Gaza, asfixiada
Desde que Ham¨¢s gan¨® las elecciones en enero, Israel somete a los palestinos a un maltrato continuo. Sin embargo, la comunidad internacional, centrada en otros focos, como L¨ªbano e Irak, muestra una pasividad hiriente. En Gaza, la violaci¨®n de derechos humanos est¨¢ llegando al l¨ªmite
Desaf¨ªo a cualquiera a venir a Gaza y a no estremecerse. Las condiciones son una afrenta a los valores civilizados. Es asombroso que unos pocos kil¨®metros m¨¢s al norte haya prosperidad y aqu¨ª encontremos una miseria que rivaliza con la que pueda darse en cualquier otro punto del planeta". La afirmaci¨®n corresponde al jud¨ªo brit¨¢nico David Mellor, vicesecretario del Foreign Office, y habr¨ªa que acudir a las hemerotecas para encontrarla. Alud¨ªa el pol¨ªtico al tremendo contraste entre la pobreza del territorio palestino y la riqueza israel¨ª d¨ªas despu¨¦s de que estallara la primera Intifada, en diciembre de 1987. El poderoso Ej¨¦rcito hebreo mataba entonces a j¨®venes y ni?os que lanzaban pedradas a los soldados. Desde que explot¨® la segunda revuelta, en septiembre de 2000, asesina a hombres armados y a transe¨²ntes que tienen la mala fortuna de pasar junto a un miliciano. Una coincidencia casi imposible de evitar en la franja, donde si algo abunda son los fusiles y la munici¨®n. A los palestinos que consumen sus d¨ªas en Gaza les parece que este pedazo de tierra, hoy sin apenas ¨¢rboles, era el para¨ªso en la ¨¦poca a la que se refer¨ªa Mellor. Siempre se han sentido enga?ados por el mundo. Pero la frustraci¨®n y la desesperaci¨®n alcanzan estos d¨ªas cotas desconocidas. Sufren un bloqueo econ¨®mico que ha convertido Gaza, pese a que la hospitalidad de los lugare?os con el extranjero nunca desaparece, en un lugar muy desagradable.
El dirigible de las Fuerzas Armadas israel¨ªes, siempre vigilante, se mantiene suspendido sobre la vertical de Erez, el cruce fronterizo a las puertas de Gaza del que parte, hacia el mar y tierra adentro, un muro de cemento. Nada m¨¢s franquear el l¨²gubre corredor de 600 metros que da entrada a la franja se divisan los tanques sobre las lomas arenosas donde 15 meses atr¨¢s se alzaban tres colonias jud¨ªas. Cientos de blindados rodean el peque?o territorio (367 kil¨®metros cuadrados) desde hace cinco meses. Invaden casi a diario por el sur y por el norte. Desde el 25 de junio, fecha en que Ham¨¢s captur¨® a un soldado israel¨ª, y hasta el 1 de noviembre, los uniformados han matado a m¨¢s de un centenar de militantes y a dos centenares de civiles, decenas de ellos mujeres y ni?os. Se retiran a las pocas horas, pero no tardan en volver a la carga. Buques de la marina patrullan y disparan con frecuencia a los barcos pesqueros que se atreven a faenar m¨¢s all¨¢ de las pocas millas autorizadas. Los cazabombarderos y los helic¨®pteros Apache sobrevuelan Gaza; el zumbido amenazador de los aviones no tripulados se siente a menudo. Los alimentos llegan cuando el Gobierno israel¨ª lo estima oportuno. As¨ª cada d¨ªa. La sensaci¨®n de asedio es agobiante. Gaza es un gueto que dispone de un aeropuerto que Israel no deja funcionar, y carece de un puerto mar¨ªtimo que Israel impide construir. Completamente aislado, pese a que los pa¨ªses ¨¢rabes -"esos traidores", a juicio de tantos-, los europeos, Estados Unidos e Israel no le quitan el ojo, a la espera del colapso del Gobierno de Ham¨¢s.
