El Sal¨®n del Hobby roza el lleno con su muestra de rarezas, maquetas, juguetes y coleccionismo
La feria sirve para dar a conocer nuevos productos, aunque las ventas no son relevantes
El paseo que surca los pabellones de la Fira de Barcelona y llega hasta Montju?c se encuentra abarrotado de visitantes estos d¨ªas. Unos llevan traje y corbata, y buscan piso en el Barcelona Meeting Point. Pero hay otros -ni?os, familias enteras y grupos de personas cargadas de bultos- que tienen un destino bien diferente: el Sal¨®n del Hobby. Se trata de una feria en la que la fusi¨®n entre creatividad y antig¨¹edad muestra, en perfecta coexistencia, los juguetes motorizados m¨¢s modernos junto a trenes el¨¦ctricos de colecci¨®n. Y es que s¨®lo se exige un requisito: disfrutar desde la trivialidad.
El Sal¨®n del Hobby cierra hoy sus puertas en un aparente estado de buena salud. Los asistentes a la feria entre el viernes y el s¨¢bado superan las 32.000 personas. Se han acercado curiosos, pero sobre todo familias enteras con ni?os. En la mayor¨ªa de los casos, la visita suele alargarse durante todo el d¨ªa, por lo que los corros de personas comiendo bocadillos en el interior del recinto fueron ayer una costante. No en vano, la idea es "pasar el m¨¢ximo de tiempo con los chavales entretenidos", se sincera Miguel al tiempo que vigila, ¨¦l solo, a sus dos hijas.
La superficie de exposici¨®n es inmensa, 20.000 metros cuadrados, y cada uno de ellos acoge una amalgama de piezas de coleccionismo, modernos juguetes y talleres de artesan¨ªa textil, entre otros. Tienen, sin embargo, algo en com¨²n: s¨®lo son hobbies, pero quiz¨¢ hagan la vida m¨¢s interesante.
Recordando la infancia
El paseo comienza frente a un taxi, antiguo y amarillo, que saluda al visitante desde la misma entrada. Luego, se hallan los puestos de juguetes y se muestran las cometas. Son modernas y din¨¢micas, as¨ª que, parece, ya no son cosa s¨®lo de ni?os. A su lado se encuentra uno de los muchos puestos de coches en miniatura, que reflejan la gran afici¨®n del pa¨ªs por el motor; sobre la mesa se muestran cajas con cientos de peque?as piezas de colores, recambios de coche en realidad a la peque?a escala del coleccionismo, y en el aire, un ni?o alarga el brazo e intenta comerse una. Su padre, r¨¢pido, le detiene a gritos.
Las rega?inas de padres a hijos se repiten. Esta vez es una madre la que frena a su hijo, subido en un monopat¨ªn motorizado que no exige ning¨²n esfuerzo, con la intenci¨®n de evitar que atropelle a una de las muchas personas que abarrotan el pasillo. Donde se respira tranquilidad es en la hilera interminable de sof¨¢s vibratorios. Todos ellos est¨¢n ocupados, y sus moradores incluso cierran los ojos tratando de abstraerse del contexto que les rodea.
Su relajaci¨®n s¨®lo es rota por el barullo que monta el dependiente de la caseta contigua. Lanza al aire un peque?o avi¨®n que, en un giro inesperado, hace que vuelva a las manos de su amo, y para llamar la atenci¨®n, suelta peque?os gritos de exclamaci¨®n. Las maquetas de las diversas formas de transporte son el fuerte de esta feria y s¨®lo hace falta bajar hasta la planta inferior para comprobarlo. All¨¢ descansa la vasta red de carriles de trenes el¨¦ctricos. Son los Amigos del Ferrocarril quienes han levantado la compleja maqueta, y se r¨ªen ante la perpleja mirada de los ni?os de hoy, que desconocen los juguetes de los ni?os de ayer.
Un ¨²ltimo hueco: los coleccionistas. Desde mu?ecas de la posguerra hasta botones dorados, en el Sal¨®n del Hobby caben todas las extravagancias. Peque?as pasiones, de toque hedonista, que tan s¨®lo hacen sonre¨ªr.
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