Silencio, por favor
Uno lleva 20 a?os sufriendo el bullicio de una discoteca, otro no abre las ventanas desde el siglo pasado. Gente atormentada que ha decidido unirse para lograr un pa¨ªs menos ruidoso. Vecinos, abogados, m¨¦dicos, hosteleros
Pub musical Donegal, en el n¨²mero 44 de la calle Nou de la Rambla de Barcelona, permanece cerrado desde el pasado mes de mayo. Dentro, las voces se han apagado y sus potentes altavoces descansan: todo ha enmudecido. Sin embargo, justo sobre su techo, en el piso de arriba, Conchita Botey y Jos¨¦ Antonio Mu?oz siguen necesitando las pastillas para dormir y los tapones para los o¨ªdos cada vez que se meten en la cama. "Lo que hemos pasado no se olvida tan f¨¢cilmente", relata a¨²n con angustia Botey, de 48 a?os, "nos han roto, nos han arrancado un a?o, un mes y diez d¨ªas de nuestras vidas". Antes de que este pub irland¨¦s carente de licencia v¨¢lida fuese clausurado, tras meses de llamadas suplicantes al Ayuntamiento y a la Guardia Urbana, esta familia pod¨ªa seguir desde su sal¨®n las alegres conversaciones de abajo, y las atronadoras descargas de los altavoces sobre sus paredes tiraban al suelo cuadros y baldosas de la cocina. "Vivimos con mis padres, que son ya muy mayores, y todos hemos tenido que ir al psiquiatra", se le quiebra la voz a Botey. Ahora, el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 18 de Barcelona tramita una querella de la fiscal¨ªa de la ciudad contra la propietaria del pub musical, pero tambi¨¦n contra dos altos cargos del Ayuntamiento por consentir durante meses que un local sin licencia superase los l¨ªmites de emisi¨®n de ruidos.
En un despacho en el centro de Madrid, asediado al otro lado de los cristales por el rugido incesante del tr¨¢fico, el abogado especializado en litigios ambientales Jorge Pinedo, de 48 a?os, que hace unos meses llev¨® el caso del cercano bar de copas Cartoon, en el que el propietario fue condenado a dos a?os de prisi¨®n, siete meses y un d¨ªa por un delito de contaminaci¨®n ac¨²stica, narra c¨®mo los afectados por el ruido que se sientan por primera vez delante suyo suelen estar destrozados y no tardan en derrumbarse. "Se vac¨ªan al hablar, lloran, se desmoronan; los efectos de este tipo de contaminaci¨®n son devastadores", precisa este letrado, que hace seis a?os se junt¨® con algunos de los pocos colegas metidos entonces en este tipo de pleitos para fundar la asociaci¨®n Juristas contra el Ruido, que hoy cuenta con representantes en todas las comunidades aut¨®nomas. "Esto es como un veneno que en lugar de afectar a la sangre, va envenenando poco a poco los nervios".
De vez en cuando, un s¨²bito timbrazo del tel¨¦fono dispara el nivel de decibelios en todo el despacho, y Pinedo comenta c¨®mo, la mayor¨ªa de las veces que descuelgan el aparato por un nuevo caso, al otro lado del auricular se escucha la voz deshecha de una v¨ªctima de la contaminaci¨®n ac¨²stica. "?ste es el asunto ambiental que m¨¢s trabajo nos da; desde el punto de vista de los tribunales, el ruido constituye el principal contaminante de las ciudades", detalla el abogado, que a continuaci¨®n va a buscar un mont¨®n de carpetas y comienza a repasar algunos de sus pleitos pendientes: un se?or de la calle de Mar¨ªa de Guzm¨¢n, de Madrid, que padece desde hace 20 a?os el bullicio nocturno de unas discotecas; una se?ora de Raimundo Fern¨¢ndez Villaverde que lleva siete a?os sin abrir la ventana de su dormitorio por las molestias que le provoca una tienda de reparto a domicilio de comida r¨¢pida; otra mujer de Jorge Juan a la que atormentan en la azotea de enfrente unos equipos de aire acondicionado; una familia del municipio de Mejorada del Campo a la que su vecino del adosado de al lado martiriza poniendo discos compactos rayados a todo volumen como venganza? "?ste ha sido complicado de demostrar, pues el vecino apagaba el equipo de m¨²sica en cuanto llegaba la polic¨ªa, pero al final dos agentes se metieron en la casa de las v¨ªctimas ocultos en el maletero de un coche y pudieron escucharlo ellos mismos", apunta Pinedo.
