Breve historia del 'president' ca¨ªdo
El Estatuto debilit¨® al PSOE y propici¨® la sustituci¨®n de Maragall y el ascenso de Montilla a la Generalitat
nadie me pidi¨® que me volviera a presentar". Esa era la lac¨®nica s¨ªntesis que un resignado Pasqual Maragall hac¨ªa a este diario el pasado 19 de noviembre sobre el motivo por el cual no hab¨ªa optado a la reelecci¨®n como presidente de la Generalitat de Catalunya. Maragall se hab¨ªa quedado aislado en su propia casa pol¨ªtica socialista. Primero fue el PSOE y despu¨¦s el PSC los que le empujaron al ostracismo, hasta que, el 20 de junio pasado, se produjo la noticia irreversible, dura para unos y satisfactoria para otros: el presidente anunci¨® que no participar¨ªa en la carrera hacia la presidencia de la Generalitat.
La espoleta que hab¨ªa hecho estallar la bomba de la retirada de Maragall era el Estatuto catal¨¢n. Un texto que hac¨ªa descender y tambalear al PSOE en las encuestas y, en proporci¨®n inversa, aupaba y ofrec¨ªa munici¨®n a un PP pol¨ªticamente h¨¢bil, que con una ¨¦tica de trazo grueso se adentraba en el brumoso territorio del enfrentamiento entre comunidades. Y es que el terreno estaba abonado. Muchos ciudadanos se preguntaban desde fuera de Catalu?a c¨®mo un presidente socialista permit¨ªa que un proyecto tan ambicioso fuese aprobado por el Parlamento catal¨¢n, poniendo en un brete la promesa hecha durante la campa?a de las legislativas de 2004 por Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Desde Moncloa y Ferraz se tachaba a Maragall poco menos que de irresponsable. Consideraban que no deb¨ªa volver a presentarse. El sindicato de intereses con Converg¨¨ncia i Uni¨® era, en este terreno, m¨¢s que notable. La federaci¨®n nacionalista condicionaba su s¨ª al Estatut a que Maragall no volviera a revalidarse por las urnas: tem¨ªan un aumento de popularidad del pol¨ªtico socialista que ya en 1999 hab¨ªa sacado m¨¢s votos que el hasta entonces imbatible Jordi Pujol, y que, en 2003, super¨® al delf¨ªn pujolista, Artur Mas. La operaci¨®n de CiU consisti¨® en facilitar la bandeja para servir la cabeza del Bautista Maragall: primero subiendo el Estatuto a cotas soberanistas y luego rebaj¨¢ndolo con Zapatero.
CiU facilit¨® la ca¨ªda del 'president' subiendo el Estatuto a cotas soberanistas y luego rebaj¨¢ndolo
Fueron muchos desencuentros y errores para tres a?os, culminados por un Estatuto impopular
Maragall reconoci¨® que Zapatero ya le pidi¨® en el verano de 2005 que no volviera a presentarse
El sacrificio
El presidente catal¨¢n se convert¨ªa para unos y para otros, por motivos distintos aunque parad¨®jicamente coincidentes, en el hombre a sacrificar en el altar de un Estatuto que reconoc¨ªa a Catalu?a como naci¨®n y mejoraba sustancialmente su financiaci¨®n. El alcalde de la Barcelona ol¨ªmpica, el presidente que reform¨® el Estatuto ha acabado saliendo en 2006 de la escena sin estar arropado por su propia familia pol¨ªtica. Aunque el proyecto auton¨®mico actu¨® de espoleta, la bomba estaba ya cargada con la metralla de los vaivenes pol¨ªticos del Gobierno tripartito catal¨¢n. Maragall no fue, desde luego, ajeno a todo ello. La relaci¨®n no es corta: la expulsi¨®n de Josep Llu¨ªs Carod del Ejecutivo catal¨¢n, en 2004, tras la entrevista con ETA; los sondeos del PSOE a una docena de alcaldes catalanes para presentar listas alternativas a las del PSC, tras el viaje de Carod a Perpi?¨¢n; las cr¨ªticas de ERC a la candidatura ol¨ªmpica de Madrid, a la que se uni¨® el boicoteo al cava; la campa?a del PP en toda Espa?a contra el Estatuto; la crisis del 3% de comisiones a los gobiernos de CiU en la licitaci¨®n de obra p¨²blica; el episodio de la corona de espinas en la tienda de souvenirs del viejo Jerusal¨¦n; los intentos fallidos de Maragall de remodelar su Gobierno... Muchos desencuentros y errores para tres a?os, culminados por un Estatuto impopular, seg¨²n los sondeos, a los ojos de la mayor¨ªa de los espa?oles.
A la vista de todas estas circunstancias era f¨¢cil adivinar que las relaciones entre Rodr¨ªguez Zapatero y Maragall no iban tampoco a ser f¨¢ciles en 2006. El ex presidente de la Generalitat ha reconocido p¨²blicamente que su hom¨®logo en el Gobierno central ya le transmiti¨® en el verano de 2005 la conveniencia de que no se volviera a presentar. Ya ese a?o, su propio partido, el PSC, le arroj¨® el primer jarro de agua fr¨ªa. Fue en octubre del a?o pasado, cuando el aparato socialista se opuso frontalmente a una remodelaci¨®n de su gabinete. La expresi¨®n pl¨¢stica de este desencuentro fue el fresco que pint¨® el portavoz del PSC en el Parlament, Miquel Iceta. En una intervenci¨®n cuando menos heterodoxa, durante el debate de pol¨ªtica general de 2005, Iceta glos¨® la figura de todos los consejeros que Maragall se hab¨ªa propuesto destituir. Era la forma del PSC de marcar territorio. Fue la primera muestra p¨²blica del cruz y raya con el que el PSC hab¨ªa marcado el futuro del entonces presidente de la Generalitat.
Dentro del PSC se hab¨ªa instalado la idea de que Maragall no deb¨ªa repetir. Durante la campa?a del refer¨¦ndum estatutario de junio de 2006 la tensi¨®n entre el s¨¦quito presidencial y el del partido propiamente dicho se palpaba cada vez que una pancarta -ante la indefinici¨®n sobre qui¨¦n ser¨¢ el candidato socialista a la Generalitat- reclamaba en alguno de los actos "Maragall, president". "El PSC no aguantar¨¢ otra campa?a contigo", le espet¨® a bocajarro al presidente catal¨¢n el que ha resultado ser su sucesor, Jos¨¦ Montilla. Era el mi¨¦rcoles 10 de mayo de 2006 -casi un mes antes del refer¨¦ndum del Estatuto del 18-J- y la frase fue pronunciada en una jornada a pensi¨®n completa (almuerzo y cena) entre ambos pol¨ªticos. Alrededor de los manteles, como santa Teresa entre pucheros, se ha fraguado buena parte de la letra peque?a de esta retirada en la que ni Maragall ni Montilla quisieron mostrar su jugada hasta el ¨²ltimo momento. El ¨²ltimo episodio pol¨ªtico-gastron¨®mico ocurri¨® en la noche del 20 de junio. Esta vez el escenario fue la Casa Vasca de la calle de Jovellanos de Madrid. All¨ª compart¨ªan mesa el secretario general de Esquerra, Joan Puigcerc¨®s, y Jos¨¦ Montilla. Maragall habl¨® tres veces en la tarde-noche de ese d¨ªa con Montilla. Se trataba de ofrecerle formar un t¨¢ndem electoral. Al concluir los postres, el actual presidente de la Generalitat le dio su no definitivo a Maragall, quien al d¨ªa siguiente hizo p¨²blica su intenci¨®n de no volver a presentarse.
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