Conocimiento de Madrid
La desgracia de los pueblos nos lleva a veces a situarlos en el mapa, a conocerlos mejor. Los medios de informaci¨®n cuentan con ellos mientras sufren y los conflictos b¨¦licos o las cat¨¢strofes nos permiten entonces aprender m¨¢s geograf¨ªa e historia. Pero de eso se olvidan algunos pueblos espa?oles y, sin darse cuenta de la ventaja que supone en ocasiones que no se acuerden de ellos, se quejan de salir poco o nunca en la tele.
Los vascos, por ejemplo, se han lamentado siempre de no aparecer en los medios, si no es por culpa de sus terroristas, teniendo como tienen tantos atractivos que ofrecer, pero es evidente que por esa desgracia son al fin m¨¢s conocidos.
Madrid, en cambio, no se queja de falta de protagonismo, no se queja de casi nada, pero la abundancia de presencias madrile?as en los telediarios no implica mayor conocimiento de su realidad regional. Se habla de Madrid con frecuencia como verdugo de las periferias, m¨¢s que como v¨ªctima de un viejo centralismo recurrente, pero poco se sabe de sus gentes y de sus pueblos. Ni siquiera la frecuente aparici¨®n de su presidenta en los medios contribuye a una mayor promoci¨®n de Madrid: la dimensi¨®n nacional de Esperanza Aguirre est¨¢ m¨¢s relacionada con su inter¨¦s por La Moncloa, que es territorio nacional, que por la Casa de Correos madrile?a.
De Madrid, v¨ªctima de un viejo centralismo, se sabe poco de sus gentes y pueblos
Sin embargo, la destacada presencia de la Comunidad de Madrid en el mapa espa?ol de la corrupci¨®n ha contribuido ahora de una manera decisiva, no a instalar en el conocimiento de los espa?oles el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial o el de Aranjuez, sino algunos lugares m¨¢s modestos, pero con sus m¨¦ritos, de dif¨ªcil promoci¨®n en otros casos.
En Vigo o en Bilbao, si se hablaba de Madrid, se pensaba en la capital, que ya est¨¢ muy construida, pero si no fuera porque unos parientes lejanos de la presidenta consiguieron que, para su propio bien, se reclasificaran en Villanueva de la Ca?ada unos terrenos, antes no reclasificados, Villanueva no estaba en los mapas.
Y lo mismo le pasaba a Sevilla la Nueva hasta que Tamayo y S¨¢ez se ausentaron de la Asamblea de Madrid para que los madrile?os volvieran a pensarse el voto. Y si no se hubiera ido de la lengua un ex concejal del Partido Popular en Tres Cantos, quejoso de que sus compa?eros no le dieran su trozo de la tarta de las comisiones ilegales, de Tres Cantos no hubieran o¨ªdo hablar en Badajoz.
Tampoco se hablaba de Ciempozuelos, y Murcia apenas sab¨ªa de Ciempozuelos por su famoso manicomio el que ten¨ªa un loco reconocido en la familia o un hermano de San Juan de Dios, que son los que cuidan de los locos, pero ahora su nombre est¨¢ en los informativos por dos ex alcaldes socialistas que han puesto una hucha en Andorra para los ahorros de sus supuestas corrupciones y, sin que haya constancia de que uno de ellos pasara temporadas en el psiqui¨¢trico, se ha hecho famosa en Espa?a su colecci¨®n de estilogr¨¢ficas de oro.
Y cierto es que ya antes de estas plumas, la literatura, elaborada con plum¨ªn decente, hab¨ªa hecho algo por el conocimiento de Madrid, y as¨ª como de Orihuela, en Alicante, a pesar de ser hermosa ciudad, poco se sab¨ªa como no fuera porque all¨ª naci¨® el poeta Miguel Hern¨¢ndez, y se sabe ahora m¨¢s de ella por ser nido de presuntas corrupciones, de Morata de Taju?a sab¨ªan los lectores de El Jarama, la inolvidable novela de Rafael S¨¢nchez Ferlosio, pero ahora se sabe m¨¢s gracias a una tr¨¢nsfuga del PSOE que est¨¢ en su alcald¨ªa.
Y no acaban las plumas ah¨ª: para la novela negra, el Madrid del ladrillo ha dado muchos m¨¢s escenarios en distintos pueblos, reclasificados o por reclasificar, adem¨¢s de argumentos que, quiz¨¢ porque no han pasado de la cr¨®nica local de sucesos, con sus ajustes de cuentas y sus tiros a las ruedas del coche, no se han aprovechado debidamente.
Uno conf¨ªa, sin embargo, en que la Justicia, aunque con la lentitud que le es propia, acabar¨¢ haci¨¦ndose con la descripci¨®n de los sumideros madrile?os para que se conozca al fin el verdadero Madrid de nuestros d¨ªas en todos los puntos de Espa?a y, por supuesto, en el Madrid de la ignorancia.
Es posible que asistamos a nuevos episodios extravagantes de coleccionismo, como los de Marbella o Ciempozuelos, pero tambi¨¦n a regocijantes encuentros en bodas y bautizos que describan con detalle a cierta privilegiada sociedad madrile?a y a los pol¨ªticos que la frecuentan o que son sus amigos o parientes.
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