Impactos de vida y muerte
Considerado el Robert Capa espa?ol por la calidad y el valor documental de sus fotograf¨ªas, Agust¨ª Centelles se diferencia de aqu¨¦l en que la guerra que retrat¨® era su propia guerra y en que nunca pudo llegar a ser famoso porque su obra fue silenciada por el franquismo. Una exposici¨®n rinde ahora el homenaje debido. ?stas son algunas escenas de su vida y su obra
Cementerio de Lleida. Hay neblina. Arbustos. Cad¨¢veres sobre la tierra. Y una mujer de negro que llora arrodillada, las manos vencidas sobre la falda, la cabeza inclinada sobre el cuerpo de un ni?o tendido boca arriba, desvalido y para siempre quieto. La fotograf¨ªa, tan dolorosa, tiene fecha: 3 de noviembre de 1937. Tiene hora: al poco de los bombardeos del ej¨¦rcito sublevado de Franco sobre la ciudad catalana que provocaron 256 muertos. Y tiene autor: Agust¨ª Centelles (Grao de Valencia, 1909-1985), freelance de la prensa catalana de la ¨¦poca, condenado al exilio en 1939, encarcelado en el sur de Francia, retornado clandestino en 1944 y depurado luego. Sin carn¨¦, nunca m¨¢s pudo trabajar como reportero, nunca volvi¨® a retratar la actualidad que tanto le apasionaba; fue olvidado, aunque muchas de sus im¨¢genes sirvieran durante a?os para ilustrar, sin firma, la contienda. Y ¨¦l no habl¨® apenas de ello. Ni siquiera a sus hijos, Sergi y Octavi: "A veces, s¨ª; a veces ven¨ªa a casa alguien de su edad y comentaban por lo bajo? Se ve que con su silencio quer¨ªa protegernos".
Todo cambi¨® al morir Franco. Entonces, Centelles cruz¨® a Francia y regres¨® con un tesoro. "En casa sab¨ªamos que hab¨ªa estado exiliado, pero hasta que no recuper¨®, en 1976, los miles de negativos que ten¨ªa escondidos en Carcasona, no supimos que era autor de fotos tan importantes", dice Sergi, el mayor. Treinta a?os despu¨¦s de ese descubrimiento, una exposici¨®n organizada por el Ayuntamiento de Barcelona, de la que es comisario el profesor Miquel Berga, muestra lo mucho que este hombre, considerado el Robert Capa espa?ol, aport¨® a la historia del fotoperiodismo y lo poco que recibi¨® a cambio.
Una maleta que se va. "Mi madre [Eug¨¨nia Mart¨ª] y yo, un beb¨¦, llegamos a estar subidos al cami¨®n con el que mi padre iba a cruzar la frontera en 1939, pero en el ¨²ltimo momento ¨¦l se lo pens¨® y nos hizo bajar. Fue dur¨ªsimo. ?Dificultades vividas? Las que quieras", recuerda Sergi. En aquel viaje, Ignasi Centelles llevaba consigo una maleta de cuero cargada con la cosecha de 21 a?os de profesi¨®n, una labor primorosa que hab¨ªa hilvanado con im¨¢genes publicadas incluso en el extranjero: las de las colas de votantes en las calles de Barcelona el 16 de febrero de 1936; la de los guardias de asalto en la calle Diputaci¨®, en esa misma fecha; la del matrimonio Pernau (muerto, ¨¦l; doliente, ella) de 1937, en Lleida? "Y sac¨® los negativos de Espa?a no porque fuera consciente de su valor art¨ªstico, no; lo hizo para no comprometer a los que all¨ª aparec¨ªan. S¨ª, es verdad, lo pod¨ªa haber quemado todo; pero ¨¦l, como muchos otros entonces, pensaba que retornar¨ªa pronto, que el exilio durar¨ªa poco, que la dictadura no resistir¨ªa?".
