El juego equivocado
El aviso de que la Comisi¨®n Europea tiene intenci¨®n de suprimir las cuotas l¨¢cteas de aqu¨ª a poco, ha levantado de nuevo las protestas de los ganaderos gallegos. Aducen que, habiendo realizado recientemente inversiones en sus explotaciones y adquirido derechos de producci¨®n, seg¨²n las normas dictadas por la propia Uni¨®n Europea, la desaparici¨®n repentina o pronta del r¨¦gimen de cuotas puede dejarlos en la ruina, incapaces de hacer frente en poco tiempo a sus deudas y desprotegidos ante una competencia internacional que no les da tregua.
Tienen raz¨®n. Y por lo tanto, yo entender¨ªa que se movilizasen contra el anuncio de la Comisi¨®n. Pero s¨®lo en lo que hace a la inmediatez con que se pretende dejar zanjada la supresi¨®n de las cuotas. S¨®lo por eso. Porque yo no puedo compartir sus argumentos cuando se reducen a reclamar de la UE una protecci¨®n ilimitada ante la realidad de los mercados mundiales y la no menos real y persistente incapacidad de las explotaciones ganaderas familiares de Galicia -y de otros muchos lugares de Europa- para sobrevivir en ellos.
Entiendo, pues, que pidan tiempo o ayudas para recuperar sus inversiones o amortizar sus deudas, pero no para colocarse a la contra, una vez m¨¢s, de los ya de por s¨ª t¨ªmidos intentos de reforma de la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n que impulsa la UE. En ese nicho -y nunca mejor dicho- se entierran cantidades ingentes de recursos, malgastados en programas que atienden a una parte cada vez m¨¢s reducida de la poblaci¨®n europea, ocupada en actividades y procesos productivos que no son precisamente los que generan m¨¢s empleo. En subvenciones a los agricultores y ganaderos europeos gastamos mucho m¨¢s dinero que en el fomento de I+D+i aplicado a la industria -incluidas, claro est¨¢, la agroindustria y la industria alimentaria-, sobre lo que s¨ª podr¨ªamos lograr una mejora de nuestra capacidad de sobrevivir en los mercados globales.
Esa orientaci¨®n de tan cuantiosos recursos a la protecci¨®n de los agricultores y ganaderos, aunque a ellos les resulte muy gratificante, supone una gravos¨ªsima hipoteca para el resto de los sectores productivos, que son los que s¨ª generan la mayor parte del empleo disponible. Y los hipoteca por restarles ayudas tanto como por el hecho de que la escasez de ¨¦stas ralentice la modernizaci¨®n de la econom¨ªa europea en un momento en el que las otras grandes econom¨ªas que compiten con ella -las de los Estados Unidos, China e India, o Brasil, entre otras- lo est¨¢n haciendo a un ritmo muy vivo. El tiempo que se pierda ahora en aplicar decididas pol¨ªticas de renovaci¨®n industrial y reformas econ¨®micas, del tipo de las trazadas en la Estrategia de Lisboa, ser¨¢ de muy dif¨ªcil sino imposible recuperaci¨®n. En esto s¨ª que se la juega Europa.
No hay m¨¢s remedio, pues, por duro que ello pueda resultar a algunos sectores como el agrario, que reorientar profundamente la pol¨ªtica financiera de la UE, para concentrar la mayor cantidad posible de recursos en la promoci¨®n de aquellas pol¨ªticas. Y eso no ser¨¢ posible m¨¢s que de tres maneras: o sobrecargando fiscalmente a los ciudadanos, o cambiando las prioridades, con una dr¨¢stica reducci¨®n del dinero destinado a financiar el proteccionismo agrario, o haciendo las dos cosas a la vez.
Yo creo que las disponibilidades presupuestarias de las Instituciones Europeas, a la vista de la trascendencia de sus pol¨ªticas, favorecedoras del crecimiento econ¨®mico y de la cohesi¨®n social, son excesivamente reducidas. Los estados miembros deber¨ªan discutir seriamente acerca de la conveniencia de ampliarlas. Pero tambi¨¦n es cierto lo que antes dije: la distribuci¨®n interna de esos recursos no se adecua al car¨¢cter de los retos que debe afrontar la UE en el mundo global. ?ste es el m¨¢s importante de los debates que la Comisi¨®n y el Parlamento europeos tienen hoy delante de sus narices. Todo lo dem¨¢s es secundario.
No se me ocultan, sin embargo, las dificultades que se opondr¨¢n, ya no digo que a lograr resultados, sino simplemente a celebrar el debate mismo. Las principales, sin duda, las que formulen los sectores sociales o productivos que, desconfiados de sus propias capacidades para valerse en el futuro, se atrincheran en reclamaciones proteccionistas, como lo hace espec¨ªficamente el sector agrario y, dentro de ¨¦l, aqu¨ª en Galicia, especialmente el de los productores de leche.
Y ya es curioso que lo hagan animados por algunos sindicalistas que no faltan a las citas de los movimientos antiglobalizaci¨®n, alzando sus voces irritadas contra la relaci¨®n comercial injusta que excluye a los productos procedentes de los pa¨ªses m¨¢s atrasados de los mercados de los m¨¢s desarrollados, pisoteando su capacidad real para competir en el mercado mundial, pero que de vuelta a casa adoptan un discurso proteccionista que desdice aqu¨ª lo dicho all¨ª. Es un juego equivocado. Y deben saberlo. Seguro.
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