Los nuevos socios
Rumania y Bulgaria viven sus dos primeras semanas como nuevos socios de la Uni¨®n Europea. Con ellos, el club ya suma 27 miembros. Tras a?os de duras negociaciones, han logrado ajustar su econom¨ªa a la de sus vecinos. ?ste es un viaje a pie de calle para conocer mejor su tierra y sus gentes.
Rumania y Bulgaria viven sus dos primeras semanas como nuevos socios de la Uni¨®n Europea. Con ellos, el club ya suma 27 miembros. Tras a?os de duras negociaciones, han logrado ajustar su econom¨ªa a la de sus vecinos. ?ste es un viaje a pie de calle para conocer mejor su tierra y sus gentes.
01 Rumania
Entre lo viejo y lo nuevo
El fantasma de Ceausescu todav¨ªa sobrevuela Rumania. A?os de dictadura han generado corrupci¨®n y cierta vigencia de los modos del pasado. El ingreso en la UE aportar¨¢ estabilidad a una sociedad muy castigada.
Desde que DA (Justicia y Verdad, una coalici¨®n de derechas) gobierna Rumania, se ofrecen a los inversores oportunidades magn¨ªficas. Un negociante espa?ol que empez¨® hace tres a?os con productos alimenticios, pero enseguida se pas¨® al suelo y la construcci¨®n, nos explica: "El mercado de la construcci¨®n es tan excitante como lo era en Espa?a hace cinco a?os. Es infalible. Piense que en el a?o pasado salieron a la venta 6.000 pisos en Bucarest, una ciudad de 2,5 millones de habitantes que necesita cada a?o 45.000 nuevas viviendas? Ahora estoy edificando en la zona de los lagos, o sea, como quien dice, en medio del parque del Retiro; pero, qu¨¦ demonios, es legal, el Estado restituy¨® el parque, y los due?os me han vendido el terreno. ?Qu¨¦ iba a hacer? ?Dejarlo intacto y venir de vez en cuando a echar pan a los patos? ??se no es mi trabajo!".
En relaci¨®n con otros pa¨ªses que inmediatamente despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Barl¨ªn, en 1989, emprendieron la liberalizaci¨®n de sus econom¨ªas, Rumania demor¨® la transici¨®n hacia el mercado durante una d¨¦cada, presidida por los Gobiernos poscomunistas de Ion Iliescu; luego, los socialdem¨®cratas pilotaron, entre enormes resistencias, los primeros pasos del camino al capitalismo, ahora expedito.
Simult¨¢neamente a las nuevas realidades econ¨®micas, en el imaginario colectivo perduran los fantasmas del pasado, tan reciente. El trauma moral, psicol¨®gico y legal de las delaciones y de la Securitate se prolonga interminablemente, y lastra con el fardo del recelo, de la sospecha y de la paranoia las relaciones sociales y la deseable autoestima y confianza en el futuro.
Acaba de fallecer en Bucarest, a consecuencia de un c¨¢ncer, Zoe, la infeliz hija de los Ceausescu; los tiranos oscuramente ejecutados en las navidades de 1989. Zoe hab¨ªa reclamado a las autoridades judiciales el derecho a abrir la discreta tumba en el cementerio militar de Bucarest donde supuestamente descansan sus padres; abrigaba "fundadas sospechas" de que en esa tumba no est¨¢n quienes se supone que deber¨ªan estar. Pocas semanas antes de morir recibi¨® la negativa del tribunal, y naturalmente esa negativa redobl¨® la desconfianza de una sociedad habituada a pensar en t¨¦rminos conspirativos.
De manera que el presente de Rumania es fascinante aunque s¨®lo sea por la simultaneidad de tiempos y formas de vida contradictorios: rusticismo tercermundista en la negra provincia y a s¨®lo unos pocos kil¨®metros de las grandes ciudades -Bucarest, Iasi, Brasov, Constanza- en la desembocadura del Danubio, en las que una burgues¨ªa insomne e hiperactiva prospera a velocidad de crucero. El reciente pasado totalitario, proyectando sus sombras sobre un mercado donde se entra y se sale por todas sus puertas abiertas de par en par. Los carros de los gitanos, tirados por pencos, en las maltrechas carreteras secundarias, y los modernos autom¨®viles que congestionan a todas horas el centro de Bucarest. El formidable patrimonio arquitect¨®nico de la capital -con sus palacios en el singular estilo aut¨®ctono Brancoveanu, sus villas d¨¦co, sus caserones racionalistas-, cay¨¦ndose a pedazos; perdiendo sus revoques, sus balcones y ornamentos, con el rom¨¢ntico jard¨ªn reciclado como parking de fortuna, mientras se alzan edificios de cristal. La irrealidad de Ceausescu y la virtualidad de Microsoft.
