Bienvenidos a 'Chavezlandia'

Mi sentimiento de hermandad m¨¢s grande, como esta inmensa sabana donde hemos estado removiendo la tierra como la conciencia y sembrando la semilla para reto?ar futuros". Miguel Torres abre y cierra el libro de la p¨¢gina mil veces le¨ªda. Lo muestra con orgullo. Las hojas que fueron blancas encierran algunas claves del hombre convertido hoy en uno de los l¨ªderes del Tercer Mundo. El mismo que firma la dedicatoria: Hugo Rafael Ch¨¢vez Fr¨ªas, primer presidente venezolano nacido en los llanos de Barinas, el Estado al suroeste del pa¨ªs. La tierra m¨¢s profunda de la gran llanura, al pie de los Andes, donde el sol es tan excesivo como algunos de sus hijos, y donde su m¨²sica, las coplas llaneras, lloran y r¨ªen a la vez.

Maisanta, el ¨²ltimo hombre a caballo retrata la biograf¨ªa del bisabuelo del mandatario bolivariano, el caudillo que luch¨® por la libertad de su tierra. No es un libro dedicado por compromiso a un seguidor cualquiera. Miguel Torres comparti¨® juegos de chavales y conspiraciones de hombres en Sabaneta, el pueblo del presidente que recibe a sus visitantes con el mural de su orgullo: la cuna de la revoluci¨®n.

A dos horas de la frontera colombiana, Sabaneta ha encontrado su lugar en el mapa de la historia. Tierra de paso en la que nunca se sembraron obras, por fin le ha llovido dinero. Y para celebrarlo viste de rojo. La marea colorada del bloque chavista inunda este municipio de 56.000 almas.

Torres ultima los preparativos de una gran caravana de apoyo a su presidente. El centro de operaciones es la casa donde transcurri¨® la ni?ez del hoy presidente, convertida en sede de su partido, el Movimiento Quinta Rep¨²blica.

Es un hogar humilde, de tres habitaciones y un patio trasero, donde la abuela Rosa In¨¦s plantaba ma¨ªz para la comida de sus nietos Ad¨¢n y Hugo. Los graffiti de la nueva Venezuela envuelven sus paredes rojas: un rostro sonriente de Ch¨¢vez y un canto por la integraci¨®n latinoamericana. Y unos metros m¨¢s all¨¢, un voraz Bush se quiere comer el mundo. El enemigo imperial tambi¨¦n lo es de Sabaneta. Las cifras lo confirman: Ch¨¢vez recogi¨® un 86% de votos en el revocatorio de 2004.

Entre las paredes hoy ba?adas de rojo creci¨® Hugo (Huguito para la familia y amigos). Una ni?ez sin recursos en el hogar de la abuela, que se hizo cargo de dos de sus seis nietos para paliar las estrechuras econ¨®micas de su hijo, Hugo de los Reyes Ch¨¢vez, el maestro del pueblo, casado con Elena Fr¨ªas, bedel en aquellos tiempos. Noches en las que Huguito escuchaba c¨®mo su abuela In¨¦s relataba las andanzas de Maisanta y del libertador Bol¨ªvar. El gen de la rebeld¨ªa circulaba por las venas del ni?o, mezclado con la profunda fe cat¨®lica de su familia.

Tan devotos, que el gran sue?o de Elena Fr¨ªas era ver a su hijo ataviado con los h¨¢bitos de cura. Hugo se qued¨® en monaguillo de la iglesia de su Virgen preferida, la del Rosario. Poco queda del templo donde Huguito pasaba las tardes de los s¨¢bados, con el escapulario de su abuelo entre las manos. Los nuevos tiempos han pintado otras paredes y levantado otros muros. "El peluquero ambulante muri¨® hace unos meses. Tambi¨¦n el barquillero. Y la helader¨ªa cerr¨®". Alfredo Aldana, Mechas de Bruja, muestra su ¨¢lbum de los recuerdos, con rinc¨®n especial para el compadre que nunca le olvid¨®. "El presidente me regal¨® un cami¨®n cuando dej¨¦ de entrenar voleibol. Fue un gesto de caridad".

