El libro que me cambi¨® la vida
EL SONIDO DE LAS LETRAS. Fernando Savater
Cuando les digan que lo audiovisual es enemigo de la lectura, no hagan caso. A trav¨¦s del o¨ªdo y de las im¨¢genes se puede llegar a descubrir la literatura. As¨ª fue en mi caso, hace ya tanto tiempo. La isla del tesoro, mi relato preferido desde los siete a?os hasta hoy, lo escuch¨¦ primero en disco antes de leerlo. Era una grabaci¨®n de RNE: para m¨ª, John Silver tendr¨¢ siempre la hermosa voz de bar¨ªtono de Te¨®filo Mart¨ªnez. Y en uno de los tebeos de Historias extraordinarias de la editorial mexicana Novaro, que devoraba semanalmente con bulimia insaciable, me encontr¨¦ con Edgar Allan Poe. El cuento era El coraz¨®n delator y recuerdo bien la primera vi?eta, nocturna y terrible, y las palabras iniciales: "Soy nervioso, muy nervioso, pero no estoy loco...". La novela de Stevenson y las narraciones de Poe sirvieron de cimiento a mi pasi¨®n de lector. Pero no las convierto en fetiches de valor universal: si yo tuviese hoy aquella edad perdida y su perversa inocencia, quiz¨¢ me iniciase a la comez¨®n literaria con El se?or de los anillos y la ayuda de Peter Jackson o con Pet Semetary de Stephen King, a trav¨¦s de alg¨²n juego de videoconsola... S¨®lo una cosa es segura: los libros que nos enganchan en la infancia son los que nos gustan a nosotros, piensen de ello lo que piensen los educadores. Porque leer es un vicio maravilloso, no una virtuosa necesidad formativa.
"La isla misteriosa, de Verne, me despert¨® el sentido de querer profundizar en el secreto, de querer descubrir una inc¨®gnita", Z¨²?iga
Fernando Savater es fil¨®sofo y narrador, autor de La infancia recuperada.
VIDA DE OTROS NI?OS. Clara Jan¨¦s
Antes de saber leer ten¨ªa ya siempre cerca un libro. Era cuadrado, impreso a todo color, con un gran reloj en la portada cuyas manecillas de lat¨®n se pod¨ªan mover, de modo que probablemente antes que las letras, pasaron a mi mente los n¨²meros que marcan las horas. Se llamaba Tic-Tac, era obra de Mercedes Llimona y narraba, p¨¢gina a p¨¢gina -hora a hora-, lo que hac¨ªa una ni?a desde que se levantaba hasta que se acostaba. Es posible que mi instinto de estructurar el d¨ªa horariamente -que tanto me ha beneficiado- y mi modo de valorar las cosas cotidianas tenga algo que ver con ¨¦l. Este libro todav¨ªa lo conservo. Bastante despu¨¦s, contando yo seis a?os, me aficion¨¦ a otro, sobre todo por su contenido: En Peret. Contaba la vida de un ni?o de aldea, siempre al aire libre, y su hermosa relaci¨®n con el campo y los animales. Hab¨ªa algunas ilustraciones y veo claramente la que representaba a la madre preparando una rebanada de pan con tomate, que era mi merienda favorita. Pero tanto como ¨¦stos, contaban para m¨ª los de los adultos. Ten¨ªa yo tres a?os cuando mi padre puso en mis manos El libro del t¨¦ -peque?o formato, no encuadernado, atado con cord¨®n de seda, cubierta orientalizante-, creo que fue para m¨ª un impacto est¨¦tico fundamental.
Clara Jan¨¦s es poeta, autora del libro La voz de Ofelia.
