Violencia y dec¨¢logo
El grave episodio de kale borroka ocurrido el pasado viernes en Bilbao -un grupo de alborotadores intent¨® quemar vivo a un polic¨ªa municipal- es la prueba del nueve de la distancia existente entre la ret¨®rica pacificista y la verborrea democratizadora procedentes del mundo de ETA y los comportamientos reales de la banda terrorista, Batasuna y la mir¨ªada de organizaciones, grup¨²sculos y cuadrillas del nacionalismo radical. Las esperanzas despertadas por el alto el fuego permanente de ETA del pasado 22 de marzo y por las optimistas declaraciones del presidente del Gobierno sobre el venturoso desenlace final del proceso "largo, duro y dif¨ªcil" iniciado con la tregua terrorista hab¨ªan tenido que orillar desde temprana fecha noticias inquietantes que desment¨ªan o ensombrec¨ªan ese sonriente horizonte. En efecto, las declaraciones en mayo al diario Gara de dos dirigentes de ETA, los posteriores comunicados de la banda y las manifestaciones p¨²blicas con freno y marcha atr¨¢s de los portavoces de Batasuna no respetaron los requisitos exigidos por la resoluci¨®n del Congreso de 2005 para un final dialogado de la violencia.
Es cierto que las acciones terroristas -de alta o baja intensidad- no han producido muertos desde hace tres a?os y medio; sin embargo, durante las ¨²ltimas semanas se han multiplicado las agresiones a las fuerzas de seguridad, las amenazas personales y los atentados contra sedes de partidos (sobre todo, del PSE-PSOE), establecimientos bancarios y mobiliario urbano. El alarde fusilero de la banda terrorista en las campas de Aritxulegi pr¨®ximas a Oiartzun el pasado septiembre y el robo el 24 de octubre de 350 pistolas cerca de Nimes aumentan las razones para pasar del escepticismo templado al moderado desaliento.
Los portavoces del nacionalismo radical se llaman a enga?o por las resoluciones judiciales condenatorias de sus militantes y por la pol¨ªtica de orden p¨²blico de los Gobiernos de Madrid y de Vitoria: a su juicio, mientras no cesen esas "agresiones a la izquierda abertzale" la respuesta de la kale borroka estar¨ªa justificada. La inconsistencia l¨®gica y la mala fe sof¨ªstica de ese simulacro de argumentaci¨®n, caracter¨ªstico de la alucinada percepci¨®n de la realidad social de los grup¨²sculos, hace in¨²til cualquier cr¨ªtica racional de sus contenidos; no s¨®lo equipara las sentencias del Supremo o de la Audiencia Nacional con la lucha callejera, sino que atribuye su autor¨ªa ¨²ltima al Gobierno. Adem¨¢s de negar a los aparatos estatales el monopolio leg¨ªtimo de la violencia, los portavoces de Batasuna simulan ignorar las reglas de la separaci¨®n de poderes dentro del Estado de derecho y fingen desconocer las discrepancias del Gobierno con las sentencias que establecieron la doctrina Parot y la segunda condena de De Juana.
El futuro cuyo advenimiento ETA aguarda como bello ideal es el mismo porvenir que los populares pronostican como negro destino ineluctable: el cumplimiento del programa m¨¢ximo del nacionalismo radical. Seg¨²n el PP, existir¨ªa un pacto secreto entre el Gobierno y la organizaci¨®n terrorista que incluir¨ªa la capitulaci¨®n del Estado de derecho (el cese de la persecuci¨®n policial, la impunidad judicial de las causas abiertas y la excarcelaci¨®n de los presos), la ruptura de la unidad espa?ola y la independencia de Euskal Herria tras la anexi¨®n de Navarra y la incorporaci¨®n de las comarcas vasco-francesas. La intimidatoria actitud de la izquierda abertzale, que amenaza al Gobierno con recurrir a la fuerza para conseguir sus pretensiones, y la respuesta del presidente Zapatero, que subordina el llamado proceso de paz a la ausencia de violencia y al respeto a la legalidad, desmienten esa pretendida confabulaci¨®n, fabricada -como la teor¨ªa de la conjura del 11-M- en los talleres paranoicos de la visi¨®n conspirativa de la historia. Tal vez Zapatero y la mayor¨ªa del Congreso se hayan equivocado al suponer que el proceso de final dialogado de la violencia con ETA estaba ya maduro. Pero ser¨ªa una vileza que el PP denunciase en tal caso al presidente del Gobierno por su eventual error de apreciaci¨®n y continuara a la vez sosteniendo la calumniosa tesis de su pacto secreto con ETA; el sinuoso dec¨¢logo de condiciones para reincorporarse al consenso antiterrorista difundido anteayer por los populares confirma desgraciadamente su voluntad de seguir jugando a dos barajas.
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