La c¨¢mara amiga. La carrera de Centelles comenz¨® en estudios de otros (Francesc de Ba?os; Josep Badosa; Gaspar, Sagarra y Torrents) y continu¨® luego con la creaci¨®n de un estilo propio: encuadres cinematogr¨¢ficos; acci¨®n; una mirada vanguardista a la que a?ad¨ªa escenograf¨ªa, retoque, edici¨®n? "Empec¨¦ en esto a los 15 a?os, pero pronto vi las deficiencias. Los fot¨®grafos usaban m¨¢quinas grandes, se limitaban a hacer lo que se les mandaba, a ilustrar. Yo buscaba la noticia, la emoci¨®n", dijo un d¨ªa. Buscaba los personajes. Se consideraba un cazador. Su independencia se acrecent¨® cuando un colega le mostr¨® la herramienta adecuada para hacer lo que so?aba: la Leica de objetivos intercambiables, ligera, r¨¢pida. Se la compr¨® en 1934 por 900 pesetas, a plazos. Y se convirti¨®, dec¨ªa, en el reportero m¨¢s r¨¢pido de las redacciones del noreste. "Los peri¨®dicos no cerraban hasta que yo iba", presum¨ªa. Esto suced¨ªa, adem¨¢s, en un momento clave en el desarrollo de la prensa: cuando la fotograf¨ªa se erig¨ªa en protagonista. "Es lo que yo quer¨ªa; decir: este hecho se ha producido, y aqu¨ª est¨¢ la foto que lo explica todo". Para muchos fue un transgresor de los l¨ªmites del g¨¦nero. "Como otros excelentes reporteros gr¨¢ficos, y pienso ahora en Cartier Bresson, ¨¦l supo estar en el momento oportuno? Convocar la foto magistral", escrib¨ªa en 1979 Juan Manuel Bonet en este peri¨®dico, cuando, gracias al rescate de fot¨®grafos j¨®venes como Jordi Soc¨ªas, se empez¨® a descubrir el bot¨ªn que la maleta de Centelles escond¨ªa.
Un hombre vencido. Con ¨¦l, camino de Francia, se marcharon al destierro sus hermosas escenas de playa, campo, competiciones deportivas, fiesta y vida cotidiana en Catalu?a; las de acontecimientos pol¨ªticos de preguerra (la llegada del presidente Companys, la salida de los amnistiados de la c¨¢rcel Modelo, la euforia ante la II Rep¨²blica, los sucesos de octubre de 1934?), y las de pura contienda (los primeros actos sangrientos en Barcelona, las Brigadas Internacionales, los combates en Teruel, el frente en Belchite o Huesca?). Sirvi¨® Centelles al ej¨¦rcito republicano, organiz¨® sus archivos gr¨¢ficos, colabor¨® con el Comisariado de Propaganda? Hab¨ªa contemplado lo grande y lo peque?o, la esperanza y la tragedia; lo hab¨ªa retratado? Y se iba a la fuerza, vencido, junto a miles de mujeres, hombres, ancianos y ni?os. En uno de sus diarios, el 21 de febrero de 1939, escribe: "?Qu¨¦ crueldad es la guerra! Se me hace un nudo en la garganta. Mi esp¨ªritu de periodista ha desaparecido y no me siento con ¨¢nimos para bajar del cami¨®n y hacer fotos". He ah¨ª la gran diferencia con Robert Capa, se?ala Berga: "El extranjero habr¨ªa sacado fotos sensacionales de ese instante; el de dentro no pudo, porque su c¨¢mara s¨®lo podr¨ªa captar su propia derrota".
