La violencia sobrevive a Sadam Husein
El ex dictador rechaz¨® la capucha. "No necesito eso", dijo - La poblaci¨®n chi¨ª celebr¨® su muerte y la insurgencia hizo explotar coches bomba en Bagdad, Mosul, Kufa y Nayaf
El final de un dictadorLa trampilla de madera se abri¨® y el cuerpo de Sadam Husein, de 69 a?os, cay¨® como un fardo. Su muerte fue instant¨¢nea tras escucharse un horrible crujido de las v¨¦rtebras. Son palabras de Sami al Askari, que estuvo presente en la ejecuci¨®n en representaci¨®n del primer ministro de Irak, Nuri al Maliki. Eran las 6.10 en Bagdad (dos horas menos en la Espa?a peninsular).
"Esta p¨¢gina negra [de la historia de Irak] ha pasado. Sadam se ha ido. La era [Husein] se acab¨® para siempre", dijo Mowalffak al Rubaie, asesor de Seguridad Nacional de Irak y uno de los hombres fuertes del Gobierno. Todo el proceso -desde que los estadounidenses traspasaron al reo a las autoridades iraqu¨ªes- fue filmado y las im¨¢genes (sin los fotogramas m¨¢s escabrosos) se emitieron despu¨¦s por la televisi¨®n local.
Parec¨ªa sereno, dispuesto a transmitir una imagen de valent¨ªa, lejos de las humillantes de la captura
Maliki, que es chi¨ª y dirigente del partido Ad-Dawa, uno de los que sufri¨® el peso la represi¨®n de la dictadura, defendi¨® ayer el ahorcamiento -en el que se emple¨® la misma soga que el r¨¦gimen de Sadam utilizaba con sus v¨ªctimas-. "Tuvo un juicio justo como nunca se hab¨ªa visto en la historia moderna de Irak. (...) Sadam ha recibido lo que se merec¨ªa". M¨¢s adelante, en el mismo comunicado escrito, Maliki, tendi¨® la mano a los sun¨ªes: "Pido a todos los que fueron manipulados por el r¨¦gimen anterior que reconsideren su posici¨®n. Las puertas est¨¢n abiertas para cualquiera que no tenga sangre en sus manos y quiera participar en la reconstrucci¨®n de Irak".
Pocos esperan que la muerte de Husein sirva para frenar la violencia o represente un golpe psicol¨®gico para la resistencia o para la minor¨ªa ¨¢rabe sun¨ª (20%), a la que pertenec¨ªa; siquiera se espera que refuerce pol¨ªticamente al debilitado Maliki. La insurgencia hizo explotar ayer un rosario de coches bomba en Bagdad, Mosul, Kufa y Nayaf. Se trata de una demostraci¨®n de sus voluntades.
Cuando en julio de 2003 murieron a tiros en una casa de Mosul, al norte de Irak, los hijos del dictador, Uday y Qusay, la Casa Blanca se apresur¨® a presentarlo como un hito en la pacificaci¨®n del pa¨ªs, pues el Ej¨¦rcito y el espionaje estadounidense les otorgaba un papel relevante en la incipiente resistencia. No fue as¨ª. Pocos piensan que ahora, con la muerte de Sadam Husein, vaya a ser diferente. Ni siquiera el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, el gran impulsor de la guerra. Ayer reconoci¨® que la muerte de su viejo enemigo Husein "no acabar¨¢ con la violencia en Irak".
La ejecuci¨®n del hombre que gobern¨® Irak con mano de hierro durante 24 a?os, firm¨® numerosas sentencias de muerte y provoc¨® guerras con Ir¨¢n y Kuwait con cientos de miles de muertos se produjo en la antigua sede de la Inteligencia Militar, en el barrio de Qadhimeya, al norte de Bagdad, reconvertida desde 2003 en una base militar estadounidense llamada Campo Justicia.
Sadam Husein lleg¨® al lugar donde estaba dispuesta la horca antes de las seis. Vest¨ªa de negro y llevaba en la mano un ejemplar del Cor¨¢n. Aunque rechaz¨® la presencia de un cl¨¦rigo repiti¨® las palabras de aceptaci¨®n de la fe: "Dios no hay m¨¢s que uno y Mahoma es su Profeta". El ex dictador parec¨ªa sereno, dispuesto a transmitir una ¨²ltima imagen de valent¨ªa, lejos de las humillantes de su captura a finales de 2003 en un zulo de Tikrit.
Uno de los verdugos, enmascarado para proteger su identidad, le explic¨® el procedimiento a seguir. Le coloc¨® un pa?uelo negro alrededor del cuello. El ex dictador dej¨® hacer al ejecutor pero rechaz¨® despu¨¦s la capucha. "No; est¨¢ bien. No necesito eso", dijo. A su lado se encontraba Rubaie, con quien departi¨® brevemente. "Me dijo que estuviera tranquilo", explic¨® despu¨¦s el asesor de la Seguridad Nacional.
