca para hombre y mujer. ?l la dirigir¨ªa. A mediados de los a?os setenta, la influencia de los modistas franceses, que hab¨ªan dominado la moda mundial desde que Christian Dior revel¨® su New Look en 1945, se desvanec¨ªa. Encerrado en la tradici¨®n de la alta costura, el sector textil franc¨¦s no se hab¨ªa adaptado a la expansi¨®n del mercado del pr¨ºt-¨¤-porter de finales de los a?os sesenta. La rutilante excepci¨®n era Yves Saint Laurent, pero a mediados de los a?os setenta su salud flaqueaba. Los fabricantes italianos decidieron llenar el vac¨ªo invirtiendo en dise?adores locales, y ofrecieron condiciones inusualmente favorables. Financiaban la producci¨®n y la publicidad, y pagaban un porcentaje de los beneficios. Nuevos dise?adores como Armani y Gianni Versace pudieron crear sus empresas libres de deudas, con ambiciosos desfiles de moda y campa?as publicitarias. Armani y Galeotti llegaron a un acuerdo con uno de los mayores fabricantes, GFT.

Como la mayor¨ªa de los dise?adores, Armani quer¨ªa vestir a la gente de su edad, y a los 40 a?os su gusto era m¨¢s conservador que el del t¨ªpico dise?ador novato. Se inspir¨® en las modas de su juventud, las d¨¦cadas de 1930 y 1940. "La gente entonces era muy elegante y educada", recuerda. "Odiaba los estilos de los a?os sesenta y setenta. Las mujeres con minifalda y aspecto de cerditos asados de piernas gruesas". Cuando la cultura juvenil estall¨® en el nihilismo punk, Armani sac¨® la que ser¨ªa su marca de f¨¢brica: un traje suave y desestructurado. Tom¨® el r¨ªgido uniforme de negocios del momento -otro legado de la tradici¨®n de la alta costura francesa- y le quit¨® la rigidez, como los sastres napolitanos hab¨ªan hecho en los trajes ligeros para el calor mediterr¨¢neo.

?l refin¨® su sastrer¨ªa desestructurada perfeccionando el corte, creando tejidos hermosos y experimentando con nuevos estilos de cuellos, botonaduras y pu?os. Armani dio feminidad a la sastrer¨ªa masculina, utilizando cortes y tejidos tradicionalmente reservados a las mujeres, y al mismo tiempo a?adi¨® desenfado a las prendas de mujer con una elegante autoridad. Se centr¨® en la parte m¨¢s amplia y adinerada del mercado -la multitud mayor de 35 a?os-, donde hab¨ªa menos competencia y exist¨ªa una verdadera necesidad de cambio.

Lo que ahora consideramos un Armani cl¨¢sico -su estudiada sencillez- se reflejaba en el trabajo de los dise?adores de muebles italianos contempor¨¢neos como Bellini y Vico Magistretti. El uso de colores neutros -beis, grises y negros- y de patrones delicados evocaba la arquitectura milanesa y, en especial, las llanuras que rodean Piacenza, donde, seg¨²n observa Carlo Antonelli, redactor jefe de la edici¨®n italiana de Rolling Stone, "hay una luz y una neblina extra?as".

Armani insist¨ªa en crear su propia publicidad, ayudado por su hermana Rosanna e inspirado por im¨¢genes de sus pel¨ªculas favoritas de Visconti y Bertolucci. Armados con la inversi¨®n de GFT, reservaron la ¨²ltima p¨¢gina de todos los n¨²meros de la revista L'Uomo Vogue. "En cuanto llegaba la revista, yo miraba el anuncio de Armani", recuerda Paul Smith. "Empleaba t¨¦cnicas radicales para la ¨¦poca. Trataba el tejido como nunca nadie lo hab¨ªa hecho antes".

Los anuncios de L'Uomo Vogue impresionaron tanto a Fred Pressman, propietario de Barneys New York, que en 1976 telefone¨® a la Oficina Comercial de Italia en Nueva York para intentar localizar a Armani y habl¨® con Forte, que trabajaba all¨ª. "No ten¨ªa idea de qui¨¦n era Giorgio Armani, pero encontr¨¦ su n¨²mero de tel¨¦fono en la gu¨ªa de Mil¨¢n", recuerda. "Eran las cinco de la tarde en Nueva York, y marqu¨¦ olvidando por completo que en Mil¨¢n eran las once de la noche. Sergio dijo: 'No s¨¦ cu¨¢ndo iremos a Nueva York, tenemos muchos compromisos'. No me di cuenta de que acababan de empezar y de que ten¨ªan muy pocos". Barneys hizo un gran pedido, y m¨¢s tarde Forte se uni¨® a Armani, primero para organizar las ventas en Estados Unidos, y luego, a partir de 1985, para ser su mano derecha en todo el mundo.

