?Qui¨¦n teme al 'burqa' feroz?
En un pa¨ªs libre, la gente debe poder vestir o decir lo que le parezca
Hace ya tiempo que quiero escribir una columna en defensa del hiyab, por los mismos motivos por los que la semana pasada defend¨ªa la libertad de expresi¨®n. En un pa¨ªs libre, la gente debe poder llevar lo que le parezca, del mismo modo que debe poder decir lo que le parezca, siempre que no ponga en peligro la vida o la libertad de otras personas. Lo ¨²nico que me hac¨ªa dudar era que, desde mi situaci¨®n de hombre no musulm¨¢n, es evidente que no estoy totalmente cualificado para juzgar lo que significa el hiyab para las mujeres musulmanas. Si una periodista musulmana escribiera, por ejemplo, sobre los problemas que representa para los delanteros de rugby llevar suspensores, podr¨ªa hacer una objeci¨®n similar. Claro que, si s¨®lo escribi¨¦ramos sobre las cosas de las que tenemos experiencia personal directa, no habr¨ªa mucho periodismo ni mucha literatura.
?Qu¨¦ m¨¢s nos da a nosotros que las mujeres lleven velo? A medida que nuestra sociedad sea cada vez m¨¢s variada, tendremos que tolerar mejor la diversidad
Existen ciertos contextos concretos en los que es razonable que un Estado liberal civilizado insista en eliminar temporalmente el velo que oculta el rostro
El otro d¨ªa me agrad¨® que me recibiera en Heatrow una funcionaria de aduanas de su majestad tocada con un 'hiyab' negro que cubr¨ªa todo menos el rostro
Sin embargo, la credibilidad de nuestros respectivos art¨ªculos aumentar¨ªa significativamente si la periodista musulmana hubiera hablado con un grupo variado de delanteros de rugby acostumbrados a llevar suspensores (o, por doloroso que resulte, a no llevarlos), y si yo hubiera hablado con diversas mujeres musulmanas con y sin hiyab, que es lo que deseaba hacer y no he podido hacer todav¨ªa. Pero, como estamos en medio de un debate iniciado por otro hombre no musulm¨¢n -el ex ministro brit¨¢nico de Exteriores Jack Straw-, que ocupa los medios brit¨¢nicos desde hace una semana, me siento obligado a intervenir, pese a no haber investigado como normalmente me gustar¨ªa haberlo hecho. Valga esta advertencia para los lectores.
Straw habl¨® espec¨ªficamente del velo que cubre todo el rostro salvo los ojos (niqab), o incluso tambi¨¦n los ojos (burqa), no de las numerosas variantes del pa?uelo que suelen ser la versi¨®n m¨¢s habitual del hiyab en Gran Breta?a y otros pa¨ªses europeos. Ser¨ªa absurdo pretender que no es ligeramente distinto. El pa?uelo no impide la interacci¨®n humana, el "cara a cara". En mi opini¨®n, Francia se equivoca al prohibir a las mujeres adultas llevar el pa?uelo (llamado a veces en el debate franc¨¦s "velo", para mayor confusi¨®n) en las oficinas p¨²blicas. El otro d¨ªa, al volver de Estados Unidos y llegar a Heathrow, me agrad¨® que me recibiera una funcionaria de aduanas de su majestad tocada con un hiyab negro que cubr¨ªa todo menos el rostro. ?Por qu¨¦ no?
El niqab o burqa, desde luego, es un obst¨¢culo mayor para la comunicaci¨®n e incluso la identificaci¨®n. Existen ciertos contextos concretos en los que es razonable que un Estado liberal civilizado insista en eliminar temporalmente el velo que oculta el rostro. Al hacer la fotograf¨ªa para el pasaporte, por ejemplo, o en el control de pasaportes del aeropuerto (aunque, hoy en d¨ªa, la identidad quiz¨¢ se comprueba mejor con los esc¨¢neres de dedo y de ojo). Igual que ser¨ªa mucho pedir que un profesor pueda identificar exclusivamente por la voz a filas y filas de ni?as, todas tapadas con el niqab.
Adem¨¢s, el niqab no facilita precisamente la conversaci¨®n personal. Como dec¨ªa con raz¨®n Straw en su art¨ªculo, escrito con toda sensibilidad para un peri¨®dico local, cuando se habla cara a cara con alguien es posible casi literalmente "ver lo que quiere decir la otra persona". Fareena Alam, directora de la excelente revista musulmana brit¨¢nica Q-News, que lleva pa?uelo, me dice que a ella tambi¨¦n le resulta inc¨®modo hablar con mujeres que llevan niqab, porque le falta ese contacto cara a cara. Est¨¢ claro que aqu¨ª hay un problema; aunque el hecho de que Straw decidiera plantearlo en un art¨ªculo de peri¨®dico -con la consiguiente y previsible oleada de quejas y proclamaciones de que "si quieren vivir aqu¨ª, por qu¨¦ no son como nosotros" por parte de The Sun, The Daily Mail y diversos xen¨®fobos an¨®nimos, sin ninguna distinci¨®n entre las mujeres que llevan niqab y los musulmanes en general- es otra cuesti¨®n.