Siempre se topa uno con novedades, aunque no pueda hablarse de sorpresas. Siempre hay alg¨²n edificio que estaba en pie en la ¨²ltima visita y que aparece ahora derruido por las bombas israel¨ªes. A mediados de octubre le toc¨® el turno a las naves industriales lindantes con la frontera, demasiado cercanas a ¨¦sta para que los milicianos lancen desde ah¨ª sus cohetes caseros. Es s¨®lo un ejemplo de una destrucci¨®n gratuita, sin sentido. En este caso lo decidieron los militares sobre el terreno sin contar con la aprobaci¨®n del Ejecutivo de Ehud Olmert. El Gobierno turco cancel¨® una visita oficial a Israel por el destrozo de estas f¨¢bricas y Washington tambi¨¦n se quej¨®. Unas protestas formales que no causan efecto alguno. Israel siente que goza de impunidad absoluta. En los 10 kil¨®metros que conducen hacia la ciudad de Gaza, los socavones en las carreteras y los puentes hundidos fuerzan cambios de ruta. En los m¨¢rgenes de la v¨ªa, camiones despanzurrados, talleres con columnas quebradas que dan la impresi¨®n de que pueden venirse abajo en cualquier momento con los mec¨¢nicos dentro, chatarra por todas partes, basura, muy escaso tr¨¢fico, edificios desconchados? "La vida en Gaza es una mierda", resume Munir, uno de los taxistas siempre pendientes de la llegada de los for¨¢neos.
El lunes 23 de octubre comenz¨® la festividad de Eid el Fitr, tres d¨ªas al t¨¦rmino del mes sagrado de Ramad¨¢n que los musulmanes emplean para reunirse con sus familiares. Algunos restaurantes de la ciudad de Gaza est¨¢n a rebosar, y las ni?as bailan melod¨ªas encaramadas a las mesas. Los padres observan a sus hijas y aplauden. Sin excesivo entusiasmo. En Beit Hanun -en el extremo noreste de la franja, y lugar predilecto para los milicianos que lanzan los cohetes contra Israel- no fue una fecha para el jolgorio. "Los militares israel¨ªes entraron y dispararon contra los dep¨®sitos de agua en el tejado", comenta Ibrahim Hamed, profesor universitario. Ibrahim muestra la silicona que ha adherido a los bidones para impedir las fugas de agua y se?ala desde la terraza la ubicaci¨®n de los carros de combate, ya compa?eros habituales. Vive con el miedo en el cuerpo: "Cuando escuchamos que llegan los blindados nos metemos en las habitaciones m¨¢s seguras, las que tienen m¨¢s paredes de por medio".
Enfrente de la espaciosa casa de Ibrahim y Amelia, su esposa espa?ola, nada queda del inmenso naranjal arrasado por los tanques no se sabe cu¨¢ntas veces. S¨®lo se observan unos pocos edificios, uno de ellos derribado hasta los cimientos por las excavadoras israel¨ªes. Pertenece a la familia Shimbari, mucho m¨¢s desgraciada que la de Ibrahim y su esposa, que tambi¨¦n han perdido a un sobrino que se asom¨® a una ventana de su casa para ver la en¨¦sima incursi¨®n de los blindados. El 1 de noviembre, un francotirador israel¨ª le alcanz¨® certero. Aquel lunes 23 de octubre murieron siete miembros de la familia Shimbari. Los mataron en el naranjal. Ibrahim y Amelia vieron la matanza desde su vivienda. "Por las noches estamos acostumbrados a los ataques, pero esta vez fue a las diez de la ma?ana. La casa temblaba. Pude ver c¨®mo cay¨® el primer muerto y c¨®mo las mujeres empezaron a gritar. Retiraron unos metros el cad¨¢ver, y otro proyectil cay¨® en el mismo lugar donde fue alcanzado el primero de los Shimbari. Durante una hora, los soldados apostados en una casa cazaron a otros seis. Jam¨¢s hab¨ªa sentido ese p¨¢nico".
