El ocaso del alcornocal
Los bosques de alcornoques est¨¢n amenazados de muerte. Espa?a es la segunda productora de corcho del mundo, pero los tapones sint¨¦ticos atacan el producto estrella de estos ecosistemas mediterr¨¢neos con flora milenaria y fauna protegida
Comienza a amanecer en el bosque y el d¨ªa promete calor, pero a las 6.30 los restos del frescor nocturno invitan a caminar. El silencio es total, y entre la luz que empieza a filtrarse se adivinan los perfiles de grandes ¨¢rboles a izquierda y derecha del carril forestal en el que los faros del coche acaban de deslumbrar a una jineta despistada. Es hora ¨¦sta, como el atardecer, de ver animales en el bosque; pero en la zona del parque natural Los Alcornocales en que nos encontramos, a caballo entre los pueblos gaditanos de Alcal¨¢ de los Gazules y Castellar de la Frontera, no se ven hoy corzos, ciervos ni muflones. Alrededor s¨®lo vislumbramos los magn¨ªficos alcornoques que dan nombre al parque que algunos ecologistas consideran el m¨¢s valioso de Europa. Una gran masa verde oscura; s¨®lidos, frondosos y de corteza rugosa. Algunos tienen el tronco a dos colores, la parte inferior ros¨¢cea o anaranjada. Son los que ya est¨¢n pelados. Cuando est¨¢n agrupados y el pelado se ha transformado ya en un naranja oxidado, la belleza del conjunto es espectacular.
A las siete de la ma?ana, una cuadrilla de 15 hombres y 4 mulas se acerca hasta un claro, a la vera del camino, donde se apila una pir¨¢mide de cortezas de alcornoque. Es el patio de corcho, y ellos son los corcheros que hacen la pela o descorche, un trabajo centenario con herramientas, habla y rituales que son ya pura antropolog¨ªa.
Los golpes de hacha empiezan a resonar en el bosque, y en menos de diez minutos Miguel Castro y Jos¨¦ Correro, manos con guantes y protectores en las piernas, han pelado el primer alcornoque dejando al descubierto su tronco ros¨¢ceo. La cuadrilla -una media de 20 a?os en el corcho- se dispersa en parejas, escalera en mano, por la ladera de un barranco enzarzado. Cada alcornoque es atacado por dos corcheros o hachas. Uno de ellos se sube al ¨¢rbol y con su compa?ero, al pie, empiezan a descorchar. Con golpes de hacha contundentes y precisos cortan grandes tiras que luego separan del tronco utilizando el mango de ¨¦sta. Si el ¨¢rbol tiene su punto justo de humedad, la corteza se desprende f¨¢cilmente; si, por el contrario, est¨¢ demasiado seco, ¨¦sta se pega al tronco y la capa madre del ¨¢rbol puede desprenderse y quedar da?ado. La pericia de estos hombres est¨¢ en saber elegir los chaparros o alcornoques en el momento justo. "Trabajar en pendiente es muy duro, esto est¨¢ muy barrancoso y hay que hacer fuerza con el hacha y las piernas para no caerse", dice Correro, mientras su colega Luis Ortega murmura en andaluz cerrado: "Cuando llego a casa por la noche me duelen todos los huesos".
En veinte minutos queda pelada una ladera del barranco. "Ni?o, trae una cuerda pa'c¨¢", gritan a uno de los arrecogeores, dos chavales que levantan el corcho del suelo y lo llevan hasta las mulas, donde se carga y ata. De all¨ª se lo llevan a la cabr¨ªa, una especie de balanza romana donde esperan los fieles, dos corcheros que anotan el peso en quintales (cada pesada, tres quintales; un quintal, 46 kilos). Manolo Acosta, vecino de Los Barrios, con su gran sombrero de ala ancha y su hablar sentencioso de andaluz fino, es uno de ellos. "Hacemos cada d¨ªa una media de 130 quintales, pero luego hay que pesarlo otra vez porque esto tiene un 15% o un 20% de enjugue [p¨¦rdida de peso al secar el corcho]".
Acosta, de 47 a?os, lleva toda su vida en el monte: recogiendo, fumigando, pelando, y ahora al peso -"esto es m¨¢s c¨®modo que la saca"-. No echa en falta los viejos tiempos, cuando pasaban 15 d¨ªas sin volver por casa y ten¨ªan que dormir debajo de un ¨¢rbol, pero deja escapar alguna a?oranza. "Antes ¨ªbamos con un campamento, con cocineros; pon¨ªamos una colchoneta en el suelo y dorm¨ªamos bajo el cielo. Por la noche ech¨¢bamos las cartas, y siempre hab¨ªa alguno que cantaba. Entonces se pod¨ªa beber un cubata, ahora no nos dejan y tenemos que ir con la coca-cola?".