Si hubiera que poner un ejemplo de esta simultaneidad de lo viejo y lo nuevo podr¨ªa ser el de Catalin Mitulescu, el cineasta de 35 a?os de edad que acaba de ser galardonado en el Festival de Cine de Cannes por su primer, impecable largometraje, C¨®mo pas¨¦ el fin del mundo.
Lo m¨¢s llamativo de esta pel¨ªcula excelente no es la madurez t¨¦cnica ni la penetraci¨®n en el an¨¢lisis del da?o infligido por el r¨¦gimen totalitario a la psique, a la moral y a la autoestima de una sociedad entera, ni la generosidad con la que propone comprender, perdonar, pero no olvidar esas ofensas; sino su elegancia, el encanto que irradia de esa recreaci¨®n del pasado ominoso, su peligroso embellecimiento.
En su oficina de la calle de Lister, en uno de los barrios m¨¢s recoletos de Bucarest, de calles arboladas y suavemente curvas, de villas ocupadas por profesionales adinerados de ¨²ltima ola y viejos aparatchiks vergonzantes, Mitulescu nos explica el prop¨®sito de la pel¨ªcula. "Quer¨ªa volver a visitar aquel pasado de emociones tan fuertes, volver para comprender, y ese regreso se puede hacer con odio, pero tambi¨¦n con nostalgia. Yo me propuse esto ¨²ltimo: volver con nostalgia, porque si no acabamos con el odio seguiremos en estado de guerra, de guerra interior contra el comunismo".
El dictador apresuradamente ejecutado se ha convertido en un fantasma que habita en el alma de cada rumano; el filme de Mitulescu lo representa menos como un ser pavoroso, un monstruo infernal, que como un payaso o una marioneta en manos de una estructura: "La pel¨ªcula es un exorcismo mediante el cual puedes enviarlo a dormir; decirle: vete, no quiero verte m¨¢s. Al final comprendes que todos, incluido ¨¦l, hemos sido v¨ªctimas de una enfermedad, de una ilusi¨®n. Y ya se sabe que comprender la enfermedad es un paso b¨¢sico para sanar".
El cineasta insert¨® en la prensa un anuncio que dec¨ªa: "Se busca a un se?or de edad avanzada, que se parezca a Ceausescu, para encarnar su personaje en una obra de ficci¨®n. Presentarse el d¨ªa X a las Z, en la calle doctor Lister?". A la hora fijada, seis o siete ancianos parecidos al tirano rondaban por el lugar, mirando de reojo al cineasta, manteniendo distancias recelosas. Luego, sin decir nada, se fueron. S¨®lo uno se decidi¨® a presentarse. Era demasiado joven y no guardaba el m¨¢s remoto parecido con el tirano. Aun as¨ª, Miculescu le hizo una prueba de reparto, y antes de despedirle, intrigado, le pregunt¨®:
-Perdone, ?ya sabe usted que no se parece en nada a Ceausescu?
El otro suspir¨®:
-Me parezco tanto? ?Tanto!? Tanto?
El cine aut¨®ctono est¨¢ resucitando, en parte gracias a una ley de mecenazgo que estimula a las agencias de publicidad a invertir en pel¨ªculas, y en parte gracias a que algunos nuevos ricos han empezado a querer ver sus nombres ligados a esa industria distinguida. La opini¨®n p¨²blica afirma que esos nuevos millonarios han hecho su fortuna aprovechando la informaci¨®n privilegiada sobre los recursos y la venta p¨²blica de los bienes del Estado, a la que acceden gracias a sus relaciones o a su pertenencia a una oligarqu¨ªa econ¨®mica ligada al antiguo r¨¦gimen. En ese estado de sospecha generalizada no es extra?o que el ex presidente del Gobierno Emil Constantinescu (lo fue durante el periodo 1996-2000) declarase hace unos d¨ªas que a ¨¦l le venci¨® la Securitate, contra la que hab¨ªa prometido luchar hasta el final.