Consulta m¨¦dica
En cualquier caso, no creo que Straw tuviera raz¨®n al sugerir a las mujeres que llevaban niqab en la consulta m¨¦dica de su circunscripci¨®n de parlamentario que se descubrieran el rostro; ni aunque lo hiciera con toda educaci¨®n. Al fin y al cabo, estaba en una posici¨®n de poder respecto a ellas. Seguramente hab¨ªan acudido a ¨¦l a que les resolviera alg¨²n problema, una situaci¨®n en la que la diferencia entre una petici¨®n y una orden es muy vaga. Es m¨¢s, en ingl¨¦s, "quiz¨¢ le gustar¨ªa a usted a hacer tal cosa" es una forma educada de dar una orden. Dado que esas mujeres estaban utilizando un recurso democr¨¢tico -y con ello demostrando, de forma mucho m¨¢s importante que la ropa que llevaran- su grado de integraci¨®n en la sociedad brit¨¢nica, creo que quiz¨¢ pod¨ªa haberse esforzado un poco m¨¢s en entenderlas.
?Y era tan dif¨ªcil? Hace poco particip¨¦ en una ceremonia de graduaci¨®n en la Universidad Hallam, en Sheffield. Fue un acto emocionante. Muchas de las que se graduaban eran mujeres brit¨¢nicas de origen asi¨¢tico, en muchos casos -seg¨²n me dijeron- las primeras que hab¨ªan ido a la universidad en sus familias, y algunas subieron al escenario a recibir sus diplomas cubiertas con el hiyab. Hubo educados aplausos para cada alumno y otros m¨¢s entusiastas para unos cuantos que eran m¨¢s populares: uno de los m¨¢s sonoros fue el dedicado a una chica vestida con niqab. Est¨¢ claro que sus condisc¨ªpulos conoc¨ªan a la mujer oculta tras el velo. Supongamos que hubiera podido investigar como quer¨ªa para este art¨ªculo. Podr¨ªa haber hablado con mujeres que llevan niqab por correo electr¨®nico, por tel¨¦fono y en persona, en ingl¨¦s o a trav¨¦s de un int¨¦rprete. Es verdad que habr¨ªa perdido ese 10% o 20% extra que representa la comunicaci¨®n no verbal. Y qu¨¦. Al fin y al cabo, no estamos hablando de una historia de amor ni de una relaci¨®n que dure toda la vida. Estamos hablando de trabajar y salir adelante en una sociedad cada vez m¨¢s diversificada.
Blancos inc¨®modos
El argumento m¨¢s manido en todo este debate es que el niqab hace que el ingl¨¦s blanco de clase media se sienta "inc¨®modo" o "amenazado". Si es verdad, yo digo que son una pandilla de quejicas. Que uno se sienta amenazado por hinchas borrachos de f¨²tbol o por posibles asaltantes lo puedo entender. ?Pero amenazado por una mujer cubierta por un velo que se dedica tranquilamente a sus cosas? Y en cuanto a lo de sentirse inc¨®modo, yo me siento inc¨®modo ante cierto tipo de ingl¨¦s de cara rosada que viste tirantes rojos, camisa de rayas con los pu?os blancos y pajarita. Su niqab deja predecir con facilidad las opiniones que van a salir de su boca. Pero yo no les pido que se quiten los tirantes.
Fareena Alam, que ha hablado con muchas mujeres musulmanas como ella, dice que la mayor¨ªa de las brit¨¢nicas con niqab que ha conocido llevan el velo por decisi¨®n personal. Las que lo hacen simplemente por continuar la tradici¨®n de sus pa¨ªses de origen son una minor¨ªa dentro de un grupo que a su vez es una minor¨ªa de musulmanas brit¨¢nicas, y las que lo hacen presionadas u obligadas por sus maridos o sus padres son una minor¨ªa dentro de esa minor¨ªa de una minor¨ªa. No he podido comprobar personalmente este dato, su valor estad¨ªstico, por as¨ª decir, y s¨®lo con que haya un caso de coacci¨®n -y m¨¢s a¨²n de emplear el niqab para tapar las huellas de malos tratos f¨ªsicos- ya es terrible. Pero basta una r¨¢pida b¨²squeda en Internet para descubrir varios casos fascinantes de j¨®venes cultas y preparadas que toman la libre decisi¨®n de llevar velo. ?Por qu¨¦ no van a hacerlo? ?Qu¨¦ m¨¢s nos da a nosotros? A medida que nuestra sociedad sea cada vez m¨¢s variada, tendremos que tolerar mejor la diversidad. Debemos ser capaces de distinguir entre los principios fundamentales de una sociedad libre, sobre los que no podemos hacer concesiones, los asuntos que deben ser objeto de una negociaci¨®n entre las distintas comunidades, y otros aspectos de tercer orden que vale m¨¢s dejar que se arreglen con el tiempo y el discreto empuje de la adaptaci¨®n social. La libertad de expresi¨®n pertenece a la primera categor¨ªa; el velo, a la ¨²ltima.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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