La bella durmiente
Desde 1942, a?o en que se instal¨® la curiosa efigie de la Virgen dormida en una capilla de la iglesia de la Concepci¨®n, en la confluencia de las calles de Ll¨²ria y de Arag¨®, ?cu¨¢ntos ni?os con el abrigo abotonado hasta el cuello y el pelo resplandeciente de agua de colonia, conducidos hasta la iglesia por sus padres, habr¨¢n orado y se habr¨¢n sentido confusos y turbados ante esa imagen tan singular! La Virgen est¨¢ tendida, envuelta en un manto de seda azul, dentro de un f¨¦retro de cristal, con las aristas cubiertas de madera labrada y ba?ada en similor. A los pies de la urna descansan los ramos de flores. Del muro cuelga un retablo de forma semicircular en el que la Virgen es acogida en el reino de los cielos por Dios y los ¨¢ngeles; as¨ª es, por cierto, como la vemos en muchas representaciones de la Dormici¨®n, tanto de la tradici¨®n occidental como de la ortodoxa: en la parte baja, Mar¨ªa duerme, tal vez sue?a, y flotando por encima de su propio cuerpo ella misma se observa en su dormir. En los iconos aparece a menudo llevando adem¨¢s de la mano a un ni?o diminuto, un ni?o que no representa a su Hijo, sino su alma...
Para frustrar a los ladrones, que hoy d¨ªa entran en la iglesia de la Concepci¨®n como Pedro por su casa y se llevan lo que pueden, la capilla permanece cerrada con llave buena parte del d¨ªa; adem¨¢s, est¨¢ bien iluminada con focos y l¨¢mparas potentes. As¨ª, la imagen de la joven durmiente resulta menos ambigua y turbadora, tambi¨¦n menos siniestra que hace unos a?os: entonces, iluminada por l¨¢mparas mortecinas y por cirios de llama vacilante, la capilla era toda sombras diagonales y teatrales, sombras expresionistas, y el rostro p¨¢lido y terso de la Virgen, tumbada, con la cabeza descansando sobre un coj¨ªn de terciopelo rojo como en un joyero, ten¨ªa tras el cristal un hechizo fantasmag¨®rico que la emparentaba con las Ofelias de los prerrafaelitas, con las hero¨ªnas t¨ªsicas y nocturnales de Poe y con la Concha desdichada, l¨¢nguida, desfalleciente, de rostro cer¨²leo, perfumada de violetas, a la que homenajea el marqu¨¦s de Bradom¨ªn, "feo, cat¨®lico y sentimental" y crapuloso, en la Sonata de invierno.
La Virgen, antes de dormirse, viaj¨® mucho, y entre los fen¨®menos de su culto m¨¢s bonitos y enternecedores est¨¢n las huellas que fue dejando en las piedras que pisaba por los caminos... de Castilla. En esos caminos y en los alrededores de los pueblos so?olientos de La Mancha se alza de vez en cuando una cruz o un peque?o santuario junto a una piedra en la que se advierte la huella de un pie femenino, y no s¨®lo eso, sino que a veces a su lado se advierte tambi¨¦n otra huella, mucho m¨¢s peque?a, que corresponde al pie de su Hijo, con el que caminaba por los campos castellanos, desde entonces tierra sagrada. Hay tambi¨¦n una huella del pie de la Virgen en el lugar donde naci¨®, en Safuria, Israel, y no s¨¦ si las habr¨¢ en otros pa¨ªses. Ese caminar suyo incesante la condujo, en compa?¨ªa de san Juan, a ?feso, en Asia Menor, hoy Turqu¨ªa, en donde muri¨® o se durmi¨®. Algunos ex¨¦getas suponen que fue conducida precisamente a ?feso para combatir el culto de otra divinidad virgen, la griega Artemisa, diosa de los animales salvajes, de la fertilidad y de la luna, de la que eran especialmente devotos los efesios, que le hab¨ªan dedicado en las afueras de la ciudad un templo fabuloso que fue una de las siete maravillas del mundo antiguo, y del que hoy s¨®lo queda en pie una columna y una estatua de m¨¢rmol y bronce que representa a la diosa con el torso en forma de momia, recubierto de unas formas ovales consideradas durante mucho tiempo pechos, pero en realidad son test¨ªculos de toro.
?Dejaban tambi¨¦n los dioses griegos sus huellas impresas en la piedra del mundo sublunar por el que a veces caminaban, sacraliz¨¢ndolo? Yo s¨®lo he visto, y precisamente muy cerca de ?feso, la huella del cuerpo del pastor Endimi¨®n, al que Selene, la personalidad lunar de Artemisa, bajaba desde el cielo a besar cada noche durante su sue?o.
Ese lugar se encuentra en Herakleia, a la orilla de lo que en la antig¨¹edad fue un cerrado golfo y tras un desplazamiento geol¨®gico se ha convertido en el lago Bafa Golu. Las olas apenas perceptibles del lago lamen las tumbas de piedra de un cementerio licio. Los licios enterraban a sus muertos en bloques de piedra, y cubr¨ªan esas tumbas con unas gruesas l¨¢pidas, como sombreros, que el agua ha desplazado; bajo la p¨¦rgola de un caf¨¦, yo miraba las leves olas brillantes entrar y salir de las tumbas vac¨ªas.
Una noche el patr¨®n, Yusuf, un hombre con mucho pasado, se ofreci¨® a ense?arme el lugar exacto donde Selene se encontraba con el pastor del mito. Segu¨ª sus pasos inseguros hasta una gran piedra plana, iluminada por la luna, en cuya quebrada superficie se adivinaba, en efecto, la silueta de un hombre tendido.
Como no dije nada, Yusuf se?alaba la piedra y con voz de borracho repet¨ªa:
-?Endimi¨®n!... ?Endimi¨®n!...
Igual que el sue?o de Endimi¨®n, son inagotables, no se acaban, nunca los misterios de Barcelona, como esta capilla de la Dormici¨®n, lugar ¨²nico, m¨¢gico, en el que cristalizan las fantas¨ªas de los cuentos infantiles y leyendas del beso, y los misterios religiosos, y las p¨¢ginas decadentes de la literatura con su aroma de flores marchitas.
museosecreto@hotmail.com
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