Si t¨² comes acelgas, ellos comen acelgas
Mientras me tomo el chupito de antes de desayunar, veo en la tele el anuncio del Ministerio de Cultura para fomentar la lectura entre los ni?os. En ¨¦l, un padre ejecuta distintas acciones y su hija le imita. Al final, el hombre se pone a leer, y la ni?a tambi¨¦n. (Ya se sabe que los ni?os, como no nos cansamos de repetir, imitan a los mayores). Corro a tirar el chupito por el desag¨¹e para impedir que mis hijos se conviertan en bebedores, pero, en el ¨²ltimo momento, una voz interior me recuerda que no tengo hijos.
De todas formas, ?deber¨ªa preocuparme? Mis cinco hermanos y yo, en tanto que supervivientes heroicos de una infancia dif¨ªcil, hemos observado infinidad de comportamientos poco ejemplares que al final no hemos imitado. Si t¨² lees, ellos leen, muy bien. Entonces, si t¨² te duchas poco, ellos se duchan poco. Y si t¨² traficas, ellos trafican. Y si t¨² eres facha, ellos son fachas, si t¨² desfalcas, ellos desfalcan, si tu fumas calique?os, ellos fuman calique?os...
Como no es tan f¨¢cil, he pensado en un sistema mucho m¨¢s infalible para fomentar la lectura, basado en mi propia experiencia. Conmigo funcion¨® (aunque con mis cinco hermanos, no). Les garantizo que si lo siguen al pie de la letra su hijo se convertir¨¢ en lector. (A lo mejor, tambi¨¦n se convierte en asesino, pero es un riesgo que hay que correr). No es un m¨¦todo que aprobar¨ªa cualquier asistente social blandengue y puntilloso, se lo advierto. Y que conste que no lo hago s¨®lo por la subvenci¨®n que el ministerio pueda hacerme llegar. Lo hago tambi¨¦n porque cuantos m¨¢s lectores tenga yo, m¨¢s copas podr¨¦ tomarme.
Empecemos. A la m¨ªnima, castigue a su hijo sin cenar encerrado en el garaje, en el gallinero o en alg¨²n otro lugar no c¨®modo. Deje por all¨ª algunas revistas atrasadas, enmohecidas e inadecuadas para su edad, del tipo Labores del Hogar o Historia y vida. Yo todav¨ªa recuerdo un inolvidable reportaje sobre la elaboraci¨®n del Chartreuse que le¨ª durante unas solazantes horas de castigo. Bien. No deje que sus hijos vayan a fiestas de cumplea?os y, desde luego, proh¨ªbales tener amiguitos. Nada de tele. Pero nada. Eso, adem¨¢s, ir¨¢ muy bien para fomentar su imaginaci¨®n. Yo, en la escuela, me inventaba que s¨ª que hab¨ªa visto Starsky y Hutch, para no perder popularidad. Sigamos. Llame a los profesores y d¨ªgales que su hijo lee demasiado. Procure vivir a unos 20 minutos a pie de la biblioteca del pueblo, lugar por el que el cr¨ªo tendr¨¢ que pasar cuando vaya a alg¨²n penoso recado. Si al lado de la biblioteca hay un estanco con una estanquera permisiva, mejor. De este modo, la criatura comprar¨¢ all¨ª sus primeros cigarros y asociar¨¢ la lectura a lo prohibido. En la biblioteca hay que dejarle escoger sin control cualquier lectura para adultos, de manera que, a los 10 a?os, conocer¨¢ palabras como violaci¨®n, orgasmo, peyote y holocausto. ?Ah! Y no le deje participar en ninguna actividad extraescolar, sobre todo si se trata de expresi¨®n corporal. (Y esto ya no es para que lea. Es para que no se vaya de casa en cuanto tenga ocasi¨®n).
Es un sistema radical, pero m¨¢s eficaz que el de ponerse a leer para que el hijo le imite. ?Acaso su hijo se entrega a la ingesta de acelgas cuando usted lo hace? Le dir¨¦ lo que le sucedi¨® a una famosa escritora. Un padre le pregunt¨® qu¨¦ pod¨ªa hacer para que sus hijos leyeran. "?Y usted lee?", pregunt¨® ella. "No...", contest¨® el padre. Y la escritora exclam¨®: "Entonces, ?c¨®mo quiere que sus hijos lean?". Pero, a continuaci¨®n, otro padre le pregunt¨® lo mismo, c¨®mo hacer para que sus hijos leyeran. Ella tambi¨¦n le pregunt¨®: "?Y usted lee?". El hombre contest¨®: "Por supuesto que leo". Y la escritora replic¨®: "Entonces, ?c¨®mo quiere que sus hijos lean?".
moliner.empar@gmail.com
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