La explosi¨®n siembra el caos en Barajas
El atasco en los accesos, las cancelaciones y los retrasos en los vuelos afectaron a 20.000 pasajeros
Barajas vivi¨® ayer una jornada de caos. El cierre de la Terminal 4 entre las 9.00 y las 13.30 oblig¨® a cancelar al menos 24 vuelos y a retrasar hasta cuatro horas muchos de los 575 previstos. El resultado: miles de pasajeros deambulando por el resto de terminales pidiendo informaci¨®n sin obtenerla, enlaces perdidos, vacaciones arruinadas, indignaci¨®n generalizada, viajeros por los suelos, atascos kilom¨¦tricos alrededor del aeropuerto... El caos.
Manuel Paredes sosten¨ªa a su hijo Kevin, de seis meses, en brazos. A las 11.00 deb¨ªan volar hacia Colombia. Paredes se encontraba junto a centenares de pasajeros ante un punto de informaci¨®n de AENA (la empresa p¨²blica que gestiona los aeropuertos) en la Terminal 2. "No nos dicen nada. Ayer factur¨¦ las maletas y ya no me queda comida para los ni?os. He perdido mi vuelo y no tenemos casa, porque vivimos en Canarias. Nos han dado un n¨²mero de Iberia, pero nadie responde", explicaba presa de la indignaci¨®n. A su lado, un trabajador de AENA, vestido con uniforme verde, no daba cr¨¦dito.
La megafon¨ªa del aeropuerto no informaba de la situaci¨®n, los trabajadores de AENA no sab¨ªan qu¨¦ hacer y el tel¨¦fono de Iberia comunicaba siempre "Est¨¢bamos muertos de fr¨ªo. Y tardaron una hora en traernos mantas". Miles de viajeros esperaron durante horas en la pista
- "?Qu¨¦ les han dicho que les recolocar¨ªamos en otro vuelo?", preguntaba incr¨¦dulo, encogi¨¦ndose de hombros. "No s¨¦ nada".
Alrededor, el aeropuerto era un desastre: pasajeros pegados al m¨®vil y blasfemando por la falta de respuesta, colas que nadie sab¨ªa d¨®nde acababan pero a las que conven¨ªa unirse por si era la buena, gente preguntando por sus maletas e intentando hacerse con un billete como sea.
Iberia cancel¨® 13 vuelos: dos puentes a¨¦reos Madrid-Barcelona, y 11 de la l¨ªnea regional Air Nostrum (con destino a Melilla, Almer¨ªa, Logro?o, Santander, Pamplona, Pisa, Oporto, Niza, Marsella, Burdeos y Lyon). Vueling anul¨® ocho vuelos entre Madrid y Bilbao, Barcelona, Granada, Lisboa, Santiago de Compostela y Par¨ªs. El problema para muchos viajeros es que Iberia, que s¨®lo opera en la T-4, ten¨ªa previstos 277 vuelos. La explosi¨®n oblig¨® a desviar a los viajeros a las viejas terminales.
Pero all¨ª no hab¨ªa nadie de Iberia. Los mostradores de informaci¨®n daban un tel¨¦fono de la compa?¨ªa que comunicaba sin parar. Los pasajeros, desesperados, ve¨ªan pasar las horas, perder sus enlaces en otros aeropuertos. "Tengo mis medicinas facturadas, nadie me aclara qu¨¦ puedo hacer. Tengo cinco stents en el coraz¨®n y no s¨¦ si podr¨¦ volar", clamaba Jos¨¦ Garc¨ªa Ceballos, a quien la agitaci¨®n le hac¨ªa llevarse la mano al pecho en gesto de dolor cada cierto tiempo.
Poco m¨¢s all¨¢, la minioficina que Iberia mantiene abierta en la Terminal 1, mostraba un ir¨®nico cartel: "Les recordamos que nuestros vuelos salen desde la T-4. Si quieren informaci¨®n, dir¨ªjanse a AENA".
