El mus de la tregua
Esta tarde la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo vuelve a convocar una manifestaci¨®n de masas contra la negociaci¨®n con ETA que intenta llevar adelante el Gobierno de Zapatero. Por fin ha quedado fuera de campo el tema-trampa del 11-M al cual a¨²n hac¨ªa referencia anteayer Rajoy, compar¨¢ndolo nada menos que con el misterio en que estuvo envuelto el asesinato de Kennedy. Para el presidente de la AVT, "donde de verdad est¨¢ el meollo es en la excarcelaci¨®n de presos", de manera que el objetivo principal de los manifestantes, am¨¦n de exhibir la oposici¨®n global al Gobierno, consiste en rechazar lo que los dirigentes de la agrupaci¨®n llaman "la claudicaci¨®n penal".
En realidad, se trata de oposici¨®n de principio, r¨ªgida e irreversible, contra la negociaci¨®n como tal, lo que inevitablemente limita la eficacia del discurso cr¨ªtico, al excluir toda posibilidad de unos tratos entre los representantes del Gobierno y los de ETA-Batasuna cuyo resultado fuera la normalizaci¨®n de la vida pol¨ªtica en Euskadi, la mal llamada "paz". Y aun cuando los indicios fueran, como son, desfavorables, apuntando a concesiones excesivas del Gobierno, parecer¨ªa m¨¢s inteligente la postura de acompa?ar al "proceso" desde una posici¨®n vigilante y cr¨ªtica, dado que hasta ahora ninguna de las actuaciones del Gobierno en este campo ha vulnerado los principios del orden constitucional ni la legislaci¨®n penal. Parad¨®jicamente, la sustituci¨®n de un apoyo cr¨ªtico por la desautorizaci¨®n pura y simple desde el PP y desde la AVT ampl¨ªa la posibilidad de acciones arbitrarias del Ejecutivo.
Tampoco tiene la culpa el Gobierno de Zapatero de que la direcci¨®n de ETA apunte por el momento a una ruptura del "alto el fuego" y a un regreso al terror. Su responsabilidad reside en no haber aprendido de la tregua de 1998, fijando en este caso con claridad los l¨ªmites constitucionales con que deb¨ªan tropezar las aspiraciones de ETA-Batasuna, con sus conocidas "autodeterminaci¨®n" y "territorialidad", verdaderas se?as de identidad pol¨ªtica, aun a costa de asumir el riesgo de una suspensi¨®n de hostilidades m¨¢s tard¨ªa: si ETA llegaba a ese punto no era por su conversi¨®n sincera en fuerza democr¨¢tica, sino por el reconocimiento de las extremas dificultades con que se enfrentaba para proseguir la carrera terrorista despu¨¦s de lo sucedido entre 2001 y 2004. Por lo mismo, en los contactos pre-tregua los portavoces del Gobierno hubieran debido dejar claro que la voluntad de mejorar la suerte de los presos y apuntar a un acuerdo global en este terreno, hab¨ªa de hacerse estrictamente dentro de la ley, y que inevitablemente los grandes procesos sectoriales ya iniciados contra organizaciones de la constelaci¨®n etarra ten¨ªan de modo inevitable que seguir su curso.
En su condici¨®n de intermediario, el fiscal general puede recomendar una aplicaci¨®n menos dura en t¨¦rminos cuantitativos de la legislaci¨®n penal, pero no saltarse ¨¦sta. La omisi¨®n del citado aviso acerca de los l¨ªmites del "principio de oportunidad" est¨¢ teniendo consecuencias muy graves. Por una parte, la cascada de juicios sirve de aliciente para atizar el rechazo de la negociaci¨®n y la pr¨¢ctica de la violencia en los medios pr¨®ximos a ETA, y entre los propios dirigentes. Por otra, ante esa presi¨®n y el miedo a que todo se derrumbe, desde el c¨ªrculo del Gobierno se tiende a emitir se?ales de debilidad. Tendr¨ªa gracia que por v¨ªa judicial quedase "probado" que las herriko tabernas no forman parte de Batasuna, por muchos testaferros que tengan, o que Jarrai-Segi-Haika son ajenas al entramado etarra. Pobre Ley de Partidos.
Desde aquel d¨ªa feliz de marzo, la ventaja de ETA-Batasuna vino de su r¨¢pida percepci¨®n de que el Gobierno deseaba exhibir un ¨¦xito final en las negociaciones por encima de todo. Jugar al p¨®quer descubierto cuando el adversario esconde las cartas pone de entrada las cosas m¨¢s dif¨ªciles. Peor aun si la partida es de mus y un jugador, en este caso el Gobierno, deja ver su estrategia de ir avanzando punto a punto, as¨ª como su temor ante los faroles del otro. Due?os de la iniciativa, los etarras evitar¨¢n renunciar expl¨ªcitamente a la violencia ni a aspiraci¨®n alguna antes de sentarse en la mesa de negociaci¨®n. Y si en ¨¦sta no van a obtener nada sustancial y se juzgan con recursos suficientes, tras un par de ¨®rdagos, romper¨¢n el juego.
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