Los otros curas
Lejos de las posiciones m¨¢s conservadoras de la jerarqu¨ªa oficial, muchos sacerdotes luchan por una Iglesia m¨¢s cercana a los que sufren y con un mayor papel para los laicos. No se sienten perseguidos ni obsesionados por la moral sexual; ellos tienden puentes con la sociedad y apuestan por los pobres y los emigrantes
Eusebio Losada y Quint¨ªn Garc¨ªa no se conocen. Quint¨ªn es sacerdote en Babilafuente, un pueblo de Salamanca; Eusebio es cura en Sestao, una villa pr¨®xima a Bilbao. Quint¨ªn tiene 61 a?os y Eusebio 49. Quint¨ªn es dominico y Eusebio escolapio. Quint¨ªn es licenciado en Filosof¨ªa, Teolog¨ªa y Periodismo; Eusebio, en Teolog¨ªa e Historia. Quint¨ªn trabaj¨® en una barriada marginal, dio clases en la universidad, y en los ochenta se hizo cura rural cuando nadie quer¨ªa ser cura rural; Eusebio ha dedicado toda su vida sacerdotal a la ense?anza, los j¨®venes y su parroquia. Son dos buenos tipos. Sencillos y austeros. Felices con su trabajo. "Esto no es un cargo, es una tarea". Los dos aman la Iglesia. Los dos son cr¨ªticos con la Iglesia.
En octubre de 2004, Quint¨ªn public¨® Contralamentaciones de un cat¨®lico, un art¨ªculo en defensa de los derechos de los homosexuales. Lo iniciaba con un "me parece muy bien que por fin no sean denigrados por su inclinaci¨®n sexual"; lo conclu¨ªa con un "no usar¨¦ el p¨²lpito de mi comunidad para defender los intereses de los obispos". En la misma l¨ªnea, Eusebio public¨® en mayo de 2005 una reflexi¨®n titulada Matrimonio entre dos personas del mismo sexo que conclu¨ªa: "Espero con alegr¨ªa y satisfacci¨®n la aprobaci¨®n de este proyecto de ley". Quint¨ªn y Eusebio hab¨ªan firmado su pena de muerte eclesi¨¢stica.
Unas semanas m¨¢s tarde, tras una operaci¨®n de acoso y derribo dirigida por su obispo, sin saber de qu¨¦ le acusaban ni posibilidad de defensa, Quint¨ªn Garc¨ªa decidi¨® renunciar a su cargo y sueldo parroquial: "Me adelant¨¦ a que el obispo me leyera la sentencia. No iba a tener fuerzas para guardar las formas reverenciales. Ahora vivo de lo que escribo". Despu¨¦s de un proceso similar, Eusebio Losada sigui¨® su mismo camino. "Antes de que me echaran renunci¨¦ a mi sueldo y parroquia; hoy me gano la vida en un trabajo civil. Soy cura y nunca dejar¨¦ de serlo; pero, por fin, puedo ser fiel a Dios y a m¨ª mismo".
Durante los duros d¨ªas de su proceso, Quint¨ªn y Eusebio apenas recibieron tibias muestras de apoyo de sus compa?eros. Siempre entre susurros. La solidaridad no abunda entre los curas. No es costumbre. "La Iglesia es una dictadura justificada ideol¨®gicamente y aceptada profesionalmente", define un sacerdote. "El gran problema es que en la Iglesia no hay libertad de expresi¨®n", analiza un jesuita represaliado durante el pontificado de Juan Pablo II, "porque, si la hubiera, habr¨ªa libertad de opini¨®n y se podr¨ªa debatir. Por eso, m¨¢s grave que la obsesi¨®n de los obispos por la sexualidad es que los te¨®logos no puedan hablar o no haya libertad de c¨¢tedra".
Desde su triste experiencia, otro jesuita, Juan Masi¨¢, de 65 a?os -un especialista en bio¨¦tica formado en Europa y Jap¨®n, y despojado de su c¨¢tedra en la Universidad Pontificia de Comillas por la jerarqu¨ªa a comienzos de este a?o ("a¨²n no s¨¦ por qu¨¦ me han echado")-, pone la r¨²brica: "Yo dije que el cond¨®n no es cuesti¨®n de fe, sino de sentido com¨²n; que es recomendable para evitar contagios y abortos. Y que en los estudios sobre clonaci¨®n tiene que haber un c¨®digo ¨¦tico, se debe actuar con prudencia y seguir investigando. Pero el cardenal Rouco no traga el disenso. Disentir es explosivo. Algunos piensan que soy un imprudente, pero yo creo que no decirlo ser¨ªa inmoral".