"Ahora se ganan casi todos los casos, pero cuando empezamos era rar¨ªsimo demandar a alguien por el ruido, pues ¨¦ste era considerado jur¨ªdicamente como una mera molestia, y no como un tipo de contaminaci¨®n", recalca el abogado al tiempo que sus palabras son arrolladas por el estruendoso motor de un cami¨®n que pasa justo bajo su ventana. Todo empez¨® a cambiar con la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos por el famoso caso espa?ol L¨®pez Ostra. El letrado Jos¨¦ Luis Maz¨®n todav¨ªa se sonr¨ªe al recordar las iron¨ªas, e incluso burlas, de los tribunales espa?oles cuando su defendida Gregoria L¨®pez Ostra, una ama de casa de Lorca (Murcia), interpuso un recurso para la protecci¨®n de sus derechos fundamentales ante lo que consideraba una vulneraci¨®n de la inviolabilidad de su domicilio e intimidad personal por la entrada de olores pestilentes y ruidos procedentes de una estaci¨®n depuradora, construida a escasos 12 metros de su casa. La petici¨®n fue desde?ada en todas las estancias del pa¨ªs, hasta que lleg¨® al Tribunal de Estrasburgo, que en diciembre de 1994 dio la raz¨®n a la murciana y conden¨® por unanimidad a Espa?a a compensarla con ocho millones de pesetas (48.000 euros). De golpe, se hab¨ªa reconocido como un derecho fundamental el no ser molestado en el domicilio particular, en una ¨¦poca en la que, como incide Maz¨®n, casi nadie hab¨ªa o¨ªdo hablar a¨²n de un son¨®metro o de cualquier aparato para medir decibelios.
El Palacio de los Derechos Humanos de Estrasburgo ser¨ªa todav¨ªa escenario unos a?os despu¨¦s de otra sonada victoria contra el ruido de una nueva demandante espa?ola, esta vez una catedr¨¢tica de Matem¨¢ticas de Valencia, Pilar Moreno, que reclamaba una indemnizaci¨®n por la entrada a la fuerza en su casa del desquiciante bullicio de la calle hasta casi el amanecer, en un barrio de San Jos¨¦ en el que por esos a?os se api?aban cerca de 200 bares de copas. El propio abogado del caso, Andr¨¦s Morey, viv¨ªa entonces en esa misma zona, en lo que hoy es su despacho, y cuenta que, si le hubiesen filmado en aquellas noches y se pusiera ahora la cinta a c¨¢mara r¨¢pida, se le ver¨ªa desesperado dando vueltas entre las s¨¢banas y moviendo la cama de una habitaci¨®n a otra. En el exterior se hab¨ªan llegado a medir promedios de 80 a 100 decibelios, como subraya el letrado, toda una "masclet¨¤ nocturna". El Tribunal Constitucional reconoci¨® que deb¨ªa ser considerado como ruido excesivo cualquiera prolongado que superase en el interior de una vivienda los 30 decibelios de noche y los 35 de d¨ªa, pero desestim¨® el recurso de la valenciana por no disponer de mediciones de son¨®metro de dentro de su casa. Sin embargo, en noviembre de 2004, la Corte de Estrasburgo volvi¨® a corregir a los tribunales espa?oles por entender que el hecho de que la zona hubiese sido declarada ya "ac¨²sticamente saturada" por el Ayuntamiento de Valencia bastaba para tener que compensar a Moreno por da?os morales por la vulneraci¨®n de sus derechos fundamentales.
En el cuarto piso de un edificio de la zona de Moncasi de Zaragoza, Ignacio S¨¢enz Cosculluela, de 59 a?os, ha construido algo as¨ª como un b¨²nker ac¨²stico: balcones insonorizados, dobles ventanas, cristales m¨¢s gruesos? Es de d¨ªa y, aunque fuera el traqueteo de las obras, resulta insufrible, el ¨²nico sonido que perturba la calma de su casa son unos inusuales ladridos de su perro, un b¨®xer. Si fuese de noche y fin de semana, sus paredes empezar¨ªan entonces a retumbar por las vibraciones de la m¨²sica de alguno de los m¨¢s de 60 discobares de las calles contiguas: "Bum, bum, bum?". "Cuando hace calor, no me queda m¨¢s remedio que asarme o abrir las ventanas y cabrearme", se exaspera el que es presidente de la Plataforma Estatal de Asociaciones contra el Ruido y las Actividades Molestas (Peacram), que especifica que cuatro pisos todav¨ªa m¨¢s arriba, en el octavo, se han medido 54 decibelios en un dormitorio y 98 en el exterior.
