Tardes de caf¨¦ vien¨¦s
El Museo de Artes y Costumbres populares de Sevilla, acoge una exposici¨®n que, hasta el d¨ªa 15 de noviembre, repasar¨¢ nuestra memoria hist¨®rica para contemplar la relaci¨®n entre la mujer andaluza y la pol¨ªtica en estos ¨²ltimos setenta y cinco a?os. Hacia all¨ª me encamin¨¦ convencida de que el ideal democr¨¢tico de paridad que ahora nos parece l¨®gico se fragu¨® gracias a mujeres como Encarnaci¨®n Maga?a, fusilada en el 42 por distribuir clandestinamente informaci¨®n emitida por la BBC, o como Josefina M¨¢rquez que mantuvo una lucha m¨¢s ¨ªntima pero igualmente admirable a comienzos de los a?os 30.
Josefina sol¨ªa acudir los domingos a comer a casa de sus suegros. Le gustaba juguetear con la cuchara, haciendo circulitos en la nata de su caf¨¦ vien¨¦s mientras su desp¨®tico suegro, don Marcelino, hablaba de la situaci¨®n del pa¨ªs, el ad¨®nde vamos a llegar y el si mi padre levantara la cabeza. La primera vez que el futuro esposo de Josefina la llev¨® a casa para que sus padres pudieran conocerla, don Marcelino la mir¨® de arriba abajo con cara de asco y, cuando se hubo marchado, le murmur¨® a su mujer que esa chica era una libertina. Siempre la mir¨® con desconfianza.
Un d¨ªa, paseando por la calle Mayor, Josefina descubri¨® una mesa rodeada de mujeres que entregaban panfletos a los transe¨²ntes con un cartel a sus espaldas en el que se pod¨ªa leer "sufragistas".
-?Quiere unirse a la causa? _le dijo una de ellas.
-No lo s¨¦.
-Entonces deber¨ªa pens¨¢rselo. Uno puede quedarse a un lado o al otro, pero nunca en medio. El t¨¦rmino medio es pasividad y la pasividad es de cobardes -afirm¨®-. ?Es de las que cree que las mujeres estamos lo suficientemente preparadas para elegir a nuestros representantes pol¨ªticos, o se considera una ciudadana de segunda? P¨ªenselo. ?Quiere venir a alguna de nuestras reuniones? Nos juntamos los mi¨¦rcoles por la tarde en esta direcci¨®n -la anot¨® en un papel-. P¨¢sese por all¨ª si quiere. No hay compromisos.
El d¨ªa que son¨® el tel¨¦fono en casa de don Marcelino para anunciarle que el gobierno provisional hab¨ªa decretado que las mujeres y los sacerdotes se hab¨ªan convertido en individuos elegibles como diputados, a poco le da un infarto. El domingo siguiente la comida no tuvo desperdicio. Invitaron al padre Cipriano que asegur¨® que le parec¨ªa estupendo que los sacerdotes hubieran sido declarados elegibles.
-Pero lo ¨²nico malo es que nos hayan metido a sacerdotes y mujeres en el mismo decreto.
-Pues sepa usted que eso es lo ¨²nico que a m¨ª me ha tranquilizado padre -le dijo don Marcelino-. Es bueno que las mujeres tengan el freno de la iglesia. M¨¢s que por eso, yo estoy preocupado por esas voces que andan pidiendo el voto para la mujer. Est¨¢ demostrado que razones biol¨®gicas, hist¨®ricas, cient¨ªficas, culturales y religiosas impiden que la mujer pueda votar. ??A d¨®nde vamos a parar?! ?Si mi padre levantara la cabeza!
-Las mujeres no entienden de pol¨ªtica y se dejar¨¢n guiar por sus esposos y por sus confesores -asegur¨® el cura-. No tenga cuidado querido amigo. Ver¨¢ como en las pr¨®ximas elecciones, si la mujer acude a las urnas, venceremos a esos republicanos que nos est¨¢n sacando de nuestras casillas.
Al parecer esa fue la explicaci¨®n que dio Victoria Kent, una de las mujeres m¨¢s destacadas del momento, a la hora de mostrarse contraria al voto femenino. En la exposici¨®n se puede ver el ejemplar de El Liberal en el que se lee en grandes titulares su descuerdo. Pero para Josefina lo realmente valioso era que la mujer pudiera votar. Le daba igual el resultado de las elecciones y en las vitrinas de la exposici¨®n se contemplan los pasquines de distintos partidos pol¨ªticos incitando al voto femenino. Ellas empezaban a contar.
El derecho al voto femenino fue por fin aceptado. La asociaci¨®n de mujeres, celebr¨® el triunfo organizando un evento en homenaje a Clara Campoamor, la gran luchadora. En las fotos aparece escondi¨¦ndose tras su dulce cara., la misma que utiliz¨® para proclamar por la radio entre v¨ªtores:
-?Qu¨¦ significa para nosotras, las mujeres, el voto pol¨ªtico integral y los dem¨¢s derechos? -Josefina la escuchaba en la cocina sin que su marido se diese cuenta-. Significa haber salido del mundo insignificante de las cosas para elevarnos al mundo excelso de la personalidad, de la ciudadan¨ªa.
Las siguientes elecciones llevaban la promesa de ser hist¨®ricas. La mujer por primera vez podr¨ªa votar libremente por 160 votos a favor frente a 121 en contra. A Josefina su marido le entreg¨® la papeleta que deb¨ªa introducir en la urna y ella acept¨® la orden sin palabras. Despu¨¦s, fueron a comer a casa de sus suegros. Dispuestos a escuchar por la radio los resultados provisionales. Al parecer, la Rep¨²blica hab¨ªa sucumbido. Don Marcelino propuso un brindis. Pero tras su aparente alegr¨ªa se escond¨ªa una sombra de incertidumbre. Ten¨ªa la sensaci¨®n de que los tiempos estaban cambiando y a ¨¦l los cambios le sacaban de quicio. No pudo evitar quedarse mirando de soslayo a Josefina, por un instante, crey¨® vislumbrar en ella el gesto de satisfacci¨®n del gato que acaba de atrapar al rat¨®n, pero no estaba seguro porque Josefina segu¨ªa como todos los domingos, cabizbaja y silenciosa, haci¨¦ndole circulitos con la cucharilla a la nata de su caf¨¦ vien¨¦s.
Todo ese logro qued¨® eclipsado durante la dictadura. Ya nadie votaba y las mujeres tuvieron que involucrarse en cuestiones pol¨ªticamente menos inquietantes, haciendo gimnasia con la Secci¨®n Femenina o luchando por conseguir el diploma de Madre Ejemplar que tambi¨¦n puede verse en la exposici¨®n.
Una recomendaci¨®n; antes de marcharse, si¨¦ntese con calma en la sala de audiovisuales y escuche los testimonios. Es posible que el techo de cristal a¨²n contin¨²e sobre nuestras cabezas.
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