"Estamos en el borde del volc¨¢n, tengo miedo"
"No se puede hacer de las miedos una ideolog¨ªa. Hay que remitirse a Gramsci: pesimismo de la raz¨®n, y optimismo de la voluntad"
La entrevista tiene lugar en Florencia, en un caf¨¦ de la popular plaza de la Rep¨²blica, el Giubbe Rosse: "Uno de los caf¨¦s literarios m¨¢s interesantes" se apresura a explicar el escritor que llega con la premura y dinamismo que le caracterizan. Claudio Magris (Trieste, 1939) publicar¨¢ Espa?a en los pr¨®ximos d¨ªas A ciegas, una ambiciosa novela que, seg¨²n reconoce, le ha vaciado y que ha tardado varios a?os en escribir. Intelectual comprometido como pocos con su tiempo, este libro es una reflexi¨®n profundamente melanc¨®lica y desesperanzada sobre un dram¨¢tico siglo XX, y el declive y corrupci¨®n de los diferentes credos pol¨ªticos. "La historia tiene la tr¨¢gica necesidad de combatir la barbarie con medios b¨¢rbaros" subraya en su libro el escritor triestino, pero, se pregunta "?Qui¨¦n es el b¨¢rbaro? ?Tito o Stalin? ?Nelson o Bonaparte?".
"La ideolog¨ªa es, sin embargo, el barco que se hunde. Pero el viaje sigue siendo verdadero"
"Lo terrible es qu¨¦ hacer cuando los emigrantes lleguen por millones, hoy es todav¨ªa cuesti¨®n de rechazo"
"El libro pasa a trav¨¦s de todos los horrores de nuestra historia. Es muy duro, pero no saca la bandera blanca"
"Es despiadado con el comunismo, pero siento que es de los pocos libros que dan cuenta de su grandeza"
"La forma de combatir el terror es la informaci¨®n. No se puede establecer una violaci¨®n constante de los derechos. Si no, el terrorismo habr¨¢ ganado"
"Si cuando mis hijos eran peque?os, hubiese pedido que estudiaran en una clase s¨®lo con cat¨®licos, el director me habr¨ªa echado a patadas"
"No se puede hacer de los miedos una ideolog¨ªa. Hay que remitirse a Gramsci: pesimismo de la raz¨®n, y optimismo de la voluntad"
Pregunta. A ciegas es su libro m¨¢s triste y salvo en las p¨¢ginas finales me parece que no deja lugar para la esperanza.
Respuesta. El cap¨ªtulo final lo escrib¨ª hace diez a?os. Marisa, mi mujer, lo cort¨® y corrigi¨®, y las tres ¨²ltimas p¨¢ginas del libro las escrib¨ª el mismo d¨ªa que entregu¨¦ el manuscrito a mi editor italiano en 2004. Para m¨ª el m¨¢s triste sigue siendo La exposici¨®n, ese libro es dur¨ªsimo.
P. ?C¨®mo nace este libro?
R. La primera idea sobre A ciegas la tuve en el 88 y surgi¨® de la contemplaci¨®n de los mascarones de proa sobre los que ya hab¨ªa escrito un librito que no acababa de convencerme. Me fascinaba esa mirada dilatada, abierta sobre los desastres que tienen los mascarones y que otros no pueden ver. Luego vino la incre¨ªble historia del campo de concentraci¨®n de Goli Otok, que est¨¢ tambi¨¦n en mis otros libros, en Otro mar, en Microcosmos. Esa historia siempre me ha obsesionado: los dos mil hombres que avanzan felices para construir el socialismo con Tito en Yugoslavia y luego son deportados a esa isla. Es como si delante hubiera un mascar¨®n de proa que ve el final. Luego encontr¨¦ casualmente a un personaje hist¨®rico, Jorgen Jorgensen [aventurero dan¨¦s del siglo XIX que fue deportado a Tasmania por los brit¨¢nicos]. Hab¨ªa escrito much¨ªsimo, viajado a Tasmania, recopilado informaci¨®n, ten¨ªa un material ingente y, finalmente, surgi¨® la idea de recuperar a los Argonautas y la historia del Vellocino de oro, la m¨¢s grande civilizaci¨®n del mundo y la m¨¢s destructiva. Habla de desesperanza y es cierto, es un libro que pasa a trav¨¦s de todos los horrores de nuestra historia, pero tambi¨¦n es un libro de resistencia, porque en el fondo, estos personajes que han luchado y cre¨ªdo en una causa equivocada, tienen tal fuerza y capacidad para sacrificarse por la colectividad, que su lucha tiene un gran valor. Es un libro muy duro, pero no saca la bandera blanca.
