Delito de silencio
La Administraci¨®n de Bush ha promovido la aprobaci¨®n de una norma -aunque es de esperar que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos evitar¨¢ este desprop¨®sito- por la que se suprime respecto a ciertos detenidos la protecci¨®n del h¨¢beas corpus, una de las grandes conquistas de la humanidad y uno de los pilares de la democracia. Y silencio. En contra de lo que cabr¨ªa esperar, no se ha producido la respuesta inmediata y severa de tantas instituciones y personas que deber¨ªan hacerlo y, sobre todo, por parte de la Uni¨®n Europea. La callada por respuesta. Guant¨¢namo, vuelos "secretos"... Silencio. ?Cu¨¢ntos acontecimientos nocivos podr¨ªan evitarse si se hablara a tiempo! Lo advirti¨® Mart¨ªn Luther King: "Nuestras vidas empiezan a acabarse el d¨ªa que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan".
En el pasado espa?ol, Quevedo -"No he de callar por m¨¢s que con el dedo..."- y Garcilaso de la Vega -"Yo que tanto callar ya no pod¨ªa..."- expresaron el deber de hablar. En mi experiencia -lo he comentado en muchas ocasiones- hay un silencio peor que el de los silenciados, de los que no hablan porque no pueden o no saben: es el silencio de los silenciosos, de los que callan pudiendo y debiendo hablar. Y, as¨ª, la "voz que pudo ser remedio, por miedo no fue nada".
El peor de los silencios es el institucional. El que guardan entidades que, por su propia naturaleza, conocen los temas y no deber¨ªan dejar pasar la oportunidad de expresarse. Las universidades, las academias, la comunidad cient¨ªfica... deber¨ªan estar particularmente atentas, sobre todo cuando se trata de cuestiones que pueden conducir a situaciones potencialmente irreversibles. Los pat¨®logos -m¨¦dicos, bi¨®logos moleculares, sociales, etc¨¦tera- saben bien que no s¨®lo hay que aplicar el tratamiento adecuado, sino que hay que hacerlo antes de que el proceso que se trata de corregir haya alcanzado un punto de no retorno. Entonces, el mejor correctivo es totalmente ineficaz.
Sucede que andamos distra¨ªdos, ocupados en exceso en cosas urgentes y secundarias, y preocupados por noticias que, con frecuencia progresiva, proporcionan una visi¨®n incompleta y altisonante, cuando no sesgada, de la realidad. El resultado neto es que somos receptores, espectadores pasivos, resignados a ver "qu¨¦ pasa", "qu¨¦ hacen"... Ante la confusi¨®n conceptual actual, en un mundo que sufre las consecuencias de que se hayan sustituido los valores universales por las leyes de mercado y en el que las asimetr¨ªas de todo orden no cesan de incrementarse, es apremiante que, pac¨ªficamente, se produzca un gran clamor popular que, por su extensi¨®n y firmeza, logre corregir las tendencias presentes que representan unos horizontes tan sombr¨ªos para las generaciones futuras, nuestro compromiso supremo.
Y que este clamor induzca a los l¨ªderes europeos -a Europa corresponde hoy, por muchas razones, este papel de faro y torre de vig¨ªa- a expresarse, claros, rotundos, convincentes. Los Estados Unidos necesitan voces amigas, independientes, que les hagan ver que la ¨¦poca de la discrecionalidad de las decisiones sobre pol¨ªtica exterior, empe?ada en identificar "enemigos" a los que se acomete siempre por la fuerza, ha terminado. Que ni Europa ni Am¨¦rica Latina van a seguir ciegamente arbitrarias pol¨ªticas econ¨®micas, militares o culturales que impliquen dominaci¨®n o prevalencia.