Dos encuentros. Berga descubri¨® a Centelles gracias a George Orwell. El fot¨®grafo y el escritor brit¨¢nico nunca se conocieron, aunque coincidieran en el tiempo, unos minutos apenas en pleno drama de la historia, en Catalu?a, en Espa?a. Ambos sufrieron y documentaron la guerra desde un lugar y un lado. "Incluso sus obras de aquel tiempo parecen haber vivido historias paralelas: silenciadas en principio, y luego rescatadas, valoradas", dice Berga. "En 1979 prepar¨¢bamos la biograf¨ªa de Orwell y necesit¨¢bamos una buena foto del tiempo en que gest¨® su Homenaje a Catalu?a". As¨ª que se le ocurri¨® visitar a ese fot¨®grafo ya mayor, Centelles, que ten¨ªa su estudio en la Diagonal; que se dedicaba a la publicidad; que hab¨ªa hecho grandes anuncios de marcas como An¨ªs del Mono, Ponche Caballero o Chupachups, y que hab¨ªa cubierto la contienda. "Le coment¨¦ que ya que hab¨ªa retratado al POUM, igual ten¨ªa por ah¨ª a Orwell? 'No, no creo', me dijo. Y sac¨® sus negativos, muchos, impresionantes. Empezamos a revisarlos con lupa. Hab¨ªa unos que pon¨ªa: 'Cuartel Lenin?'. 'Ojo', dije, 'ah¨ª comienza su libro, quiz¨¢?'. Miramos, y all¨ª estaba? ??ste? ?ste es. La mejor imagen posible. As¨ª fue. Fui buscando al escritor y me encontr¨¦ al todo Centelles".
La exposici¨®n debida. Berga qued¨® fascinado. Y ah¨ª naci¨® una idea hoy hecha realidad: una gran muestra dedicada a ese hombre, al Capa espa?ol, que se gan¨® la vida trabajando de panadero, que se presentaba a concursos de fotograf¨ªa con seud¨®nimo y siempre los ganaba, que hasta su jubilaci¨®n s¨®lo pudo dedicarse a un g¨¦nero gr¨¢fico que no era el suyo. Y todo lo realiz¨® con maestr¨ªa. "La calidad de su producci¨®n [publicitaria], callada y expresiva como el cine mudo, tuvo dos consecuencias. La primera: hacerse un lugar en esta actividad nueva para ¨¦l? Y la segunda: el inter¨¦s que despert¨® en algunos fot¨®grafos de varias generaciones y especialidades, que le iban a visitar habitualmente, como Julio Ubi?a, Jordi Soc¨ªas, Kim Manresa o Pepe Encinas, entre otros", escribe Enric Satu¨¦ en el cat¨¢logo. En los ochenta se pudieron ver exposiciones de Centelles en Madrid y Barcelona; en 1984, el fot¨®grafo recibi¨® el Premio Nacional de Artes Pl¨¢sticas, y en 1988, la Fundaci¨®n La Caixa le dedic¨® una muestra con 222 im¨¢genes. Ahora, en el Palau de la Virreina, se celebra la m¨¢s completa: un total de 300 obras colgadas y muchas otras incluidas en los audiovisuales de Quelic Berga, Joan Fontcuberta, Maite Ninou y Gervasio S¨¢nchez. "Se intenta dar una visi¨®n global de lo que fue Centelles". Un homenaje, un reconocimiento oficial en Catalu?a, es algo que la familia, heredera y gestora de su archivo, anda solicitando desde hace dos d¨¦cadas. Incluso hablaron con Pujol, dicen. "A mi padre le pill¨® todo, la guerra, el exilio y el silencio de la transici¨®n. 'No es conveniente remover aquel tiempo', nos vino a decir Pujol entonces".
Fotomat¨®n. Hay una parte del cat¨¢logo, editado por Lunwerg para esta muestra, en la que se han colocado juntos retratos del fot¨®grafo en orden cronol¨®gico, como sacados de un fotomat¨®n biogr¨¢fico. Ah¨ª se le ve desde los 13 a?os hasta pasados los 70. Primeros planos de un hombre de porte caballeroso, impecablemente vestido: de traje, corbata, pajarita, gorra, sombrero, boina y gafas al final de su vida; c¨¢mara en mano en ocasiones, vestido de militar en otras. Se ve c¨®mo su rostro va madurando, la frente que se ensancha, gestos divertidos y juegos delante de la c¨¢mara. Y una sonrisa que no se desvanece. "Ten¨ªa un don especial. Hac¨ªa que la gente se sintiera a gusto. Nos daba aliento constante. As¨ª le recuerdo", dice su primog¨¦nito. "Tuvo una 'muy buena' mala suerte. Aun con todo, sali¨® siempre a flote", concluye. Y hay una risa especial, llamativa, jubilosa, incontenible, de desahogo, en una de las im¨¢genes: Centelles y el historiador Eduard Pons Prades, llegando en 1976 a la casa familiar de Premi¨¤ de Mar cargados con el material gr¨¢fico recuperado, como h¨¦roes portando el tesoro perdido.