No todas las situaciones eran tan dram¨¢ticas, pero muchas ten¨ªan muy mal arreglo. El vuelo de Bibi deber¨ªa haber salido a Roma hace un rato, pero ella estaba sentada en el suelo del aeropuerto, mientras su novio se echaba una siesta sobre sus piernas. "Nadie nos cuenta nada. Nos han dicho que a lo mejor en un par de horas esto se arregla, pero todos son suposiciones", se quejaba. Sorprendentemente, la megafon¨ªa del aeropuerto apenas funcion¨® durante la ma?ana y la informaci¨®n corr¨ªa de boca en boca en forma de rumor.
- "Dicen que la T-4 abrir¨¢ a las dos y que podremos volar", sosten¨ªa una mujer.
- "A m¨ª me han dicho que hasta las ocho no abren y que hoy no salimos, tienen que revisar todo el aeropuerto", replicaba otra.
- "Una amiga de Iberia me ha dicho que ni se me ocurra irme a casa", a?ad¨ªa una tercera.
En ese momento, una cola de casi 200 metros recorr¨ªa la fachada de la T-2. Centenares de pasajeros aguardaban pacientemente, apoyados en sus carritos repletos de maletas, a la espera del autob¨²s que les llevase hasta la nueva terminal. En la cola interminable, los pasajeros no protestaban. S¨®lo esperaban. "Creo que deber¨ªamos irnos a casa. All¨ª tengo las gambas para Nochevieja por pelar y aqu¨ª estoy como una tonta", dec¨ªa Marisol, que lleg¨® a Barajas a primera hora de la ma?ana para despedir a su hijo que va a Londres.
De repente, una voz anunci¨® que se restablec¨ªa la conexi¨®n. Eran las 13.30, cuatro horas y media despu¨¦s del cierre de la terminal, que parecieron muchas m¨¢s. En ese momento, irrumpi¨® una estampida de gente. Empujones para hacerse un sitio en el primer autob¨²s a la T-4. Una vez sentado, Juan Jos¨¦ Espa?a cuenta la odisea que ha pasado desde que sali¨® de Vigo a las 8.00. "Llegamos a Madrid a las nueve, de repente vimos una columna de humo y nos hicieron bajarnos del finger a la pista. All¨ª estuvimos un gent¨ªo impresionante dos horas a dos grados. Est¨¢bamos muertos de fr¨ªo. Y tardaron una hora en traernos mantas".
Mientras Juan Jos¨¦ habla del humo que vio, el autob¨²s llega a la T-4, donde la columna permanece, cuatro horas despu¨¦s del atentado.
En el suelo, cristales rotos y grandes pelusas de polvo. A la izquierda, el aparcamiento arrasado. Planchas de metal sobre los coches que tuvieron la mala suerte de aparcar all¨ª. El aire a¨²n huele a quemado. La terminal, de estar semidesierta pasa en 15 minutos a registrar colas interminables.
La imagen que se le ha quedado grabada a Leticia Vilar, de 30 a?os, es la de centenares de personas en la pista con m¨®viles en la mano, tratando de ponerse en contacto con sus familiares, poco despu¨¦s de que se produjera la explosi¨®n. Leticia y su novio, Marcos Cenamor -el autor de la fotograf¨ªa de portada de este peri¨®dico- ten¨ªan previsto tomar un vuelo a Bali, donde pasar¨¢n la Nochevieja con unos amigos. "?bamos a salir por la puerta, cuando unos guardias civiles nos empujaron para atr¨¢s, nos pidieron que nos meti¨¦ramos dentro de la terminal y sacaron una cinta para acordonar la zona", explica Vilar. No hab¨ªan pasado ni dos minutos, cuando se oy¨® una explosi¨®n que retumb¨® en todo el edificio. "La gente chillaba, corr¨ªa por todas partes. Todo se llen¨® de humo blanco y empezaron a caer cristales y ceniza negra", relata. Como los dem¨¢s, abandonaron sus equipajes y echaron a correr. Hasta que la calma volvi¨® poco a poco.
Leticia Vilar recalca una y otra vez la "excelente organizaci¨®n" del aeropuerto. Asegura que en muy pocos minutos los pasajeros fueron animados a dirigirse a la pista de la terminal, fuera del edificio. "Empezaron a salir personas con silbatos, que nos dec¨ªan por d¨®nde ir y nos acompa?aban", explica. "Si la explosi¨®n fue a las nueve, a las nueve y media ya est¨¢bamos en la pista". All¨ª reunieron a todos los viajeros que estaban en el edificio cuando explot¨® la bomba. "Los bomberos nos dieron agua y mantas", recuerda Vilar, que asegura que no se respiraba bien. "Hab¨ªa mucho polvo", agrega.