Sorprende, sin embargo, la calma de los deudos y la naturalidad con que explican la matanza. Han visto demasiadas. "Se ceban con nosotros porque algunos miembros de nuestra familia est¨¢n en la resistencia", dice Ali Shimbari bajo la carpa en la que los familiares de los fallecidos reciben las condolencias. "De los israel¨ªes no podemos esperar nada y los ¨¢rabes no existen. Antes confi¨¢bamos en pa¨ªses como Francia, Alemania, Espa?a. Ahora s¨®lo contamos con Dios", a?ade Ali, que afirma pertenecer a Fatah, el partido laico palestino. Es la tendencia dominante. Los palestinos han mirado a derecha e izquierda, abajo, al frente y a su espalda. Han luchado en guerras contra el Estado de Israel; han rectificado y optado por el camino de la negociaci¨®n; han comprobado que no les ha llevado a la meta deseada, que para ellos las resoluciones de Naciones Unidas que exigen el fin de la ocupaci¨®n, casi 40 a?os despu¨¦s, simplemente no se aplican. No han hallado el camino. Y ahora, cada vez m¨¢s, miran al cielo y rezan a Al¨¢. Hombres que apenas escuchaban a los imanes, que no pisaban las mezquitas y que incluso se emborrachaban de vez en cuando -hoy el alcohol est¨¢ prohibido- se han convertido en devotos musulmanes.
Los cad¨¢veres son el pan nuestro de cada d¨ªa en este territorio ¨¢rido, invadido por la sensaci¨®n de que no hay alternativa a una calamidad que no deja de agravarse, de que no hay manera de salir del pozo. Adem¨¢s, la penuria est¨¢ desembocando en la indigencia de amplias capas de la poblaci¨®n. Lo saben los dirigentes de los pa¨ªses occidentales, que pretenden con el bloqueo derrocar el Gobierno islamista de Ham¨¢s elegido en las urnas en enero. Poco importa que las consecuencias las padezca la poblaci¨®n civil. Y las hay dram¨¢ticas.
Huele mal. La basura se amontona en las calles, infinidad de ellas sin asfaltar. Una de las avenidas del barrio de Zeitun, en la ciudad de Gaza, es un aut¨¦ntico vertedero. Apesta. Los cr¨ªos juegan entre los desperdicios y rebuscan en las bolsas. "En los ¨²ltimos meses, muchos ni?os est¨¢n enfermando de neumon¨ªa y gastroenteritis por la mala nutrici¨®n; porque las casas est¨¢n abarrotadas; porque la basura no se recoge, la compra de medicinas y de productos de limpieza se ha desplomado y la medicina preventiva es un aut¨¦ntico lujo", cuenta Raed Sabbah, m¨¦dico del hospital Mohamed A Durra. En otra peque?a cl¨ªnica, la farmac¨¦utica Shada Matar, siete a?os sin salir de Gaza, cuenta. "Muchos enfermos no tienen nada, les atendemos gratis. Una parte de nuestro trabajo es repartir leche a los ni?os. La gente se ha enterado y se acerca para llevarse alg¨²n cart¨®n, pero no podemos satisfacer a todos y cada vez tenemos m¨¢s altercados porque los nervios est¨¢n a flor de piel. ?Pero si casi todo el dinero que tenemos lo gastamos en combustible para los generadores!". Y es que la energ¨ªa el¨¦ctrica escasea desde que la aviaci¨®n israel¨ª bombardeara la ¨²nica central de Gaza a finales de junio. Otro castigo colectivo m¨¢s. Otro acto de barbarie que suscit¨® t¨ªmidas protestas de los pa¨ªses occidentales, pronto olvidadas.
