La memoria de un ni?o al que nunca preguntaron
Un hombre de 63 a?os descubre a los familiares la fosa donde enterraron a 14 ediles de un pueblo de Salamanca en 1936
"Yo siempre he sabido d¨®nde estaban, pero nunca me lo hab¨ªan preguntado antes", explica Alfonso G¨®mez, de 63 a?os, la persona que ha permitido a la Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica (ARMH) encontrar en Ciudad Rodrigo (Salamanca) la fosa donde est¨¢n enterrados 14 miembros de la corporaci¨®n municipal de un pueblo cercano, Fuenteguinaldo, fusilados en octubre de 1936.
"Al parecer, los falangistas le pidieron al cura del pueblo que les hiciera una lista de rojos y ateos", explica Bonifacio S¨¢nchez, coordinador de la exhumaci¨®n. "El 7 de octubre de 1936 fueron a buscarlos casa por casa. A las nueve de la noche ingresaron en la c¨¢rcel de Ciudad Rodrigo, y a las cuatro de la ma?ana les dijeron que les pon¨ªan en libertad, pero en la puerta les esperaba un cami¨®n que en lugar de llevarlos a casa, los trajo aqu¨ª para matarlos", explica Bonifacio.
"Al parecer, el cura hizo una lista de rojos y ateos", afirma Bonifacio S¨¢nchez
Una m¨¢quina que la Guardia Civil usa para localizar droga o armas hall¨® la fosa
Su t¨ªo, Evaristo S¨¢nchez, labrador, es uno de los 14 hombres que acaban de desenterrar cinco arque¨®logos de la Universidad de Valladolid, y su padre, Francisco S¨¢nchez, entonces alcalde de Fuenteguinaldo, estuvo a punto de correr la misma suerte. "Los falangistas vinieron a casa y le pidieron a mi padre el retrato de Pablo Iglesias que ten¨ªa escondido. Mientras lo buscaba, enca?onaron a mis abuelos como garant¨ªa para que no escapara. El secretario del Ayuntamiento, que era muy amigo suyo, se enter¨® y abort¨® el plan en ese preciso instante. Cuando mi padre volvi¨® con el cuadro se encontr¨® con los falangistas pidi¨¦ndole disculpas y march¨¢ndose. Si hubiese tardado menos, ahora estar¨ªa muerto", afirma Bonifacio.
Alfonso G¨®mez pasea por la fosa con una mueca de imperturbable satisfacci¨®n. Ha sido ¨¦l quien ha se?alado el lugar donde ahora hay una zanja y un grupo de arque¨®logos recuperando esqueletos con nombre y apellidos. "Yo ten¨ªa ocho a?os y trabajaba en esta finca guardando cerdos y ovejas. Hab¨ªa otros dos chicos mayores que siempre me dec¨ªan: 'Los muertos te van a agarrar una pierna', y yo pasaba un miedo terrible. La hierba crec¨ªa m¨¢s y se ve¨ªa el cuadrado donde les hab¨ªan enterrado, pero nunca hubo curiosidad y tampoco nadie me cre¨ªa, hasta que encontr¨¦ a esta gente. Estoy contento por haberles ayudado a encontrar a los suyos", dice.
A¨²n as¨ª, no ha sido f¨¢cil. Los arque¨®logos llevan a?o y medio buscando la fosa. "Nos ha dado mucha guerra. ?sta era la sexta vez que ven¨ªamos a buscarla. Alfonso estaba muy desconcertado, porque pensaba que ¨ªbamos a encontrarla a los cinco minutos, pero ha pasado mucho tiempo, la lluvia arrastra sedimentos y el terreno cambia. El d¨ªa que aparecieron las balas de fusil era el ¨²ltimo que nos hab¨ªamos dado de plazo", explica Germ¨¢n Delibes, arque¨®logo.
La intervenci¨®n de un aparato que la Guardia Civil suele utilizar para localizar fardos de droga, armamentos o cuerpos enterrados, el georadar, fue clave para encontrar la fosa. "Hace radiograf¨ªas del terreno y detecta si ha sido removido o no. Abrimos tres cuadr¨ªculas hasta que dimos con los cuerpos", afirma Luis Avial, propietario de la m¨¢quina, una especie de cortac¨¦sped con ordenador incluido. El detector de metales llev¨® entonces a las balas. Primero, las de fusil, y a unos 20 metros, las de pistola, el tiro de gracia.
"Si no hubiese sido por Alfonso, nunca hubiese encontrado a mi padre", asegura Jos¨¦ Zato, natural de Fuenteguinaldo, de 71 a?os. Empez¨® a buscarlo hace tres, cuando muri¨® su madre y vino desde Lasarte (Guip¨²zcoa), donde vive, para ver si la gente mayor de Ciudad Rodrigo recordaba algo. "Mi madre nunca quiso hablar del tema. Yo ten¨ªa a?o y medio cuando pas¨® y no tengo ning¨²n recuerdo de mi padre. Tiempo despu¨¦s, mi madre conoci¨® a un portugu¨¦s y el cura no quer¨ªa casarlos porque mi padre no figuraba como muerto sino como desaparecido, pero poco antes de que muriera Franco, gracias a un amigo, consegu¨ª un acta de defunci¨®n que dec¨ªa que Alejandro Zato, mi padre, hab¨ªa muerto por arma de fuego. Mi madre se pudo casar por fin. Ten¨ªa ya m¨¢s de 60 a?os". Jos¨¦ sostiene en la mano el que cree es el motivo de que se llevaran a su padre: una r¨¦plica de la hoz y el martillo con las siglas de UGT. "Se lo encargaron los de la Casa del Pueblo para el bander¨ªn de las manifestaciones. Mi padre no ten¨ªa afiliaci¨®n pol¨ªtica, era hojalatero".
Los 14 vecinos de Fuenteguinaldo fueron enterrados juntos ayer en el cementerio del pueblo. "Algunos familiares no han querido participar. Es normal. Hay una viuda que se cas¨® con uno del otro bando, gente que no quiere saber nada...", comentan miembros de la ARMH. "Estoy muy contento. Satisfecho. Tranquilo", concluye Jos¨¦ Zato.
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