En la plaza Bol¨ªvar, coraz¨®n de Sabaneta, se come dulce de papaya, tan sabroso como los que amasaba la abuela Rosa para que su nieto los vendiera por el pueblo. Cualquier ingreso ayudaba en el hogar, tan humilde que Hugo se present¨® el primer d¨ªa de colegio calzado con alpargatas. No le dejaron entrar. Algunos de sus bi¨®grafos, psicoanalistas de almas pol¨ªticas, utilizan este cap¨ªtulo para ilustrar el odio de clase que, seg¨²n sus rivales, marca su acci¨®n pol¨ªtica. Raz¨®n, o sinraz¨®n, que ha calado entre la clase media que detesta a Ch¨¢vez.

Sabaneta no respira odio, por lo menos esta tarde de domingo. Hace demasiado calor. S¨®lo se escuchan los gritos de los chiquillos, que juegan en el colegio Juli¨¢n Pino. El mismo que vio corretear a los seis hermanos Ch¨¢vez. En el peque?o escenario que todav¨ªa se conserva se represent¨® la obra Paliqueando, con Hugo como protagonista. Palique del bueno. ?Una premonici¨®n? "?ramos un terremoto. Nos disfraz¨¢bamos con una s¨¢bana para espantar a la gente convertidos en diablillos", presume Mechas de Bruja. Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, el Hugo presidente habla centenares de horas al a?o. Y para la mitad del pa¨ªs, sigue siendo un diablo.

Tras el colegio llegaban las tardes de pelota (b¨¦isbol). Porque si el revolucionario Ch¨¢vez tuvo un sue?o, ¨¦se fue jugar en las grandes ligas de Estados Unidos. Aquello de cambiar el mundo no pas¨® jam¨¢s por su cabeza. Hugo buscaba el jonr¨®n (pelota golpeada por el bateador que sale fuera del terreno) de su vida.

Ni Guevara, ni Castro. Ninguno de los dos llenaba tantos estadios como lo hac¨ªa su ¨ªdolo, el pitcher (lanzador) Isa¨ªas L¨¢tigo Ch¨¢vez. Cuando, en 1969, Huguito supo que hab¨ªa muerto en accidente de aviaci¨®n en Maracaibo, llor¨® durante d¨ªas. El revolucionario quer¨ªa ser como ¨¦l, un h¨¦roe de la sociedad capitalista que hoy deplora.

"Tanto le gustaba que invent¨® una ruleta del b¨¦isbol. Y jug¨® con ella todas las noches, hasta los 12 a?os". An¨ªbal Ch¨¢vez atiende a todo el mundo, incluso a los periodistas llegados de Espa?a. Y recuerda: "Hugo entrenaba su swing pegando batazos a los limones de una mata".

Los llaneros son generosos. Piden y dan. Hoy han regalado a An¨ªbal, alcalde de Sabaneta, una foto de su hermano -"mira, qu¨¦ jovencito, mucho m¨¢s guapo"-. Tambi¨¦n le han tra¨ªdo 15 camisetas rojas, con lemas de campa?a. Las preferidas son "?Uh!, ?ah!, Ch¨¢vez no se va" y "Diez millones de votos por el buche [por la cara]". Las lanza a un grupo de seguidores, que luchan por ellas como si fueran las de Ronaldinho.

Las cachapas, tortas t¨ªpicas de ma¨ªz con queso y mantequilla, rebosan en la mesa del comedor de Torres. Es uno de los manjares venezolanos preferidos de su jefe, An¨ªbal. La tele siempre encendida en el Canal 8, Venezolana de Televisi¨®n, "la nuestra". De repente aparece el presidente. No es una sorpresa, siempre est¨¢ ah¨ª. Acaba de inaugurar una l¨ªnea de metro en Caracas.

