Los que contaminan deben pagar la factura
El Gobierno brit¨¢nico ha publicado recientemente el estudio m¨¢s exhaustivo hasta la fecha sobre los costes y riesgos econ¨®micos del calentamiento global y las medidas que podr¨ªan reducir las emisiones de gases invernadero, con la esperanza de prevenir en parte las peores consecuencias. El informe, redactado bajo la direcci¨®n de sir Nicholas Stern, de la London School of Economics -que fue mi sucesor como economista jefe del Banco Mundial-, expone con claridad que ya no se trata de si podemos permitirnos el lujo de hacer algo para remediar el calentamiento global, sino de si podemos permitirnos el lujo de no hacer nada.
El documento propone un orden de prioridades cuyo coste equivaldr¨ªa al 1% del consumo anual y ahorrar¨ªa al mundo unos costes de riesgo equivalentes a cinco veces m¨¢s. Los costes que se atribuyen al calentamiento global son superiores a los de estudios anteriores porque el informe tiene en cuenta las pruebas, cada vez mayores, de que el proceso de calentamiento global es muy complejo y no lineal, y de que es verdaderamente posible que avance a mucha m¨¢s velocidad y se extienda mucho m¨¢s de lo que antes se pensaba.
Es mejor gravar la nociva contaminaci¨®n que cosas positivas como el ahorro y el trabajo
En realidad, es muy posible que el c¨¢lculo de los costes que hace el estudio se quede muy corto: por ejemplo, el cambio clim¨¢tico puede provocar una mayor variabilidad del tiempo, la posible desaparici¨®n o transformaci¨®n de la corriente del Golfo -que interesa especialmente a Europa- y el florecimiento de diversas enfermedades.
Cuando trabaj¨¦ en el Equipo Intergubernamental sobre Cambio Clim¨¢tico, el grupo cient¨ªfico que eval¨²a de forma peri¨®dica las bases cient¨ªficas del calentamiento global, exist¨ªan pruebas aplastantes, ya en 1995, de que la concentraci¨®n de gases invernadero en la atm¨®sfera hab¨ªa aumentado notablemente desde los comienzos de la revoluci¨®n industrial, de que la actividad humana hab¨ªa contribuido de forma significativa a dicho aumento y de que eso iba a tener profundas repercusiones en el clima y el nivel del mar. Pero pocos sab¨ªan, por ejemplo, que el casquete ¨¢rtico iba a derretirse con tanta rapidez como se ve hoy.
Aun as¨ª, algunos sugieren que, dado que no sabemos hasta qu¨¦ punto va a ser nocivo el calentamiento global, lo mejor ser¨ªa que no hici¨¦ramos nada o pr¨¢cticamente nada. En mi opini¨®n, la incertidumbre deber¨ªa empujarnos a lo contrario, a actuar ya, no con menos decisi¨®n sino con m¨¢s. Como dice un amigo m¨ªo cient¨ªfico: si est¨¢s conduciendo por una carretera de monta?a, cerca de un precipicio, en un coche cuyos frenos pueden estar mal, y aparecen bancos de niebla, ?conduces con m¨¢s o con menos cuidado? El calentamiento global es uno de esos casos infrecuentes en los que la comunidad cient¨ªfica tiene m¨¢s miedo que la poblaci¨®n general de lo que puede ocurrir. Los cient¨ªficos han vislumbrado lo que puede depararnos el futuro.
El informe Stern destaca que, como de costumbre, los pobres son los m¨¢s vulnerables. La tercera parte de Bangladesh estar¨¢ sumergida bajo el agua a finales de este siglo. Las Maldivas y un mont¨®n de Estados situados en islas del Pac¨ªfico desaparecer¨¢n: una Atl¨¢ntida del siglo XXI.
Para un economista, el problema es evidente: los que contaminan no est¨¢n pagando plenamente los da?os que causan. La contaminaci¨®n es un efecto externo de alcance mundial y de proporciones inmensas. Los pa¨ªses avanzados no querr¨¢n hacer da?o a Bangladesh ni a las islas que van a desaparecer, pero ninguna guerra podr¨ªa tener efectos m¨¢s destructores.
La mejor manera de hacer frente a un efecto mundial es un impuesto acordado por todo el mundo. Esto no quiere decir aumentar la fiscalidad total, sino sustituir en cada pa¨ªs alguno de los impuestos actuales por un impuesto de contaminaci¨®n (carbono). Es mucho m¨¢s razonable gravar cosas que son nocivas, como la contaminaci¨®n, que cosas que son positivas, como el ahorro y el trabajo.
Aunque el presidente George W. Bush dice que cree en los mercados, en este caso ha hecho un llamamiento a la acci¨®n voluntaria. Sin embargo, tiene mucho m¨¢s sentido usar la fuerza de los mercados -el poder de los incentivos- que depender de la buena voluntad, sobre todo en el caso de las compa?¨ªas petrol¨ªferas, cuyo ¨²nico objetivo es obtener los m¨¢ximos beneficios, independientemente del coste para otros.
Al parecer, Exxon ha financiado supuestos grupos de estudios para minar la confianza en la ciencia que se ocupa del calentamiento global, del mismo modo que la industria del tabaco financi¨® "investigaciones" para poner en duda los datos estad¨ªsticos que mostraban la relaci¨®n entre tabaco y c¨¢ncer. Algunas empresas incluso parecen celebrar que el casquete polar se derrita, porque disminuir¨¢ los costes de extraer el petr¨®leo existente bajo el oc¨¦ano ?rtico.
Por fortuna, existen muchas maneras de que unos incentivos mejorados ayuden a reducir las emisiones. Eso puede conseguirse, en parte, eliminando todos los subsidios destinados a usos ineficaces.En el sistema impositivo de Estados Unidos se encuentran, ocultos, miles de millones de d¨®lares en subsidios a las industrias del gas y el petr¨®leo. Y en cambio, ese pa¨ªs impone aranceles al etanol obtenido del az¨²car.
Lo m¨¢s importante es que unos precios que muestren los aut¨¦nticos costes sociales de la energ¨ªa derivada de los combustibles f¨®siles fomentar¨¢n la innovaci¨®n y la conservaci¨®n. Alterar m¨ªnimamente las costumbres, cuando lo hacen cientos de millones de personas, puede suponer una tremenda diferencia. Por ejemplo, cambiar el color de los tejados en los climas c¨¢lidos para que reflejen la luz solar y plantar ¨¢rboles alrededor de las casas son medidas que pueden permitir un gran ahorro de la energ¨ªa que se dedica al aire acondicionado.
Tenemos un solo planeta, y debemos valorarlo como merece. El calentamiento global es un riesgo que ya no podemos permitirnos el lujo de ignorar.
Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Econom¨ªa. Su ¨²ltimo libro es C¨®mo hacer que funcione la globalizaci¨®n. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. ? Project Syndicate, 2006.
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