El d¨ªa que acab¨® todo
Reino de Redonda recupera La ca¨ªda de Constantinopla 1453, la gran obra del historiador sir Steven Runciman sobre el fin de Bizancio conquistado por los turcos otomanos.
LA CA?DA DE CONSTANTINOPLA
Steven Runciman
Traducci¨®n de Panteleim¨®n Zar¨ªn
Reino de Redonda. Madrid, 2006
406 p¨¢ginas. 20,28 euros
"De pronto se oy¨® un estruendo horripilante. A todo lo largo de las murallas los turcos se hab¨ªan lanzado al asalto entre gritos de guerra, mientras tambores, trompetas y p¨ªfanos los animaban a la lucha". En contadas obras de historia pasa uno las p¨¢ginas como si le quemaran los dedos, con el alma en vilo, siguiendo enfervorecidamente el relato de los hechos. As¨ª sucede en La ca¨ªda de Constantinopla, la gran, espectacular y exquisita obra sobre el fin de Bizancio del gentleman erudito y viajero sir Steven Runciman (fallecido en 2000 a los 97 a?os), una pieza emblem¨¢tica de la historia narrativa, en los ant¨ªpodas de escuelas como la de los Anales, la econ¨®mica o la estructuralista: ninguna de ellas se?alar¨ªa como hace sir Steven el canto de los ruise?ores en las ruinas, la belleza de las princesas de Trebisonda o que los rasgos de Mehmed II el Conquistador recordaban "los de un loro comiendo cerezas maduras".
Esta nueva edici¨®n de la que con la Historia de las cruzadas es su mejor obra (Austral ya la public¨® en 1973) cuenta con un inesperado pr¨®logo de Antony Beevor, en el que el historiador de otros tantos sitios aterradores y ¨¦picos (Stalingrado, Berl¨ªn) alaba el trabajo de Runciman y recuerda que la gesta de Constantinopla ha inspirado a numerosos narradores, entre ellos a Tolkien, iluminado para sus batallas y sus h¨¦roes por el ag¨®nico ocaso de 1453 junto al B¨®sforo. El lector de El Se?or de los Anillos no dejar¨¢ de encontrar similitudes entre el asedio de Constantinopla y el del Abismo de Helm. Ello no es extra?o, pues la ca¨ªda de Constantinopla es el paradigma de asalto b¨¢rbaro en la mentalidad occidental hasta el punto de que se puede rastrear el eco del colosal derrumbe de sus murallas bajo la artiller¨ªa de Urban -el ca?onero de Mehmed- en el colapso de las Torres Gemelas.
Utilizando de manera magistral las fuentes, como la cr¨®nica de Frantz¨¦s, secretario de Constantino, Runciman recrea maravillosamente el ambiente crepuscular de Constantinopla, la mezcla de decadencia, melancol¨ªa, miedo y coraje, el coraje de la desesperaci¨®n -7.000 defensores contra los 80.000 efectivos del ej¨¦rcito turco-, que espesaba la atm¨®sfera de la ciudad en sus horas postreras. Sobre ese tel¨®n se mueven, de nuevo de carne y hueso, los personajes familiares del drama, Constantino Pale¨®logo -"inexpugnable en su pena", como lo describe el poema que le dedic¨® Elytis-, el valiente pero cuestionado genov¨¦s Giustiniani, el noble castellano Francisco de Toledo, que cay¨® peleando junto al emperador, los catalanes del c¨®nsul Pere Juli¨¤, masacrados en la defensa de la muralla oriental, sobre el M¨¢rmara, o el megaduque Lucas Notar¨¢s, decapitado tras la derrota al negarse a que el sult¨¢n se refocilara con su bello hijo adolescente.
Ferviente amigo de Grecia,como su colega (se encontraron en Bulgaria en 1934 y luego trabajaron juntos en Atenas) Patrick Leigh Fermor -con el que comparte tantas cosas: la prosa elegante, el deleite en el detalle y en la sonoridad de los nombres, la capacidad de emocionar evocando el pasado-, Runciman sit¨²a al pueblo griego en el centro de su elegiaca narraci¨®n como el gran h¨¦roe tr¨¢gico colectivo, un pueblo abandonado por el resto de la cristiandad, condenado de antemano y sin embargo capaz de afrontar su terrible destino con grandeza.
El asalto final comenz¨® de noche y con lluvia, en la madrugada del 29 de mayo de 1453. Runciman detalla sombr¨ªamente el ataque implacable de los jen¨ªzaros, el drama de la Kerkoporta (la poterna abierta), las banderas turcas sobre las altas torres de Blanquernas, el pillaje, las ejecuciones, la esclavizaci¨®n y el mundo poscat¨¢strofe. Y recoge la anotaci¨®n aterrada de un monje: "No hubo ni habr¨¢ jam¨¢s suceso m¨¢s terrible". As¨ª fue aquel aciago martes en el B¨®sforo, el d¨ªa que acab¨® todo.
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