S¨®lo un mes m¨¢s tarde del art¨ªculo de Eusebio, el 18 de junio de 2005, 20 obispos se manifestaban en Madrid, con la refulgente cruz pectoral sobre el terno negro, en contra del proyecto de ley de matrimonios homosexuales. Codo con codo, la c¨²pula del PP. S¨®lo un pu?ado de medios religiosos, como la revista RS 21 -vanguardia informativa del catolicismo m¨¢s avanzado; la de mayor difusi¨®n y con una vibrante presencia en Internet-, se mantuvieron al margen de esa iniciativa pol¨ªtica. "Se nos convoc¨® como cat¨®licos, y como cat¨®licos no est¨¢bamos conformes con esa manifestaci¨®n", asegura su redactora jefe, ?ngeles Romero. Los art¨ªculos de RS 21, editada por la Congregaci¨®n de los Sagrados Corazones, levantan ampollas en el b¨²nker. Algunos les llaman herejes. Ellos siguen su camino. No saben por cu¨¢nto tiempo.
Pero es cierto: hay otra Iglesia. En la que confluyen sacerdotes y laicos ajenos a la alianza de su jerarqu¨ªa con las posiciones pol¨ªticas m¨¢s conservadoras. Invisible, plural, desperdigada y muda. Sin m¨¢s v¨ªnculo entre sus miembros que el Evangelio e Internet. Una Iglesia que no se considera el centro de la sociedad ni espera que todo (incluso las leyes) giren en torno a ella. Que no se siente en posesi¨®n de la verdad. Que busca su espacio y misi¨®n en un pa¨ªs que ya no es cat¨®lico por decreto. A la que no obsesionan los condones ni los homosexuales. Abierta. Que no rega?a. Que trabaja con los excluidos. En las c¨¢rceles, los barrios marginales y el olvidado medio rural; con los sin papeles, los yonquis y las mujeres maltratadas. En la universidad. Que cree en un Estado aconfesional. Que apuesta por la autofinanciaci¨®n. Que tiende puentes con otras culturas y religiones, y no rechaza el proceso para el fin de la violencia en el Pa¨ªs Vasco. Afirma que hay que reflexionar y asesorarse en los temas de reproducci¨®n asistida. Y que el problema de la instituci¨®n va mucho m¨¢s all¨¢ del celibato de los sacerdotes o la ordenaci¨®n de las mujeres ("asuntos que caer¨¢n como fruta madura"). "El problema es qu¨¦ modelo de Iglesia queremos los cat¨®licos para el futuro: el del siglo XIX o el del XXI".
"Es decir, todo lo contrario de lo que ha hecho estos a?os la jerarqu¨ªa, que nos est¨¢ dejando sin clientela", afirma un cura barcelon¨¦s. "Seg¨²n un estudio del a?o 2005 de la Fundaci¨®n Santa Mar¨ªa (que no es sospechosa de nada porque es de los marianistas), en la ¨²ltima d¨¦cada los j¨®venes que se definen como cat¨®licos han descendido del 77% al 49%. Y la ¨²ltima encuesta del BBVA concluye que el colectivo en que menos conf¨ªa la juventud es el religioso. De lo que se deduce que si la Iglesia fuera una empresa, los cardenales Rouco y Ca?izares estar¨ªan en la calle, porque su cuenta de resultados es nefasta. Hay menos ordenaciones, menos gente en misa y ha bajado nuestro prestigio entre los j¨®venes. Esos chicos a los que los obispos montan en autob¨²s para ver al Papa, luego no siguen sus normas de moral sexual. Hay un cisma entre la jerarqu¨ªa y la base. Entre lo que se dice y lo que se hace, entre la doctrina y la pr¨¢ctica".
