Los muertos que no existieron
Hace unos d¨ªas muri¨® en Madrid un hombre que no existi¨®. Tuvo que aparecer su cad¨¢ver para que nos di¨¦ramos cuenta de su presencia en Espa?a. El cuerpo de este fantasma de la burocracia estuvo durante cuarenta y ocho horas en un Instituto Anat¨®mico Forense. Ni nadie lo conoc¨ªa ni nadie lo reclam¨® ni nadie lo ech¨® en falta. Era un muerto sin papeles. Un extranjero que por fin logr¨® conseguir una documento legal sobre su estancia en Espa?a: su acta de defunci¨®n. Un ciudadano que oficialmente nunca estuvo en vida, pero que ya estar¨¢ para siempre como fallecido en este pa¨ªs.
El hombre que nunca estuvo oficialmente en Espa?a falleci¨® electrocutado mientras colocaba en las inmediaciones de una autov¨ªa un cartel publicitario. Llov¨ªa con fuerza y recibi¨® una intensa descarga. Cay¨® desde tres metros de altura y falleci¨® en el acto. Hasta aqu¨ª todo desgraciadamente habitual: un extranjero sin papeles muerto en un accidente laboral. Sin embargo, la historia se complica. La empresa que instalaba los carteles publicitarios en esa autov¨ªa dice que ese muerto no es suyo. Que no conoce de nada al fallecido. Tampoco los tres operarios que colocaban el c¨¢rtel desde donde supuestamente cay¨® la v¨ªctima saben nada de ¨¦l. Estos ¨²ltimos contaron a la polic¨ªa que se bajaron del andamio para hacer una fotograf¨ªa, con la que poder tener la prueba de que lo hab¨ªan puesto bien y que, cuando se acercaron de nuevo, vieron que en el suelo hab¨ªa un cad¨¢ver.
La polic¨ªa ha descubierto que el hombre que nunca existi¨®, que nunca estuvo oficialmente en Espa?a, y que nunca se subi¨® al andamio desde el que cay¨®, es un ciudadano b¨²lgaro de 20 a?os que se encontraba en situaci¨®n ilegal en el pa¨ªs. Y ha conocido igualmente que los tres operarios que se bajaron del andamio desde el que supuestamente no se cay¨® la v¨ªctima son tambi¨¦n de nacionalidad b¨²lgara. Es m¨¢s, la polic¨ªa ha logrado determinar que el jefe de la empresa que colocaba los c¨¢rteles justo en el sitio donde apareci¨® m¨¢s tarde el cad¨¢ver del hombre que nunca existi¨® es tambi¨¦n b¨²lgaro. Como la mentira tiene las patas muy cortas, habr¨¢ que pensar que la ca¨ªda fue verdad, ya que ten¨ªa unas patas de tres metros, la distancia del andamio al suelo.
Ahmed Naji, fue un n¨¢ufrago marroqu¨ª que falleci¨® el 25 de octubre de 2003 cuando viajaba en una patera que se hundi¨® en Rota. Durante muchos meses Ahmed no se llam¨® Ahmed. Las autoridades espa?oles sencillamente le llamaron Rota 04. Con ese nombre, este n¨¢ufrago fallecido, consigui¨® su primer documento legal de su estancia en Espa?a. Lamentablemente, al igual que en el caso del joven rumano de 20 a?os, ese fue su primer papel y tambi¨¦n el ¨²ltimo: su acta de defunci¨®n. A Ahmed le pusieron Rota 04 para poder distinguirlo de Rota 01, Rota 02, Rota 03... y as¨ª hasta Rota 37, que fue el n¨²mero de cad¨¢veres que escupi¨® el mar en el naufragio. Ahmed fue enterrado la pasada semana en esta localidad gaditana. A pesar de que no tuvo derecho a duelo, su funeral ha sido muy largo, ya que hac¨ªa tres a?os que falleci¨®. Ni nadie lo hab¨ªa reclamado ni la Junta ni el Gobierno se hac¨ªa cargo del cad¨¢ver, por lo que el propietario del tanatorio donde se encontraba el cuerpo decidi¨® inhumarlo. 12 de los fallecidos en aquel naufragio tuvieron peor suerte. Fueron enterrados con los apellidos de Rota, de primero, y Patera, de segundo, en la lapida. Nadie supo qui¨¦nes eran, por lo que pasaron a engrosar la larga lista de personas que nunca han estado oficialmente en este pa¨ªs pero si han muerto oficialmente en Espa?a. Nacieron y murieron n¨¢ufragos.
Los muertos que nunca existieron est¨¢n demasiado vivos. La inmigraci¨®n se ha situado por primera vez como el problema que m¨¢s preocupa a los espa?oles, por encima del paro, la vivienda y el terrorismo. Espa?a se muestra inquieta ante esta avalancha de fantasmas y en este pa¨ªs se mezclan los muertos que no existieron con los vivos que malviven para vivir. Una tozuda realidad que tiene dif¨ªcil soluci¨®n. En todo caso, cualquiera ser¨¢ mejor que la de enterrar el problema dos metros bajo tierra, con el apellido de Rota en el epitafio acompa?ado del infinito de los n¨²meros como horizonte.
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