Dos kilos de caf¨¦. Centelles y Pons viajaron a Francia en autob¨²s. Llegaron hasta Carcasona. All¨ª, el fot¨®grafo hab¨ªa estado internado en el campo de Bram (donde realiz¨® uno de sus reportajes m¨¢s impresionantes y escribi¨®: "Qu¨¦ ganas tengo de ser libre de nuevo? Que vuelva a sonar mi nombre. Que mi firma vuelva a aparecer al pie de mis fotos? ?Es esto ambici¨®n?"); all¨ª trabaj¨® para varios estudios gr¨¢ficos, colabor¨® con la resistencia falsificando documentos y, cuando la presi¨®n de la Gestapo le oblig¨® a decidir entre caer en manos nazis o regresar clandestinamente a Espa?a, eligi¨® lo segundo. A pie, a trav¨¦s de los Pirineos.
Se acercaron hasta la casa de los Degeilh, la familia que durante treinta a?os hab¨ªa guardado la memoria visual de una guerra ajena. "Para que no se deterioraran los negativos, mi padre los hab¨ªa envuelto en papel de plata y colocado en cajas de leche condensada; luego los guard¨® en el ¨¢tico. Y all¨ª quedaron, a buen recaudo, y eso que la familia tambi¨¦n vivi¨® sus peripecias: se cambiaron hasta de casa". El nieto de los Degeilh, Andr¨¦, mantiene hoy contacto con los Centelles. "Mi padre les escrib¨ªa cartas, y nunca les falt¨® el paquete de turr¨®n en Navidad".
Ese viaje con Pons, sin embargo, no era el primero de Centelles a Carcasona. En 1962, el r¨¦gimen le devolvi¨® el pasaporte, y lo primero que hizo fue visitar a los fieles amigos franceses junto a su mujer y sus hijos: "Esa vez revis¨® el archivo y les dijo: 'Tenedlo un poco m¨¢s, ya queda menos". Pero, por seguridad, cuando lleg¨® el momento de devolverlo a Espa?a, Centelles prefiri¨® deshacer el orden minucioso en el que ten¨ªa los casi 10.000 negativos. As¨ª ocupar¨ªan menos en su equipaje. A la vuelta se par¨® el autob¨²s en la frontera. Subi¨® un guardia. "Mi padre pens¨® en lo peor. '?Qu¨¦ llevan ustedes ah¨ª', les pregunt¨®. 'Dos kilos de caf¨¦', contestaron. 'Sigan', le oyeron decir, incr¨¦dulos. As¨ª que lo peor es que luego tuvo que volver a clasificarlo todo?". Y recuerda Sergi que su progenitor abandon¨® otras tareas y se dedic¨® a documentar el material con ayuda de historiadores; que los sof¨¢s, las mesas, el suelo de la casa de Premi¨¤ comenzaron a cubrirse de copias cuando aquello se empez¨® a positivar. Que por todos lados surg¨ªa la belleza, la dignidad, la ternura, el dolor, la locura de un tiempo, la mirada de un hombre comprometido? "Entonces", cuenta Berga, "Centelles redescubri¨® a Centelles; comenz¨® a ver lo que hab¨ªa hecho, lo que hab¨ªa salvado, lo que ten¨ªa all¨ª. Entonces se reconcili¨® consigo mismo".
"Centelles. Las vidas de un fot¨®grafo. 1909-1985". Barcelona. Palau de la Virreina. Hasta el 4 de marzo de 2007. El cat¨¢logo de la exposici¨®n ha sido realizado por Lunwerg Editores.
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