"De acuerdo, un mill¨®n de j¨®venes van a ver al Papa. Y despu¨¦s, ?d¨®nde se meten? Porque en las iglesias no est¨¢n", se pregunta Emiliano de Tapia, un sacerdote de 54 a?os que ha creado en su parroquia, en el deprimido barrio salmantino de Buenos Aires, todo un modelo para la Iglesia de trabajo social. El s¨®tano de su parroquia es un conglomerado de inserci¨®n dedicado a los olvidados. En la casa de Emiliano viven 12 personas; entre ellas, varios ex presidiarios. Es su forma de vivir el Evangelio. "La caridad sin denuncia es seguirle el juego al poder". Hoy, en su mesa, nos sentamos una veintena de personas en torno a un cocido. Hay dos iran¨ªes, dos africanos, alg¨²n latino. Y Celedonio, un sacerdote de 37 a?os que trabaja en la c¨¢rcel, colabora en tres parroquias y da clases de religi¨®n. El cura Celedonio se suelta: "Estar con los excluidos no vende en la Iglesia actual. La Iglesia oficial est¨¢ por las formas externas, las iglesias bonitas y los curas de negro. Pero no pierdo la esperanza; ojal¨¢ fu¨¦ramos la mitad de curas y fueran los laicos los que tomaran la iniciativa? Pero nos da miedo. Y mientras, la gente se nos va".
Emiliano contin¨²a: "La Iglesia tradicional ha tocado fondo, en alg¨²n momento tiene que hacer crack. Muchos estamos por el cambio. Pero la cuesti¨®n es c¨®mo recoger a esos peque?os grupos aislados. Hay que unir a esa gente que est¨¢ sola, desilusionada, triste. Crear redes. Porque la parroquia de siempre, ya no es la soluci¨®n".
En esa direcci¨®n, en el Pa¨ªs Vasco, Eusebio Losada y el fraile Koldo Rodr¨ªguez ya est¨¢n dedicados a tejer una red de cristianos que busquen colocar el Evangelio en el centro de la Iglesia: "Ser una comunidad de iguales. Hablar de todo en libertad. Superar el binomio curas-laicos. Hoy estamos en una instituci¨®n de obediencia ciega, y la Iglesia est¨¢ para servir, no para mandar".
Un p¨¢rroco del madrile?o barrio de Vallecas trabaja en ese sentido: "No nos podemos quedar en la superficie. M¨¢s importante que exigir el celibato opcional es denunciar el actual estatus de la Iglesia; la Iglesia debe ayudar, acompa?ar, consolar. Debe denunciar el mundo del dinero, la guerra, la especulaci¨®n. Rebelarse. Para empezar, yo no cobro un duro del obispo. Siempre he vivido de mi trabajo". A su espalda, viejas fotograf¨ªas de ?scar Romero y Juan Gerardi, un obispo salvadore?o y un guatemalteco asesinados por defender los derechos humanos: "Ellos consiguen que la Iglesia a¨²n tenga valor para m¨ª".
Muchos quieren el cambio. La Iglesia es m¨¢s plural de lo que la monol¨ªtica composici¨®n de la Conferencia Episcopal puede dar a entender. El problema es el miedo. Los sacerdotes progresistas temen las represalias de la jerarqu¨ªa. Especialmente en las di¨®cesis m¨¢s conservadoras, como Madrid, Burgos, Granada, Toledo, Valencia, Castell¨®n? "Te pueden hacer la vida imposible", explica un cura madrile?o de treintaitantos, enviado al dique seco por hablar m¨¢s de la cuenta. "Nadie movi¨® un dedo por m¨ª. Los sacerdotes que pertenecen a ¨®rdenes, los franciscanos, jesuitas, dominicos, se cuidan entre ellos; pero los diocesanos estamos solos, a expensas del obispo. Sobre todo en Madrid".
-?Madrid? ?Por qu¨¦?
-A Roma le preocupa Madrid, porque todo lo que se publica aqu¨ª llega a Am¨¦rica Latina. Fueron curas espa?oles como Casald¨¢liga, Ellacur¨ªa y Cardenal los que cambiaron la Iglesia de all¨ª. Y en Roma no quieren que se repita. Y ponen a los m¨¢s duros, como a Rouco y antes a Suqu¨ªa.