En la misma cl¨ªnica que Shada trabaja Heba Tuman, de 23 a?os, embarazada de ocho meses y con un peque?o bulto en el pecho del que no puede operarse. Nunca ha visitado otro pa¨ªs. "S¨®lo he ido a Jan Yunis", apunta esta mujer que se hace cargo de la administraci¨®n del centro. R¨ªe a las primeras de cambio, aunque no tiene esperanza alguna en una mejor¨ªa de las condiciones de vida y de la situaci¨®n pol¨ªtica. Est¨¢ deseando emigrar para siempre. Como han hecho 11.500 j¨®venes con licenciaturas universitarias que han abandonado Gaza y Cisjordania en los ¨²ltimos meses, desde que el embargo se ha recrudecido con todo su vigor. Son muchas las funcionarias que han pedido vacaciones sin sueldo. En primer lugar, porque el Gobierno en bancarrota s¨®lo paga parte de sus bajos salarios (entre 300 y 400 euros), y porque as¨ª ahorran el dinero destinado a las guarder¨ªas. El psiquiatra Fadel Ashur dibuja un panorama alarmante. "La gente s¨®lo se preocupa de las necesidades biol¨®gicas. Cuando la situaci¨®n se calme tendremos oleadas de pacientes. La incertidumbre y la ansiedad son los sentimientos predominantes, es un fen¨®meno masivo. Las personas se comunican menos que antes, y apenas hablan de pol¨ªtica porque la divisi¨®n en la sociedad es enorme. Por primera vez detectamos un odio profundo entre las diversas facciones".
Es evidente que el embargo est¨¢ afectando en mayor medida a los grupos sociales ligados al entorno del anterior Gobierno, dirigido por Fatah. Los empresarios vinculados a este partido pierden dinero a espuertas y cierran una empresa tras otra. La crisis del ya de por s¨ª d¨¦bil tejido industrial de los territorios palestinos es tambi¨¦n de calado. Fuad al Samnah, presidente de la patronal de la industria metal¨²rgica, esboza la magnitud del desaguisado. "El embargo ha provocado una ca¨ªda del 25% de la actividad industrial desde abril. Todos los proyectos han sido congelados. Y adem¨¢s, como el Gobierno no paga las deudas contra¨ªdas, que se elevan a 565 millones de euros, los industriales y comerciantes tampoco saldan sus deudas entre ellos", afirma Samnah. La quiebra de la cadena productiva ha provocado la fuga de 130 empresas a otros pa¨ªses ¨¢rabes. "Desde los Acuerdos de Par¨ªs, firmados por la OLP y el Gobierno de Israel en 1995 para regular la actividad econ¨®mica", prosigue el industrial, "hemos intentado fundar f¨¢bricas en Cisjordania y Gaza, pero 164 cerraron porque Israel las considera competencia para sus empresarios e impide la entrada de las materias primas". En resumen, el sector industrial representaba el 19% del producto interior bruto palestino hace s¨®lo siete meses. Ahora est¨¢ en el 10%. "Todo lo que se haga", concluye, "ser¨¢ papel mojado mientras no dispongamos de una ventana al mundo". Pero el Ejecutivo israel¨ª no permite la reapertura del aeropuerto de Rafah, financiado con fondos espa?oles y bombardeado por la aviaci¨®n hebrea hace m¨¢s de dos a?os. Las perspectivas son diferentes para los simpatizantes islamistas, que ignoran lo que es la prosperidad. "Ham¨¢s cuenta con una red econ¨®mica independiente", detalla el psiquiatra Ashur, "puede continuar as¨ª por m¨¢s tiempo. Pero su n¨²cleo duro s¨®lo abarca al 20% de la poblaci¨®n. Los dem¨¢s prefieren estrellarse contra un muro. Necesitan un cambio, y las alternativas son el hambre o afrontar la violencia". Las milicias de Fatah, rivales encarnizados de Ham¨¢s, se han sumado al caos organizando huelgas a punta de pistola.