Otro golpe de suerte fue la llamada del cineasta Paul Schrader, cliente de Armani en Maxfield, Hollywood. Le pregunt¨® si podr¨ªa dise?ar el vestuario de John Travolta en su siguiente pel¨ªcula, American gigolo. Armani acept¨®, aunque tuvo que alterar las prendas cuando Travolta dej¨® el trabajo y fue sustituido por un entonces desconocido Richard Gere. Turbio y atractivo, Gere era una elecci¨®n perfecta para el narcisismo del momento: despu¨¦s del disco pero antes del sida, cuando la cultura del gimnasio despegaba y hasta los hombres heterosexuales estaban perdiendo el miedo a tener buen aspecto. En una escena, Gere, desnudo de cintura para arriba, se mueve por el dormitorio organizando combinaciones de trajes Armani con camisas y corbatas a juego. Fue un anuncio de incalculable valor.

La marca lleg¨® a la calle con el auge econ¨®mico y la aparici¨®n de una nueva camada de ejecutivos: j¨®venes profesionales urbanos que adoptaron a Armani como su uniforme. En 1982, la revista Time public¨® un art¨ªculo en portada titulado 'El primoroso estilo de Giorgio'. El ¨¦xito en Estados Unidos lo convirti¨® en h¨¦roe en Italia, donde, tras el trauma terrorista de los a?os setenta, lo aclamaron como catalizador de la recuperaci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs.

A mediados de la d¨¦cada de 1980, Galeotti y ¨¦l pod¨ªan ejercer m¨¢s control sobre el modo de promocionar y vender su colecci¨®n. Como otras marcas italianas, Armani exig¨ªa una cobertura favorable de las revistas a cambio de la publicidad, una pr¨¢ctica que pronto adoptaron dise?adores de otros pa¨ªses. Mientras tanto disfrutaban de una riqueza reci¨¦n encontrada. Compraron una casa de vacaciones en la isla de Pantelleria y alquilaron un palazzo para albergar su vivienda y la empresa. Armani le compr¨® una casa a su madre, ya que su padre hab¨ªa fallecido en 1960. "Le di una vida que nunca habr¨ªa imaginado, con mayordomo, ch¨®fer y un perro. Un d¨ªa me dijo: 'Gracias, Giorgio, pero es demasiado tarde".

En 1985, Galeotti muri¨®. Armani no s¨®lo tuvo que lidiar con la p¨¦rdida de su compa?ero desde hac¨ªa casi treinta a?os, sino que tambi¨¦n tuvo que aprender desde cero a dirigir una empresa de escala mundial: "En ocasiones me result¨® muy dif¨ªcil tener que dirigirlo todo yo solo, pero Sergio no hubiese querido que otra persona ocupase su lugar". Armani dice que su mayor problema fueron los abogados: "Era como si hablasen un lenguaje secreto. Pero aprend¨ª. Al final tuve la confianza suficiente para decirle al abogado que llevaba a?os trabajando para m¨ª que era demasiado caro".

Hoy en d¨ªa resulta dif¨ªcil imaginarse que haya vacilado. Seg¨²n ha ido creciendo el sector del lujo global, tambi¨¦n lo ha hecho Armani, que ahora posee m¨¢s de 350 tiendas en todo el mundo y emplea a m¨¢s de 5.500 personas. La empresa ha entrado tanto en pa¨ªses como en mercados nuevos, desde Armani Jeans en un extremo del espectro de precios, hasta la colecci¨®n de alta costura, Armani Priv¨¦, en el otro. Tambi¨¦n ha crecido hacia nuevos sectores, como Armani Casa y los cosm¨¦ticos. Lo siguiente ser¨¢ una gama de productos para la piel y una cadena de hoteles de lujo. Armani incluso se est¨¢ introduciendo en el emergente mercado del consumo responsable a trav¨¦s de su relaci¨®n con American Express, Motorola y Gap, para crear la gama de productos Red, un porcentaje de la venta de los cuales se donar¨¢ al Fondo Global para el Sida.