?Qu¨¦ significa que el son¨®metro marque 90 decibelios? El ingeniero t¨¦cnico de telecomunicaciones Francisco Domingo, del laboratorio ac¨²stico Econatura, asegura que equivale al estr¨¦pito de un cami¨®n que pasa a escasos metros, con el agravante de que cada tres decibelios de m¨¢s supone duplicar el volumen.
"Cuando empezamos a estudiar las ordenanzas municipales, pensamos que lo ten¨ªamos ganado, pues estaba claro que estos niveles ac¨²sticos rebasaban los permitidos, pero cada vez que hemos reclamado al Ayuntamiento no hemos conseguido nada", detalla S¨¢enz Cosculluela, hermano del que fuera ministro de Obras P¨²blicas socialista, que tambi¨¦n preside la asociaci¨®n de vecinos La Huerva, en lucha desde hace 15 a?os contra esa especie de se¨ªsmo sonoro que sacude cada fin de semana estas calles. Tampoco han servido de mucho las incontables veces que, desquiciado, ha terminado marcando el 092 de la Polic¨ªa Local: "Oiga, ya nos ha llamado otras veces, no hace falta que vuelva a hacerlo", asegura el presidente vecinal que suelen contestar. "Estamos indefensos, la democracia no ha llegado todav¨ªa a las zonas de ruido".
Esta misma situaci¨®n de impotencia fue la que llev¨® a una vecina que acababa de quedarse viuda a demandar al Ayuntamiento de Zaragoza por considerar que su marido, Seraf¨ªn Tabernero, hab¨ªa muerto de un infarto de miocardio como consecuencia del estr¨¦s producido por el ruido de dos locales cercanos contra los que no se tom¨® ninguna medida a pesar de las 26 denuncias interpuestas por el propio fallecido. Su abogado fue otra vez Jos¨¦ Luis Maz¨®n, y la sentencia dictada en enero de 2006 por el Tribunal Superior de Justicia de Arag¨®n conden¨® al Consistorio a indemnizar a la viuda con 24.000 euros. Los magistrados no aceptaron que la muerte tuviese relaci¨®n con el ruido, pero s¨ª al menos con la tensi¨®n producida por verse obligado a interponer una denuncia tras otra. El Ayuntamiento deber¨¢ responder ahora a una nueva demanda de otros 55 vecinos de la asociaci¨®n La Huerva.
En medio del golpeteo de pilas de platos, tintineo de botellas y conversaciones entremezcladas, el m¨¦dico de Peacram Daniel Bernab¨¦u, de 42 a?os, comienza a sacar gr¨¢ficos y estudios cient¨ªficos en una cafeter¨ªa de Madrid. "En el mundo laboral est¨¢ asumido ya que a partir de 80 decibelios existe riesgo de sordera, pero es que adem¨¢s el ruido puede generar estr¨¦s y otras alteraciones f¨ªsicas", explica el m¨¦dico, forzando la voz por encima del estridente murmullo. ?l tambi¨¦n sufri¨® durante a?os las noches en vela cuando viv¨ªa en el barrio de Huertas de la capital, lo que le llev¨® a interesarse por un campo de la salud en el que no existen especialistas. "El ruido es un agente estresante, estimula una parte del cerebro muy primitiva encargada de poner en alerta el organismo y de activar toda una serie de procesos hormonales y fisiol¨®gicos que nos preparan para la huida o la lucha", alerta Bernab¨¦u. "A la larga, todo esto puede causar hipertensi¨®n arterial, aumento de riesgos cardiovasculares, problemas respiratorios, irritabilidad, cansancio, depresi¨®n?". El m¨¦dico recorre con la mano el interior del local y llama la atenci¨®n sobre los niveles ac¨²sticos: "Hay mucha gente afectada por el ruido que no lo sabe o no le da importancia, pero igual que se combate el colesterol para prevenir enfermedades cardiovasculares, se deber¨ªa tener el mismo cuidado con los decibelios".