Ante la creciente pobreza que genera el proceso de "globalizaci¨®n" liderado por los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros, silencio. Ante la deslocalizaci¨®n productiva hacia el Este y directiva hacia el Oeste, silencio. Ante los grandes desaf¨ªos que significan la incorporaci¨®n de China y la India al crecimiento planetario, silencio. Silencio ante la aceptaci¨®n de reg¨ªmenes dictatoriales -aunque la gente trabaje en condiciones laborables lamentables- porque benefician a la econom¨ªa de mercado y de guerra en la que estamos viviendo. ?Cu¨¢nto gastamos al d¨ªa en armamento? ?Cu¨¢ntos miles de millones de d¨®lares se han gastado en la adquisici¨®n de armas -incluidas "bombas racimo"- los distintos pa¨ªses, algunos de ellos manifiestamente pobres, en los ¨²ltimos cinco a?os? ?A qui¨¦n pertenece ?frica? ?A qu¨¦ manos van a parar los inmensos r¨¦ditos de la explotaci¨®n de los recursos naturales de pa¨ªses cuyos ciudadanos no tienen despu¨¦s unas migajas que llevarse al plato? ?Cu¨¢ndo acabaremos con los para¨ªsos fiscales para que podamos abordar con posibilidades de ¨¦xito la lucha contra el tr¨¢fico de drogas, que tantos estragos produce, de armas, de personas...? ?Cu¨¢ndo aplicaremos, como se decidi¨® en las Naciones Unidas en el a?o 2000 y se ha reiterado en 2005, los Objetivos del Milenio, para luchar contra el hambre y el sida, y construiremos viviendas para todos en lugar de cohetes y artificios b¨¦licos? Alguien debe tomar la iniciativa de esta nueva era consistente en hablar en lugar de imponer. Deber¨ªa ser Europa y sus instituciones, sus centros de ense?anza superior, sus artistas y creadores... los que iniciaran el camino hist¨®rico del rearme intelectual que el mundo ans¨ªa.
Unamos nuestras voces para conseguir unas Naciones Unidas realmente representa-
tivas de "Nosotros, los pueblos"... como establece el primer p¨¢rrafo de la Carta. Unas Naciones Unidas de tal naturaleza, que con todo el sistema de instituciones que representa, incluyendo desde luego el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, pueda garantizar a escala internacional el cumplimiento de los acuerdos econ¨®micos, sociales, medioambientales, culturales y ¨¦ticos. Y donde, todos juntos, se haga frente con la adecuada visi¨®n prospectiva a los grandes desaf¨ªos de la humanidad: energ¨ªa, agua, nutrici¨®n, salud...
Unas Naciones Unidas capaces de hacer frente a los transgresores que hoy habitan en el espacio supranacional con la mayor impunidad, con frecuencia al abrigo de corporaciones multinacionales cuya codicia no tiene l¨ªmites.
Unas Naciones Unidas capaces de practicar un multilateralismo eficiente, donde la seguridad venga de la justicia, de la diligencia para transformar la fuerza en di¨¢logo.
Frente a la inercia, voluntad de cambio. En estos albores de siglo y de milenio, es m¨¢s necesario que nunca estar ojo avizor, con perseverancia para evitar la indefensi¨®n y los excesos de pol¨ªticas basadas en la paz de la seguridad. La "leg¨ªtima lucha contra el terrorismo se ha utilizado como pretexto para privar o revocar derechos humanos", declar¨® Koffi Anan ante la Asamblea General en septiembre de este a?o.
Para que la Uni¨®n Europea recupere la credibilidad perdida, los pa¨ªses "occidentales" no pueden seguir siendo "interlocutores altivos". No se cumplen los Objetivos del Milenio, especialmente en ?frica. La inmensa tragedia de los inmigrantes subsaharianos que llegan desesperados a las costas de la abundancia se debe a que las condiciones de vida en sus pueblos de origen son inhumanas. Vienen hacia nosotros porque nosotros, reiteradamente, hemos incumplido las promesas de ir hacia ellos, al tiempo de que nos benefici¨¢bamos de sus recursos naturales: petr¨®leo, gas, peces, frutos, minerales... Los muros -sin que sea necesario a?adir ahora otros, por favor- son ya altos y numerosos. Y las heridas profundas. No es con el olvido como se resolver¨¢ el futuro. Es con la memoria.
Nos acercamos a la ¨¦poca de la participaci¨®n masiva en la que, a trav¨¦s de Internet y de los tel¨¦fonos m¨®viles (SMS) la gente empezar¨¢ a implicarse activamente en los asuntos p¨²blicos. Creo que la era de la resignaci¨®n y del silencio est¨¢n, por fortuna, terminando. Ser¨ªa por eso especialmente conveniente que Europa tuviera el liderazgo de un movimiento ya imparable.
Que las generaciones que llegan a un paso de nosotros no nos acusen de silencio cuando tan perentoria es nuestra voz. En pie de paz, infatigables en la resistencia, a favor de la democracia aut¨¦ntica. Que nunca puedan decirnos: "Esper¨¢bamos vuestra voz. Y no lleg¨®". El silencio puede llegar a ser delito.
Federico Mayor Zaragoza es presidente de la Fundaci¨®n Cultura de Paz y copresidente del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones.
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