El dise?ador le ha cogido el gusto a negociar. "Disfruto mucho", afirma con placer. "No parezco un hombre de negocios, ni visto como ellos, y eso es una ventaja, porque descoloca a mis adversarios". Cuando GFT tuvo una mala racha, Armani compr¨® las f¨¢bricas que hac¨ªan sus productos. Hace tres a?os acab¨® la relaci¨®n con uno de sus due?os de licencia m¨¢s antiguos y rentables, Luxottica, el fabricante de gafas italiano dirigido por Leonardo del Vecchio. "Ha sido un gran negocio para ambos, pero desde el principio hab¨ªa dicho que yo quer¨ªa ser la m¨¢xima autoridad sobre la colecci¨®n", dice Armani. "Un d¨ªa, Del Vecchio vino y me dijo que ¨¦l quer¨ªa desempe?ar ese papel. Y as¨ª se acab¨®".

Armani tiene ocho casas -desde una en Central Park East hasta una mansi¨®n de los a?os cincuenta cerca de Piacenza-, pero se pasa la mayor parte del tiempo en su apartamento de la Via Borgonuovo, cercano a su estudio y su oficina. En ocasiones pasa el fin de semana en sus casas de Forte dei Marmi, Portofino y St. Tropez, y visita Pantelleria cada mes de agosto y el Caribe en Navidad. Viaja con un s¨¦quito de empleados y familiares que trabajan para la empresa: Rosanna, como directora art¨ªstica; su hijo Andrea, en la parte comercial, y las hijas de Sergio Armani, Silvana, como dise?adora, y Roberta, en relaciones p¨²blicas.

Tiene poco inter¨¦s en alternar m¨¢s all¨¢ de ese c¨ªrculo. "No me siento c¨®modo con la jet-set", reconoce. "Simplemente, no soy as¨ª". En una comida ofrecida a sus clientes de alta costura despu¨¦s del desfile de Armani Priv¨¦ en Par¨ªs en julio pasado, Armani habl¨® cort¨¦smente con los invitados de su mesa en italiano y en franc¨¦s (no ha aprendido ingl¨¦s), antes de escaparse r¨¢pidamente a comentar los planes para una reuni¨®n que se celebrar¨ªa esa tarde con su due?o de licencia para cosm¨¦ticos, L'Or¨¦al. Los empleados de Armani susurran que tiene mal genio cuando las cosas salen mal, pero cuando conversa es educado y seco, aunque a veces su cortes¨ªa parece una manera de deshacerse de la gente r¨¢pidamente. Incluso cuando era joven, Armani no tuvo una ¨¦poca "perdida" en fiestas. La ¨²nica vez que recuerda haberse emborrachado fue en la boda de su sobrina Roberta. "Fue muy divertido", recuerda ella. "Sali¨® a cantar O Sole Mio con Bryan Adams". En el mundillo de la moda a menudo se habla de Armani como una figura desolada y aislada, pero parece m¨¢s bien una persona excepcionalmente decidida que ha organizado su vida exactamente como a ¨¦l le gusta.

Si se le juzga seg¨²n los criterios astron¨®micos de los multimillonarios, lleva una vida relativamente frugal. Aparte de negociar, su mayor pasi¨®n sigue siendo el cine. "Una de las cosas que nos unen es el amor por el cine neorrealista italiano", afirma el director Martin Scorsese, que conoce a Armani desde principios de los a?os ochenta. "Sabe much¨ªsimo sobre ese tema". En vez de construir una sala de proyecci¨®n, Armani prefiere ver las pel¨ªculas en cines locales. "La gente siempre se sorprende de verme ah¨ª, pero para m¨ª, gran parte del placer de ver una pel¨ªcula radica en verla con otras personas", dice. Su mayor extravagancia es el barco de 11,7 millones de euros que compr¨® hace tres a?os y que ha bautizado Mari¨´, como su madre. "Nunca se ha sentido c¨®modo por haberse gastado tanto dinero en el barco", recuerda un empleado. "Pero entonces se le dijo que pod¨ªa alquilarlo". El Mari¨´ ha resultado ser tan popular que Armani est¨¢ dise?ando un segundo barco para alquilar.

No todo ha salido bien. Todav¨ªa no se sabe qu¨¦ ser¨¢ de Armani Casa, y todav¨ªa no hemos visto un bolso de Armani que sea el objeto a tener, pero las desilusiones se quedan peque?as al lado de los ¨¦xitos. Aunque han ido decayendo Fiat y las dem¨¢s dinast¨ªas industriales que dominaron Italia durante la posguerra, Armani ha prosperado. "Representa la faceta de Italia que nos gusta ense?arle al mundo, la faceta disciplinada y trabajadora", observa Mario Bellini. "King Giorgio, as¨ª le llaman los peri¨®dicos italianos".