Una escena centenaria que quiz¨¢ tenga los d¨ªas contados, porque el alcornocal, el bosque mediterr¨¢neo por excelencia, fuente de riqueza ecol¨®gica y humana, est¨¢ hoy gravemente amenazado. Las causas son m¨²ltiples: cambio clim¨¢tico, plagas, cotos de caza, exceso de herb¨ªvoros, especulaci¨®n de fincas, latifundio, abandono de los usos tradicionales? Pero entre todas destaca una: la sustituci¨®n de los tapones de corcho por tapones sint¨¦ticos. ?Es posible que el pl¨¢stico se lleve estos bosques por delante? Es posible. La producci¨®n del tap¨®n de corcho supone el 85% del volumen total de negocios de la industria corchera en el mundo.
Espa?a, con 725.000 hect¨¢reas de alcornoques, es el segundo productor de corcho del mundo despu¨¦s de Portugal. ?rbol t¨ªpico del Mediterr¨¢neo (2,5 millones de hect¨¢reas distribuidas entre Argelia, Espa?a, Italia, Francia, Marruecos, Portugal y T¨²nez), el Quercus suber requiere un clima con cierto grado de humedad y buena orientaci¨®n para recibir la corriente atl¨¢ntica. Los mayores alcornocales espa?oles est¨¢n en Andaluc¨ªa, Catalu?a y Extremadura, donde las zonas arboladas alternan con otras de pasto y matorral.
Y dentro de Andaluc¨ªa, el parque natural Los Alcornocales -provincia de C¨¢diz y una peque?a franja en M¨¢laga-, con sus 168.000 hect¨¢reas de montes p¨²blicos y fincas privadas, es una de las principales ¨¢reas corcheras de la Pen¨ªnsula y del mundo. "Es un espacio emblem¨¢tico de la Espa?a peninsular, un sistema moldeado por el hombre con una enorme y rica diversidad biol¨®gica. En su sotobosque hemos identificado hasta 140 especies de plantas arom¨¢ticas, medicinales y culinarias", dice Felipe Oliveros, ex director del parque y que lo conoce como la palma de su mano. "Aqu¨ª, los alcornoques, quejigos, olivos y acebuches conviven con reliquias de otras ¨¦pocas y climas como el ojaranzo [Rhododendron ponticum subsp.baeticum], endemismos y plantas en peligro de extinci¨®n", a?ade Oliveros, que tambi¨¦n se?ala la riqueza de su fauna: el ¨¢guila imperial ib¨¦rica -una de las aves de presa m¨¢s amenazadas del mundo- alterna con la cig¨¹e?a negra, el buitre negro, ciervos, jinetas, meloncillos, y hasta con el amenazad¨ªsimo lince ib¨¦rico.
Corcho y vino son una pareja inseparable, aunque ahora hay quienes apuestan, y juegan fuerte, por su divorcio. De momento han conseguido introducir un tercero en discordia: el tap¨®n sint¨¦tico. En 2005, los sint¨¦ticos le pellizcaron al corcho 4.500 millones de tapones en una producci¨®n de 22.000 millones de botellas de vino. Una cifra que provocaba sonrisas de incredulidad hace s¨®lo cuatro a?os, pero que va en aumento, ya que pa¨ªses como EE UU, Australia y el Reino Unido est¨¢n imponiendo el tap¨®n sint¨¦tico en el mercado internacional.
"La pr¨®xima vez que abras una botella, tras ese sugerente ?plop! que te traer¨¢ tantos recuerdos de buenos momentos, cierra tu mano sobre el tap¨®n, siente la lisa calidez del corcho y reflexiona un momento. Est¨¢s tocando una verdadera arca de vida, un mensajero de los legendarios bosques y dehesas de alcornoques". Es s¨®lo una frase, una sugerencia para cavilar un instante sobre un acto tan rutinario como el descorche de una botella de vino. Una llamada a la conciencia de consumidores responsables. Una idea del programa internacional Corcho s¨ª, alcornocales vivos, de WWF/Adena, que coordina Raquel G¨®mez, dedicado a promover una gesti¨®n forestal sostenible del corcho.
G¨®mez repite la frase mientras alerta, con el sonido del hacha como m¨²sica de fondo, de la importancia del tap¨®n de corcho para la supervivencia de estos ecosistemas mediterr¨¢neos, y de las 600 empresas que trabajan con este material en Espa?a, que dan empleo a 3.000 personas. "De las m¨²ltiples amenazas que tiene el alcornocal, una de las m¨¢s claras, acuciantes y potencialmente determinantes es la sustituci¨®n del tap¨®n de corcho por otros materiales artificiales. Hemos visto que era muy importante y urgente actuar, ya que el sector corchero no est¨¢ reaccionando suficientemente r¨¢pido".