La de Constantinescu es una declaraci¨®n de impotencia pat¨¦tica, seg¨²n Horia-Roman Patapievici, el intelectual m¨¢s brillante de la nueva Rumania. En los primeros a?os de la cincuentena, Patapievici se expresa con afilada precisi¨®n, herencia de su formaci¨®n universitaria como f¨ªsico especializado en l¨¢ser, y encarna la reanudaci¨®n de la corriente intelectual de entreguerras capitaneada por Mircea Eliade.
Patapievici, como Dios, est¨¢ en todas partes: preside el Instituto de Cultura, la instituci¨®n dedicada a pregonar la cultura rumana en el exterior, y tambi¨¦n la revista te¨®rica Idei in Dialog; imparte clases, debate en televisi¨®n, escribe ensayos; la editorial espa?ola ?ltera ha publicado su best seller local, El hombre reciente, y la tambi¨¦n espa?ola Siruela anuncia para la pr¨®xima primavera su ensayo sobre la cosmolog¨ªa de Dante, Los ojos de Beatriz. A Patapievici le dio tambi¨¦n tiempo a ocupar cargos pol¨ªticos en el Gobierno liberal presidido por Traian Basescu, al que apoya sin reservas -aun admitiendo que fue el detestado predecesor socialdem¨®crata, Constantinescu, y su ministro de Asuntos Exteriores, Petre Roman, quienes acercaron Rumania a la OTAN y la UE-, y conoce los temores de la opini¨®n p¨²blica sobre misteriosas estructuras del antiguo r¨¦gimen que siguen controlando la econom¨ªa y el futuro. "A nivel de instituciones", dice, "lo primero que est¨¢ claro es que la Securitate ya no existe, aunque entre sus ex informadores y sus ex oficiales se mantengan solidaridades informales que pueden ser muy importantes. Ahora bien, bajo otro nombre contin¨²an existiendo el personal de los servicios secretos, el edificio donde la Securitate ten¨ªa su sede, y los expedientes de sus miembros y sus colaboradores, o sea, la memoria de la polic¨ªa secreta. Quien dispone de la memoria puede manejarla para el chantaje social y para decidir en qu¨¦ direcci¨®n se construye el futuro".
El fil¨®sofo est¨¢ convencido de que el ingreso en la Uni¨®n Europea ser¨¢ inmensamente beneficioso para Rumania, y no solamente por el flujo de dinero de los fondos de cohesi¨®n, sino porque aportar¨¢ orden, estructuras legales fijas y racionales a un pa¨ªs regido por leyes contradictorias, y porque impondr¨¢ a los ciudadanos un comportamiento predecible, y la previsibilidad es una condici¨®n del progreso "absolutamente necesaria en una sociedad como la rumana, en la que se firman contratos y no se cumplen, se fijan citas y no se acude", y donde la influencia de la vecina Rusia "ha sido siempre nefasta, pues Rusia es sin¨®nimo de imprevisibilidad".
La integraci¨®n tiene tambi¨¦n inconvenientes, tanto para los rumanos como para Europa: para Europa, supone Patapievici, ser¨¢ dif¨ªcil asimilar la falta de disciplina y de seriedad rumana, y, por su parte, Rumania perder¨¢ la especificidad de su cultura rural, que es riqu¨ªsima en cuanto a formas de relaci¨®n social, arte, folclore, paisajes, arquitectura, m¨²sica? "El legado de esa riqueza, en parte intangible, en parte indefinible, que s¨®lo se puede apreciar vivi¨¦ndola como experiencia, es un tesoro de la humanidad. Habr¨ªa que preservarlo. Pero yo soy pesimista y creo que lo perderemos, porque somos tontos, perezosos, y, fundamentalmente, no nos gusta pensar".
A algunos, como, por ejemplo, a Ioan T. Morar, s¨ª les gusta, como se ve en la trayectoria de este periodista de 50 a?os que desde Academia Catavencu -un semanario de humor e informaci¨®n, a medio camino entre el espa?ol Por Favor y el franc¨¦s Le Canard Enchain¨¦, fundado con otros nueve colegas, a la vez redactores y accionistas- ha influido sustancialmente en dinamizar el estilo de la prensa local y hecho sonre¨ªr a los ciudadanos a costa de la clase pol¨ªtica. Con unas ventas de 70.000 ejemplares, el semanario ha generado un emporio de prensa que incluye el diario Cotidianul, la radio Guerrilla y media docena de revistas sectoriales. Un magn¨ªfico pastel que acaba de adquirir Sorin Ovidiu Ventu, alias SOV, magnate de la televisi¨®n privada y una de las primeras fortunas del pa¨ªs. "Ya s¨¦ que es un sujeto discutido, pero?", dice vagamente Morar, convertido de golpe en un hombre rico.