-Hola, buenas tardes. Hoy no voy a hablar mucho.

-?De verdad?

La broma de An¨ªbal acompa?a el inicio del discurso televisivo de Ch¨¢vez. Todos conocen su verborrea maratoniana. Ni Fidel le resiste.

Encima de esta misma mesa se gest¨® parte del golpe de Estado de 1992. La intentona que hizo famoso en todo el mundo al teniente coronel Ch¨¢vez. "Ya por aquel entonces intu¨ª que el destino de mi hermano era hacer historia. Y tenemos fe en Dios: ser¨¢ para bien".

La historia se escribe a veces con renglones torcidos llenos de buenas intenciones. Un ejemplo: el Complejo Agroindustrial Azucarero Ezequiel Zamora (Caaez). A pocos kil¨®metros del pueblo, una treintena de t¨¦cnicos cubanos asesoran a los venezolanos para construir la central m¨¢s moderna de Am¨¦rica del Sur. "Una empresa socialista de nuevo tipo, capaz de refinar 100.000 toneladas de az¨²car en la campa?a de zafra", mantiene Segundo Reyes, jefe del equipo cubano, que no da cr¨¦dito a la movilizaci¨®n que ha vivido Sabaneta en apoyo del presidente. "?Qu¨¦ salvajada de gente! Me ha recordado a las marchas de Cuba", a?ade con inconfundible cadencia habanera.

El aroma que desprende el Caaez contiene cierto gusto amargo. Tres oficiales del ej¨¦rcito y cuatro civiles est¨¢n acusados de malversaci¨®n de fondos y estafa, valorados en m¨¢s de un mill¨®n de euros. Un esc¨¢ndalo que provoc¨® el cese del ministro de Agricultura, Antonio Albarr¨¢n.

Sabores agridulces en Sabaneta y tambi¨¦n en Barinas. La familia Ch¨¢vez se traslad¨® a la capital del Estado cuando Hugo contaba 12 a?os. Hoy, d¨¦cadas despu¨¦s, sigue siendo sede de los Ch¨¢vez; que no han cambiado de apellido, pero ahora les llaman de otra forma: la familia real. Hugo de los Reyes, de 76 a?os y padre del clan, es la m¨¢xima autoridad, el gobernador de Barinas. Elena Fr¨ªas, la madre del presidente, dirige la Fundaci¨®n del Ni?o, que gasta presupuestos millonarios. Argenis Ch¨¢vez ejerce como vicegobernador todopoderoso. Adelis Ch¨¢vez es el banquero de la familia (vicepresidente ejecutivo de Sofitasa) y director de la Copa Am¨¦rica 2007. Nacho Ch¨¢vez dirige el convenio de salud con Cuba. El poder pol¨ªtico y econ¨®mico de Barinas ha cambiado de manos por obra y gracia de la revoluci¨®n.

Hugo de los Reyes, El Maestro, inaugura una escuela en Masparrito, en las cercan¨ªas de Sabaneta. Parece un Pap¨¢ Noel: reparte regalos y saluda con un "?ahahah!" repetido que abre los ojos de los ni?os. "?Cu¨¢ntas estrellas tiene nuestra bandera?", cuestiona a una de las ni?as. "Ocho, se?or". La estudiante sabe que su presidente a?adi¨® una estrella m¨¢s, homenaje a los ind¨ªgenas.

El Maestro ha olvidado estrechuras econ¨®micas de d¨ªas pasados y ahora maneja inversiones millonarias. Y lo hace de una forma muy suya, a golpe de decretos de emergencia, m¨¢s de 100 en la legislatura. "As¨ª ha adjudicado directamente, sin concurso, unos 200 millones de euros. Y la mayor¨ªa, a los amigos de Argenis, a su entorno". El abogado Omar Morales es el azote de la familia real. Ha presentado 16 querellas ante la Fiscal¨ªa por nepotismo, malversaci¨®n y malgasto de fondos p¨²blicos. "Mientras el presidente habla de socialismo, su familia practica el capitalismo m¨¢s cl¨¢sico".

