La RAE, las palabras y las personas
En su art¨ªculo del martes 28 de noviembre en EL PA?S, titulado La RAE y el lenguaje, do?a Amparo Rubiales acusa a la RAE de defender el lenguaje sexista y de denominar ciertas realidades de forma diferente a como lo hacen las leyes y la sociedad. Los datos que aduce sobre la discriminaci¨®n de la mujer son inobjetables, pero las conclusiones que obtiene no son correctas.
Muchas personas parecen entender que, al igual que en el Congreso se hacen las leyes que regulan la convivencia entre los ciudadanos, en la Real Academia se crean las leyes del idioma. No es as¨ª. Las palabras no significan lo que significan porque lo diga el diccionario o porque as¨ª lo hayan decidido los acad¨¦micos en concili¨¢bulo. Los principios que articulan la estructura de la gram¨¢tica tampoco son como son porque los hayan acordado los acad¨¦micos, sea con la participaci¨®n de las mujeres o sin ella. Las lenguas no son, en suma, el resultado de un conjunto de actos conscientes de los individuos.
Critica la se?ora Rubiales a la RAE por defender el llamado empleo gen¨¦rico del masculino, en lugar de aceptar que "el masculino no nos engloba a las mujeres". Varias personas han propuesto que la RAE deber¨ªa adoptar como norma el desdoblamiento generalizado (ni?os y ni?as, espa?oles y espa?olas, diputados y diputadas, etc.). En la pr¨®xima Gram¨¢tica que prepara la RAE, junto con las dem¨¢s Academias de los pa¨ªses hispanohablantes, se va a proponer que el desdoblamiento se limite a las situaciones en las que su ausencia podr¨ªa ser malinterpretada, como en la expresi¨®n Los espa?oles y las espa?olas pueden servir en el ej¨¦rcito. Entendemos que recomendar el desdoblamiento generalizado ser¨ªa un error, y no solo por razones de econom¨ªa ling¨¹¨ªstica, sino sobre todo porque los hechos demuestran que las mujeres no se sienten discriminadas por el uso del masculino en la mayor parte de los casos. Si la se?ora Rubiales le pregunta a una amiga suya a la que no ve desde hace tiempo c¨®mo est¨¢n sus hijos, esta no va a pensar que est¨¢ discriminando a sus hijas. Ninguna de las dos entender¨¢, adem¨¢s, que la pregunta apropiada tendr¨ªa que haber sido ?C¨®mo est¨¢n tus hijos y tus hijas?, y mucho menos (para evitar el desdoblamiento) ?C¨®mo est¨¢ tu descendencia?
Estoy seguro de que la se?ora Rubiales no propone que la Organizaci¨®n de Consumidores y Usuarios pase a llamarse Organizaci¨®n de Consumidores, Consumidoras, Usuarios y Usuarias, o que el mi¨¦rcoles deje de ser el d¨ªa del espectador para ser el d¨ªa del espectador y la espectadora. Aunque diga en su art¨ªculo que "todos son solo ellos, y no lo somos nosotras", estoy igualmente seguro de que no rechaza el uso del pronombre todos que hace el art¨ªculo 15 de la Constituci¨®n Espa?ola (Todos tienen derecho a la vida). Tan dif¨ªcil de aceptar es el desdoblamiento generalizado, que la se?ora Rubiales no lo practica en su art¨ªculo. Usa la expresi¨®n "los propios acad¨¦micos" sabiendo que entre nosotros hay tres prestigios¨ªsimas mujeres (muy pocas, desde luego, pero este es asunto para otra ocasi¨®n). Lo hace sin la m¨¢s leve sensaci¨®n de que con esas palabras est¨¦ ofendiendo a las mujeres porque, en efecto, en su expresi¨®n no hay ofensa alguna.