SOV es uno de los personajes m¨¢s conocidos, y se le considera la tercera fortuna del pa¨ªs. Todo en ¨¦l es leyenda. Es poliomel¨ªtico y recibe en la cama, como un sult¨¢n; se dice que durante el comunismo se dedic¨® al tr¨¢fico de divisas, y luego a diversas especulaciones financieras, entre ellas la fundaci¨®n de un banco. Muchos de sus ex colaboradores est¨¢n en prisi¨®n o fugados de la justicia, complicados en inversiones tipo pir¨¢mides financieras. Pero a Ventu nunca se le ha probado delito alguno.
"La gente no es capaz todav¨ªa de trabajar en equipo y de hablar claramente porque todav¨ªa nadie se f¨ªa de nadie", explica Maluca Voinea, prometedora comisaria de arte, de 26 a?os. Pero si, como suele decirse, los artistas adelantan o deben adelantar el futuro, el entusiasta relato de Voinea, dando cuenta de las m¨²ltiples iniciativas de diferentes artistas que en Bucarest, en Iasi, en Cluj o Timisoara a¨²nan fuerzas, forman grupos, abren galer¨ªas, celebran bienales (tres en Rumania, y las tres de iniciativa privada), buscan financiaci¨®n, comparten informaci¨®n y establecen lazos con el exterior para dinamizar a un colectivo sin tradici¨®n -no hay arte contempor¨¢neo m¨¢s contempor¨¢neo que el rumano: no tiene ayer-, hay motivo para tener confianza.
02 Bulgaria
Un buen lugar para invertir
Ser b¨²lgaro es volver siempre al punto de partida. Siglos de dominaci¨®n no han hecho mella en su capacidad de regeneraci¨®n y en los c¨ªrculos de negocios. El acelerado crecimiento econ¨®mico genera optimismo.
En el a?o 2000, cuando el rey Sime¨®n de Bulgaria regres¨® de su largu¨ªsimo exilio en Madrid y form¨® el movimiento nacional que llevaba su nombre, se alz¨® en torno a ¨¦l una ola de entusiasmo popular. Un mill¨®n de personas -o sea, la totalidad de la poblaci¨®n de la capital, un b¨²lgaro de cada siete- sali¨® a recibirle. El pa¨ªs hab¨ªa pasado por a?os muy duros. Bulgaria figuraba en el furg¨®n de cola de los pa¨ªses del tel¨®n de acero que se iban incorporando a la UE.
El "hombre de Madrid" encarnaba a la vez un periodo de la historia previo al comunismo, y representaba el ¨¦xito de Espa?a, un pa¨ªs ejemplar que pasando de las manos de un dictador a las de un monarca se hab¨ªa enganchado con ¨¦xito al tren europeo. Sime¨®n gan¨® las elecciones de 2001 con un inesperado 46% de los votos y empez¨® a gobernar un Gabinete de liberales expertos en gesti¨®n de empresas. Postulaban que, igual que una empresa, un pa¨ªs en crisis puede enderezar el rumbo en tres a?os: el primero es para estudiar su situaci¨®n; el segundo, para aplicarle las recetas necesarias, y el tercer a?o, para corregir lo que convenga. Se empez¨® a hablar de los "ochocientos d¨ªas" de Sime¨®n. El diario Trut le regal¨® un reloj-calendario, y cada d¨ªa descontaba en sus p¨¢ginas un d¨ªa, como si al llegar al cero hubiera de producirse un milagro. En vano matiz¨® Sime¨®n que ¨¦l no era un iluminado que pretendiese cambiar un pa¨ªs en 800 d¨ªas. La decepci¨®n fue grande. Hoy su partido sigue en el Gobierno, pero como segunda fuerza de una coalici¨®n liderada por el socialista Sergei Stanislev (hijo de Dimitar, ex secretario del Comit¨¦ Central del PC durante la dictadura) y completada por el partido de la minor¨ªa turca, que convoca los recelos de muchos b¨²lgaros, convencidos de que mira a Estambul m¨¢s que a Sof¨ªa.