Hay miedo. La prueba es el amplio n¨²mero de sacerdotes que han participado en este reportaje exigiendo total anonimato. Pero lo curioso es que estos mismos curas cr¨ªticos con la jerarqu¨ªa, situados en lo que se podr¨ªa definir izquierda templada, tambi¨¦n temen que sus palabras se puedan interpretar como un intento de dividir la comunidad cat¨®lica. Romper la unidad de los creyentes. Hay un nebuloso sentido corporativo que hace que muchos se muerdan la lengua. "Lo ¨²ltimo que desear¨ªa es escandalizar a las personas mayores; a gente como mi madre", afirma Javier Vitoria, sacerdote y profesor de universidad en Deusto, muy cr¨ªtico, por otra parte, con el modelo oficial de Iglesia. Una afirmaci¨®n que asumir¨ªan muchos sacerdotes. Carlos Garc¨ªa Ando¨ªn, coordinador de Cristianos Socialistas, intenta explicarlo: "Un cura cuelga su vida al ordenarse, pone todos los huevos en la cesta de la Iglesia: su trabajo, su realizaci¨®n personal, sus afectos. Una persona normal tiene su empleo, familia, ocio. Pero el cura pone toda su vida en la Iglesia. Y un conflicto con la Iglesia es algo que le hace sufrir mucho personal y psicol¨®gicamente. En la Iglesia, al que discrepa no le meten en la c¨¢rcel, le relegan. Pero m¨¢s doloroso que esa marginaci¨®n es el sentimiento de ruptura con su comunidad. Y lo evitan a toda costa".
De ese miedo objetivo y subjetivo ha surgido una Iglesia bis; un archipi¨¦lago de curas que sobrevive poniendo cara de p¨®quer al obispo de turno. Que trabaja con total discreci¨®n en su parroquia, no proscribe los condones y torea como puede las consignas decimon¨®nicas de los obispos, que van desde el uso obligatorio del alzacuellos hasta negar la comuni¨®n a los divorciados, prohibir las confesiones comunitarias o evitar que las mujeres administren la comuni¨®n. Lo explica un sacerdote castellano que trabaja en el ¨¢mbito de la marginalidad: "Yo estoy en contra de las ideas de mi obispo; hace 20 a?os que no me pongo el clergyman, pero tengo claro que lo importante es ayudar a los excluidos. Sacarlos adelante, aunque me tenga que vestir de cura para que el obispo se calle".
Enrique de Castro, de 63 a?os, sacerdote en Vallecas desde 1972, es cr¨ªtico con esa concepci¨®n d¨²ctil del sacerdocio. Animador de la humilde parroquia San Carlos Borromeo junto al sacerdote Javier Baeza -donde han logrado construir una comunidad dominada por el cari?o, la solidaridad y el di¨¢logo-, recibi¨® antes del verano la visita admonitoria de uno de los auxiliares de Rouco. Puede estar cerca el fin de su sue?o. Sin embargo, Enrique de Castro L¨®pez-Cortijo, un cura obrero de origen burgu¨¦s que se gan¨® la vida como taxista y pintor para vivir como los humildes, no se calla: "Muchos sacerdotes no dan el ¨²ltimo paso porque temen romper la unidad de la Iglesia. El cord¨®n umbilical; quedarse sin nada tras toda una vida. '?Qu¨¦ pintamos fuera de la Iglesia?', se preguntan. Aqu¨ª dentro eres alguien. Dicen que no hablan por prudencia, pero muchas veces es por cobard¨ªa. Porque a nivel privado hay una ruptura total entre la jerarqu¨ªa y los curas; pero al final, pocos se mojan, por una fidelidad mal entendida. Claro, que todos tenemos nuestros miedos".
Y los miedos de la Iglesia espa?ola no acaban ah¨ª. A su vez, la jerarqu¨ªa se siente atemorizada ante la sociedad actual. Ante los cambios culturales. Tiene miedo a vivir en una sociedad secularizada, a competir con otras Iglesias; teme la libertad de expresi¨®n, los avances cient¨ªficos, la cercan¨ªa de los sacerdotes con el mundo. "Antes, la Iglesia organizaba la vida del individuo; hoy disfrutamos de libertad individual, y la sociedad ya no entiende a esa instituci¨®n paquid¨¦rmica en la que no hay igualdad de g¨¦nero y que te impone c¨®mo debe ser tu sexualidad. La Iglesia es la instituci¨®n m¨¢s refractaria al cambio cultural. Siempre han impuesto las normas, y el cambio cultural les ha hecho rearmarse en su identidad m¨¢s conservadora", explica Carlos Garc¨ªa de Ando¨ªn.