Rubaie dijo que la ejecuci¨®n se hab¨ªa llevado sin la presencia de un solo estadounidense, ni siquiera en el edificio. "Ha sido una operaci¨®n cien por cien iraqu¨ª", explic¨® Rubaie. Husein le entreg¨® el ejemplar del Cor¨¢n indic¨¢ndole que se trataba de un regalo para el hijo de Awad al Badar, antiguo presidente del Tribunal Revolucionario y tambi¨¦n condenado a muerte en el caso Dujail, y cuya ejecuci¨®n junto al otro condenado, Barzan Hasan, ex jefe de los servicios secretos, ser¨¢ en enero. Rubaie tom¨® nota de la petici¨®n del reo y recogi¨® el libro sagrado. Las ¨²ltimas palabras de Sadam fueron una proclama pensada para los libros de Historia: "Al¨¢ es grande, larga vida a los muyaidin [combatientes], iremos al para¨ªso y nuestros enemigos al infierno. Larga vida a Irak".
Los verdugos bajaron el cuerpo, los m¨¦dicos certificaron su fallecimiento y envolvieron el cad¨¢ver con un sudario blanco. En una de las im¨¢genes distribuidas por la televisi¨®n iraqu¨ª, la que controla el partido de Maliki, se ve la cabeza de un Sadam muerto girada en posici¨®n antinatural. Rubaie reconoci¨® que se desat¨® la euforia y que algunas personas, incluidos los verdugos, danzaron alrededor del cad¨¢ver, pero sin mancillarlo.
"Le lavaremos, amortajaremos y colocaremos en un f¨¦retro isl¨¢mico. Alguien de la comunidad isl¨¢mica rezar¨¢ unas oraciones y ser¨¢ enterrado seg¨²n las normas de la religi¨®n", a?adi¨®, sin explicar d¨®nde, aunque todo indica que ser¨¢ en Tikrit, su lugar natal. Seg¨²n la tradici¨®n isl¨¢mica, el entierro debe de producirse en menos de 24 horas.
Uno de los testigos invitados a la ejecuci¨®n, y cuyos familiares fueron asesinados en Dujail en 1982, el crimen por el que ha sido ajusticiado Sadam Husein, dijo, "Cuando vi el cuerpo en el f¨¦retro, llor¨¦. Record¨¦ a mi padre y tres hermanos". Muchos kurdos destacan, en cambio, su decepci¨®n, de que el dictador muera sin recibir una condena por la matanza de Halabya en 1988, cuando las tropas de Husein lanzaron gas mostaza sobre la aldea kurda causando la muerte de m¨¢s de 5.000 civiles.
Las horas anteriores a la ejecuci¨®n fueron confusas. Las declaraciones contradictorias sobre la fecha y la hora del ahorcamiento del ex dictador se suced¨ªan. Los abogados defensores realizaron un ¨²ltimo movimiento: solicitar a la Corte de Distrito de Estados Unidos la paralizaci¨®n del proceso y de la entrega del reo a las autoridades iraqu¨ªes. El argumento era que su muerte interferir¨ªa en las demandas civiles a¨²n pendientes. La juez norteamericana Kathleen Kollar-Kotelly se declar¨® poco despu¨¦s incompetente por falta de jurisdicci¨®n.
El primer ministro Maliki solicit¨® el dictamen de una autoridad religiosa sun¨ª sobre la conveniencia de que la sentencia se cumpliera en v¨ªsperas de la importante fiesta de Eid el Ada, que coincide con la peregrinaci¨®n a La Meca. Maliki tambi¨¦n se reuni¨® con las autoridades estadounidenses en Irak. Adem¨¢s del problema pol¨ªtico, o de los detalles del entierro, hab¨ªa una cuesti¨®n legal que resolver. La ley iraqu¨ª no permite llevar a cabo las ejecuciones en las festividades. La alternativa era esperar cuatro d¨ªas m¨¢s, al final del Eid el Ada. Se opt¨® por no prologar el asunto y evitar que fuera utilizado por la insurgencia. Uno de los abogados defensores de Husein, Esam al Gazawi, fue muy expresivo al respecto: "Nadie sabe lo que va a pasar. S¨®lo Dios y Bush lo saben".
El juez Monir Hadad, uno de los tres magistrados que componen la Corte de Apelaciones que el martes confirm¨® la condena a muerte, explic¨® que en Irak la fiesta comienza el domingo y no el s¨¢bado. Despu¨¦s, a?adi¨®. "Sadam no era sun¨ª. Y no es chi¨ª. Tampoco era musulm¨¢n".
Otras fuentes sostienen que la fecha estuvo perfectamente elegida, un d¨ªa en el que los musulmanes de Irak y del mundo est¨¢n m¨¢s ocupados de celebrar la fiesta del cordero que atender a las consecuencias de lo ocurrido durante la madrugada en Campo Justicia de Bagdad. Hubo celebraciones en las calles que fueron filmadas y fotografiadas, como el 9 de abril de 2003, el d¨ªa en que cay¨® la estatua de Sadam Husein en la plaza del Para¨ªso y Washington crey¨® que la guerra hab¨ªa terminado.
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