El alcornocal, dice G¨®mez, llega al ciudadano, al consumidor final, a trav¨¦s del corcho, y eso les facilita tener visibilidad e impacto en la opini¨®n p¨²blica para ayudarse en su objetivo de conservaci¨®n. "Puedo dar varias razones para conservar estos bosques: el alcornocal protege contra la erosi¨®n y la desertificaci¨®n; si desaparecieran los del norte de ?frica y el sur de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, el desierto avanzar¨ªa; recarga los acu¨ªferos, controla la escorrent¨ªa y fija el CO2. El corcho es un producto natural id¨®neo para secuestrar CO2 durante largos periodos de tiempo, y se comparte con la flora, la fauna y la ganader¨ªa. Y un escenario no muy pesimista prev¨¦ para el a?o 2020 una disminuci¨®n en los tapones de corcho que conllevar¨ªa que m¨¢s de un mill¨®n de hect¨¢reas hoy productivas podr¨ªan abandonarse o pasar a otros usos".
Corcho s¨ª, natural es el eslogan que WWW/Adena ha escogido para defender este tipo de tap¨®n, una campa?a a la que se han sumado ya algunas importantes bodegas; m¨¢s de una veintena de cocineros de post¨ªn internacional como Arzak, Subijana, Arola, Hofman y Berasategui -que han prestado su cara y firma para promocionarlo-, y algunas f¨¢bricas del ramo. "Es indispensable que el sector vin¨ªcola siga apostando por este material, y que la restauraci¨®n apoye y promueva el vino tapado con corcho", a?ade Raquel G¨®mez.
Tan antiguo que Plutarco y Plinio el Viejo ya escrib¨ªan sobre sus propiedades para tapar ¨¢nforas, el producto estrella del alcornoque, el corcho, es un material liviano, flexible, impermeable e incorruptible, por lo que no es extra?o que en el siglo XVIII se comenzara a utilizar industrialmente para tapamiento, despu¨¦s de que el c¨¦lebre monje Pierre Perignon comenzara a usarlo, bastante antes, en sus botellas de champa?a. Pero su producci¨®n no es precisamente r¨¢pida.
Son necesarios 40 a?os para sacar el primer tap¨®n de corcho de un alcornoque. "El descorche inicial tiene lugar cuando el ¨¢rbol ha superado los 25 a?os de vida, y el corcho virgen que se obtiene, el bornizo, no tiene aplicaci¨®n ¨²til. Hay que esperar otros 12 a?os, cuando el ¨¢rbol es ya casi cuarent¨®n, para que la corteza se pueda convertir en tap¨®n. Luego los descorches se hacen cada 9 o 10 a?os", explica Blas J. Molano, responsable internacional de Manufactura Espa?ola de Corcho (SAMEC), con sede en Sevilla. Un alcornoque vive entre 170 y 200 a?os, por lo que puede dar corcho para tapones unas 15 veces. No es lo que se dice un negocio de pelotazo.
Entre grandes pilas de corcho en el patio de la f¨¢brica -donde se seca durante meses al aire libre, con fr¨ªo, lluvia o calor, antes de pasar a la cocci¨®n-, Molano se?ala la fuerte competencia que empiezan a sentir con el pl¨¢stico. "Notamos el mismo pellizco que todos los fabricantes; los tapones sint¨¦ticos y los de rosca son ya una amenaza real. Un caso claro es Australia, donde el mercado del tap¨®n sint¨¦tico tiene gran fuerza; la presi¨®n para los cierres alternativos viene de ese pa¨ªs. All¨ª, una botella de cada tres lleva tap¨®n sint¨¦tico".
No s¨®lo es Australia. En EE UU, Robert Moldavi, el mayor productor de vino de California, ha estado probando los tapones sint¨¦ticos desde 1995, aunque la decisi¨®n de lanzarlos al mercado se retrasaba por miedo al rechazo de los consumidores. Pero despu¨¦s del 11-M, con la exagerada respuesta nacionalista ante los productos franceses, las cosas cambiaron, y 80 millones de tapones pasaron a ser sint¨¦ticos? "El sint¨¦tico no es competencia para los vinos de calidad, pero en los vinos j¨®venes es donde tenemos el problema, porque es el vino que elige a diario el consumidor normal. Si se reserva el corcho s¨®lo para los vinos de calidad nos quedar¨ªamos sin mercado", afirma Molano.
C¨®nicos, cil¨ªndricos o con corona. Naturales de una pieza de corcho, colmatados de dos o cuatro piezas, aglomerados, uno m¨¢s uno, con arandela o sin arandela (m¨¢s de 6.000 millones de botellas de vino en el mundo utilizan tapones aglomerados), son tipos de tapones de corcho que se utilizan para cavas, champa?as, espumosos, licores, co?acs y vinos, y todos ellos se est¨¢n viendo afectados por el pl¨¢stico.
