Narices con poco olfato
S¨ª, ya he hablado de esto numerosas veces, pero si ellas insisten, tambi¨¦n habr¨¢ que insistir en salirles al paso. En las ¨²ltimas semanas ha habido una en¨¦sima ofensiva contra la Real Academia y en general contra la lengua espa?ola, por parte de la Directora del Instituto de la Mujer, de dos "expertas" con "sus ¨²ltimos trabajos en contra del lenguaje sexista" (causa perplejidad que una de ellas sea nada menos que Decana de una Facultad de Filosof¨ªa y Letras), y de una Consejera del Consejo Consultivo de Andaluc¨ªa, que adem¨¢s es profesora universitaria. Estas se?oras no proponen nada no o¨ªdo ya mil veces: que se diga cada vez "los espa?oles y las espa?olas", o quiz¨¢ "la espa?ol¨ªa", y "los ni?os y las ni?as", o bien "la infancia"; que prescindamos para siempre del uso del plural gen¨¦rico, porque cuando oyen o leen "todos", ellas no se sienten representadas, sino excluidas y discriminadas; que se emplee "jueza", "cancillera", "bedela", "gerenta" y me imagino que "j¨®vena", siguiendo a aquella pionera creativa, Carmen Romero; que la Academia "articule medidas para incorporar a m¨¢s mujeres", dando por descontado que las acad¨¦micas presentes y futuras razonar¨ªan de manera tan ramplona como ellas por el mero hecho de ser mujeres (eso s¨ª que es sexismo a ultranza), y olvidando que fue Mar¨ªa Moliner quien, sin influencias varoniles, hizo el mejor diccionario de nuestra lengua sin incurrir en desvar¨ªos.
A las se?oras Rosa Peris, Mercedes Bengoechea, Eul¨¤lia Lled¨® y Amparo Rubiales lo que les fastidia sobremanera es que esta lengua sea romance o neolatina. Lo que en ella ocurre con el plural gen¨¦rico no es distinto de lo que ocurre en el franc¨¦s y el italiano (y supongo que en el catal¨¢n, el portugu¨¦s, el gallego, el rumano) y ya ocurr¨ªa en el lat¨ªn, por lo que deber¨ªan elevar sus quejas a las deidades romanas, o en su defecto a S¨¦neca, Horacio, Virgilio, T¨¢cito, Tito Livio, Juvenal y Ovidio. Pero es que adem¨¢s ese empe?o que tantos tienen de imponernos el plural repetido es demag¨®gico y falso, porque nunca nadie lleva la f¨®rmula -como deber¨ªa, para resultar sincero- hasta sus ¨²ltimas consecuencias, ni contin¨²a toda su parrafada, por tanto, con el insoportable y lerdo uso doble: "Los empleados y las empleadas madrile?os y madrile?as est¨¢n descontentos y descontentas por haber sido instados e instadas, y aun obligados y obligadas, a declararse cat¨®licos y cat¨®licas, o fielos y fielas a otros credos, o bien agn¨®sticos y agn¨®sticas o incluso ateos y ateas". Nunca he o¨ªdo a Ibarretxe, por mencionar a un duplicante conspicuo, ser coherente con sus "vascos y vascas" iniciales. Y no es de extra?ar, porque si lo hiciera, como pretenden estas se?oras, a buenas horas iba nadie a escucharle. En cuanto a la sustituci¨®n de "los ni?os" por "la infancia" y simplezas semejantes, iba a quedar muy natural en frases como "la infancia es que es muy traviesa" o "qu¨¦ pesada se pone la infancia". Tienen sentido de la lengua estas damas, sobre todo literario.
En su susceptibilidad extrema, ven machismo y sexismo por doquier, hasta donde no lo hay. Si en espa?ol se dijera "juezo", "cancillero", "bedelo", "gerento" o "j¨®veno", pase que se propiciaran sus correspondientes en femenino; pero es que no se dice, y no habr¨ªa ning¨²n problema, en consecuencia, en hablar de la juez, la canciller, la bedel, la gerente o la joven. Tambi¨¦n exigen que el vocablo "miembro" coexista con "miembra", sin darse cuenta, una vez m¨¢s, de que hay t¨¦rminos invariables que por su terminaci¨®n en o o en a no indican g¨¦nero alguno. Llevando hasta el final su razonamiento (es un decir), al tratarse de varones habr¨ªa que emplear "v¨ªctimo", "colego", "persono", "poeto", "preso del p¨¢nico" y "mendo lerendo", entre otros horrores. Y lo mismo con los animales: a los varones no nos ofende decir "una tortuga macho", en vez de convertir al pobre bicho en un "tortugo", y a sus colegas en "hienos", "focos", "morsos", "serpientos", "boos", "jirafos" y "zebros".
Pero lo m¨¢s grave es la ignorancia de estas se?oras respecto a la funci¨®n de la Academia, y el esp¨ªritu dictatorial que delatan. La Academia no ordena ni impone ni exige: tan s¨®lo orienta, sugiere, recomienda, aconseja. No obliga, y la prueba la tenemos en las barbaridades que leemos y o¨ªmos en la prensa a diario, sin que se multe a nadie por ello. El Diccionario, a su vez, no dicta normas, sino que las recoge y las refleja. La se?ora Rubiales, sin embargo, se pregunta en un art¨ªculo: "?Tiene derecho la RAE a denominar a las cosas de forma diferente de como lo hacen las leyes y la realidad espa?ola?" La realidad es subjetiva y variada, as¨ª que dej¨¦mosla, por inaprehensible. Lo que deber¨ªa saber es que todos tenemos derecho a denominar a las cosas como nos venga en gana, menos las leyes, justamente. Ya es muy grave que en a?os recientes el Congreso se haya permitido decretar c¨®mo hemos de escribir La Coru?a, Gerona o L¨¦rida ? en castellano. Y s¨®lo faltar¨ªa que por ley se nos dijera c¨®mo hemos de hablar, o con qu¨¦ vocabulario. Nada de eso compete a ning¨²n pol¨ªtico, por mucho que siempre quieran meter las narices en todo. Ser¨ªa de agradecer que tampoco las metieran mucho estas se?oras con poco olfato.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.