Oaxaca como disparate
Cinco meses de par¨¢lisis pol¨ªtica han transformado Oaxaca en una bomba de relojer¨ªa. Lo que empez¨® en el pobre y atrasado Estado sure?o mexicano como una huelga ritual de maestros en demanda de mejoras salariales se ha convertido en una insurrecci¨®n social aderezada con guerrilla urbana, que se ha cobrado ya nueve vidas y ha arruinado tur¨ªstica y comercialmente a su capital, 250.000 almas encerradas entre barricadas.
El punto de inflexi¨®n que transform¨® la protesta en abigarrada rebeli¨®n se produjo en junio pasado, cuando el gobernador del Estado, Ulises Ruiz, un dinosaurio del PRI cuyos procedimientos son los mismos que permitieron su existencia como partido ¨²nico durante casi tres cuartos de siglo, envi¨® a la polic¨ªa contra los descontentos. El conflicto es ahora una confrontaci¨®n directa entre el centenar de colectivos regionales que han reforzado a los maestros y mantienen en pie de guerra la ciudad y el gobernador, cuya destituci¨®n pretenden sin ¨¦xito los amotinados.
Pese a que los poderes p¨²blicos son pr¨¢cticamente inexistentes en Oaxaca, donde desde hace meses las escuelas permanecen cerradas, el Senado mexicano acaba de rechazar la utilizaci¨®n de los resortes constitucionales que permitir¨ªan echar a Ruiz. Ni lo quiere el PRI, su partido, ni tampoco el gobernante Acci¨®n Nacional, que necesitar¨¢ los votos del primero para formar una mayor¨ªa estable de gobierno cuando el presidente electo Felipe Calder¨®n asuma el cargo en diciembre. Ambos partidos temen sentar un precedente peligroso en un pa¨ªs donde las presiones populares o los movimientos insurgentes arrecian en otros Estados contra sus m¨¢ximos dirigentes.
Parece que s¨®lo medidas de choque podr¨¢n devolver el orden y la actividad a una ciudad que se desangra entre el hartazgo de su poblaci¨®n. Pero la Administraci¨®n saliente de Vicente Fox teme por encima de todo pasar a los libros con la vitola de represora, aunque el mantenimiento de su quietismo, alegando respeto por la soberan¨ªa de los Estados, supone no s¨®lo una dejaci¨®n inadmisible, sino una herencia doblemente envenenada para Calder¨®n; como si el inminente presidente mexicano no tuviera suficiente con el mandato paralelo que amenaza con montar su rival electoral, el oportunista Andr¨¦s L¨®pez Obrador. La pasividad de los poderes p¨²blicos ha dado alas a la enquistada crisis de Oaxaca. El Gobierno mexicano tiene la inexcusable responsabilidad de zanjarla de una manera urgente y civilizada.
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