Es curioso -aunque no tan curioso, pues se trata de los Balcanes- que este Gobierno incoherente, liderado por los mismos poscomunistas que malgobernaron desde 1989 hasta 1997, haya adoptado una pol¨ªtica econ¨®mica ultraliberal propia de los partidos de la derecha, hoy en la oposici¨®n, desconcertada y atomizada.
Reci¨¦n incorporada a la UE, con los precios del suelo y los salarios barat¨ªsimos y con una legislaci¨®n enredada, pero complaciente, Bulgaria es tierra de promisi¨®n para los inversores extranjeros, sobre todo si, como en el caso de Marin Dimitrov, tienen origen b¨²lgaro y relaciones en el pa¨ªs.
El caso de Marin es paradigm¨¢tico. Hace unas semanas adquiri¨® la antigua f¨¢brica de suministros para autom¨®viles de Dzhurovo, un pueblo de 1.080 habitantes a s¨®lo 70 kil¨®metros de Sof¨ªa. Rodeado de campos de cultivo y tierras de pastoreo, con talleres textiles, la f¨¢brica, un colegio y un instituto, este pueblo fue paradigma del bienestar del socialismo real de los a?os ochenta; en el caso de Bulgaria, y al contrario de Rumania, esa ¨²ltima d¨¦cada no fue la peor ¨¦poca. El colapso del sistema -que se produjo mediante golpe palaciego- llev¨® aparejada la ruina de Dzhurovo. Las tierras fueron devueltas a sus leg¨ªtimos propietarios; muchos de los cultivadores tuvieron que alquilar retales, otros se quedaron en el paro. Ahora en el jard¨ªn de la escuela pastan las ovejas de un reba?o. Las empresas, no competitivas, fueron ofrecidas en subasta p¨²blica, sin que nadie se interesase, y quebraron en 1994. La desempleada comunidad gitana -cerca del 40% de los vecinos- desvalij¨® la f¨¢brica. En realidad, lo que Marin Dimitrov ha comprado son suelo y paredes: las dos naves industriales, el edificio para la administraci¨®n y el bloque de viviendas para los empleados. El coste de poner en marcha de nuevo el conjunto ser¨¢ el doble que el precio de compra, pero el negocio est¨¢ asegurado por el aumento de valor del terreno consustancial a la entrada de Bulgaria en la UE: "Dentro de unos a?os, por el dinero que me ha costado no podr¨ªa comprar ni el solar", dice Marin.
Y sabe de lo que habla porque en M¨²nich se dedica precisamente al an¨¢lisis financiero. Forma parte del mill¨®n de b¨²lgaros emigrados. En 1991, con 18 a?os, Marin emigr¨® con sus padres a Sur¨¢frica. Despu¨¦s de la universidad regres¨® a Europa como empleado en un banco de inversiones de Dresde. Luego se instal¨® en M¨²nich. Tiene 33 a?os, ahorros y ganas de instalarse por su cuenta en su tierra natal en vez de trabajar por cuenta ajena en Alemania. En Dzhurovo se le recibe como al dios que vencer¨¢ al desempleo. En el plazo de dos o tres meses, la f¨¢brica, reconvertida en productora de elementos de madera, estar¨¢ a pleno rendimiento. "La tercera parte del suelo de Bulgaria la ocupan los bosques. Con s¨®lo tres m¨¢quinas puedo surtir de madera a Ikea y otras cadenas de producci¨®n de muebles. Un extranjero probablemente lo tendr¨ªa m¨¢s dif¨ªcil; corro alg¨²n riesgo, claro, pero si las cosas se tuercen, siempre puedo despedir a los trabajadores, que aqu¨ª no hay sindicatos y el despido es libre, y revender el solar?".