Ram¨®n Cevallos, el m¨²sico de Masparrito, ha compuesto unas coplas llaneras para endulzar el d¨ªa a las autoridades y homenajear a las misiones, programas sociales estrella de Ch¨¢vez. "Misiones por donde quieras, porque en la uni¨®n est¨¢ la fuerza. ?Viva Dios y viva Ch¨¢vez!". El alborozo final despide al cortejo del gobernador, incluidos 10 escoltas, que abandona la escuela para dirigirse a la hacienda de Ubaldino Morales, primo del presidente.

Hugo de los Reyes arrastra cansancio, las elecciones desgastan a cualquiera. Le cuida muy de cerca el cardi¨®logo cubano H¨¦ctor Vera, un regalo de Fidel Castro, ataviado con una camiseta ("El bravo pueblo vota por Ch¨¢vez") que no permite dudas sobre su compromiso. "Cada tres meses viajamos a La Habana, para vigilar el accidente vascular que aquej¨® al gobernador". El padre del presidente tiene 73 a?os y muchas batallas en el cuerpo. Elena Fr¨ªas vive una segunda juventud. A golpe de bistur¨ª, uno de los mejores amigos de la mujer venezolana. Le gustan las joyas, las marcas de lujo y las gafas de Dolce & Gabbana. En una tierra donde el machismo se luce con orgullo, Fr¨ªas ha evitado los ataques directos de la oposici¨®n, tan galantes ellos. Pero s¨ª sufre los chistes a costa de su querencia por el quir¨®fano. "Otra obra del maestro Ch¨¢vez", repiten con sorna, empleando las mismas palabras que la publicidad institucional.

Do?a Elena no se inmuta. Es la m¨¢s guerrera de la familia. Lleva la voz cantante en las reuniones y corrige las respuestas de su marido.

-Les acusan de enriquecimiento.

-Estas acusaciones injustas nos hieren mucho. Deploramos la guerra sucia que ha emprendido la oligarqu¨ªa contra la revoluci¨®n. Pero estamos llenos de fe y sabemos que el pueblo no les escucha.

Dicen que la fe es creer en lo que no se ve. Y seg¨²n la oposici¨®n, lo que se ve es evidente. La peque?a finca La Chavera ha crecido sin parar. "Y hay m¨¢s, como Laberinto, con 900 hect¨¢reas dedicadas a la ceba del ganado. La Espoleta, un criadero. Y San Judas Tadeo". Las acusaciones son de Antonio Bastidas, ex diputado opositor que creci¨® junto a los Ch¨¢vez. "Y las que no se conocen, porque las manejan los testaferros de Argenis".

Las fincas de los Ch¨¢vez y de sus amigos est¨¢n indultadas. Jam¨¢s correr¨¢n la misma suerte que otras haciendas invadidas y expropiadas por el Gobierno. Como La Marquese?a, que ya no pertenece a sus due?os y que se ha convertido en el s¨ªmbolo chavista de la reforma agraria. M¨¢s contradicciones en la cuna de la revoluci¨®n.

Todo el mundo sabe que quien mueve los hilos del Gobierno es Argenis, apodado "el Colin Powell de Barinas" por su cargo de secretario de Estado, inventado para ¨¦l, y su tez morena. Hoy preside un acto de resistencia ind¨ªgena en un teatro lleno de seguidores. Tras la descarga anticolonialista bromea con los periodistas. "Esto no va con vosotros, es con vuestros antecesores". Argenis es el elegido por do?a Elena para suceder a su padre. S¨®lo falta el visto bueno de Hugo. Y ¨¦se hay que gan¨¢rselo. Un columnista antigubernamental escribi¨® en Caracas que Hugo y Argenis hab¨ªan mantenido una agria discusi¨®n en la ¨²ltima reuni¨®n familiar en La Chavera. El presidente ech¨® en cara a su hermano el veh¨ªculo ¨²ltimo modelo que exhib¨ªa. Incluso la emprendi¨® a golpes con el coche.

