Auguste Rodin, imp¨²dico investigador del sexo femenino
OCTAVI MART?,
Auguste Rodin, a trav¨¦s de sus dibujos y acuarelas pero tambi¨¦n a trav¨¦s de sus esculturas, quiere saber qu¨¦ hay detr¨¢s, junto o dentro del sexo femenino. Literalmente. Como Auguste Courbet con su c¨¦lebre pintura L'origine du monde, el gran escultor tambi¨¦n quiere profundizar en lo que le parece un misterio. Courbet se queda en la superficie -es un decir- del problema pero Rodin quiere ir m¨¢s all¨¢.
La exposici¨®n del Museo Rodin de Par¨ªs propone, hasta el 18 de marzo, la oportunidad de ver 145 obras monotem¨¢ticas de Rodin. Son el fruto de un trabajo que se extiende entre 1890 y 1917 y que responde a la curiosidad sexual del artista. Primero trabaja con modelos convencionales, luego tambi¨¦n con las mujeres que atravesaban su vida -amantes, sirvientas, amigas, personalidades dispuestas a posar...- para m¨¢s tarde recurrir a contorsionistas o bailarinas. Las piernas bien separadas, el sexo en el centro de todo, del dibujo y de la cabeza.
Se trata de una exposici¨®n imp¨²dica, como s¨®lo puede ser imp¨²dica la exhibici¨®n del cuerpo humano ante los ojos de quien cree poder descubrir, m¨¢s all¨¢ de la piel, el secreto de la vida, del deseo, de seguir ah¨ª, pintando. "De pronto tir¨® el l¨¢piz y vino hasta m¨ª para empezar a acariciar mi cuerpo como si fuese fango soltando unos bufidos que al mismo tiempo que me quemaban hac¨ªan que me entregase", recuerda Isadora Duncan, bailarina ilustre y ocasional modelo del "ogro" Rodin.
El trazo brutal y r¨¢pido, preciso pero angustiado, que desborda a menudo el papel, los colores como lanzados sobre el cuerpo, m¨¢s all¨¢ de cualquier consideraci¨®n est¨¦tica, el material que ahora presenta el Museo Rodin es s¨®lo una peque?a parte del que conserva: 140 dibujos y acuarelas de un fondo de m¨¢s de 7.000. "Son cuerpos que transpiran sexo, escenas sexuales, pero el trabajo del artista va m¨¢s all¨¢ pues elabora todo eso est¨¦ticamente", dice el director del museo. En su d¨ªa un cr¨ªtico, al descubrir ese material, dijo de ¨¦l que "har¨ªa ruborizar a un mono".
La biograf¨ªa de Rodin, sus amores, nos permit¨ªa imaginar que ese continente oculto exist¨ªa. Como Victor Hugo, como todas las grandes figuras de la ¨¦poca, el problema no estaba en el deseo de escandalizar, sino de ser uno mismo, con toda la carga de animalidad consecuente.
A?os m¨¢s tarde, Picasso dejar¨¢ un testimonio igualmente impresionante de esa curiosidad irresistible por la diferencia que se les antoja incomprensible, la curiosidad por el otro sexo. Rodin, siendo muy f¨ªsico, parece m¨¢s atento al momento, a la realidad precisa. Lavarse, desnudarse, follar, masturbarse o, simplemente, mostrarse desnuda, felizmente desnuda, son los "instantes decisivos" para el l¨¢piz de Rodin. Picasso r¨¢pidamente generaliza, mezcla su trabajo con toda la historia del arte, con la iconograf¨ªa y la mitolog¨ªa cl¨¢sicas, pero Rodin queda enganchado por el instante, por la l¨®gica de sus contempor¨¢neos impresionistas, empe?ados en convertir el momento en eternidad.
No son dibujos preparatorios, un material que tuviera que servir para luego transformarse en bronce o en barro, sino trazos que se valen por s¨ª mismos, casi -o sin el casi- como el acto sexual propiamente dicho. Un gesto de amor.
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