Los defensores del tap¨®n sint¨¦tico -mejor imitaci¨®n cada d¨ªa de los naturales en tacto y color- se han centrado, con una agresiva campa?a, en la llamada "contaminaci¨®n del corcho". As¨ª han bautizado la contaminaci¨®n que puede sufrir el vino por los cloroanisoles (hongos y otros microorganismos que, en contacto con los pesticidas, desarrollan una reacci¨®n: los haloanisoles), especialmente el conocido por las siglas TCA, que confiere al vino ese penetrante sabor u olor a moho con el que todos nos hemos topado alguna vez al abrir una botella. La industria corchera neg¨® en principio el problema del TCA, pero finalmente ha acabado admiti¨¦ndolo, aunque no como exclusivo suyo.
"Nuestra filosof¨ªa es defender el tap¨®n de corcho, proteger el medio ambiente y la naturaleza, pero tambi¨¦n est¨¢ la perspectiva empresarial. Y cada d¨ªa los clientes nos presionan m¨¢s? Los ingleses est¨¢n imponiendo los tapones de pl¨¢stico en sus pedidos. Pero nosotros siempre suministramos corcho", dice Alfonso de la Calle, director gerente de Torrent Miranda, una f¨¢brica de corcho, peque?a pero muy especializada, de Jerez de la Frontera, que presume de taponar "las bebidas m¨¢s selectas del mundo". "Pero los sint¨¦ticos no son la soluci¨®n. A partir de los 18 meses tienen una subida de oxidaci¨®n brutal, y tambi¨¦n puede haber TCA en ellos, porque es una mol¨¦cula que puede estar en el ambiente, en la embotelladora, en la bodega".
Fabricantes y bodegas tienen muy presente el TCA en estos momentos, pero no conviene olvidar otro aspecto de la nueva competencia: el precio. Los tapones sint¨¦ticos son m¨¢s baratos que el corcho, y cambiar de un producto a otro puede suponer millones de d¨®lares para una bodega. "En todo el mundo se intenta frenar los pl¨¢sticos, y aqu¨ª apostamos por un producto sint¨¦tico y abandonamos otro natural y una industria artesanal. Es como caminar al rev¨¦s", se queja Molano.
En Andaluc¨ªa abunda el latifundio, y en Los Alcornocales (un 75% de fincas privadas frente al 25% de terreno p¨²blico) algunos propietarios renuncian al descorche por no resultar rentable, pese a que la compra de fincas, a precio prohibitivo, va en aumento. Y el del abandono es otro de los problemas que aquejan a estos bosques, adem¨¢s de la famosa seca, las plagas y el exceso de herb¨ªvoros introducidos para la caza (la Junta de Andaluc¨ªa, gestora del parque, ha implantado cercados cineg¨¦ticos y un control de las especies m¨¢s agresivas: ciervos, muflones y gamos).
"La seca, un s¨ªndrome m¨¢s que una plaga, tiene su origen en un conjunto heterog¨¦neo y todav¨ªa bastante desconocido de causas, y se manifiesta con un decaimiento del alcornocal y muerte del arbolado", explica ?ngel Carrasco, ingeniero de montes de la Consejer¨ªa de Medio Ambiente de la Junta. La seca puede causar la muerte s¨²bita del alcornoque en cuesti¨®n de semanas, o matarlo lentamente en un decaimiento progresivo de meses hasta desaparecer la masa alcornocal. "Es un c¨²mulo de causas que pueden ir desde el cambio clim¨¢tico hasta el envejecimiento de la masa forestal, pasando por los cambios de uso del terreno. Hay muchos investigadores trabajando en ello, y no est¨¢ claro", asegura Carrasco. En cuanto a la otra gran amenaza, la lagarta peluda, como vulgarmente se conoce a la Lymantria dispar -un lepid¨®ptero cuyas larvas se alimentan de las yemas y hojas tiernas de los ¨¢rboles-, se combate con actuaciones preventivas.
"Aqu¨ª vienen muchos a ver, y a m¨ª no me importa dar explicaciones, pero que no vengan a darme lecciones? El campo lo hace el que vive y trabaja en ¨¦l, y yo he nacido aqu¨ª, debajo de un ¨¢rbol", se explaya Luis Ortega, capataz de la cuadrilla de corcheros y en la saca desde los 16 a?os.
A sus 60 a?os, Ortega cree que aunque el trabajo no est¨¢ mal pagado -110 euros diarios por siete horas al d¨ªa y una media de 40 d¨ªas al a?o-, tiene los d¨ªas contados tal y como se hace en Andaluc¨ªa, a la manera tradicional y sin m¨¢quinas. "El oficio no va a desaparecer, pero caer¨¢ m¨¢s del 50%; dentro de poco van a tener que hacer la saca con inmigrantes? Hay muchos problemas, pero es la vivencia de uno, debajo de un ¨¢rbol siempre".
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