En busca de lo desconocido
Profesor de Historia Mundial y Medioambiental en el Queen Mary College de Londres y actualmente titular de la C¨¢tedra Pr¨ªncipe de Asturias de la prestigiosa Tufts University de Boston, el conocido historiador brit¨¢nico Felipe Fern¨¢ndez-Armesto dedic¨® sus primeras investigaciones a la exploraci¨®n europea del espacio atl¨¢ntico durante la Baja Edad Media (Before Columbus, 1988), lo que le llev¨® luego a publicar una de las mejores biograf¨ªas disponibles de Crist¨®bal Col¨®n (Columbus, 1992), antes de cimentar su popularidad en sus grandes panor¨¢micas de historia universal, entre las que deben destacarse Millennium (1995) y Civilizations (2001).
En esta ¨²ltima l¨ªnea, el autor
LOS CONQUISTADORES DEL HORIZONTE. Una historia mundial de la exploraci¨®n
Felipe Fern¨¢ndez-Armesto
Destino. Barcelona, 2006
604 p¨¢ginas. 29 euros
nos propone ahora una historia universal de las exploraciones terrestres y mar¨ªtimas, entendidas en un sentido laxo que nos conduce desde los desplazamientos del homo erectus hace mill¨®n y medio de a?os y del homo sapiens hace cien mil a?os, hasta nuestros d¨ªas, cuando el mundo ha sido ya completamente cartografiado, las distancias se han jibarizado y quedan s¨®lo por emprender algunas aventuras juliovernescas que conduzcan al hombre a los abismos marinos, al interior de la tierra y a los espacios siderales, en busca de alguna vida inteligente ante la imposibilidad de encontrarla entre los humanos, como se ironiza en el libro, citando a los Monty Python.
Un libro que se beneficia de las ambiciosas obras anteriores del autor, de su ponderaci¨®n y de su oce¨¢nica cultura. Tales virtudes le permiten abordar con solvencia las cuestiones m¨¢s debatidas, como puede ser la cl¨¢sica de las causas de los descubrimientos de finales del siglo XV, debidos a la conjunci¨®n de los avances tecnol¨®gicos, la experiencia militar, el af¨¢n proselitista y algunos elementos culturales, entre los que se resalta el influjo de los libros de caballer¨ªa sobre los sue?os de los navegantes. Del mismo modo, es equilibrado su tratamiento de la contribuci¨®n respectiva de los diferentes Estados de los tiempos modernos, destacando las exploraciones espa?olas del siglo XVI (que convierten al Atl¨¢ntico y al Pac¨ªfico en sendos "lagos hisp¨¢nicos") y dando su lugar a la expedici¨®n de Alejandro Malaspina junto a los viajes de James Cook.
Por otra parte, su dominio de los distintos ¨¢mbitos espaciales y temporales nos muestran, junto a las exploraciones atl¨¢nticas, otros caminos y otros mares: la historia de la ruta de la seda, la movilidad entre las dos orillas del oc¨¦ano ?ndico, los periplos de los argonautas polin¨¦sicos en el oc¨¦ano Pac¨ªfico... Y todo ello se combina para presentarnos relatos fidedignos de las navegaciones realizadas al margen de las grandes l¨ªneas de la expansi¨®n europea, como las ¨²ltimamente muy divulgadas del almirante chino Zheng He, que expone seria y documentadamente, sin verse obligado siquiera a rebatir las fabulaciones de Gavin Menzies, casi tan celebradas como las del C¨®digo Da Vinci.
Ahora bien, frente a la cali
dad del texto, la edici¨®n presenta, en cambio, algunas deficiencias realmente chocantes. As¨ª, algunos de los mapas que ilustran la obra (cuya materia es esencialmente geogr¨¢fica, no se olvide) quedan da?ados por groseros errores: el de las primeras poblaciones agr¨ªcolas no incluye ni el valle del Nilo ni el valle del Indo (p¨¢gina 49); el mismo mapa rotula a Nueva Guinea como Nueva Zelanda; otros sit¨²an a Calcuta, tal vez confundida con Calicut, al sur de Goa (p¨¢ginas 172 y 305); otro transforma al lago Erie en el lago Brie (p¨¢gina 364), etc¨¦tera. Y otro tanto ocurre con la traducci¨®n de algunos de los ep¨ªgrafes po¨¦ticos de los cap¨ªtulos, que se dan en el idioma original con versi¨®n del traductor a pie de p¨¢gina. Descoloca que unos versos latinos de Horacio ("Nos manet Oceanus circunvagus / Arca beata petamus arva") aparezcan en castellano bajo el siguiente disfraz: "S¨®lo nos queda el mar que rodea / Y campos so?ados. ?Venid! ?Embarcad!" (p¨¢gina 81).
Pero si podemos disculpar la impericia respecto al lat¨ªn, resultan alucinantes las versiones de algunos de los poemas ingleses, como estos versos de James Elroy Flecker: "Our camels sniff the evening and are glad. / Lead on, O master of the Caravan: / Lead on the merchant princes of Baghdad", que quedan as¨ª: "Los camellos reconocen la ma?ana / ?Andad comerciantes del camino / Andad, infantes de la caravana!". O estos otros: "We travel not for trafficking alone. / By hotter winds our fiery hearts are fanned", quedan "No es codicia lo que nos conlleva / a atirantar el largo hilo lucido". Magn¨ªficos ejemplos para una antolog¨ªa del disparate.
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