El burro catal¨¢n y el zorro andaluz
El a?o 2006 quedar¨¢ en la historia del Estado auton¨®mico como el a?o de los estatutos de autonom¨ªa, especialmente dos. El Estatuto catal¨¢n, que abri¨® nuevamente el muro de contenci¨®n del desarrollo de la autonom¨ªa pol¨ªtica en Espa?a, y el Estatuto andaluz, que ha aprovechado tal circunstancia. El pasado 20 de diciembre el Senado aprob¨® casi por unanimidad el Estatuto de Andaluc¨ªa, que podr¨ªa denominarse tambi¨¦n Estatuto de Andalu?a, por el evidente parecido que tiene con el Estatuto de autonom¨ªa de Catalu?a de 2006, con unas cuantas decenas de art¨ªculos literalmente iguales o casi. Es para felicitarse que la comisi¨®n bilateral ya no sea vista como confederal, o bien que un Estatuto que tiene 250 art¨ªculos no sea denunciado como reglamentista, o bien que la prolija relaci¨®n de competencias no sea interpretada como intervencionismo puro y duro, o que la expresi¨®n "realidad nacional" no signifique ning¨²n peligro para la unidad de Espa?a. Y muchas cosas m¨¢s se podr¨ªan aducir al comparar los dos procesos de reforma estatutaria para preguntar a todo el Partido Popular y a una parte importante del PSOE: ?por qu¨¦ tantos problemas con el Estatuto catal¨¢n y tan pocos con el andaluz? Gracias a los catalanes los andaluces son felices, pero en nuestro caso persiste la sensaci¨®n de haber sido el burro de la pel¨ªcula.
Las reformas de los estatutos muestran, adem¨¢s, el tacticismo electoral del PSOE y el PP, que asumen con igual convencimiento estatutos tan distintos y distantes como el de la Comunidad Valenciana y el de Andaluc¨ªa. Socialistas y populares no tienen realmente un modelo de Estado, sino una simple estrategia electoralista que explica estas incoherencias pol¨ªticas. Catalu?a tiene el Estatuto de autonom¨ªa de 2006 porque el PSOE no pod¨ªa asumir el coste electoral que implicaba su fracaso. El PP se ha sumado a ¨²ltima hora al consenso para la aprobaci¨®n del Estatuto de Andaluc¨ªa, contradiciendo todo su discurso realizado hasta ahora, porque corre el riesgo de recibir un varapalo electoral que lo despida para siempre como alternativa de gobierno en Andaluc¨ªa. La t¨ªmida propuesta de reforma constitucional del PSOE y la grosera contrapropuesta del PP son muy preocupantes para el futuro del Estado auton¨®mico. El PSOE teme a la federaci¨®n y duda sobre el desarrollo autonomista de la Constituci¨®n espa?ola de 1978; el PP no tiene ninguna duda para proponer una contrarreforma constitucional que cercena y bloquea el Estado auton¨®mico.
A pesar de que Catalu?a ya cuenta con el nuevo Estatuto, no parece haber cambiado nada por el momento. ?Seguimos igual que antes? Despu¨¦s de tanto tumulto, de tantos art¨ªculos y declaraciones contra los excesos autonomistas de Catalu?a, hemos vuelto a la dura realidad de negociar cada paso, cada pasito, para mejorar y ampliar el autogobierno. Espero y deseo que dentro de un a?o el presidente de la Generalitat pueda demostrar el cambio cualitativo del autogobierno, un desarrollo legislativo que pruebe el mayor peso pol¨ªtico de la autonom¨ªa catalana, una m¨¢s justa distribuci¨®n de los recursos y de la financiaci¨®n auton¨®mica, y muy especialmente una nueva y m¨¢s federal cultura auton¨®mica en las relaciones entre Barcelona- y Madrid. Porque los partidos catalanes no pueden aceptar el ¨²ltimo golpe bajo que representar¨ªa la devaluaci¨®n del Estatuto de 2006 en su interpretaci¨®n, aplicaci¨®n y desarrollo.
Visto lo sucedido en los ¨²ltimos 30 a?os, el catalanismo debe rectificar algunos de sus rasgos y maneras de proceder. Hace falta m¨¢s astucia y menos soberbia. Fuimos protagonistas en la transici¨®n con dos ilustres representantes en la ponencia constitucional, pero no supimos defender con mayor inteligencia un sistema fiscal y de financiaci¨®n de las autonom¨ªas m¨¢s justo para Catalu?a. El pujolismo, con la complicidad de las izquierdas catalanas, asumi¨® como un sello de identidad catalanista la gobernabilidad de Espa?a, y con ello puso en un segundo plano las insuficiencias manifiestas de una autonom¨ªa pol¨ªtica, que parec¨ªa mucho m¨¢s de lo que realmente era por la fuerte personalidad pol¨ªtica de Jordi Pujol. Nos vanagloriamos de ser los m¨¢s europe¨ªstas, pero lo cierto es que Europa nos responde que a Bruselas se llega v¨ªa Madrid. Nos lanzamos hacia la reforma del Estatuto, provocando la reforma general de los dem¨¢s estatutos de autonom¨ªa. La reacci¨®n es de ¨®rdago y reaparece el desbordante anticatalanismo que impera en los medios de comunicaci¨®n espa?oles, cuando desde Catalu?a se propone otra Espa?a m¨¢s acorde con su propia diversidad. Mientras tanto, Andaluc¨ªa hace su camino astutamente y con todos los beneficios pol¨ªticos, que culminan con la guinda, expresada por su presidente: "El Estatuto de Andaluc¨ªa es la prueba de que Espa?a no se rompe".
Es evidente que necesitamos ser m¨¢s listos y, tambi¨¦n, m¨¢s realistas. El poder de Catalu?a en la pol¨ªtica espa?ola radica en su cohesi¨®n social y unidad pol¨ªtica. ?Podemos esperar de los partidos catalanes la defensa unitaria del Estatuto? Importantes instituciones de la sociedad civil catalana se inhibieron de la campa?a para la aprobaci¨®n del Estatuto ante la divisi¨®n dentro del catalanismo pol¨ªtico. No estoy nada seguro de que cambien el tacticismo y el electoralismo que han caracterizado la acci¨®n pol¨ªtica de los partidos catalanista. Pero este cambio hacia la unidad de acci¨®n en las cuestiones m¨¢s importantes para el autogobierno de Catalu?a es imprescindible. La defensa y el despliegue del Estatuto exigen que terminen las jugadas cainitas entre los partidos catalanes. En Catalu?a tenemos un sistema de partidos propio que puede ser determinante en la pol¨ªtica espa?ola cuando el PSOE o el PP no tienen mayor¨ªa absoluta en el Congreso de los Diputados. Es inconcebible que no se sepa aprovechar esta circunstancia. Pero todav¨ªa es m¨¢s aberrante que se divida el catalanismo pol¨ªtico a beneficio de los intereses de un centralismo espa?ol que sigue y seguir¨¢. Pol¨ªtica es pedagog¨ªa, dec¨ªa Campalans. Ser¨¢ cierto, pero a muy largo plazo y si llegamos a tiempo. Mientras tanto, la pol¨ªtica es astucia.
Miquel Caminal es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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