"La ciencia convence, la poes¨ªa conmueve"
Un d¨ªa de la primavera de 2002 Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar recibi¨® en la Moncloa a Joan Margarit recit¨¢ndole de memoria un poema suyo. El entonces presidente del Gobierno hab¨ªa convocado a un grupo de poetas con un prop¨®sito: pedirles una letra para el himno nacional. "Yo le dije que ten¨ªamos la suerte de tener un himno sin letra", recuerda Margarit. "Los himnos son todos una barbaridad". Margarit ten¨ªa, adem¨¢s, otro argumento: "De ni?os llev¨¢bamos los labios llenos de saba?ones, por el fr¨ªo. En la escuela se izaba la bandera espa?ola a diario. Cuando me tocaba a m¨ª, la tela me golpeaba en los labios. La tela de las banderas huele distinta a cualquier otra. En la mili me volvi¨® aquel olor a trapo y saba?ones. Me dije: ?Esto era aquello!". Margarit cont¨® a Aznar esa historia y le dijo: "Puedo hacer un poema con esto, pero dudo que sea la letra que usted quiere". El hoy ex presidente entendi¨® sus razones: "Aznar se port¨® como un caballero, aunque ideol¨®gicamente no tengamos nada que ver".
Aznar le pidi¨® en 2002 una propuesta de letra para el himno nacional. ?l respondi¨®: "Tenemos la suerte de tener un himno sin letra"
"Si no me serv¨ªa entonces [mientras su hija sufr¨ªa una enfermedad terminal], ?para qu¨¦ quer¨ªa yo la poes¨ªa?, ?para dar clase en los intitutos?"
La conversaci¨®n con Joan Margarit (Sana¨¹ja, Lleida, 1938) comienza a 60 metros de altura, sobre el crucero de la Sagrada Familia. El escritor y arquitecto calcula las estructuras del templo a partir de los planos de Gaud¨ª. En dos a?os se terminar¨¢ la nave principal. El resto tendr¨¢ que esperar medio siglo. C¨¢lculo de estructuras (Proa en catal¨¢n, Visor en castellano) es, precisamente, el t¨ªtulo del ¨²ltimo libro publicado por Margarit. Por su parte, C¨¢tedra acaba de sacar en su serie de cl¨¢sicos hisp¨¢nicos una antolog¨ªa biling¨¹e de su obra. El ¨²ltimo poeta en catal¨¢n en esa colecci¨®n fue Salvador Espriu. Hace ya 30 a?os. Adem¨¢s, la brit¨¢nica Poetry Book Society, que selecciona los mejores t¨ªtulos de cada estaci¨®n, eligi¨® como libro del invierno en el apartado de traducci¨®n una muestra de la obra de Margarit publicada por la hist¨®rica editorial Bloodaxe. Entre los finalistas estaban las traducciones completas de Ted Hughes.
Para ganarse el pan, el escritor eligi¨® el ¨¢rido c¨¢lculo de estructuras "porque era lo que menos interferencias ten¨ªa con la poes¨ªa. La ciencia convence, la poes¨ªa conmueve. Eso s¨ª, una maneja el futuro igual que la otra maneja el pasado". En la obra de Joan Margarit el pasado lo es todo. Sus poemas -claros, crudos, directos- encierran sin velarla la biograf¨ªa de un hombre que puso cara a su progenitor cuando ¨¦ste, soldado republicano, volvi¨® del penal de Santo?a en la primera posguerra. Nunca se llevaron bien. "La ternura te hab¨ªa abandonado: / como el pa¨ªs entero, / te ibas convirtiendo en un fascista", escribi¨®, con los a?os, el hijo. El padre, arquitecto tambi¨¦n, se mud¨® a Tenerife para trabajar en un departamento llamado, en verso administrativo, Regiones Devastadas. Y con ¨¦l, su familia. Margarit escribi¨® as¨ª sus primeros versos en castellano. Volvi¨® a Barcelona con 21 a?os y con 40 recuper¨® el catal¨¢n para la poes¨ªa. A su padre no lo recuper¨®. Un d¨ªa se lo encontr¨® tirando los libros del hijo por la ventana: "Escrib¨ª un poema sobre eso. Se titula Saturno. ?l quer¨ªa devorarme; yo, matarlo".
Met¨¢foras aparte, la muerte est¨¢ muy presente en la obra de Margarit. Sin contemplaciones. Durante la enfermedad terminal de su hija escribi¨® un libro estremecedor, Joana (Hiperi¨®n, 2002). ?C¨®mo lee su mujer unos poemas tan descarnados? "Tuvo la sensaci¨®n de que yo hac¨ªa una exposici¨®n imp¨²dica de su dolor. No era as¨ª. Si alguien se conmueve con un libro es porque ve en ¨¦l sus propios sentimientos. Mi mujer tambi¨¦n ve¨ªa en Joana los suyos, pero ella pensaba que aquella pena era exclusivamente suya. Y no. Si otro lector la ve tambi¨¦n es que no es s¨®lo tuya es que el que escribe, perdona la pretensi¨®n, ha logrado poner en el poema una pena que es de todos".
Con Joana, adem¨¢s, Margarit se salt¨® la regla que aconseja distanciar la escritura del acontecimiento que la provoca. "Yo me hubiera tirado por la ventana", replica ¨¦l, "Joana se estaba muriendo y pens¨¦: ?qu¨¦ tiene tanta fuerza como esta muerte? Co?o, el amor, un poema de amor". ?Demasiada confianza en la poes¨ªa? Margarit asiente. Pero contin¨²a: "Fue un momento cr¨ªtico. Si no me serv¨ªa entonces, ?para qu¨¦ quer¨ªa yo la poes¨ªa? ?Para dar clase en los institutos?".
La literatura, sostiene Margarit, s¨®lo sirve "o para entretener o para consolar. Y consolar es muy dif¨ªcil. Consolarte con un amigo, pase, pero con un papel... ?se es el problema de los poetas, no si pertenecen a la generaci¨®n del 27 o a la del 98, la verdad". ?Y cu¨¢nta verdad podemos soportar? "Toda. A la larga es lo ¨²nico soportable. La lucidez no es gran cosa, pero no tenerla es todav¨ªa peor. Es como una casa de misericordia". As¨ª, Casa de misericordia, se llama el libro que Joan Margarit publicar¨¢ en un par de meses. El t¨ªtulo se le ocurri¨® visitando una exposici¨®n sobre esas instituciones de la posguerra. A la indignaci¨®n se sobrepuso un pensamiento: aquellas casas eran terribles, y m¨¢s para los vencidos, pero fuera de ellas la vida era peor. Era la muerte.
Del libro in¨¦dito Casa de misericordia.
'Casa de misericordia'
El padre fusilado.
O, como dice el juez, ejecutado.
La madre, ahora, la miseria, el hambre,
la instancia que le escribe alguien a m¨¢quina:
saludo al Vencedor, Segundo A?o Triunfal,
Solicito a Vuecencia poder dejar mis hijos
en esta Casa de Misericordia.
El fr¨ªo del ma?ana est¨¢ en la instancia.
Hospicios y orfanatos fueron duros,
pero m¨¢s dura era la intemperie.
La verdadera caridad da miedo.
Como la poes¨ªa: un buen poema,
por m¨¢s bello que sea, ser¨¢ cruel.
No hay nada m¨¢s. La poes¨ªa es hoy
la ¨²ltima casa de misericordia.
Babelia
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