Peligro
SI QUIEN hojee el delicioso libro ilustrado de Stefan Bollmann, Las mujeres, que leen, son peligrosas (Maeva), frecuenta adem¨¢s el transporte p¨²blico, s¨®lo se sentir¨¢ relativamente sorprendido por las muchas veces que durante siglos la mujer ha sido pintada con un libro en las manos. Aclarar¨¦, que el libro de Bollmann contiene una refinada selecci¨®n de cuadros comentados con el recurrente tema de las mujeres lectoras, empezando con una Anunciaci¨®n, de Simone Martini, fechada en 1333 y terminando con una fotograf¨ªa de Eve Arnold, Marilyn leyendo "Ulises", de 1952; o sea: con el testimonio visual de seis siglos de historia de la pintura.
Ahora bien, una vez constatado el indiscutido hecho de que la industria editorial ha tenido y tiene en el p¨²blico femenino su principal soporte, ?es acaso cierto que, como sostiene el t¨ªtulo del libro de Bollmann, "las mujeres lectoras son peligrosas"? Como afirma Esther Tusquets en el pr¨®logo que ha escrito para la edici¨®n castellana de este volumen, yo tampoco creo que la lectura por s¨ª misma haga m¨¢s peligrosas a las mujeres que a los hombres, por mucho que haya muchas m¨¢s lectoras que lectores. Por otra parte, lo que entiende cada cual por peligro es muy relativo y no s¨®lo por las obvias razones de la necesidad de contextualizar hist¨®ricamente esta vivencia. En cualquier caso, digamos que la lectura lo que ha hecho siempre es generar inconformismo al informarnos, en un sentido muy amplio, de otras posibilidades de existencia que las que naturalmente nos han sido impuestas; o sea: por proporcionarnos, al menos imaginativamente, una v¨ªa de escape.
De todas formas, con peligro o sin ¨¦l, ?por qu¨¦ las mujeres comparativamente leen y, por tanto, escriben, mucho m¨¢s que los hombres? Antes de contestar, habr¨ªa que a?adir que tambi¨¦n han sobresalido, cuando tuvieron acceso, en cualquier otro campo relacionado con lo que los ilustrados denominaron el terreno de la sensibilidad, que abarca todo el extenso y complejo universo de las artes, de lo cual tambi¨¦n la historia de la pintura moderna nos proporciona datos muy elocuentes. Pero ?cu¨¢l es la causa? Una, que se me ocurre, por fuerza muy generalista, es que la ansiedad por evadirse del mundo real y/o de cambiarlo por parte de un ser humano tradicionalmente m¨¢s sometido, como la mujer, ha sido forzosamente mayor.
Sea como sea, al margen del eventual peligro de las mujeres lectoras, la indeclinable exigencia de evasi¨®n de ¨¦stas las ha convertido circunstancialmente en un fascinante, incontrolable e irreductible misterio y en la ¨²nica garant¨ªa de libertad para el atribulado g¨¦nero humano actual.
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