El arte en los museos
Sandra Gamarra se apodera simult¨¢neamente de las l¨®gicas de la wunderkammera, del coleccionismo palaciego y de los museos de bellas artes en esta nueva exposici¨®n suya en Madrid. Y lo hace para darle continuidad al proyecto que desde hace alg¨²n tiempo encausa su trabajo, encausado en el cuestionamiento del alcance, el papel y el significado de los museos de arte. Sus interrogantes no son, sin embargo, exclusivamente suyos: su formulaci¨®n se remonta, por lo menos, a Marcel Duchamp, quien, en 1913 y con su c¨¦lebre urinario, insinu¨® por primera vez que si una obra es reconocida como una obra de arte es, b¨¢sicamente, porque as¨ª lo reconoce el museo. Obviamente esta reivindicaci¨®n del papel excepcional del museo deval¨²a inevitablemente tanto el estatuto est¨¦tico excepcional de la obra de arte como el papel del propio artista, que tiende a convertirse en un ap¨¦ndice o en un servidor del museo de la misma manera que sus antepasados, pintores y escultores, lo fueron de la Iglesia, la nobleza o de las primeras generaciones de la burgues¨ªa que se alzaron con el poder. Sandra Gamarra asume esta subordinaci¨®n como irremediable o al menos as¨ª lo parece, a la luz de las sucesivas entregas que ha venido exponiendo de su proyecto "muse¨ªstico". En todas ellas, su papel como artista se limita a ofrecernos copias de los cuadros o de las esculturas que ella quisiera poder incorporar a su muy personal colecci¨®n de arte. Y ya que no puede hacerse con los originales que le atraen o apasionan le resultan suficientemente satisfactorias las copias que ella hace de las mismas. Su estrategia supone, adem¨¢s, un cierto compromiso entre su gusto personal -que el romanticismo supone tan personal e intransferible como el genio del artista- y el gusto fijado e institucionalizado por el museo de arte. Ella elige entre lo que ya ha elegido el museo. Y supone, asimismo, una manera de pintar que igualmente negocia o establece compromisos entre la fidelidad al modelo y la libre interpretaci¨®n del mismo. Compromisos dirimidos a la baja en cualquier caso, porque viendo sobre todo esta nueva entrega de su trabajo queda muy claro que cada cuadro ha sido pintado con el prop¨®sito deliberado de aplanar o achatar al modelo achatando o aplanando su copia o su versi¨®n. Y digo "achatar" o "aplanar" porque no encuentro ahora mejores t¨¦rminos para calificar la calidad de la pintura que Sandra Gamarra despliega en esta ambiciosa serie de cuadros. "Grisalla" podr¨ªa ser otro calificativo eficaz, por cuanto todas estas pinturas tienden a reducir los contrastes y a emborronar los l¨ªmites y los perfiles mediante un juego de gamas en el que predominan los grises.
SANDRA GAMARRA
'Gabinete'
Galer¨ªa Juana de Aizpuru
Barquillo, 44. Madrid
Hasta el 18 de octubre
Habr¨ªa que a?adir que esta exposici¨®n no es un simple despliegue de cuadros sino que est¨¢ articulada deliberadamente en dos partes. En la primera, en la que se unen las l¨®gicas de la wunderkammera y de las colecciones dieciochescas, los cuadros est¨¢n dispuestos sobre la pared sin aparente orden ni concierto. El orden en cambio, el orden expositivo compartido ahora por los museos moderno y de bellas artes, preside el resto de la exposici¨®n. E incluye un gui?o o un pliegue posmoderno: entre los cuadros expuestos hay varios que son copias de las fotograf¨ªas que Thomas Struh ha hecho no de los cuadros sino de los visitantes a los museos.
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