Necesario y posible
El nuevo encuentro entre Zapatero y Rajoy, primero tras el brutal atentado de Barajas, s¨®lo sirvi¨® para que ambos repitieran sus discursos respectivos, a la espera cada uno de ellos de que sea el otro quien rectifique. Es lo que se deduce de las explicaciones paralelas ofrecidas por el l¨ªder del PP y la vicepresidenta del Gobierno al t¨¦rmino de la entrevista. As¨ª, la unidad que ambos reclaman es imposible. Y ello ocurre pese a que el momento es de los que requieren una respuesta de apoyo al Gobierno, organizada ante todo por los dos grandes partidos; por ejemplo, frente a lo que la declaraci¨®n de Otegi de ayer parece anunciar: un pr¨®ximo comunicado de ETA emplazando al Gobierno a reanudar las conversaciones.
Las exigencias de Otegi al Gobierno son las de siempre, pero esta vez se a?ade un llamamiento a ETA para que mantenga el alto el fuego anunciado el 22 de marzo. Sin embargo, no se puede mantener lo que ya no existe. A no ser que ETA pretenda que los muertos fueron una consecuencia no querida del atentado por lo que siguen vigentes la tregua y el di¨¢logo. Aceptar tal planteamiento significar¨ªa dar por bueno que es posible un di¨¢logo con atentados que pueden o no provocar muertes. El Gobierno no podr¨ªa admitirlo, y es seguro que el PP compartir¨ªa la firmeza en el rechazo. Episodios colaterales como el repudio de los socialistas vascos al lema propuesto por Ibarretxe para una manifestaci¨®n "por la paz y el di¨¢logo" confirman que el partido del Gobierno considera imposible cualquier di¨¢logo en las actuales circunstancias.
Pero indican tambi¨¦n que hay quienes no piensan lo mismo, como el lehendakari. Ser¨ªa conveniente que Zapatero y Rajoy, que representan al 80% de los ciudadanos, se pusieran de acuerdo en la respuesta a ¨¦sa y otras situaciones que se producir¨¢n ahora. Y de eso es de lo que deber¨ªan haber hablado ayer. Rajoy apel¨® nuevamente al Pacto Antiterrorista como marco de la unidad, a sabiendas de que los socialistas est¨¢n ahora obligados a incluir a las formaciones que respaldaron la resoluci¨®n parlamentaria de 2005 sobre el final pactado de ETA y especialmente al PNV. Ambos textos comparten el principio de la negativa a pagar precio pol¨ªtico por el fin de la violencia, que podr¨ªa ser el eje (en absoluto banal) de un nuevo pacto basado en la experiencia de lo ocurrido.
El que se firm¨® en 2000 exclu¨ªa expresamente del consenso democr¨¢tico a un PNV que no hab¨ªa abandonado la l¨®gica de Lizarra, es decir, justamente, la legitimidad de reclamar un precio pol¨ªtico. Ser¨ªa absurdo mantener esa exclusi¨®n ahora que el sector mayoritario de ese partido ha renunciado a tal pretensi¨®n, pese a las resistencias internas. Ese motivo bastar¨ªa para intentar ahora un marco de acuerdo diferente, aunque incorporase gran parte del contenido de aquel: utilizaci¨®n de todos los instrumentos del Estado de derecho contra ETA, respeto a las reglas y procedimientos establecidos en eventuales reformas del marco institucional, eliminar de la confrontaci¨®n partidista el problejma terrorista, etc.
El principal obst¨¢culo es la negativa a cualquier di¨¢logo con ETA, impl¨ªcito en el pacto de 2000. Pero es falaz contraponer derrota de ETA y final pactado, ya que lo primero es condici¨®n para lo segundo, y ahora hasta Aralar, escisi¨®n de Batasuna, defiende que no puede haber di¨¢logo, ni hoy ni nunca, sin derrota, es decir, sin un compromiso irreversible y verificado de abandono definitivo de la violencia. Y ¨¦sa podr¨ªa ser la respuesta compartida al comunicado que tal vez prepara ETA.
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