P. Esa es la mejor cualidad de su personaje, su voluntad de no rendirse pero ?no late en todo el libro el convencimiento de un naufragio colectivo?
R. S¨ª, he contado la historia de un naufragio, pero tambi¨¦n tiene un sentido ¨¦pico. Parad¨®jicamente, en este libro despiadado sobre la ca¨ªda del comunismo siento que, en el fondo, es uno de los pocos libros (y yo nunca he sido comunista) que dan cuenta de su grandeza. Es como cuando en una historia de amor, aunque est¨¦s enamorado, dices: "Maldigo el momento en que te conoc¨ª". Y esto es un sentimiento real que sin embargo no borra la verdad de la historia de amor.
P. El Danubio es un viaje en pos de la reunificaci¨®n de la cultura europea. A ciegas es otro viaje pero por las ideolog¨ªas del siglo XX. ?Cu¨¢l es aqu¨ª su b¨²squeda?
R. Este es un viaje para dar sentido al mundo, un sentido que se cree poder encontrar en la ideolog¨ªa. La ideolog¨ªa es importante porque empuja a buscar el sentido, pero est¨¢ equivocada y no se lo da. La b¨²squeda del sentido es muy fuerte, y ¨¦ste es el aspecto positivo. La ideolog¨ªa es, sin embargo, el barco que se hunde. Pero el viaje sigue siendo verdadero. Es como viajar por el mar en busca del sentido de la vida y de la historia, en un barco que no puede llegar.
P. El viaje de los argonautas y su fragilidad frente al mar recuerda otro viaje actual, el de los emigrantes que llegan a las costas espa?olas en sus precarias embarcaciones, ¨¦sa es hoy, tristemente, la odisea contempor¨¢nea.
R. Son dos aspectos: uno es el aspecto de epopeya, muchos mueren antes de llegar a su destino, en el mar o en el desierto y es terrible. Y el otro es que la historia te muestra que m¨¢s que las condiciones econ¨®micas, cuenta la mentalidad cultural. Hace diez a?os esta gente estaba a¨²n peor, pero no ven¨ªa porque no sab¨ªa que pod¨ªa venir. No se les ocurr¨ªa. Creo que se producir¨¢ un problema tremendo cuando el n¨²mero sea tan grande que ya no sea posible acogerlos a todos. Es un problema que se puede afrontar s¨®lo en el ¨¢mbito europeo y podemos hacerlo con apertura y con esp¨ªritu liberal y democr¨¢tico, podemos y debemos afrontarlo, aunque podr¨ªa convertirse en insostenible. Insisto, todos los chinos tienen derecho a ver el Prado o los Uffizi, pero si todos los chinos vienen al Prado, ?qu¨¦ hacemos? Hasta ahora ven¨ªan los que ten¨ªan dinero, los que pod¨ªan venir, ?Y ahora? No podemos hacer una selecci¨®n. Si yo pudiera responderle ser¨ªa el mayor genio de la tierra. Creo que Europa deber¨ªa tomar medidas comunes, porque no es posible que Espa?a sea m¨¢s abierta que Italia. Somos regiones de Europa, no podemos decir: "Esto es problema de Espa?a". Lo terrible es que ahora es todav¨ªa una cuesti¨®n de rechazo, de maldad, de regresi¨®n, pero ?qu¨¦ vamos a hacer cuando lleguen millones? No s¨¦, yo creo que estamos en el borde del volc¨¢n, tengo miedo de que todo salte por los aires.
P. ?Estamos al final de una cultura, de una civilizaci¨®n?
R. Se parece mucho al final del mundo antiguo, con la diferencia de que en el mundo antiguo estaba el cristianismo, que lo pudo unir de nuevo. Se cre¨ªa que el socialismo en sentido cl¨¢sico habr¨ªa podido hacerlo, y hoy el problema es mundial. Hoy una cat¨¢strofe como la del fin de la civilizaci¨®n antigua ser¨ªa mucho m¨¢s tremenda porque el progreso ha evolucionado mucho.