A pesar del catastr¨®fico panorama, la ingeniera Enas Nashuan, de 31 a?os, regres¨® el 16 de julio desde Nueva Haven (Estados Unidos), donde curs¨® durante a?o y medio un posgrado en ingenier¨ªa medioambiental. Ahora observa el deterioro con impotencia. Trabaja en el Ministerio de Industria y es la responsable de los an¨¢lisis qu¨ªmicos. "Hay una gran diferencia entre la Gaza de 2004 y la de 2006. Siempre hubo algo de contaminaci¨®n, pero ahora la situaci¨®n es p¨¦sima porque la gesti¨®n de residuos s¨®lidos, que era aceptable, se ha convertido en nefasta. Tambi¨¦n la contaminaci¨®n del aire se ha agravado por la quema de basuras y materiales t¨®xicos en las calles. No se pueden llevar los desperdicios al basurero porque est¨¢ junto a la frontera y los soldados israel¨ªes no permiten que se acerquen los camiones. Como apenas hay electricidad, el tratamiento de aguas residuales se ha limitado. Se bombean las aguas negras al mar, y en su recorrido se filtra a los acu¨ªferos".
En el mismo laboratorio que Enas est¨¢ empleada -aunque m¨¢s bien ociosa, como la inmensa mayor¨ªa de los funcionarios- Gada Hassuna. "Los productos que vienen de Israel y los que se fabrican en Gaza deben ser analizados antes de salir al mercado. Pero como no permiten la entrada de mercanc¨ªas, no tenemos trabajo. Tampoco se analiza la producci¨®n local, porque depende completamente del abastecimiento de materias primas del exterior", se?ala Gada. E Israel guarda la llave. Seg¨²n precisa Mohamed el Bakri, director de un sindicato agr¨ªcola, la situaci¨®n es perversa: "Los productos que ves hoy en los mercados son israel¨ªes. No dejan pasar aceite o harina si antes no entran los art¨ªculos de sus empresas. Han cerrado las terminales de carga durante la temporada de la cosecha de fresas, y los campesinos, al a?o siguiente, no cultivan porque no ven salida a su fruta. Por eso las que hay est¨¢n a precio de saldo. Lo mismo sucede con las flores. En los ¨²ltimos seis a?os, los tanques israel¨ªes han arrasado un tercio de las tierras cultivables, y otra tercera parte no se puede sembrar porque linda con la frontera. ?sta es la pol¨ªtica de la ocupaci¨®n. Es sencillo: cuando destruyen una f¨¢brica en Gaza, las factor¨ªas del otro lado producen m¨¢s para reemplazar lo destruido aqu¨ª".
Las tiendas est¨¢n vac¨ªas. El abastecimiento es una suerte de loter¨ªa que depende de cualquier circunstancia menos de las necesidades del mercado. O al menos de las urgencias del mercado palestino. S¨®lo hace un par de semanas no hab¨ªa forma de encontrar cerillas, y algunos de los artilugios en boga son los m¨®viles o los mecheros que tienen incorporada una peque?a linterna. S¨®lo hay colas en las oficinas de Western Union. Maruan al Barasi, el director de la principal sucursal de Gaza, asegura que trabajan como nunca: "Desde que se impuso el bloqueo han aumentado un 30% las remesas que llegan del exterior. Recibimos m¨¢s de 60 millones de euros al a?o. Y aunque la poblaci¨®n es menor, las transferencias son m¨¢s cuantiosas a Gaza que a Cisjordania porque aqu¨ª la situaci¨®n econ¨®mica es lamentable".
Pero los d¨®lares de la di¨¢spora suponen un alivio nimio. Hasta en los detalles que parecen menos trascendentes, el fastidio es permanente. Conducir por las noches es peligroso sin sem¨¢foros, los socavones en el asfalto rebosan agua tras las primeras lluvias del oto?o. Han de adaptar los horarios de comida a la disponibilidad de energ¨ªa. Las repentinas y bruscas llegadas de electricidad rompen los ordenadores. La lista de contratiempos desde que los israel¨ªes bombardearan la central el¨¦ctrica es interminable.
