Mir¨® 2006
Hace poco, le¨ª una entrevista a Carles Santos en la que dec¨ªa que Joan Mir¨® "era un personaje muy enigm¨¢tico". Y a?ad¨ªa: "Mir¨® era Mir¨®. Cuando aparec¨ªa, con su sola presencia se creaba una situaci¨®n extraordinaria". Pues bien, la obra de Mir¨® conserva y preserva todo el enigma y toda la excepcionalidad de su autor. Realmente, cuesta hablar de Mir¨® despu¨¦s de todo lo que se ha llegado a decir de ¨¦l. De hecho, sabe mal a?adir m¨¢s palabras. Pocas obras como la de Mir¨® han recibido en nuestra cultura tanta atenci¨®n, tanta divulgaci¨®n, tanta expoliaci¨®n, tanta exposici¨®n p¨²blica. Con todo, resulta sorprendente la fuerza inc¨®gnita vigorosa que mantiene la obra. Es un milagro que las infinitas reproducciones no hayan agotado su realidad in¨¦dita y que los originales a¨²n se nos presenten con el aspecto entero e inexcavado con que lo hacen a¨²n hoy. En el presente inmediato, hay una ¨¦pica a?adida, una ¨¦pica nueva en estas pinturas que parecen haber derrotado al propio consumo. Y esta derrota es una verdadera fuente de salud para nuestro imaginario. Finalmente, pues, en aquello que se resiste es justamente en lo que la obra de Mir¨® es m¨¢s generosa.
Es un milagro que las infinitas reproducciones no hayan agotado su realidad in¨¦dita
Muerte y pintura parecen perseguirse. La pintura vive de aquello que en ella no se cumple nunca del todo
Este inter¨¦s renovado, esta permanente seducci¨®n, se nos hacen doblemente valiosos en unos momentos de pintura mortal como los actuales. La disoluci¨®n casi total de la pintura en el mundo es una realidad ahora mismo incuestionable. Por otra parte, la relaci¨®n de la pintura con la muerte ha sido constante. Ahora pienso en la fauna -en las campa?as cineg¨¦ticas- y en la mirada -en las campa?as paisaj¨ªsticas-, tan a tiro de los cazadores la una como de los plenairistas la otra. Pienso en la persecuci¨®n paralela de unas y otras piezas, y veo lo remota y obsesiva que es esta relaci¨®n. De entrada, todos los colores son negros por dentro. A mediados del siglo XIX, el hedor a muerte hizo salir a los plenairistas de los talleres. El hedor a luz podrida, a luz moribunda, los llev¨® al aire libre para atizar de nuevo los pigmentos y hacerlos brillar. Pero la pintura es hija de la muerte y, en manos de los plenairistas, la muerte pas¨® a ser una muerte solar, una muerte cut¨¢nea: la posibilidad de llevarse a casa, como un trofeo, la piel del lugar. En el periodo moderno, concebidos como piel desprendida, los metros y metros de pintura de paisaje constituyen una aut¨¦ntica muda epid¨¦rmica del planeta. Existe un paralelismo entre el comercio de pieles de animal y la pintura como pelaje, entre la tener¨ªa de pieles y la luz curtida de los lugares. En catal¨¢n fer la pell (hacer la piel) a alguien significa matarlo. Y ha sido ciertamente extraordinario el cultivo de esta pintura con el silencio del sol. Kil¨®metros y kil¨®metros de solanera, hasta que, m¨¢s ac¨¢ de las cosas, la pintura abandon¨®, con las vanguardias, toda esperanza solar a cambio de una luz estrictamente humana: una pintura franca, una pintura fosforescente que intenta sacar luz del hecho de abismarse en su propia insuficiencia. Una pintura que fulgura, de la mano de ciertos autores, que centellea, que a¨²n parece que centellee, en un extraordinario lirismo de la derrota.
As¨ª pues, a lo largo del tiempo muerte y pintura parecen perseguirse. De hecho, la pintura vive de aquello que en ella no se cumple nunca del todo. La concepci¨®n lorquiana del poeta como un "cazador en la noche" nos acerca a una pintura palpitante en la ceguera, intrusa en su propio oscurecimiento, en su propia opacidad. En 1930, para alcanzar una capa m¨¢s profunda de sentido, Joan Mir¨® proclam¨® "el asesinato de la pintura". Era el tiro definitivo a la pintosidad: el disparo mortal. Como si para salvar la veracidad del discurso pict¨®rico, para poder liberar la pintura en otro espacio, fuese necesaria previamente esta fuerza negativa de una pintura capaz de proyectarse en el vac¨ªo. Asesinar, pues, para hacer vivir, para hacer revivir. Tal como, en 1948, tambi¨¦n se propuso conseguirlo Antonin Artaud a trav¨¦s de sus 50 dibujos para asesinar la magia: un cuaderno de escritura-dibujo donde el autor hace reverberar gr¨¢ficamente, con insistencia, las parejas fon¨¦ticas image-magie y dessiner-assassiner.