TIGRES TRANSPARENTES. Fernando Mar¨ªas
El libro que provoc¨® en m¨ª un terremoto fue Ficciones, de Borges. Ten¨ªa 15 a?os y un amigo me lo regal¨® con una frase m¨¢s o menos as¨ª: "Hay que leerlo porque lo que est¨¢ ah¨ª no lo hemos le¨ªdo nunca". As¨ª era. Me fascin¨® tanto que ahora mismo estoy viendo su formato y sus p¨¢ginas. Era una edici¨®n de Alianza. He rememorado aquella tarde de primavera hacia las tres de la tarde, antes de volver al colegio. Ah¨ª mismo empec¨¦ a leerlo, y empec¨¦ por el relato de El jard¨ªn de senderos que se bifurcan hasta que me detuve en una frase que no he olvidado: "Hablando de la topograf¨ªa de Tl?n yo pienso que sus tigres transparentes y sus torres de sangre no merecen, tal vez, la continua atenci¨®n de todos los hombres". Entramos a clase de matem¨¢ticas y yo s¨®lo pensaba en los tigres transparentes y las torres de sangre. Es una casualidad porque recientemente me he regalado a Borges y lo estoy releyendo en un viaje a mi adolescencia.
Fernando Mar¨ªas ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Cielo abajo (Anaya).
LEER PARA RE?R. Luis Magriny¨¤
No me f¨ªo de la memoria, ni de la m¨ªa ni de la de los dem¨¢s. Por otro lado, no creo en las revelaciones, en las epifan¨ªas, en los momentos fundacionales, en "la primera vez". Dicho esto, supongo que algunos de los libros que m¨¢s me removieron en la infancia fueron los de K¨¢sperle, de Josephine Siebe, que aqu¨ª publicaba Noguer. K¨¢sperle era un mu?eco de gui?ol alem¨¢n al que despertaban de un sue?o de 75 a?os. "?Y qu¨¦ hizo entonces?", pregunt¨® una vocecilla . "?Que qu¨¦ hizo? Pues tonter¨ªas. Nada m¨¢s que tonter¨ªas". K¨¢sperle era un glot¨®n horroroso, su especialidad era poner caras (de ogro, de bandido) y detestaba a quien no creyera que estaba vivo. Una gran invitaci¨®n a la identificaci¨®n. Ahora s¨¦ que se hab¨ªa dormido en un mundo de opereta austroh¨²ngara, con grandes duques y tartas de ocho pisos, y hab¨ªa despertado justo despu¨¦s de la I Guerra Mundial, cuando todo el mundo "hab¨ªa perdido sus ahorros". ?l mismo no era, en ese ambiente, m¨¢s que una tonter¨ªa. Tanto mejor. Los libros los descubr¨ª con un par de amigos en la biblioteca del colegio: ten¨ªan bonitos dibujos a una tinta; nos gustaban por lo que eran y por lo que conten¨ªan. Nos convertimos en unos iniciados, y nos tronch¨¢bamos. Ahora tengo una hija de 10 a?os. Cuando se los leo, se r¨ªe mucho. Cuando los lee sola, dice que no tienen "gracia".
Luis Magriny¨¤ es novelista, autor de Belinda y el monstruo.
EL DESCUBRIMIENTO DE LA INTRIGA Juan Eduardo Z¨²?iga
He recordado una cosa muy importante: el descubrimiento y la intriga del secreto a trav¨¦s de un libro. Cuando ten¨ªa 7 u 8 a?os le¨ª La isla misteriosa, de Julio Verne, y hay un episodio en el que en una isla desierta los navegantes descubren de pronto unas huellas. Eso me despert¨® el sentido de profundizar en el secreto, de querer descubrir una inc¨®gnita. Entonces viv¨ªamos en un chalecito, en un barrio extremo de Madrid, y arriba ten¨ªa una habitacioncita con juguetes donde pasaba mucho tiempo en silencio y sintiendo la noci¨®n de misterio y secreto. All¨ª encontr¨¦ una novela bonita y emocionante, de la que aprend¨ª que cuando un misterio aparece uno no puede quedar paralizado sino que hay que ir a buscar la respuesta. Verne tambi¨¦n me despert¨® el inter¨¦s por otros pa¨ªses, por el mundo, una forma de viajar.
Juan Eduardo Z¨²?iga es autor de Largo noviembre de Madrid y Capital de la gloria.
