La victoria de Israel
Todav¨ªa no es la guerra civil, pero los palestinos parece que act¨²en en un escenario especialmente dise?ado por el Gobierno de Ehud Olmert, en el que, nadie en Europa deber¨ªa olvidarlo, figura Avigdor Lieberman, reputado por propugnar la deportaci¨®n de los ¨¢rabes israel¨ªes a Jordania o dondequiera que sea, a extramuros de un Estado sionista territorialmente m¨¢s que redondeado.
El gui¨®n merecer¨ªa estar escrito por Israel, con el benepl¨¢cito del gran democratizador a sangre y fuego de Oriente Pr¨®ximo, el presidente norteamericano George W. Bush. Las conversaciones para la formaci¨®n de un Gabinete de unidad entre Al Fatah, del presidente Mahmud Abbas, y Ham¨¢s, del primer ministro Ismael Haniya, ten¨ªan que fracasar y ante el prolongado punto muerto, el jefe del Estado sin Estado resolv¨ªa convocar elecciones anticipadas, como efectivamente ha ocurrido, y el movimiento integrista y de terror, sinti¨¦ndose despojado de lo que hab¨ªa ganado en las urnas, o bien iniciaba entonces las hostilidades o, si no pod¨ªa impedir que se celebraran los comicios, los boicoteaba antes que arriesgarse a perderlos. Mejor a¨²n, la realidad acud¨ªa en auxilio en refuerzo de la teor¨ªa cuando Olmert anunciaba el lunes su apoyo al presidente palestino y, para hurgar m¨¢s en la herida, su voluntad de reunirse con Abbas, para lo que no hab¨ªa mostrado ninguna prisa hasta la fecha. M¨¢s le?a al fuego, porque a quien vote Israel es como darle el beso de la muerte ante la opini¨®n palestina.
Y todo ello encaminado a generalizar el caos, si no el enfrentamiento abierto, en el que la llamada a elecciones pasa incluso a segundo plano, hasta el punto de que lo que menos importa es si van a tener lugar y hasta qui¨¦n las gane. La destrucci¨®n progresiva de la sociedad palestina es el verdadero objetivo de una mec¨¢nica inexorable que comenz¨®, en su fase actual, con la supresi¨®n de la ayuda de la UE y Estados Unidos, y el impago de lo que Israel debe por exportaciones a trav¨¦s de su territorio a la Autoridad Palestina. Pero tanto como destrucci¨®n hay que decir suicidio porque, como actores disciplinados que son, Al Fatah al igual que Ham¨¢s interpretan su papel sin saltarse una coma. Ham¨¢s se niega a renunciar al terror y todav¨ªa menos est¨¢ dispuesto a negociar un mutuo reconocimiento con Israel -que es cierto que el Gobierno de Jerusal¨¦n ni quiere, ni necesita- y as¨ª Estados Unidos y el Estado sionista se consideran legitimados para perseverar en su tenaza sobre un pueblo al que no reconocen, por mucho que vote, ni con Al Fatah ni con Ham¨¢s, como interlocutor v¨¢lido.
Mahmud Abbas, que hace de la contemporizaci¨®n su mayor actividad profesional, da entonces el paso que enciende la mecha: unas elecciones con las que piensa recuperar el control del Gabinete, al tiempo que trata de que sus adversarios liberen, de grado o por fuerza, al soldado israel¨ª que tienen en su poder desde hace meses; en s¨ª misma, una medida prudente, pero que no dejar¨¢ de envenenar m¨¢s si cabe los ¨¢nimos en los territorios ocupados. Ha sido, sin embargo, Ham¨¢s quien primero arruin¨® su posici¨®n por mantenerlo en cautiverio, sin que eso haya servido a ning¨²n prop¨®sito pol¨ªtico digno ni identificable.
Al borde del abismo, que parece su forma preferida de expresarse, Al Fatah y Ham¨¢s tratan hoy de negociar de nuevo la formaci¨®n de un Gobierno que tiene, en cualquier caso, cero posibilidades de ser aceptado por Israel y muy pocas por Estados Unidos. ?Y Europa? Mira a los dem¨¢s a ver si le dan alguna pista. Un acuerdo tambi¨¦n, que si llegara, aunque significar¨ªa el enterramiento del proyecto electoral, dif¨ªcilmente podr¨ªa mover a Ham¨¢s a dejar de ser lo que es para persuadir al movimiento de que reconociera a Israel, ni a la Autoridad Palestina de Abbas a que admitiese que toda su m¨ªmica, a veces pat¨¦tica, para llamar la atenci¨®n de Washington no sirve absolutamente de nada. Su antecesor y fundador del movimiento palestino, Yasir Arafat, tambi¨¦n se estrell¨® ah¨ª. Y en lo que ambas fuerzas coinciden, proponer como soluci¨®n del conflicto la oferta de la Liga ?rabe de marzo de 2002, de reconocimiento pleno de Israel por parte de todos sus miembros a cambio de una retirada israel¨ª igual de estupenda, es algo que deja indiferente a Jerusal¨¦n, porque lo que quiere es territorios por paz en lugar de comprar la paz con territorios: alrededor de la mitad de Cisjordania y toda la Ciudad Vieja, como han dicho en numerosas ocasiones sus l¨ªderes, desde el inanimado Sharon al inerte Olmert, en violaci¨®n de la resoluci¨®n 242 del Consejo de Seguridad.
Pero la vida nunca se detiene y eso el ¨¢rabe lo sabe mejor que nadie. Mientras los dos bandos se acechan a un paso del precipicio, en Jerusal¨¦n oriental los mercaderes palestinos, con la neutralidad implacable del negocio, venden banderines y gallardetes de las facciones enfrentadas: Al Fatah, Ham¨¢s, Yihad Isl¨¢mica, y el Frente Popular para la Liberaci¨®n de Palestina, que el visitante puede llevarse como recuerdo de la guerra que viene. Esa guerra ser¨ªa la gran victoria de Israel.
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