"La Iglesia s¨®lo sabe vivir perseguida o en el poder. El martirio siempre atrae clientela, y? mandar lo hemos hecho desde el siglo IV", argumenta Francesc Romeu, de 47 a?os, p¨¢rroco de San Francisco de As¨ªs, en Barcelona, y profesor de comunicaci¨®n. "Y ahora, sin m¨¢rtires ni poder pol¨ªtico, la Iglesia no se acostumbra a su nuevo papel". Para un jesuita, "los obispos han vuelto a sus cuarteles de invierno y nos toca a nosotros abrir las ventanas para que entre el aire fresco, como intent¨® Juan XXIII con el Concilio Vaticano II".
El mito del Concilio (1962-1965). La esperanza de una radical puesta al d¨ªa de la Iglesia que nunca se llev¨® a cabo. Entre 15.000 y 20.000 curas abandonaron, en todo el mundo, el sacerdocio en aquellos a?os de efervescencia. Ante el espanto del papa Pablo VI. Despu¨¦s, el enroque. Y la contrarreforma. A partir de 1978, a cargo de Juan Pablo II. Y sus peones en cada pa¨ªs. Una estrategia intervencionista. Con un perfecto orden de batalla. Primero, el nombramiento de obispos j¨®venes y d¨®ciles. A continuaci¨®n, un f¨¦rreo control de los seminarios. Despu¨¦s, la censura en las revistas religiosas. El cese de los te¨®logos renovadores. El control de las c¨¢tedras. La persecuci¨®n de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n. Todo engrasado con el avance de los movimientos neoconservadores. Que a finales de los ochenta ya copaban los seminarios. "Con el cardenal Taranc¨®n, los seminaristas viv¨ªamos en los barrios m¨¢s pobres. En 1990, con el cambio de rumbo nos obligaron a volver al seminario. Fueron a?os duros: pon¨ªas un cartel del Dos de Mayo y te colocaban encima uno de la vigilia de la Inmaculada. De los 19 que nos ordenamos, 13 eran neocon. Y ¨¦sa puede ser la proporci¨®n de j¨®venes curas conservadores frente a los progresistas: de tres a uno", explica el sacerdote Javier Baeza, de 39 a?os. A comienzos de los noventa no quedaba en Espa?a ni rastro del Concilio. Muchos sacerdotes se marcharon. Otros se plegaron. Era el fin del sue?o de una Iglesia abierta.
Desde su casita de barro en San F¨¦lix (Brasil), rodeado por un coro de gallinas que se cuelan a trav¨¦s del tel¨¦fono, el obispo Pedro Casald¨¢liga, de 78 a?os, recuerda su llegada a Brasil en 1968, al hilo de ese Concilio. "En Am¨¦rica hemos tenido la suerte de vivirlo de una forma muy incisiva. Como una opci¨®n real por los derechos humanos. Y ha provocado recelos en el Vaticano, tem¨ªan que rompi¨¦semos la Iglesia. Yo le dije al Papa: estamos por la unidad, pero no por la uniformidad. La cabeza se te adapta al lugar en el que est¨¢s: si vives entre pobres, piensas muy distinto que si vives en la abundancia. Yo no podr¨ªa ser obispo de Madrid; soy un obispo sencillo, comprometido con las causas del pueblo. En Europa, el obispado est¨¢ demasiado sacralizado".
-?Y la Iglesia en Espa?a?
-Ha estado inmersa en el nacionalcatolicismo. Ya pas¨® lo de ser religi¨®n oficial, pero algunos no se han enterado. La Iglesia no puede olvidar que Espa?a es hoy un pa¨ªs plural; que tambi¨¦n es musulm¨¢n y evang¨¦lico y agn¨®stico. No puede ser prepotente sino dialogante.
-Los j¨®venes est¨¢n muy lejos de la Iglesia espa?ola. ?C¨®mo se les puede atraer?
-Si somos coherentes, sencillos, austeros; si renunciamos al lujo y la prepotencia, a las subvenciones; si vamos a los necesitados, seremos aceptados como una alternativa de vida, no como una simple obligaci¨®n.
