Los maquis llegan a la universidad
La Complutense recibe a los guerrilleros que se organizaron en el monte para luchar contra el r¨¦gimen franquista
A los nueve a?os Quico iba y ven¨ªa por los campos y las calles de su pueblo leon¨¦s. All¨¢ dejaba un trapo enganchado en una pared, ac¨¢ colgaba una camisa blanca. Se?ales para la guerrilla antifranquista.
Amadora, con 16 a?os, cambi¨® de nombre para llamarse Rosita y echarse al monte. Su hermana Esperanza era Sole y Remedios, su amiga del alma escondida entre los brezos, respond¨ªa por Celia.
Cuando Miguel Padial sali¨® de la c¨¢rcel conoci¨® a Amadora, con la que vive. Cuando estaba en el maquis era Campanito y se sonr¨ªe cuando cuenta que reventaban las empresas el¨¦ctricas del dictador.
Campanito, Rosita y Quico estuvieron ayer explicando a los alumnos de la Universidad Complutense c¨®mo fueron aquellos a?os de maquis. De d¨ªa, escondidos en los matojos, durmiendo mientras otros compa?eros hac¨ªan guardia, entre pieles de animales, sin cambiarse de ropa. De noche, con las mochilas a cuestas, de marcha. Necesitaban alimentos, medicinas, sobrevivir de puntillas, sirvi¨¦ndose de enlaces que a veces eran traidores.
"Cog¨ªamos al alcalde, neutraliz¨¢bamos al falangista y solt¨¢bamos el mitin en la plaza"
En casa de Rosita "era rojo hasta el perro; cuando se acercaba la Guardia Civil se deshac¨ªa en ladridos, pero cuando se abr¨ªa la puerta para que entraran los guerrilleros huidos ni piaba", dice. El padre, viudo, cogi¨® a las tres ni?as y se fueron al monte. "Cuando llegamos, yo no sab¨ªa ni hacer la o con un canuto, pero all¨ª nos ense?aron a escribir y a leer. El ¨²nico lema de los guerrilleros era que a las ni?as no las cogieran ni vivas ni muertas". Pero las apresaron y Rosita, Celia y Sole pasaron a?os de c¨¢rcel; 15 a?os pas¨® Sole y ocho, Rosita. Antes hab¨ªan matado al padre. "El d¨ªa que nos enteramos lo ¨²nico que dijimos fue: es un camarada m¨¢s que ha ca¨ªdo en la lucha, no nos desmoraliza, sino que nos da m¨¢s coraje para luchar". Cuando aquella guerrilla de la zona de Cuenca y Levante se deshizo y detuvieron a Rosita, le dejaron la cara "como a un monstruo". "Me dieron hostias 15 d¨ªas seguidos, a derecha y a izquierda, echaba sangre a chorros", dice ahora, como la que cuenta una historia ficticia, sin drama.
No abandonaron la lucha. Cuando Campanito sali¨® de la c¨¢rcel en Madrid, Rosita le sirvi¨® de enlace, de refugio, y desde entonces fue su "compa?era". As¨ª la presenta todav¨ªa. Miguel Padial es de Alhama de Granada, y all¨ª se desarroll¨® su lucha, a la luz del comunismo. Muchos como ¨¦l lucharon por la misma causa, la de la libertad y la Rep¨²blica. Boicoteaban las empresas de electricidad, hab¨ªa que ahogar al franquismo. As¨ª que cog¨ªan la dinamita y todo saltaba por los aires. Las inmisericordes c¨¢rceles de la ¨¦poca robaron 11 a?os a Campanito; en Granada, en Puerto de Santa Mar¨ªa y en Alcal¨¢ de Henares pen¨® sus d¨ªas de maquis despu¨¦s de 1949.
Despu¨¦s, en los sesenta le detuvieron por tener propaganda para animar el Primero de Mayo y le cayeron otros seis a?os: estuvo cuatro, dos en Carabanchel y otros dos en Segovia.
En Le¨®n, el ni?o Quico se hizo mayor y cogi¨® un fusil. "Nos derrotaron militarmente, pero mi dignidad no est¨¢ afectada. Defend¨ªamos la Rep¨²blica, mi madre aprendi¨® a leer con las misiones pedag¨®gicas, mi padre era agricultor y hab¨ªa una reforma agraria en marcha, hab¨ªa que defender los derechos de los mineros: yo mam¨¦ todo aquello, los idealizaba", recuerda. Se r¨ªe cuando le preguntan la edad. No es para menos, tiene 81 a?os tan bien llevados que los firmar¨ªa cualquiera. De joven iban por los pueblos, en la muy organizada zona de Le¨®n y Galicia. "Cog¨ªamos al alcalde, neutraliz¨¢bamos al falangista, si lo hab¨ªa, y solt¨¢bamos el mitin en la plaza". Saboteaban las calderas donde se coc¨ªa el carb¨®n y la brea que se usaba para las locomotoras y dejaban amordazado al vigilante, que, en realidad, estaba compinchado. Y, si hab¨ªa suerte, los trenes de carne y wolframio no llegaban a Alemania. Quico vio caer a muchos compa?eros. ?l luch¨® en combate, pero no mat¨® a nadie, dice. "Lo hubiera hecho de ser necesario, pero no se dio el caso".
Redes de solidaridad
La resistencia antifranquista sembr¨® de nombres de guerra los montes espa?oles: hombres y mujeres que fueron cayendo como conejos acorralados, sin posibilidades de ganar, ni de escapar. Dieron mucha lata al r¨¦gimen de Franco, pero al dictador debi¨® interesarle m¨¢s matarles que dejarles marchar, porque muchos habr¨ªan salido al extranjero si no les hubieran cerrado las puertas. A pesar de ello, algunos pasaron a Francia, otros a Portugal. As¨ª lo explicaron ayer varios expertos que participaron en las jornadas organizadas por la c¨¢tedra de la Memoria Hist¨®rica de la Universidad Complutense. En el sal¨®n de actos de la Facultad de Historia los estudiantes tomaban notas sentados en el suelo, no hab¨ªa sillas suficientes.
El director de la c¨¢tedra, Julio Ar¨®stegui, ley¨® algunos p¨¢rrafos del experto Secundino Serrano, que no pudo asistir, donde se relatan las distintas fases por las que pas¨® la resistencia. En un primer momento los que se echaron al monte s¨®lo hu¨ªan de la represi¨®n, despu¨¦s se organizaron bajo la estrategia de los partidos. "El Gobierno republicano no quiso o no pudo agrupar a todos ellos en la retaguardia" de los vencedores. Aunque s¨ª se form¨® un cuerpo del ej¨¦rcito guerrillero que recibi¨® un curso de ocho semanas. Se trataba atacar las comunicaciones, hacer "acciones especiales" y dificultar el avituallamiento.
"Sobrevivieron gracias a las redes de solidaridad hasta que la guerra fr¨ªa lamin¨® los sue?os de democracia", ley¨® Ar¨®stegui. Los cad¨¢veres de algunos de ellos se tiraban en la plaza del pueblo como ejemplo de lo que sab¨ªa hacer el r¨¦gimen.
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