P. En ese sentido su novela es un poco premonitoria, paraliza porque no se conocen los caminos por d¨®nde ir.
R. Yo no soy catastrofista en el sentido de que creo que no se puede hacer del pesimismo y de los miedos una ideolog¨ªa. Hay que remitirse a Gramsci: pesimismo de la raz¨®n, y optimismo de la voluntad. Hay que trabajar "como si".
P. ?Cree que est¨¢ superado el concepto de patria?
R. Si por patria se entiende el reconocimiento de una identidad nuestra desde luego yo me siento italiano. . Creo que est¨¢ superada la patria como divinidad opuesta a las dem¨¢s: Pero en esta variedad europea, la patria, la permanencia, no creo que est¨¦ superada. Hoy se necesita, como dijo muy bien Predrag Matvejevic, una laicidad respecto a la naci¨®n. Laico significa vivir con un sentido apasionado, pero relativo, nuestros valores. Laicidad respecto a la naci¨®n quiere decir sentirse con un gran amor por la casa, pero sin convertirla en un ¨ªdolo.
P. En la evocaci¨®n que hace de la mujer hay un sentimiento de culpa, tambi¨¦n de redenci¨®n ?Est¨¢ asociada a la p¨¦rdida de su propia esposa?
R. Lo he metabolizado con un sentido de culpa que ya est¨¢ en La exposici¨®n, pero tambi¨¦n est¨¢ la idea de la mujer utilizada como escudo: las flechas llegan a su pecho antes de alcanzarnos. El hombre lleva un peso y la mujer muchos, pero lo peor no es s¨®lo que en la vida ocurra as¨ª, sino que se considera obvio, como si fuese algo natural. Mi madre trabajaba como maestra, se ocupaba de m¨ª, era la ¨²nica de las mujeres que le¨ªa, y lo hac¨ªa todo, los dem¨¢s no hac¨ªan nada. Y a todos les parec¨ªa l¨®gico, porque mi madre era m¨¢s fuerte. Los hombres no se daban cuenta de nada, y las otras mujeres no s¨¦ muy bien porqu¨¦ no colaboraban. Esto me dio una clave fundamental de la feminidad, y le dir¨¦ que antes incluso de conocer a Marisa he cultivado mucho la amistad femenina. Entre mis tres mejores amigos, dos son mujeres. En ellas he encontrado lo contrario que se dice, porque hay una cultura feminista equivocada, la que dice que la mujer no posee el concepto sino la sensibilidad. Esto lo usan algunos hombres para decir que no piensan, y algunas feministas para decir que es mejor el ¨²tero que el cerebro. Yo he encontrado en mi vida la claridad y la raz¨®n gracias seguramente a mi madre, de la que siempre he sido muy amigo..
P. Creo que usted respeta la idea de Dios y, hablando de problemas contempor¨¢neos, esa idea hoy no da m¨¢s que disgustos.
R. Con los fundamentalismos, el del islam u otros, Dios no tiene nada que ver. El fundamentalismo no es culpa de Dios. El problema no es tanto si la fe en Dios existe o no, sino si la idea de Dios es una idea fuerte, que da sentido, o es una idea absurda. Yo siento con fuerza la idea de Dios. Luego, pienso que como no se puede demostrar, uno debe vivir con eso, pero en esto me he visto muy reforzado al frecuentar el juda¨ªsmo, y sobre todo el juda¨ªsmo jas¨ªdico confiado e irreverente.
P. ?Qu¨¦ opina del otro gran problema contempor¨¢neo, el terrorismo y la restricci¨®n de la libertad individual que el Estado impone para combatirlo?
