Una nueva ley que no tolere ni ejerza la violencia
Para resolver un problema se ha de averiguar su causa, y la de la violencia en nuestras aulas no est¨¢, d¨ªgase lo que se diga, ni en los cambios sociales, ni en la televisi¨®n, ni en la presencia de inmigrantes. Est¨¢, sencillamente, en que nuestro sistema educativo no educa, es un sistema perverso porque ejerce la violencia y la tolera.
La ejerce sobre los que quieren estudiar, y no pueden por culpa de quienes boicotean la clase. La ejerce sobre los que quisieran aprender un oficio para llegar a la edad laboral profesionalmente cualificados, y est¨¢n encerrados en un aula escuchando cosas que ni entienden ni les interesan. En una misma clase, bajo el cuidado de un profesor al cual se ha despojado de toda autoridad, hay alumnos con todas las asignaturas del curso anterior aprobadas y otros que no han aprobado ninguna, alumnos que desean progresar y otros que se dedican a molestar. Unos y otros est¨¢n frustrados. ?Es de extra?ar que un ambiente de general frustraci¨®n degenere en violencia? Si un alumno repite porque suspende ocho asignaturas sabe que no va a repetir de nuevo aunque las vuelva a suspender, por lo cual nada le estimula a estudiar. ?Es para sorprenderse que un alumno completamente ocioso se porte mal?
Se deben castigar las faltas de disciplina y admitir que quien manda en clase es el profesor
El desprecio por el conocimiento (se puede terminar la ESO sin saber la tabla de multiplicar ni distinguir un nombre de un verbo) y la falta de h¨¢bito de trabajo generan seres inmaduros, y en consecuencia, propensos a la violencia. Una persona madura no necesita agredir a un semejante para sentirse alguien.
La madurez, adem¨¢s, tiene que ver con la responsabilidad, y hoy los alumnos raramente tienen que responder. Si no aprenden, la culpa es del sistema, que no les motiva. Si son zafios y maleducados, es que est¨¢n inadaptados. Si no estudian, algo les pasa, porque ya se sabe que los chicos tienen una inclinaci¨®n natural hacia el trabajo, y a la vagancia se la conoce a menudo como "dificultades de aprendizaje". Hay una tendencia por parte de algunos educadores paternalistas a considerar los defectos como patolog¨ªas, pero madurar significa reflexionar sobre los propios defectos, a fin de superarlos, y si los defectos se consideran patolog¨ªas, se bloquea toda capacidad de mejorar.
Hay un cuento de Gogol, intercalado en su novela Las almas muertas, que narra la historia de un profesor severo, que exig¨ªa un buen rendimiento, porque consideraba que estudiar es la obligaci¨®n de los alumnos. ?stos le quer¨ªan, porque un profesor exigente es el que valora a sus disc¨ªpulos. El que se conforma con poco est¨¢ trat¨¢ndolos como si fueran idiotas, y nadie aprecia a quien lo trata como un idiota. Los alumnos se portaban bien. Ocupados en estudiar, ten¨ªan poco tiempo para hacer travesuras. Pero he aqu¨ª que este profesor se muere y llegan otros con ideas novedosas: lo importante no es el saber, sino el comportamiento (en la jerga actual, lo decisivo no son los contenidos). Y como el saber no era importante, dejaron de estudiar, y as¨ª tuvieron tiempo para hacer diabluras. En cuanto se empez¨® a despreciar el saber frente al comportamiento, no s¨®lo decay¨® el saber, tambi¨¦n decay¨® el comportamiento. Y de este cuento podemos sacar una segunda moraleja. Gogol muri¨® en 1852, lo cual quiere decir que algunas de las sandeces pedag¨®gicas que ¨¦l satiriza, ya se dec¨ªan hace mucho tiempo. Una idea no por parecer novedosa es buena, pero adem¨¢s puede suceder que ni siquiera sea novedosa.
Los resultados de la LOGSE no han sorprendido m¨¢s que a los ingenuos, y la actual LOE no va a resolver absolutamente nada, por mucho que se financie. Un error no deja de serlo por estar mejor financiado.
Los problemas de la violencia en las aulas y de la falta de autoridad de los profesores no tienen soluci¨®n dentro de la legislaci¨®n vigente. Urge pues una nueva ley de educaci¨®n, consensuada por todas las fuerzas pol¨ªticas, y elaborada con el asesoramiento de profesores (no de pedagogos ni sindicalistas) escogidos por su val¨ªa (no por su militancia pol¨ªtica). Y esa ley habr¨ªa de contemplar lo siguiente:
1. La protecci¨®n de los que s¨ª quieran estudiar, proporcion¨¢ndoles el ambiente de tranquilidad en el aula que necesitan para ello.
2. Escolarizaci¨®n obligatoria no significa ense?anza com¨²n hasta los 16 a?os. Mantener encerrados en los institutos a los chicos mayores de 12 que deseen prepararse laboralmente es hacerles entrar en el mercado de trabajo a los 16 como mano de obra barata. Aunque pueda parecer una edad demasiado temprana, un alumno que no quiera estudiar no s¨®lo no va a estudiar, sino que tambi¨¦n impedir¨¢ aprender a los dem¨¢s. Muchos estudiantes potencialmente buenos se malogran por culpa de los boicoteadores. As¨ª, por no dejar decidir a un muchacho sobre su futuro, se le deja decidir sobre el futuro de los dem¨¢s.
3. Valorar el saber y la excelencia. Bajar el nivel para no discriminar a los alumnos menos trabajadores frente a los m¨¢s trabajadores es un acto de barbarie contra los segundos que en nada beneficia a los primeros. Despreciar el saber crea una juventud m¨¢s ociosa y m¨¢s inculta, en consecuencia m¨¢s inmadura y m¨¢s violenta.
4. Que se castiguen las faltas de disciplina, y se admita sin rodeos que quien manda en la clase es el profesor, igual que admitimos que quien manda en un avi¨®n es la tripulaci¨®n, y que esto no significa ser fascista ni autoritario.
Cuando los hechos contradicen las ideas podemos negar los hechos o rectificar las ideas. Mientras los creadores de la reforma sigan negando los hechos, el desastre educativo ir¨¢ en aumento. Ya va siendo hora de que rectifiquen sus ideas.
Ricardo Moreno Castillo es profesor del Instituto Gregorio Mara?¨®n, profesor asociado en la Universidad Complutense y autor del Panfleto antipedag¨®gico.
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