Paraty, escenograf¨ªa colonial
Texturas tropicales en un antiguo puerto minero de Brasil
De ciudad minera a reducto de bohemios. Y de trata de esclavos a mercadeo de artesan¨ªas. Si, como dec¨ªa el escritor franc¨¦s Olivier Rolin, las ciudades est¨¢n hechas de azares instruidos o m¨¢s bien de des¨®rdenes contrariados, las casualidades que llevaron a Paraty a ser lo que hoy es hubieron de trazar un tortuoso sendero.
Paraty es una de las joyas coloniales de Brasil. Llamarla ciudad ser¨ªa un tanto presuntuoso porque no es m¨¢s que una cuadr¨ªcula de calles empedradas y casas de planta baja y vivos colores que a pie se recorre en un suspiro. Pero en este pueblo perdido al final de una bah¨ªa transparente, en medio de una costa de verdor luminoso donde la foresta se apropia de los escarpes monta?osos que caen a pico hasta el azul del Atl¨¢ntico, se cocin¨® buena parte de la historia colonial de Brasil y desfil¨® con destino a Lisboa y a puertos de medio mundo una importante cantidad del oro y minerales extra¨ªdos de las minas brasile?as.
Una entrada natural
Como en tantos otros lugares del pa¨ªs, los portugueses aprovecharon una zona habitada por ind¨ªgenas, en la ¨²nica v¨ªa natural de acceso desde la costa hacia el interior del Estado de Minas Gerais a trav¨¦s de la escarpada Serra do Mar, para levantar un poblado a principios del siglo XVI. Pero el azar quiso que un siglo despu¨¦s se descubriera oro en Gerais, por lo que Paraty y su tranquila bah¨ªa se convirtieron en la salida natural de las fabulosas riquezas del interior brasile?o. Carretas de madera y reatas de mulas cargadas de oro llegaban casi a diario a sus muelles para ser embarcadas a Europa mientras otras docenas de barcos arribaban con sus bodegas llenas de mineros en busca de riqueza y mercanc¨ªa para las empresas extractoras. Todo aquel trasiego de fortuna dej¨® hermosas mansiones, calles rectil¨ªneas y adoquinadas con pes-de-moleque (piedra grande e irregular), un buen n¨²mero de iglesias y un conjunto de la mejor y m¨¢s sencilla arquitectura colonial.
Hasta 1954, a Paraty s¨®lo se pod¨ªa llegar por mar. Ahora, la autopista de R¨ªo a S?o Paulo pasa a unos dos kil¨®metros. Pero a Paraty habr¨ªa que seguir llegando en barco por decreto. S¨®lo as¨ª el viajero podr¨ªa materializar de un golpe todos los resortes que el vocablo colonial evoca. La l¨ªnea de casitas blancas impolutas que apenas levanta un palmo sobre la serenidad de la bah¨ªa. Las texturas tropicales. El conjunto urbano inalterado desde el siglo XVIII. Las palmeras estilizadas como pararrayos de madera. Las torres de las iglesias con los ojos de sus campanarios como vig¨ªas de adobe. Las monta?as selv¨¢ticas de un verde profundo cerrando el decorado.
En los a?os sesenta, detr¨¢s de las m¨¢quinas que abrieron el primer camino asfaltado, llegaron varios artistas, escritores y pintores en busca de ese para¨ªso so?ado. Fueron ellos los que dieron otro empuj¨®n al azar y reconvirtieron Paraty en un lugar de moda entre la intelectualidad de R¨ªo y S?o Paulo, islote de bohemia para una ¨¦lite cultural y alternativa, que dur¨® lo que tard¨® en llegar el turismo de masas. Ellos fueron tambi¨¦n quienes m¨¢s se preocuparon por mantener el pueblo en su estado puro y evitar que los macroproyectos tur¨ªsticos acabaran con su encanto. Una de esas pioneras fue Maria della Costa, famosa actriz de teatro y televisi¨®n de los sesenta y setenta que hoy, ya septuagenaria, regenta uno de los hoteles m¨¢s evocadores de Paraty, el Coxixo, en una preciosa mansi¨®n colonial.
Vida cultural
Lo que m¨¢s sorprende tras un primer paseo sosegado es que un pueblo tan peque?o tenga tantas iglesias. La raz¨®n se halla en la opresiva ¨¦poca de la colonia, en la que ni aun rezando a un mismo Dios las diferentes razas pod¨ªan orar bajo el mismo techo. Por eso se construy¨® la igreja de Nossa Senhora do Rosario de los Homens Pretos para los esclavos negros; la de Santa Rita dos Pardos Libertos para los mestizos, y la capela de Nossa Se?ora das Dores para la clase blanca dirigente. Adem¨¢s est¨¢ la iglesia matriz de los Remedios, la m¨¢s grande de todas, que preside la plaza principal del pueblo y de la que dicen se financi¨® con los doblones de oro de un tesoro pirata que apareci¨® un d¨ªa en la playa. Lo segundo que llama la atenci¨®n de Paraty es su intensa vida cultural, con un teatro estable de t¨ªteres y un calendario de festivales de m¨²sica, teatro y artes pl¨¢sticas que llena a¨²n m¨¢s si cabe sus calles de turistas y veraneantes durante los meses de verano.
Conocer Paraty implica conocer tambi¨¦n su bah¨ªa. Dicen que hay 65 islas y 300 playas, pero cuando se recorren se agolpa la sensaci¨®n de que, en vez de cientos, son miles los arenales que se abren entre un boscaje casi selv¨¢tico. En algunos despunta entre los palmerales alguna mansi¨®n de ensue?o o un peque?o pantal¨¢n que indica la presencia humana, pero la mayor¨ªa contin¨²an tan v¨ªrgenes como cuando los primeros galeones espa?oles y portugueses navegaban por estas aguas. Un para¨ªso colonial y natural a mitad de camino de las dos macrourbes de Brasil, S?o Paulo y R¨ªo de Janeiro, que, por uno de esos "azares instruidos" que dec¨ªa Rolin, ha llegado sorprendentemente intacto hasta nuestros d¨ªas.
GU?A PR?CTICA
C¨®mo llegar- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) tiene vuelos directos desde Madrid a R¨ªo de Janeiro a partir de 919,31 euros. Desde Barcelona, a partir de 941,21.- Desde la estaci¨®n rodovi¨¢ria de R¨ªo parten a diario varios autobuses hasta Paraty. El viaje dura cuatro horas y cuesta 32 reales (unos 10 euros) por trayecto.Dormir- Hotel Coxixo (00 55 024 33 71 83 25; www.hotelcoxixo.com.br). Una bella mansi¨®n colonial en el centro del pueblo. Desde 60 euros la habitaci¨®n doble.- Pousada do Forte (00 55 024 33 71 14 62). En la subida al antiguo fuerte que defend¨ªa la ciudad, muy cerca del centro. La doble, desde 35 euros.Informaci¨®n- www.paraty.com.br.
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