Fincas, coches de lujo, tren de vida? Incluso varios sobrinos del presidente estudian en Santa Mar¨ªa, la universidad privada m¨¢s cara de Barinas. Mientras, el presidente apuesta por las universidades bolivarianas y amenaza con acabar con los centros privados.

Adelis Ch¨¢vez es el banquero de la familia revolucionaria. Adem¨¢s tiene un reto: la Copa Am¨¦rica 2007 de f¨²tbol. De momento, las cifras tambi¨¦n empa?an su labor. No es cuesti¨®n de goles, sino de 40 millones de euros, el presupuesto inicial para la remodelaci¨®n del estadio local, adjudicado a dedo a una empresa cercana. A Adelis no le preocupan las cr¨ªticas por un dispendio econ¨®mico que duplica al de otros estadios. Se viste con ch¨¢ndal para posar junto a Duramel, portero de la selecci¨®n, en el renovado c¨¦sped. Y como si fuera un central cl¨¢sico, se defiende con contundencia: "La FIFA nos obliga a estos desembolsos. Pero la oposici¨®n no quiere reconocer nuestros logros".

El gran amigo de juventud del presidente se muerde la lengua. No habla sobre la familia real. Wladimir Ruiz Tirado es un revolucionario radical. Se mantiene en silencio, pero levanta su dedo acusador, dejando a su espalda un mural de Bol¨ªvar.

Los hermanos Wladimir (homenaje a Lenin) y Federico (por Engels) fueron vecinos de juventud y culpables del cambio de apodo del presidente: de Huguito a Tribil¨ªn, personaje de c¨®mic de lo m¨¢s delgaducho. La biblioteca del padre, Jos¨¦ Esteban Ruiz Tirado, se abri¨® de par en par para saciar la sed de saber del joven Ch¨¢vez. Compa?eros en el Liceo O'Leary, Wladimir recuerda las tardes de lectura con Marx, Plejanov o Maneiro, fundador de la izquierdista La Causa R. "Nosotros est¨¢bamos contaminados por el virus del socialismo. Y se lo transmitimos a Hugo".

El historiador Ruiz Tirado, cofundador del partido comunista, se convirti¨® en faro de una generaci¨®n. Incluido aquel fan¨¢tico del b¨¦isbol que con 17 a?os decidi¨® alistarse en la Academia Militar cuando supo que los uniformados dispon¨ªan de entrenadores capaces de empujarle a las grandes ligas. Hugo no conoc¨ªa Caracas. Ni siquiera se hab¨ªa ba?ado en el mar. Barinas quedaba atr¨¢s, empezaba su nueva vida.

Hugo, Ad¨¢n, Argenis, An¨ªbal, Nacho, Adelis? Do?a Elena repasa las fotos familiares en la residencia oficial del gobernador. "?sta en la que estamos todos es del d¨ªa despu¨¦s de la juramentaci¨®n de Hugo Rafael en 1998".

Cookie, el caniche de la familia, hace su entrada en la casa. Un escolta le ha sacado de paseo. Al fondo, un hombre sin camisa dialoga con unos visitantes. Parece que est¨¢ en su casa. Y as¨ª es. Nacho Ch¨¢vez vive entre Barinas y Barinitas, dirigiendo la campa?a electoral. "Yo estoy donde me pone la revoluci¨®n". Nacho supervis¨® el Convenio de Salud con Cuba, "gracias al cual hemos atendido a 20.000 pacientes por toda clase de patolog¨ªas y a 200.000 en la Operaci¨®n Milagro, por cataratas en su mayor¨ªa. En todos los municipios hay un m¨¦dico cubano, 35.000 en total".