Luego bendice la tecnolog¨ªa. "Lo primero que hice tras la explosi¨®n fue llamar a mi familia y a mi jefe", dice. "A mi alrededor todo el mundo llamaba tambi¨¦n. Y comentaban: 'Qu¨¦ suerte hemos tenido'. Ve¨ªas a gente abraz¨¢ndose, aunque no se conocieran". Asustada por lo que pod¨ªa haber pasado, Vilar hace proyectos de futuro: "Esto significa que hay que empezar bien el a?o".
Para Miguel Gil Tertre la ma?ana empez¨® a las 9 cuando se dirig¨ªa a la T-4 para coger un vuelo para ir a ver a su familia. Primero oy¨® "el sonido casi f¨ªsico de la explosi¨®n", que le sobresalt¨®. Despues, en el caos, perdi¨® las muletas que necesita por una lesi¨®n en la rodilla. Otros perdieron m¨¢s. Gil vio c¨®mo unos inmigrantes que viajaban a Ecuador se lamentaban por sus maletas repletas de regalos. C¨®mo una familia reci¨¦n llegada de Bangkok en ropa de verano se abrazaba por el intenso fr¨ªo. "Lo mejor fue ver la solidaridad entre los viajeros", recuerda Miguel. "La gente con ropa de invierno ced¨ªa abrigos y se ofrec¨ªan vasos de agua y cigarrillos. Personal del aeropuerto repart¨ªa mantas y hablaba con la gente sinti¨¦ndote cerca".
Una de las personas que permaneci¨® todas estas horas en la T-4 es Rosario Santamar¨ªa. Lleg¨® a las ocho para despedir a su hermana, que iba a Miami. En el momento de facturaci¨®n, oyeron un estruendo. De repente, cuenta Rosario, la gente gritaba, corr¨ªa de un lado para otro. Algunos lloraban, otros sufr¨ªan ataques de ansiedad. "Hubo un momento que no sab¨ªamos qu¨¦ hacer para ponernos a salvo y nos dejaron entrar en la pista", a?ade m¨¢s tranquila, pero preocupada por haber dejado su coche en el aparcamiento del atentado.
A medida que la terminal se llenaba de pasajeros, la normalidad se iba restableciendo. Quedaban todav¨ªa muchas historias sin resolver. Como la de Delia Lembcke, una mujer peruana que esperaba a su hija y a su nieta, procedentes de Lima. "S¨¦ que han aterrizado, pero nadie me dice por qu¨¦ puerta han salido. Estoy desesperada porque no conocen Espa?a. No s¨¦ c¨®mo localizarlas; en AENA me dicen que pregunte a la polic¨ªa; y la polic¨ªa me dice que pregunte en AENA".
Por la tarde, la normalidad volv¨ªa al aeropuerto muy lentamente. Los primeros aviones que despegaron, como uno a Casablanca, iban semivac¨ªos. "El aparato ha salido con 18 pasajeros. Mis maletas tambi¨¦n han salido, pero sin m¨ª", contaba uno que se qued¨® en tierra.
Luego se unieron los atascos kilom¨¦tricos. El acceso a la T-4 estuvo cerrado desde por la ma?ana, colapsando el tr¨¢fico en la zona. Cuando se reabri¨® la carretera, la situaci¨®n no mejor¨®. Miles de veh¨ªculos se dirigieron al aeropuerto. Las v¨ªas de acceso se colapsaron y, con el aparcamiento destrozado, no hab¨ªa lugar para parar.
"El Ayuntamiento ha puesto 22 autobuses desde Madrid y hemos reforzado la flota de autobuses que conectan las terminales. Que nadie venga en coche", insist¨ªa una portavoz de Barajas. El llamamiento tard¨® en calar. Los autobuses, que sal¨ªan de Avenida de Am¨¦rica, tardaban horas en llegar por culpa del monumental atasco.La ofensiva terrorista
Informaci¨®n elaborada por Rafael M¨¦ndez, Soledad Alcaide y Luis Doncel.
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