El amor en tiempos del cambio clim¨¢tico
El oso del Pirineo se despierta al o¨ªr el piar de un pajarillo. "Bueeeno", gru?e. "Pues ya ha llegado la primavera, es hora de levantarse...". Y mientras estira las zarpas, piensa en lo bien que le sienta a uno hibernar. Aunque, si ha de ser sincero, este invierno se le ha hecho muy corto. Entr¨® en letargo a principios de enero y es como si s¨®lo hubiesen pasado unos d¨ªas, y no tres meses... Tampoco ha perdido mucha grasa, que digamos. Pero el calorcito no enga?a. Es un calorcito propio del mes de marzo. As¨ª que se despereza y asoma la cabeza por la cueva. Ya no hay nieve, y las flores han empezado a abrirse. Qu¨¦ optimismo m¨¢s tonto le ha entrado.
Se arregla lo justo y sale al bosque. Por el camino picotea un poco de miel, pero no se entretiene. En el meandro del r¨ªo ha divisado a una hembra que est¨¢ tomando algo. As¨ª que frota la espalda en un ¨¢rbol para marcar territorio y levanta la zarpa para llamar a un oso inmigrante (uno de esos que se dedican a vender florecillas silvestres a las parejas). Le compra una, se arma de valor y se la ofrece a la osa. Por suerte, ella la acepta. Ahora se trata de darle palique, de preguntarle c¨®mo ha ido la hibernaci¨®n y tal y cual. Y si tiene pareja estable, claro. "Pues, ya no", contesta ella. "Soy single". Y r¨¢pidamente, ¨¦l a?ade que tambi¨¦n. "Es que...", aclara la osa, "acabo de salir de una relaci¨®n por Internet con un panda que ten¨ªa pareja... Pero ya lo estoy superando". Sonr¨ªe. "Esta primavera quiero vivir la vida, quererme un poquito a mi misma, ?sabes?". Y ¨¦l le da la raz¨®n: "Oye, es que, si no te quieres t¨², tampoco puedes esperar que te quieran los dem¨¢s ?eh?". Disimuladamente ella le mira la nariz. No lleva argolla de casado. No significa nada, claro, algunos se la quitan. Pero ¨¦ste parece sincero. Ha dicho que es single y no cree que est¨¦ divorciado. Los divorciados son un rollo, lo sabe por experiencia. No tienen cueva, porque se la han tenido que ceder a su ex, que es la que tiene la custodia de las cr¨ªas, y muchos viven otra vez en la cueva de los padres. ?l tambi¨¦n sonr¨ªe: "Pues yo", le susurra, "en lo primero que me fijo de una osa es en las zarpas". Ella, al o¨ªrlo, se ruboriza. "Para m¨ª, lo m¨¢s importante de un oso es que me haga re¨ªr...". Y a?ade: "Si quieres, te invito a mi caverna a tomar un poco de miel y a ver un cap¨ªtulo de Sexo en Yellowstone". ?l emite un gru?ido de placer y le ofrece la zarpa.
La caverna de la osa le gusta, es de dise?o. La l¨¢stima que ahora tengan que ver una serie tan aburrida como Sexo en Yellowstone, piensa. Ver las peripecias de tres osas solteras y pijas no es lo que considera un buen plan. Pero todo sea por aparearse. "Ponte c¨®modo", le invita ella mientras se deja caer, gr¨¢cilmente, en la hojarasca. ?l gru?e y le acaricia el pelaje. Fuera, en el bosque, los p¨¢jaros tambi¨¦n se cortejan. Se siente enamorado. Quiere tener cr¨ªas con ella y darles una educaci¨®n no sexista e igualitaria. Quiere comprar una cueva a medias con ella y abonarse a Digital + y a Imagenio; compartir las tareas dom¨¦sticas; hacer cenas con otras parejas. "Esp¨¦rame aqu¨ª", le pide de repente. "Voy a traerte una cesta de picnic". Y ella cierra los ojos, admirada por el detallazo. En cuanto se quede sola enviar¨¢ un sms m¨²ltiple a sus amigas para decirles que esta vez ha encontrado a un buen oso, y que cree que va en serio.
Pero al d¨ªa siguiente, ¨¦l parece otro. Ni siquiera la mira, est¨¢ de mal humor y todo el rato repite que tiene fr¨ªo y ganas de dormir. Bosteza y se queja de que tal vez se est¨¢n precipitando. Le explica que es como si, de repente, se acabase de dar cuenta: de lo ¨²ltimo que tiene ganas es de empezar una relaci¨®n. Ella no lo entiende. ?Qu¨¦ es lo que ha hecho mal esta vez? ?Por qu¨¦ todos los osos pierden el inter¨¦s despu¨¦s de la primera cita con ella? "?Hay otra? ?Eres pol¨ªgamo, como los dem¨¢s?", le pregunta. "No, no es eso...", replica ¨¦l, esforz¨¢ndose para que no se le cierren los ojos. Fuera, empieza a nevar. Los p¨¢jaros han desaparecido y las flores est¨¢n marchitas. "Es que ahora ya no me apetece cortejarte", se excusa. "?Pero, por qu¨¦?", lloriquea ella. "?Si ayer estabas en celo!". ?l bosteza de nuevo. "Cari?o, es que ahora me ha entrado sue?o... Quiero que nos demos un tiempo, me siento presionado, no me apetece traerte comida...". Ella se deja caer en la hojarasca y hunde la cabeza entre las zarpas. Ajena por completo al cambio clim¨¢tico que ha hecho que, este mes de enero, hayamos tenido temperaturas primaverales que han ca¨ªdo en picado durante la ¨²ltima semana, llora y se dice que todos los osos son iguales.
moliner.empar@gmail.com
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