"Mi primo recogi¨® los pedazos de mi hija en una bolsa"
Ibrahim al Attamne vio c¨®mo las bombas israel¨ªes destru¨ªan su casa
Est¨¢ aturdido y su voz se quiebra. Ha tenido que gritar mucho. Ibrahim al Attamne ronda la treintena y jam¨¢s olvidar¨¢ el regreso a su casa desde la mezquita, alrededor de las cinco y media de la ma?ana. "Vi las bombas impactando en mi casa", asegura. Ibrahim muestra el boquete causado por uno de los proyectiles de artiller¨ªa israel¨ªes, de m¨¢s de un metro cuadrado, en el techo de su vivienda, justo encima de los dormitorios. Apenas habla. Se?ala las manchas de sangre en las paredes; en las escaleras del edificio, ahora al aire libre porque los muros exteriores se han venido abajo; ense?a varios pares de zapatitos en el barrizal en que se ha convertido la entrada al bloque de cuatro plantas. Y se derrumba frente al charco de sangre de Ghadir, su hija de seis meses. "La peque?a sali¨® despedida de la casa por la explosi¨®n. Est¨¢ muerta. Mi primo recogi¨® sus pedazos en una bolsa".
El padre se mueve de un lado a otro y se?ala las manchas de sangre en las paredes
"He perdido tambi¨¦n a cuatro hermanos, una abuela y dos sobrinos", dice Ibrahim
Mucha gente de Beit Hanun -40.000 habitantes, en el extremo norte de la franja de Gaza, a pocos cientos de metros del muro israel¨ª- acude a dar las condolencias a la amplia familia Al Attamne. Los amigos se abrazan a Ibrahim entre los restos de las cabras y los pollos despanzurrados. Entre medias, ¨¦l sigue como loco de un lado para otro. No puede evitar la equivocaci¨®n al hacer el recuento de los familiares muertos. En realidad, casi cada uno de los 19 fallecidos lo eran, porque los Al Attamne, como tantos palestinos, construyen un piso encima del otro al ritmo en que se casa la prole. As¨ª que Ibrahim tiene muchos que contar: "He perdido a cuatro hermanos, una abuela, dos sobrinos, adem¨¢s de mi hija. Mi madre est¨¢ herida, mi abuelo en coma, y a mi esposa la he visto cuando se la llevaban al hospital. Le faltaba un brazo".
El ataque de ayer llueve sobre mojado. Ha sido una semana con las casas de Beit Hanun literalmente invadidas por los soldados hebreos, con un carro de combate en cada esquina, siete d¨ªas de redadas masivas de hombres, a decenas de los cuales se los han llevado a Israel. Miles de personas deambulaban ayer por las calles, sal¨ªan por primera vez de sus viviendas tras d¨ªas de encierro y observaban la destrucci¨®n, que alcanza una dimensi¨®n considerable.
Algunos lugares del centro de la ciudad recuerdan a los pueblos del sur de L¨ªbano, devastados por las Fuerzas Armadas israel¨ªes durante la guerra contra Hezbol¨¢ en verano. Cientos de casas alcanzadas por proyectiles de artiller¨ªa, con enormes agujeros en los muros; aceras reventadas; escuelas destruidas; tendidos el¨¦ctricos, ya de por si precarios, derribados; el alcantarillado seriamente da?ado, edificios de ONG, alguno financiado por la Comunidad de Madrid, con destrozos considerables.
Nada ha quedado a salvo. Mohamed al Bakri, un sindicalista del sector agr¨ªcola, explicaba hace una semana los tremendos da?os que causan los blindados hebreos en Beit Hanun, la huerta de Gaza, cuando se adentran a trav¨¦s de sus campos. "Pero esta vez", apunta sonriendo, "no han venido a por los naranjos. Quer¨ªan destrozar las infraestructuras y las viviendas".
Nayib al Yasyi, como cientos de vecinos de Beit Hanun, pasa el d¨ªa ante los escombros de su casa y busca salvar algunas pertenencias. Viv¨ªa junto a la mezquita Al Naser, de la que nada queda, salvo un alminar muy tocado.
Siempre hay trabajo para las excavadoras en Gaza. Las palestinas se dedican a recoger los cascotes a que redujeron el templo las bombas israel¨ªes. "Los soldados tiraron abajo mi casa porque cre¨ªan que en ella se escond¨ªan milicianos. Viv¨ªamos aqu¨ª cinco hermanos, nuestros hijos, y mis padres", comenta Nayib delante del techo del edificio, a la altura de los pies.
?Y por qu¨¦ cree que han hecho esto los israel¨ªes?, se le pregunta. "Mire, los israel¨ªes s¨®lo pretenden destruirnos. Es su estrategia desde 1948. Esto no tiene que ver ni con los cohetes Kassam ni con la captura del soldado Gilad Shalit. Ya lo conocemos de mucho antes. Adem¨¢s, esto no va a afectar a Ham¨¢s", responde, ajust¨¢ndose a una percepci¨®n muy extendida.
"?De qu¨¦ partido era la peque?a Ghadir?", tercia con amargura Yamal al Zueidi, un cincuent¨®n que ha vivido encerrado cuatro d¨ªas en su casa con los soldados israel¨ªes, apostados en el sal¨®n, frente a la mezquita.
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