Toda la otra vida que Mir¨® ha sabido dar a la pintura despu¨¦s de asesinarla pertenece a esa capa profunda, felizmente refractaria a la divulgaci¨®n y al consumo. Quiz¨¢ por eso sus obras, cuanto m¨¢s se muestran, m¨¢s cr¨ªpticas se vuelven; cuanto m¨¢s crecen en n¨²mero y en formato, m¨¢s se acercan a aquella pintura ¨²ltima, milagrera y rec¨®ndita que no se puede ver con el ojo pero que hace que el ojo vea.
Perejaume es artista. Traducci¨®n del catal¨¢n de Ana Soriano.
Palabra de pintor
En los a?os que abarca la gran exposici¨®n que la Fundaci¨®n Mir¨®, con el patrocinio de la Fundaci¨®n BBVA, dedica a Mir¨®, el artista concedi¨® numerosas entrevistas y se publicaron algunos de sus escritos (generalmente transcripciones de conversaciones) b¨¢sicos para entender su obra. Transcribimos algunos de estos fragmentos.
- "Todo est¨¢ regido por la materia. Soy contrario a cualquier b¨²squeda intelectual preconcebida y muerta. El pintor trabaja como el poeta, primero surge la palabra y luego el pensamiento. ?No decidimos escribir sobre la felicidad humana? De lo contrario, estamos perdidos. (conversaci¨®n con Georges Charbonnier realizada en 1951 y publicada en 1959).
- "Las flores son maravillosas, pero a m¨ª me impresiona m¨¢s un ¨¢rbol; un algarrobo me impresiona mucho m¨¢s que todas las flores juntas. La mujer tiene mucho ritmo, es como el paisaje visto desde el avi¨®n: puro ritmo. ?Que bien se ve el ritmo del paisaje desde el avi¨®n! Andando a pie se ve un campesino, una piedra, una mancha, eso tambi¨¦n tiene mucho ritmo. Desde el tren o desde el autom¨®vil no se ve nada, todo se escapa." (Entrevista de Camilo Jos¨¦ Cela en Papeles de Son Armadans en 1957).
- "El espect¨¢culo del cielo me trastorna. Me siento trastornado cuando veo, en un cielo inmenso, el creciente de la luna o del sol. Hay, adem¨¢s, en mis cuadros, formas peque?¨ªsimas en grandes espacios vac¨ªos. Los espacios vac¨ªos, los horizontes vac¨ªos, todo lo despojado me ha impresionado mucho siempre". [...] "Considero mi taller como un huerto. All¨ª hay alcachofas. Aqu¨ª, patatas. Es necesario podar las hojas para que los frutos se desarrollen. En un momento dado resulta preciso cortar. Trabajo como un hortelano o como un vi?atero. [...] Las cosas siguen su curso natural. Crecen, maduran. es preciso injertar. Hay que regar, como con la lechuga. As¨ª maduran en mi esp¨ªritu. Por ello trabajo siempre en much¨ªsimas cosas a la vez". (De Trabajo como un hortelano, pensamentos recogidos por Yvon Taillandier en 1959)
- "Usted dice que yo he influido sobre una generaci¨®n de pintores m¨¢s j¨®venes; quiz¨¢ s¨ª, pero tambi¨¦n es verdad que mi ¨¦poca tuvo una influencia muy grande sobre m¨ª. No, ning¨²n artista en particular, s¨®lo un estado an¨ªmico concreto. Hay burbujas y polvo en el aire, que luego caen sobre ti. Fatalmente" (Entrevista con Rosamond Bernier en 1961).
- "Hace a?os, en una gran tela hab¨ªa pintado un trazo, un peque?o trazo blanco; en otra, un trazo azul. Y luego, un d¨ªa, sucedi¨®... en el momento en que dieron garrote a ese pobre muchacho, catalanista, Salvador Puig Antich. Yo sent¨ªa que era aquello. El d¨ªa en que le matar¨®n. Termin¨¦ esta tela el d¨ªa en que le matar¨®n. Sin saberlo. [...] "No era en absoluto una coincidencia intelectual. Una coincidencia un poco m¨¢gica.. no s¨¦ como decirlo" (de Conversaciones con Mir¨® de Georges Raillard, 1977)
-
"Cuando un artista se expresa en un entorno en el que la libertad es dif¨ªcil debe convertir cada una de sus obras en una negaci¨®n de las negaciones, en una liberaci¨®n de todas las opresiones, de todos los prejuicios y de todos los falsos valores establecidos" (del discurso de Mir¨® cuando le hicieron honoris causa en la Universidad de Barcelona en 1979).
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