?Corrupci¨®n? "Quien no la debe, no la teme. En otros Gobiernos, familiares y amigos del presidente viajaban a los mejores hoteles, con tremendos yates. Nosotros trabajamos de la ma?ana a la noche, como nuestro hermano".

La sombra del presidente es alargada. Tanto como la del gigantesco mu?eco hinchable instalado en una rotonda de Barinas. Imponente, vestido de rojo, el Ch¨¢vez de pl¨¢stico pareciera vigilar todo lo que ocurre en su tierra. Pero cuando llega la noche, el mu?eco tambi¨¦n se va a descansar. Un ni?o toma una foto con su m¨®vil. "Lo guardan para que no se lo lleven los escu¨¢lidos [la oposici¨®n]", dictamina sin la menor inocencia. ?Los escu¨¢lidos? "S¨ª, son el diablo".

En la Venezuela de hoy, amores y odios no saben de medias tintas ni de equidistancias. Y en Barinas, tierra exagerada, incluso les ha surgido su propia guerrilla. Las Fuerzas Bolivarianas de Liberaci¨®n (FBL) han marcado su territorio, a fuerza de pintadas, desde la capital hasta la frontera. Nacidos tras el golpe fallido de 2002, la oposici¨®n acusa al Gobierno: "Son su brazo armado, surgieron para defender a Ch¨¢vez, que no se fiaba del ej¨¦rcito".

Un centenar de hombres viven refugiados en la reserva de La Gabarra. Roban, secuestran, extorsionan y obligan a votar por partidos chavistas. Para la Administraci¨®n no existen, pese a que organizan actos p¨²blicos. En el ¨²ltimo volvieron las amenazas: "Nos ba?aremos en una piscina llena de sangre". El desconocido inventor del FLB ha perdido el control de sus guerrilleros, dedicados al pillaje. M¨¢s violencia para un pa¨ªs que ha sufrido 100.000 asesinatos en los ocho a?os de gobierno revolucionario.

Barinas es la tierra donde todo cabe. Incluida la primera gesta del militar Ch¨¢vez, que no fue el golpe de Estado de 1992. Tuvo lugar 16 a?os antes, en la inauguraci¨®n del estadio Cuatricentenario. Una selecci¨®n local jugaba contra Caracas. "Y Ch¨¢vez sac¨® la bola por all¨¢". Encarnaci¨®n Aponte, entrenador del equipo barin¨¦s, jam¨¢s olvidar¨¢ el jonr¨®n que bautiz¨® el estadio. Un pelotero tan disciplinado como mediocre se rob¨® la fama.

Esa pelota que busc¨® el horizonte le regal¨® su primer momento de gloria. ?Otra premonici¨®n? Ch¨¢vez s¨ª es profeta en su tierra natal. Por eso ha adelantado que en 2021 se retirar¨¢ a alg¨²n rec¨®ndito lugar de los llanos de Barinas. Tierra salvaje junto al r¨ªo Apure, que desemboca en el Orinoco tras cruzar Am¨¦rica. Tierra que cree en diablos y en esp¨ªritus que buscan su destino. Y donde sopla un viento imponente, tan fuerte como la voz de su presidente cuando brama contra Bush. Refugiado en esa Chavezlandia tan distinta a la so?ada, el l¨ªder bolivariano se preguntar¨¢ si ha removido tantas conciencias como vaticin¨® en la dedicatoria del libro de Maisanta. Y contar¨¢ las semillas sembradas en su nueva Venezuela. Y ser¨¢ all¨ª, en la cuna de su revoluci¨®n, donde, al igual que su amigo Fidel Castro, preguntar¨¢ a la historia si se ha ganado su absoluci¨®n.