Desde el cambio de r¨¦gimen en 1989, Bulgaria ha sido dirigida por 13 Gobiernos, casi a uno por a?o. As¨ª se prolonga hasta la actualidad la dificultad hist¨®rica que le ha impedido asentar una sociedad coherente, con sus normas, su orden y su jerarqu¨ªa, que garantice un funcionamiento racional del pa¨ªs a medio plazo. Rusia liber¨® a Bulgaria de la dominaci¨®n turca a mediados del siglo XIX; apenas se asentaba la nueva clase media, el comunismo reparti¨® cartas nuevas. Cuando el comunismo empezaba a funcionar razonablemente mal, se restituy¨® a los viejos propietarios. Sigui¨® el terrible invierno de Lukasovi, con racionamiento de la leche y sin suministros b¨¢sicos garantizados; en 1992-1993 irrumpi¨® la mafia, un fen¨®meno que sigue manifest¨¢ndose hoy (el goteo de asesinatos constituye uno de los temas principales de la prensa, junto a la corrupci¨®n y los expedientes de los miembros de los servicios secretos del antiguo r¨¦gimen), y por fin la inflaci¨®n desbocada de 1996 hundi¨® en la bancarrota a la fr¨¢gil nueva burgues¨ªa y oblig¨® a intervenir al FMI? Ser b¨²lgaro es fatigoso: hay que estar siempre volviendo a la casilla de salida.
Hasta hace poco, Asen Grigorov, de 40 a?os de edad, dirig¨ªa un programa de econom¨ªa en la televisi¨®n p¨²blica que le convirti¨® en el periodista m¨¢s popular del pa¨ªs: se estaban creando las primeras empresas privadas, y los telespectadores quer¨ªan saber qu¨¦ es y c¨®mo funciona la econom¨ªa de mercado. Desde hace tres a?os, cada ma?ana, a las ocho, este periodista hiperactivo conduce un debate entre pol¨ªticos, polit¨®logos, soci¨®logos e intelectuales. A menudo ese debate versa sobre las nuevas leyes o sobre el eterno asunto de los expedientes de los agentes secretos, pero la mayor¨ªa de las veces se centra en temas de corrupci¨®n: corrupci¨®n en las aduanas, corrupci¨®n en el sistema judicial -muy ligada en este caso al crimen organizado local- y en las ofertas p¨²blicas de la Administraci¨®n. "Veremos si la habr¨¢ tambi¨¦n con los fondos europeos", dice Grigorov. "Sea como sea, la UE no va a cambiar las cosas de la noche a la ma?ana. Es un proyecto a medio plazo".
Angelina Dobreva est¨¢ convencida de que el ingreso en la Uni¨®n Europea acabar¨¢ normalizando el pa¨ªs m¨¢s pronto que tarde. Su optimismo tiene el valor a?adido del desinter¨¦s. Angelina desciende de una familia de industriales cuyas empresas fueron nacionalizadas en 1948; sus abuelos fueron internados en "campos correctivos a trav¨¦s del trabajo f¨ªsico", o sea, en campos de trabajos forzados. Como hijos de enemigos del pueblo, sus padres no pudieron estudiar en la universidad. La restituci¨®n de sus bienes a principios de los noventa no les ha devuelto la antigua prosperidad -como la f¨¢brica de Dzhurovo de la que acabamos de hablar, todo se hab¨ªa echado a perder-, pero Angelina no quiere lamentar esa tragedia familiar, com¨²n por otra parte en Sof¨ªa: "Prefiero olvidar, e incluso ignorar. Prefiero no leer el expediente de quienes informaron sobre nosotros. Seguro que algunos de ellos han seguido frecuentando nuestra casa, como buenos amigos de mis padres, y prefiero no saber qui¨¦nes son. V¨ªctimas y verdugos, comunistas y anticomunistas, no podemos seguir peleando en el contexto de la UE, cuando se necesita uni¨®n social para defendernos en un sistema econ¨®mico muy competitivo".
Angelina aconseja a las pymes b¨²lgaras para que se fortalezcan con los fondos europeos de ayuda al desarrollo. Durante unos a?os trabajando en una consultora en Madrid se admir¨® de "la manera excepcional" con que se han invertido esos fondos en Espa?a: "Si en Bulgaria sabemos hacerlo la mitad de bien, ser¨¢ un ¨¦xito extraordinario", dice. "En Espa?a tuve el privilegio de ver c¨®mo se hace lo que ahora estoy haciendo para Bulgaria, y lo que har¨¦ dentro de un a?o, cuando lleguen los fondos estructurales. Es como haber asistido al futuro de tu pa¨ªs con veinte a?os de antelaci¨®n".