En 1989, Casald¨¢liga, que estuvo a punto de ser asesinado en 1977, era propuesto para el Nobel de la Paz en reconocimiento a su apuesta por los sin tierra. En 1998, otro obispo espa?ol afincado en Latinoam¨¦rica, Nicol¨¢s Castellanos, de 71 a?os, consegu¨ªa el Premio Pr¨ªncipe de Asturias a la concordia. Nombrado obispo de Palencia por Pablo VI en 1976, Castellanos dej¨® el cargo en 1991 para trabajar en Santa Cruz de la Sierra, una de las regiones m¨¢s deprimidas de Bolivia. "En Am¨¦rica, la Iglesia ha devuelto la esperanza a la gente; es la instituci¨®n de mayor credibilidad gracias a su compromiso frente a la pobreza. En Bolivia, todos los avances se deben a la Iglesia. Estamos en todos los movimientos sociales y reivindicativos. ?sa es nuestra Iglesia".
-?C¨®mo ve la Iglesia en Espa?a?
-El Evangelio est¨¢ asfixiado por la instituci¨®n. Y los sacerdotes no tenemos que dejarnos ahogar por la instituci¨®n, sino estar cerca de la gente. La Iglesia en Espa?a es cerrada e involucionista. Hoy no da esperanzas a la gente.
?ngel Aguado tiene 53 a?os. Desde el comienzo de su carrera apost¨® por el apostolado rural. Fue colaborador del obispo Castellanos. En los noventa le toc¨® bregar con la crisis de la miner¨ªa en la comarca palentina de Guardo, que provoc¨® inmensos problemas sociales, desde la droga hasta el desempleo. Luch¨®. Sufri¨® mucho. Hoy es p¨¢rroco en Villamuriel de Cerrato, un pueblo de Palencia que alberga una gran factor¨ªa de Renault y comienza a tener problemas sociales con la nueva inmigraci¨®n. ?ngel nos recibe en su parroquia del siglo XII. Hace mucho fr¨ªo. La niebla esconde el campanario. Desde aqu¨ª, ?ngel ha creado una asociaci¨®n intercultural para promover la integraci¨®n de los inmigrantes. Sin olvidar su tesis doctoral, centrada en el cambio cultural de la sociedad y el consiguiente desaf¨ªo para la acci¨®n pastoral. "La Iglesia no sabe conectar con la nueva sociedad. Est¨¢ perdida. Y a no ser que consienta convertirse en un gueto, donde s¨®lo tengan cabida los grupos de pensamiento conservador, las comunidades cristianas deben convertirse en un lugar abierto para la reflexi¨®n y el debate; donde se trabaje a favor de la dignidad y la justicia. Nuestra obligaci¨®n es, m¨¢s que nunca, tender puentes".
Una iniciativa que el jesuita Manuel Plaza, de 70 a?os, ha convertido en el centro de su vida. Dirige desde Burgos el Centro Ignacio Ellacur¨ªa "como un espacio de di¨¢logo intercultural e interreligioso en pro de los derechos humanos; para tender puentes entre el cristianismo y la izquierda. Un lugar para asumir el reto de la inmigraci¨®n, del proceso de paz en el Pa¨ªs Vasco; para enfrentarnos a la violencia de g¨¦nero".
La actividad de Manolo Plaza, por cuyo foro han pasado Ram¨®n J¨¢uregui, Patxi L¨®pez o Margarita Robles, es la punta del iceberg de la silenciosa e intensa labor progresista de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, que vuelve a ser punta de lanza de la Iglesia tras una amarga traves¨ªa del desierto durante el papado de Juan Pablo II. Plaza sigue trabajando temporadas en El Salvador. En el entorno donde fue asesinado en 1989 por el ej¨¦rcito salvadore?o su amigo Ignacio Ellacur¨ªa junto a otros cinco jesuitas. La inmediata reacci¨®n de Manuel Plaza aquel tr¨¢gico 16 de noviembre fue denunciar a la prensa "que detr¨¢s de los asesinatos estaba el Gobierno norteamericano; hoy parece muy fuerte, pero con Reagan se hac¨ªan barbaridades en nombre de la seguridad. Como hoy con Bush".
El pasado s¨¢bado 25 de noviembre era ordenado en San Sebasti¨¢n el sacerdote m¨¢s joven de Espa?a: Unai Manterola, de 26 a?os. Llega al sacerdocio como una v¨ªa "para conseguir un mundo m¨¢s digno y m¨¢s justo". El padre Manterola cree en una Iglesia de los pobres y que respete el derecho de los pueblos a decidir su futuro. Con su cerrado acento de Zumaia, Unai Manterola se indigna ante los juicios morales de la jerarqu¨ªa sobre el proceso de paz en el Pa¨ªs Vasco: "Yo escucho condenar el proceso de di¨¢logo, y alucino. Es como si yo me pongo a hablar del Estatuto valenciano o de la pol¨ªtica agraria en Andaluc¨ªa; pues no tengo ni idea. Que hablen de lo que saben. Porque hablan de paz, pero yo no vi a ninguno en las manifestaciones contra la guerra de Irak".