R. Creo que ¨¦se es hoy el aut¨¦ntico problema del terrorismo, y la ¨²nica forma de combatirlo es la informaci¨®n. No puedes establecer una violaci¨®n permanente de los derechos porque si no, el terrorismo ha ganado. No es s¨®lo una cuesti¨®n moral, es tambi¨¦n una cuesti¨®n de calidad de vida del Estado, no puedes vivir en un Estado en el que no est¨¢s seguro. Estoy de acuerdo con una vigilancia estrech¨ªsima de los servicios secretos, a favor incluso de penas muy severas, porque lo que asusta ahora es que con el terrorismo no sabes qui¨¦n, qu¨¦, d¨®nde y porqu¨¦. Vivimos en un mundo en que el terrorismo, el verdadero, el fingido o el simulado, est¨¢ confundiendo completamente el sentido de la verdad. No sabemos nada. ?Qu¨¦ sabemos nosotros de Afganist¨¢n? ?Qui¨¦n manda realmente? ?Tenemos medios para saber lo que ocurre en este segundo Kabul? Creo que debemos estar dispuestos a acoger todas las culturas, pero estableciendo algunos puntos que no est¨¢n en discusi¨®n. Ah¨ª no podemos tener ning¨²n complejo de inferioridad. Hace dos o tres a?os, en Mil¨¢n, unos padres musulmanes pidieron una clase para sus hijos, en la escuela p¨²blica, s¨®lo de musulmanes, y las autoridades escolares aceptaron. Escrib¨ª un art¨ªculo dur¨ªsimo. Si cuando mis hijos eran peque?os, hubiese pedido que estudiaran en una clase s¨®lo con cat¨®licos, el director me habr¨ªa echado a patadas. Ni siquiera lo habr¨ªan tomado en consideraci¨®n. Que un ni?o musulm¨¢n no pueda estar con uno jud¨ªo no es negociable. Sobre ciertas cosas debemos estar preparados para decir: no, eso no se plantea. Si el Papa dice que est¨¢ contra el matrimonio homosexual, hay manifestaciones contra ¨¦l, pero nadie protesta en las ventanillas de las embajadas isl¨¢micas donde decapitan a los homosexuales. Nunca he visto estas protestas, y all¨ª los decapitan. La paridad implica que no hay que tener ninguna incertidumbre. La monja que han asesinado, ?se imagina que tres cat¨®licos fan¨¢ticos, cuando el im¨¢n dice "conquistaremos Roma", maten a una musulmana? El mundo saltar¨ªa, con raz¨®n, por los aires. Si uno dice "vamos a quitar a las mujeres el derecho al voto, o los negros no pueden estudiar", no se discute.
P. En torno al debate cl¨¢sico sobre si la literatura debe o no dar lecciones de moral, ?qu¨¦ reflexi¨®n le merece el caso Grass?
R. Para empezar, yo creo que la literatura no tiene fines morales. Debe representar la realidad y no puede tener una funci¨®n moral. ?Ay de la literatura si nace para ense?ar la justicia de forma expl¨ªcita! Su importancia es precisamente que puede, de forma indirecta, crear una atm¨®sfera que permita comprender qu¨¦ quiere decir la justicia. Ocurre tambi¨¦n con la verdadera educaci¨®n, la m¨¢s eficaz es siempre indirecta, como la literatura. Pol¨ªticamente, algunos de los m¨¢s grandes escritores del siglo XX han sido fascistas, nazis, estalinistas: C¨¦line, Hamdsun, Drieu de la Rochelle. Escribir una obra de arte no evita que seas un est¨²pido o culpable. Luego, en mi opini¨®n, ha tenido una actuaci¨®n pol¨ªtica muy meritoria, ha sido a la vez una voz cr¨ªtica, nunca extremista. Dicho esto, no s¨¦ muy bien, me parece muy extra?o que no se haya descubierto antes. Desde luego, ha sido un gran error no haberlo contado antes. Es la demostraci¨®n de que un grand¨ªsimo escritor, como Grass, puede haber hecho tonter¨ªas, y desde luego, lo grave ha sido callarlo.
P. Para terminar le traslado la pregunta que hace a su propio protagonista al final del libro ?C¨®mo va eso?
R. Va. Cuanto m¨¢s se vive, mejor se convive con la imperfecci¨®n de la existencia y se aprende a no ser el protagonista de la propia vida. En el espect¨¢culo de la vida ya no se aspira a ser el actor n¨²mero uno, me conformo con ser el actor n¨²mero dos. No el ¨²ltimo, desde luego, pero s¨ª el segundo.
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