En los suburbios de Sof¨ªa, donde m¨¢s fuerte suena la m¨²sica vulgar y azucarada de Kamelia y de Mara la Abrebotellas, es honda la preocupaci¨®n por el espeluznante aumento de los precios en suministros b¨¢sicos -como el gas, la electricidad y los alimentos- que se anuncian. Pero en los c¨ªrculos de negocios del centro, el acelerado crecimiento econ¨®mico genera optimismo. La construcci¨®n, las tecnolog¨ªas inform¨¢ticas, los call centres, la producci¨®n de piezas para maquinaria y el textil son sectores muy vigorosos. El PIB ha crecido en los ¨²ltimos cinco a?os entre el 4% y el 5%, y este a?o ha alcanzado el 6%. El entusiasmo es mayor en el sector financiero, claro est¨¢, pero tambi¨¦n entre los due?os de empresas de producci¨®n que han sobrevivido a estos ¨²ltimos, vol¨¢tiles, quince a?os. Los nuevos ricos ya han obtenido sus mansiones, sus autom¨®viles y sus ropas ostentosas, y se encuentran ya en el momento de comprarse el yate. El yate lo anclar¨¢n en alg¨²n puerto deportivo de la costa del mar Negro: 200 kil¨®metros de playa en los que se han hecho inversiones cuantiosas con miras al turismo, cuya demanda sube entre el 10% y el 25% anuales. El Gobierno ha decidido que los fondos europeos no vayan a esas playas ya sobreedificadas, sino a infraestructuras b¨¢sicas en el interior (piscinas, paseos mar¨ªtimos, canales, depuradoras de agua?) y sobre todo para el turismo rural, ecol¨®gico, de balnearios, cultural?
"Hemos madurado. Somos m¨¢s l¨²cidos. Ya nadie espera que de Occidente nos llegue la redenci¨®n; el tiempo de las ilusiones y del desencanto ya ha pasado. Ahora ¨¦ste es ya un pa¨ªs normal, banal, donde la gente se ocupa de pagar las cuentas y planear las vacaciones", dice alegremente Stefan Kissiov, de 43 a?os, uno de los mejores escritores b¨²lgaros y el ¨²nico que escribi¨® una novela contra el r¨¦gimen durante el comunismo.
Para publicar 'El verdugo' -donde recrea el procedimiento, piadoso e inhumanizado, de ejecutar a los condenados haci¨¦ndoles creer que se les tomaba una foto (el arma letal se camuflaba en la c¨¢mara)-, Kissiov tuvo que aguardar a la ca¨ªda del r¨¦gimen. En cuanto se abrieron las fronteras emigr¨® a Suiza, se emple¨® como camarero en un hotel de Z¨²rich y all¨ª tuvo el placer de conocer a Friedrich D¨¹rrenmatt, cliente asiduo con el que charlaba sobre literatura cada vez que ¨¦ste ped¨ªa algo al servicio de habitaciones. "Trabajando un a?o en Z¨²rich pude comprarme un piso en Sof¨ªa, para dedicarme a escribir sin preocuparme del alquiler", resume Kissiov.
A su colega Anton Donchev -de edad m¨¢s avanzada y el novelista b¨²lgaro m¨¢s conocido en el mundo, tanto durante el antiguo r¨¦gimen como hoy (en Espa?a, la editorial Met¨¢fora public¨® El misterioso caballero del libro sagrado, una novela hist¨®rica, como casi todas las suyas)- le inquieta la reducci¨®n del espacio cultural: "Hace veinte a?os, en Sof¨ªa hab¨ªa 1.100 librer¨ªas; hoy quedan 50. En el resto del pa¨ªs, muchas ciudades de 15.000 o 20.000 habitantes no tienen ni una sola? Yo, en estos a?os, he ido publicando una novela en cuatro vol¨²menes; pues bien, del primer tomo se hizo una tirada de 392.000 ejemplares, lo que es una barbaridad; pero la tirada del cuarto tomo ha sido de s¨®lo 2.000. Y aun as¨ª tengo la suerte de ser uno de los tres o cuatro escritores b¨²lgaros que se ganan la vida con su trabajo".
Aunque apoya al partido socialista, Donchev reprocha a las clases dirigentes que en la carrera hacia la prosperidad hayan olvidado algo fundamental: "El ser humano tiene alma. Aqu¨ª, a nadie le importa la vida espiritual, cuando al fin y al cabo el hombre percibe el mundo con el alma, y es el esp¨ªritu el que hace la valoraci¨®n y decide qu¨¦ es bueno y qu¨¦ es malo".
Tambi¨¦n en eso el pa¨ªs se normaliza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.