Gran parte de la poblaci¨®n vive de la ayuda humanitaria que reparte la Agencia de Naciones Unidas para la Ayuda de los Refugiados. Unos cupones para los cientos de miles de los m¨¢s desfavorecidos, que casi han olvidado el sabor de la carne y de muchas frutas. Est¨¢n a la venta, s¨ª, pero a unos precios prohibitivos. Hay demasiada gente que deambula por los mercados sin comprar nada. Demasiados que s¨®lo andan a la b¨²squeda de pan. Y aunque la carest¨ªa causa estragos, los palestinos m¨¢s ilustrados se dicen hartos de la ayuda humanitaria. "La ayuda internacional, tambi¨¦n la de los europeos, es pura hipocres¨ªa. El dinero que nos dan sirve para que compremos productos. ?A qui¨¦n? A Israel. Los fondos llegan aqu¨ª y terminan all¨ª. Es una falta de respeto. La mayor¨ªa de los proyectos productivos se ha congelado en los ¨²ltimos meses. Solamente hay ayuda alimentaria y de emergencia, como si aqu¨ª hubiera terremotos. Lo que necesitamos es respaldo pol¨ªtico para que Israel cumpla sus obligaciones y abandone los territorios ocupados", sostiene Mohamed el Bakri.
En el cada vez menos activo mundo de las ONG se roza el absurdo. Said al Maqadma, director del Centro Palestino para la Democracia y la Resoluci¨®n de Conflictos, ahora recauda fondos para una granja de ganado vacuno y est¨¢ embarcado en proyectos para la protecci¨®n de la infancia patrocinados por Unicef; los proyectos ya en marcha se han paralizado en muchos ayuntamientos porque est¨¢n gobernados por Ham¨¢s. Ya reg¨ªan los islamistas muchos consistorios cuando fueron aprobados sin problemas pol¨ªticos los planes, pero su triunfo en las legislativas de enero no fue aceptado por los donantes, l¨¦ase la Uni¨®n Europea y Estados Unidos.
"Como Beit Hanun tiene alcalde de Ham¨¢s, se han negado a tratar con el Ayuntamiento para instalar contenedores de basura y mobiliario, y le han concedido el proyecto a un club deportivo", sonr¨ªe Maqadma. "Es para volverse locos. Nos presionan para que cortemos toda relaci¨®n con los miembros de Ham¨¢s. ?C¨®mo vamos a organizar una conferencia sobre democracia? Estamos en la ¨¦poca m¨¢s deprimente que yo he vivido en Gaza", apunta Maqadma, quien a sus 46 a?os lleva tres sin poder viajar a ning¨²n lado y 16 sin pisar Cisjordania. Porque los impedimentos para viajar entre los dos territorios palestinos son, salvo contad¨ªsimas excepciones, insalvables. El primer ministro, residente en Gaza, y el viceprimer ministro, natural de Nablus, no han podido reunirse.
Gada Hassuna lleva ya 10 a?os sin poder salir de la franja. Por una simple raz¨®n: el Gobierno israel¨ª conserva la competencia sobre la expedici¨®n de los carn¨¦s de identidad, una m¨¢s de las innumerables concesiones que hizo el fallecido ex presidente Yasir Arafat despu¨¦s de los Acuerdos de Oslo, en 1993. Y a Gada, soltera, no se lo otorgan. As¨ª que s¨®lo puede esperar las visitas de sus padres, que emigraron a Kuwait en 1963 y all¨ª siguen. ?Es cuesti¨®n de seguridad o de destrozar v¨ªnculos familiares, sociales y econ¨®micos?
"Tanto los amigos de Israel como sus enemigos se han asombrado y afligido ante la respuesta de Israel a los disturbios", asever¨® una vez el portavoz del Partido Laborista brit¨¢nico, Gerald Kaufman. Como Mellor, tambi¨¦n jud¨ªo, lo dijo hace dos d¨¦cadas. Pocos se afligen hoy mientras Gaza se pudre.
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