La prensa de la moda no es tan obsequiosa. Siempre ha preferido a los fr¨¢giles neurast¨¦nicos como Yves Saint Laurent, que sufren por su arte, a los personajes valientes y pragm¨¢ticos. Tambi¨¦n prefiere las nuevas tendencias a los cl¨¢sicos y se queja de que Armani nunca hace nada nuevo. Dicho esto, las cr¨ªticas siempre son mucho m¨¢s favorables con sus colecciones cl¨¢sicas que con las creativas. ?l no ayuda cuando se queja del tratamiento que hace la cr¨ªtica.

La empresa es igual de desp¨®tica cuando trata con los minoristas, que siguen teniendo que comprar una cuota de la colecci¨®n del desfile junto con los cl¨¢sicos, les guste o no. "?ltimamente han sacado prendas extra?as y extravagantes para la pasarela", dice un minorista que desea permanecer en el anonimato. "Las compramos porque no nos queda m¨¢s remedio, pero los clientes no tienen esa obligaci¨®n. Gracias a Dios, hay una gran parte cl¨¢sica en la colecci¨®n". Cuando se habla de la colocaci¨®n en tienda, Armani es igual de inflexible. Seg¨²n un minorista: "Se discute un poco educadamente, a la italiana, pero b¨¢sicamente llegan y dicen: 'Queremos esta posici¨®n, y se organizar¨¢ de esta manera'. No se negocia y no se llega a un acuerdo. Y no podemos hacer nada, porque la capacidad de venta de Armani es inmensa. Sencillamente, gigantesca".

La capacidad de venta de Armani sigue creciendo, con un aumento del 10% en los ingresos netos el a?o pasado, hasta llegar a 1.430 millones de euros. Y a pesar de que el auge del estilista personal ha acabado con su dominio de la alfombra roja, Armani sigue siendo la marca fetiche de los creativos. A Scorsese le encanta "la sencillez cl¨¢sica" de su ropa. Para la prensa especializada en moda, eso es igual de emocionante que decir que su ropa dura a?os y que sus cortes y sus tejidos cruzados favorecen ingeniosamente a las figuras m¨¢s planas o entradas en a?os y en carnes. Y ah¨ª reside el desarreglo entre la imagen de Armani que tiene el experto en moda y la que tiene el p¨²blico en general. La mayor¨ªa de la gente que se compra ropa cara no son veintea?eros obsesionados por estar al d¨ªa; son gente con m¨¢s a?os y m¨¢s kilos. No tienen tiempo ni confianza como para aspirar a vestirse a la moda, y como los cl¨¢sicos de Armani nunca les han fallado, los vuelven a comprar. "Armani es una apuesta segura, y eso es lo que quiere la mayor¨ªa de la gente", dice la asesora de marcas Susanne Tide-Frater, ex directora creativa de Selfridges y Harrods, en Londres. "Lo que pasa con Armani es que la sofisticaci¨®n le pertenece. Lo cual no le ocurre a nadie m¨¢s en el mercado".

Hasta ahora, el ¨¦xito ha permitido a Armani rechazar a los conglomerados de lujo y a los banqueros de inversi¨®n que han desfilado por Via Borgonuovo. Una de sus historias preferidas es la de la visita de cuatro empresarios italianos que quer¨ªan comprar su empresa junto con un viejo banquero: "Era el hombre m¨¢s poderoso del sector bancario italiano, y mientras los dem¨¢s hablaban, ¨¦l estaba ah¨ª sentado, sin decir nada. Entonces mir¨® a los dem¨¢s y dijo: 'Estimados se?ores, el se?or Armani no nos necesita. V¨¢monos".

El ¨¦xito tambi¨¦n le ha permitido ignorar la cuesti¨®n de su sucesi¨®n. Ha decidido que no habr¨¢ uno solo, que ser¨¢ un equipo. Pero con 72 a?os y sin un plan fijo, disminuye el n¨²mero de opciones para garantizar el futuro. ?Podr¨ªa sacar la compa?¨ªa a Bolsa? Posiblemente, pero no entera. ?Podr¨ªa comprarla otra compa?¨ªa? La respuesta es la misma. Hasta ahora, los propietarios de licencias han seguido invirtiendo, pero eso podr¨ªa cambiar de no aclararse la sucesi¨®n. Armani dice que su familia heredar¨¢ su fortuna y que la empresa ser¨¢ dirigida de manera independiente, posiblemente a trav¨¦s de una fundaci¨®n, pero no, todav¨ªa no ha creado una. Y mientras tanto, hay hoteles en los que pensar, tiendas que abrir, nuevos productos y un segundo barco que dise?ar. "Mi problema es el tiempo", afirma con un suspiro, "siempre es el tiempo".

? 2006 The New York Times Magazine.

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