LEER BAJO LAS S?BANAS. Jos¨¦ ?ngel Ma?as
La serie de novelas que me enganch¨® a la ficci¨®n fue la de Tarz¨¢n de los monos, de Edgard Rice Burroughs. Deb¨ª de leerlos con 7 u 8 ocho a?os. Recuerdo que cuando mi madre me apagaba la luz yo encend¨ªa la linterna debajo de las s¨¢banas para seguir leyendo. O bien esperaba hasta que sus pasos se alejaban y o¨ªa que se encend¨ªa el televisor. Y entonces sal¨ªa sigilosamente al pasillo y me encerraba en el cuarto de ba?o con mi libro. Hasta donde me alcanza la memoria, la primera imagen narrativa fuerte que guardo es la del arranque de la serie, cuando la mona que va a adoptar a Tarz¨¢n (ella acaba de perder un hijo) lo encuentra, siendo un beb¨¦, en la cuna de la caba?a que han construido sus padres (los ¨²nicos supervivientes de un naufragio reciente, asesinados por otro de los simios de su misma tribu), lo coge en brazos y deja muy delicadamente en su lugar, en la cuna, el cad¨¢ver de su propio hijo. Si, seg¨²n Stevenson, la marca del buen narrador es ser capaz de "encarnar un personaje o una emoci¨®n en una acci¨®n o una actitud que se grabe para siempre en los esp¨ªritus", est¨¢ claro que, conmigo, Burroughs lo consigui¨®. Desde entonces, no he dejado de leer.
Jos¨¦ ?ngel Ma?as es autor de Historias del Kronen y El caso Karen.
J?BILO Y SECRETO. Jorge Herralde
Hubo un libro, en mi infancia, que me produjo una viv¨ªsima impresi¨®n. Empec¨¦ a leerlo el d¨ªa de mi primera comuni¨®n, a los preceptivos siete a?os. Con los altibajos t¨ªpicos, supongo, de un acontecimiento excitante en el que puedes pasar muy f¨¢cilmente del j¨²bilo exacerbado al berrinche total, a media tarde escap¨¦ de la bulliciosa fiesta familiar que me estaba dedicada, me encerr¨¦ en mi cuarto y me puse a leer un libro que me hab¨ªa regalado alg¨²n pariente, imagino que poco atento. Se trataba de una versi¨®n extensa y (pienso ahora) poco expurgada, en tapa dura (?de color azul?), de Las mil y una noches. Segu¨ª leyendo, sorprendido, intrigado, expectante y confuso, y cuando al cabo de un rato llamaron a la puerta del cuarto reclamando mi presencia, el disgusto se hab¨ªa desvanecido por completo, pero s¨®lo ten¨ªa ganas de seguir con la lectura. Tuve que aplazarla, tras esconder el libro: ¨¦se fue mi primer y muy inesperado encuentro con la literatura er¨®tica.
Jorge Herralde es editor de Anagrama.
Manuel Borr¨¢s
Mi primer mapamundi lo configur¨® la biblioteca familiar y la primera lectura que dej¨® un rastro indeleble en m¨ª fue sin el menor asomo de duda la de El cartero del rey, de Tagore, en traducci¨®n de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y Zenobia Camprub¨ª. Tuve una madre con la sana costumbre de leerme en voz alta cuando yo era muy chico, y ¨¦se fue el libro que, a¨²n recuerdo, le solicitaba que me leyera una y otra vez cuando yo apenas hab¨ªa aprendido a leer. Todav¨ªa permanece, por otro lado, v¨ªvida en m¨ª la impresi¨®n que me caus¨® la lectura del libro de Verne La vuelta al mundo en 80 d¨ªas. Creo que su lectura marc¨® mi car¨¢cter viajero. Desde entonces supe que hab¨ªa un universo vasto y maravilloso que me aguardaba y en el que merec¨ªa la pena inmiscuirse. La lectura supuso para el ni?o solitario que yo era antes m¨¢s que una suerte de ensimismamiento, de enajenamiento de la vida, la v¨ªa por la que pod¨ªa relacionarme con el mundo.
Manuel Borr¨¢s es editor de Pre-Textos.
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