Existe el lenguaje sexista, pero no son discriminatorias expresiones como el nivel de vida de los peruanos o el horario de atenci¨®n a los alumnos. En ellas no se menciona expresamente a las mujeres, pero est¨¢n -obviamente- comprendidas. La se?ora Rubiales se sorprender¨¢ al saber que un buen n¨²mero de catedr¨¢ticas y profesoras titulares de Ling¨¹¨ªstica y de Lengua de nuestras universidades entienden que en esas expresiones no hay discriminaci¨®n, y este juicio no afecta en lo m¨¢s m¨ªnimo a su compromiso con la defensa de los derechos de la mujer. Como es obvio, tambi¨¦n se usa el hombre para designar al ser humano, o el oso para designar cierto plant¨ªgrado, sea cual sea su sexo. Podr¨ªan a?adirse infinidad de ejemplos similares.
En estos y en otros muchos casos las palabras no discriminan a las mujeres. Lo hacen, en cambio, las pr¨¢cticas sociales y (todav¨ªa) algunas leyes. El uso del masculino como t¨¦rmino no marcado puede ser insuficiente en ciertos contextos, pero de ah¨ª no puede concluirse que "el masculino no engloba a las mujeres". El problema ni siquiera tiene que ver con el g¨¦nero. No hay error en la expresi¨®n Pas¨¦ all¨ª cinco d¨ªas por el hecho de que no se diga ... con sus correspondientes noches, ya que el t¨¦rmino d¨ªa tiene dos sentidos: abarca la noche en uno de ellos, y solo el tiempo en que el sol est¨¢ sobre el horizonte en el otro (en cierta forma, como ocurre con los alumnos o los peruanos).
La Academia describe los usos ling¨¹¨ªsticos que surgen y se extienden, y recomienda los que entiende que se van asentando en la lengua culta. En ning¨²n caso construye o crea el c¨®digo ling¨¹¨ªstico al que esos usos corresponden. Sobre la palabra jueza, que menciona en su art¨ªculo la se?ora Rubiales, dir¨¢ la pr¨®xima Gram¨¢tica que es de uso com¨²n en la Argentina, Venezuela o Costa Rica, entre otros pa¨ªses, si bien no se ha extendido en M¨¦xico ni en Espa?a. ?Deber¨ªa decir otra cosa? Pregunta la se?ora Rubiales: "?C¨®mo llamamos a la uni¨®n entre espa?oles y espa?olas del mismo sexo?". Pues podemos llamarla matrimonio. Si este sentido cuaja y se empieza a generalizar, la RAE contar¨¢ con suficiente documentaci¨®n para a?adir la acepci¨®n correspondiente a la pr¨®xima edici¨®n del Diccionario. Tampoco crea la RAE las reglas de la gram¨¢tica. Es un error pensar que la expresi¨®n unos a otros es discriminatoria si se aplica a un grupo formado por hombres y mujeres, y no ser¨ªa sensato pedir a la Academia que cambie las reglas de la concordancia de g¨¦nero y n¨²mero del espa?ol, similares a las de las dem¨¢s lenguas rom¨¢nicas.
Carece de fundamento la visi¨®n de la RAE como una instituci¨®n insensible a los cambios que marcan el progreso de la sociedad, y es profundamente injusto decir que "sigue defendiendo el lenguaje sexista". La RAE no incorpora las palabras a su diccionario hasta que adquieren vida propia en la comunidad, pero no puede deducirse de ello que la Academia no sigue el comp¨¢s de la sociedad. Dice la se?ora Rubiales que el poder ha sido siempre masculino y que las mujeres solo han alcanzado su condici¨®n de ciudadanas hace tres cuartos de siglo. Son verdades como pu?os, pero verdades ajenas al papel que corresponde a esta instituci¨®n. Nadie negar¨ªa que una parte importante de la estructura de la sociedad se refleja en el lenguaje, pero las convenciones del c¨®digo ling¨¹¨ªstico con el que nos comunicamos no son reflejo directo de la sociedad. Para dirigirse a una directora general en Francia alternan Madame le directeur g¨¦n¨¦ral y Madame la directrice g¨¦n¨¦rale. Muchas francesas prefieren la primera opci¨®n y no consideran discriminatorio ese tratamiento. Lo que s¨ª consideran injusto es que no sea mayor el n¨²mero de las mujeres a las que corresponde alguno de los dos.
Ignacio Bosque es miembro de la Real Academia Espa?ola y ponente de su Comisi¨®n de Gram¨¢tica.
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