Manterola afirma con vehemencia que su di¨®cesis es un oasis frente a lo que pasa en Madrid, Castilla o Valencia. Que aqu¨ª no mandan los neocon. Que en Euskadi, los curas no se sienten rechazados. Un argumento que comparten la mayor¨ªa de los sacerdotes catalanes y vascos consultados. No andan descaminados. Los ciudadanos en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco est¨¢n en paz con una Iglesia que apenas apoy¨® el fascismo ni la dictadura. Hubo curas vascos y catalanes en la c¨¢rcel y el exilio. Dos obispos, Mateo M¨²gica y Francesc Vidal, se negaron a firmar el documento de "la Cruzada". Y la sociedad no lo olvida.
En Barcelona, el sacerdote Antoni Matabosch, de 70 a?os -catedr¨¢tico; presidente de la Fundaci¨®n Joan Maragall, Cristianismo y Cultura, y ec¨®nomo de la di¨®cesis-, afirma contundente: "Aqu¨ª la Iglesia no es de derechas. Ni nos sentimos perseguidos por los socialistas. Aqu¨ª los cristianos votan a todos los partidos; al PSC, y a Ciutadans, y a Iniciativa. Y si un obispo se pusiera aqu¨ª a hablar desde la derecha le dir¨ªan: ?c¨¢llese usted! De hecho, a un porcentaje mayoritario de los curas catalanes les parece fatal la Cope. Deber¨ªa emitir el mensaje de Cristo y no estar s¨®lo con un partido, y menos a¨²n con el ala de extrema derecha de ese partido. Una emisora del episcopado no puede mentir, atacar, insultar. Debe poner en relaci¨®n distintas tendencias sociales y pol¨ªticas; si encona, no es Iglesia".
Javier Vitoria, profesor de teolog¨ªa, escritor y responsable de una ong para la cooperaci¨®n, vive en Bilbao con su madre, de 90 a?os. La noche es inh¨®spita. Su primera reflexi¨®n en torno al proceso de paz en el Pa¨ªs Vasco es la siguiente: "En este pa¨ªs, o se est¨¢ con la paz, o no se est¨¢". Vitoria fue una de las primeras voces en criticar la ambigua posici¨®n de los obispos vascos con las v¨ªctimas del terrorismo. No es una figura complaciente con el nacionalismo. Sin embargo, apuesta por el di¨¢logo. "Dialogar nunca es inmoral. Y la Iglesia debe acompa?arlo sin protagonismo, con humildad; debe escuchar m¨¢s que hablar, estar atenta a las v¨ªctimas. Y no dar voces, como hace alg¨²n cardenal, que parece mucho m¨¢s preocupado por la unidad de Espa?a que por los cayucos que llegan o por la cohesi¨®n social de este pa¨ªs".
Una reflexi¨®n que comparten muchos curas, que consideran un cat¨¢logo de obviedades los juicios pol¨ªticos de la Conferencia Episcopal sobre el di¨¢logo en el Pa¨ªs Vasco. Aun as¨ª, los optimistas esperan que el pontificado de Benedicto XVI, sumado a la presidencia de la Conferencia de Ricardo Bl¨¢zquez, obispo de Bilbao y hombre moderado, suponga una renovaci¨®n para la Iglesia. Los pesimistas afirman que la revoluci¨®n nunca se podr¨¢ hacer desde arriba. Y que es preferible que las iglesias se vac¨ªen para empezar desde cero.
En Babilafuente, Quint¨ªn Garc¨ªa lleva dos a?os sin sueldo por expresar su opini¨®n. Subsiste gracias a la camarader¨ªa de Pedro, Luis, Alfredo y Bernardo, los dominicos con los que vive en comunidad. Hace un par de meses consigui¨® el galard¨®n de poes¨ªa de la Kutxa, por su poemario Carne en fulgor. El premio estaba dotado con 10.000 euros. Est¨¢ feliz. "Dios aprieta, pero no ahoga".
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