Cuatro maneras de recordar un pasado conflictivo
?C¨®mo recuerdan el pasado las sociedades? Toda sociedad conserva una memoria com¨²n sobre su pasado. Suele tratarse, sin duda, de una historia sesgada, puesto que se escribe con el objeto de unificar un grupo por lo dem¨¢s diverso, y se privilegia un punto de vista, el del "nosotros" frente al del "ellos", siendo "ellos" otras sociedades. Pero en sociedades que han pasado por guerras civiles es m¨¢s dif¨ªcil mantener una memoria com¨²n: el grupo "externo" es parte de la propia comunidad y no puede eliminarse sin m¨¢s de la narraci¨®n hist¨®rica. Los debates que est¨¢n teniendo lugar sobre la Guerra Civil espa?ola son buena muestra de los problemas que surgen al afrontar un pasado conflictivo.
La experiencia de tal pasado puede conducir a cuatro tipos diferentes de "reg¨ªmenes de memoria colectiva": la exclusi¨®n, el silencio, la inclusi¨®n y el conflicto.
El primer r¨¦gimen es la exclusi¨®n: la historia de la guerra civil la escriben los vencedores, quienes, sobre todo al principio, promueven una versi¨®n partidista. As¨ª sucedi¨® con la historia de la Guerra Civil durante el franquismo.
Con todo, los perdedores a veces consiguen en algunos pa¨ªses darle la vuelta a la situaci¨®n e imponer su propia visi¨®n del pasado, tan partidista y excluyente como la que reemplaza. En Grecia la izquierda perdi¨® la guerra, pero gan¨® la batalla de la memoria. Es curioso, por ejemplo, que el l¨ªder de la derecha griega, hoy en el poder, participe en las ceremonias de conmemoraci¨®n de las v¨ªctimas de izquierdas (denominadas "ceremonias de la memoria") pero evite asistir a ceremonias similares sobre las v¨ªctimas de derechas (las llamadas "ceremonias del odio").
Puede parecer que ante casos extremos como la memoria del nazismo en Alemania, un r¨¦gimen de exclusi¨®n es necesario. No obstante, en general se trata de una mala soluci¨®n. Las historias partidistas se basan en una distorsi¨®n de los hechos y crean resentimiento entre una parte importante de la poblaci¨®n que se siente excluida de la versi¨®n oficial y, por tanto, ajena a la comunidad nacional a la que pertenece.
Si los contendientes en una guerra civil, o sus sucesores, se ponen de acuerdo en olvidar, podemos hablar de un r¨¦gimen de silencio. El resultado es una cierta forma de amnesia. Algunas veces, como en la transici¨®n espa?ola, se llega a esta situaci¨®n por acuerdos expl¨ªcitos o impl¨ªcitos entre las ¨¦lites pol¨ªticas; otras veces, el silencio es impuesto por un r¨¦gimen dictatorial, como ocurri¨® en la Yugoslavia de Tito, donde se suprimi¨® cualquier referencia a la violencia entre grupos ¨¦tnicos que tuvo lugar durante la II Guerra Mundial. Y en ocasiones el silencio proviene de la propia sociedad, que se siente culpable (o, peor a¨²n, indiferente) por el sufrimiento padecido por grupos minoritarios en el pasado. El 17 de octubre de 1961 la polic¨ªa mat¨® en Par¨ªs a cerca de doscientos argelinos en el centro de la ciudad, pero este hecho tan grave s¨®lo trascendi¨® d¨¦cadas despu¨¦s. Otro ejemplo es el silencio, que s¨®lo ahora empieza a romperse,sobre las muchas atrocidades cometidas por el Ej¨¦rcito italiano en Etiop¨ªa y otros lugares durante la II Guerra Mundial.
Relacionado con el silencio, tenemos el r¨¦gimen de la memoria basado en la inclusi¨®n: se establece un consenso artificial a partir de una reconstrucci¨®n selectiva del pasado que permite incluir a casi todo el mundo. Se crea una historia as¨¦ptica, se blanquean los puntos negros y las ¨¢reas grises, se distorsionan los hechos hasta que encajan en la visi¨®n deseada. As¨ª reconstruyeron Francia e Italia su experiencia en la II Guerra Mundial, minimizando la amplia colaboraci¨®n, la pasividad de muchos y la guerra civil entre bandos rivales, y exagerando la popularidad de la Resistencia. Al igual que el silencio, la inclusi¨®n resulta ¨²til en transiciones pol¨ªticas dif¨ªciles.
Sin embargo, tanto el silencio como la inclusi¨®n son reg¨ªmenes vulnerables, pues tarde o temprano la investigaci¨®n hist¨®rica destapa sus contradicciones. Los historiadores en Francia y en Italia han mostrado hasta qu¨¦ punto el periodo de ocupaci¨®n nazi fue retocado y expurgado a fin de ocultar verdaderas guerras civiles.
Cuando los historiadores y otros "empresarios de la memoria" desaf¨ªan la historia dominante, se produce una transici¨®n a un r¨¦gimen de conflicto, con memorias divididas y enfrentadas. El pasado se vuelve turbulento: se rompen los tab¨²es, las memorias privadas se hacen p¨²blicas, y actos de violencia hasta entonces olvidados salen a relucir. Los debates se hacen apasionados, enconados y tensos. Buena muestra de ello son los debates sobre la esclavitud en Estados Unidos, la guerra civil en Irlanda, la insurrecci¨®n de 1956 en Hungr¨ªa, la guerra de Argelia en Francia, o la expulsi¨®n de los palestinos en Israel.
No cabe duda de que estos debates son desestabilizadores. La gente sacraliza su memoria del pasado y se horroriza cuando se cuestiona esa memoria en p¨²blico. Los historiadores pueden perder la templanza y el distanciamiento, transform¨¢ndose en abogados de alguna de las partes. En este sentido, siempre existe la tentaci¨®n de limitar el debate, ya sea expl¨ªcitamente, mediante leyes que proh¨ªban investigar ciertos temas, ya sea impl¨ªcitamente, a trav¨¦s de procesos m¨¢s difusos, pero no menos peligrosos, de correcci¨®n pol¨ªtica que dictan lo que deber¨ªa estudiarse y lo que no, los hallazgos que son aceptables y los que no.
A pesar de su potencial desestabilizador, estos debates son la ¨²nica opci¨®n en las democracias consolidadas para enfrentarse a un pasado conflictivo. Incluso pueden tener algunas consecuencias beneficiosas: el debate producir¨¢ nuevas y m¨¢s rigurosas interpretaciones del pasado y los historiadores no se sentir¨¢n obligados a justificar o condenar la historia, ni a identificarse con quienes fueron testigos de la violencia. Al final, aunque persistan algunas ambig¨¹edades, la investigaci¨®n hist¨®rica conseguir¨¢ resolver muchos de los puntos oscuros. ?sta es la raz¨®n por la que hay que oponerse a la limitaci¨®n del debate y a la tendencia a calificar de "revisionistas" a quienes cuestionan las versiones establecidas de la historia.
Deber¨ªamos tener siempre presente que aunque los debates hist¨®ricos sobre un pasado conflictivo son siempre traum¨¢ticos, tambi¨¦n pueden resultar f¨¦rtiles. Y las alternativas a este tipo de conflicto sobre la memoria hist¨®rica son mucho peores.
Stathis N. Kalyvas es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de Yale.
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