Antes de marcharse, el m¨¦dico deja sobre la mesa un estudio de Cristina Linares y Julio D¨ªaz, de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, y Aurelio Tob¨ªas, de la Carlos III, publicado recientemente en International Archives of Occupational and Environmental Health. ?Su conclusi¨®n? Que el ruido constituye el factor ambiental que m¨¢s influye en los ingresos de los menores de 10 a?os en las urgencias hospitalarias de Madrid. Los investigadores analizaron todas las admisiones infantiles en Urgencias del hospital Gregorio Mara?¨®n a lo largo de 2.192 d¨ªas entre los a?os 1995 y 2000, y, despu¨¦s de contrastar los datos con las mediciones de la contaminaci¨®n en el aire, los registros meteorol¨®gicos o los niveles de polen de esas mismas fechas, encontraron que el elemento m¨¢s determinante no era otro que el ruido, principalmente del tr¨¢fico. "Del mismo modo que existen l¨ªmites para otros tipos de contaminaci¨®n, los del ruido se est¨¢n incumpliendo de forma generalizada en las ciudades de todo el pa¨ªs y parece que no pasa nada", advierte el otorrino del hospital Puerta de Hierro de Madrid Crist¨®bal L¨®pez Cortijo, que, aparte de advertir de las lesiones cada vez m¨¢s generalizadas que acaban apareciendo con la edad en los torturados o¨ªdos de los habitantes de las urbes, recalca c¨®mo a su consulta llegan muchos pacientes a los que tiene que derivar luego al psic¨®logo para tratarles el estr¨¦s o la depresi¨®n.
Prisionero en su fortaleza ac¨²stica, S¨¢enz Cosculluela cuenta que cada d¨ªa son m¨¢s los vecinos de todo el pa¨ªs que se suman a esta rebeli¨®n ciudadana contra el ruido, y ahora mismo llegan casi al centenar las asociaciones que integran la plataforma estatal, procedentes de Vigo, C¨¢ceres, Le¨®n, Barcelona? "Cuando nos juntamos por primera vez los afectados de distintas organizaciones en 2003, fue como si hubi¨¦semos estado en un campo de concentraci¨®n y acabasen de llegar nuestros libertadores", asevera. Para el presidente de Peacram, si bien es cierto que en los tribunales se ha ido ganando la batalla, las administraciones siguen pareciendo sordas ante lo que piensa que constituye uno de los mayores problemas ambientales del pa¨ªs. Los casos se multiplican por todas partes, como el de Eladio D¨ªez, de 60 a?os, que no necesita asomarse por la ventana de su casa para saber qu¨¦ m¨¢quinas son las que trabajan en ese momento en las obras de la calle. Este prejubilado vive en un cuarto piso de la avenida del Manzanares de Madrid y lleva cerca de a?o y medio soportando el martilleo constante producido por la remodelaci¨®n de la M-30. "Estos golpeteos tremendos corresponden a una pantalladora, un monstruo de m¨¢quina con algo parecido a un enorme sacacorchos para hacer agujeros que aporrea cada dos por tres contra el suelo para sacudir la tierra", detalla este vecino perteneciente a la plataforma M-30 No M¨¢s Coches. En otras ocasiones, lo que se escucha es el estr¨¦pito de los camiones, las excavadoras o un artefacto especialmente temido por D¨ªaz que cada vez que da marcha atr¨¢s suelta un pitido agudo que le perfora la cabeza, como si uno de estos gigantescos taladros girase hacia el interior de sus o¨ªdos.
Como explica este madrile?o, por ser s¨¢bado, las pantalladoras comenzaron el tajo a las ocho de la ma?ana, pero un d¨ªa entre semana estos aldabonazos a las puertas de su casa pueden abrirle los ojos a las seis y media. A partir de entonces, el recital de percusi¨®n no se detiene hasta las ocho de la tarde, momento en el que empieza una sesi¨®n nocturna especial con los camiones: "Primero dejan caer hacia atr¨¢s su carga y luego golpean con violencia sus volquetes una y otra vez para dejarlos limpios del todo". Con alguna de estas sacudidas suele ser cuando D¨ªez estalla, ya de madrugada, y baja a la calle con otros vecinos igual de enfurecidos. "Cuando he bajado o he llamado a la polic¨ªa, los propios obreros han reconocido que no tienen permiso para trabajar a ciertas horas, pero al d¨ªa siguiente vuelven a estar ah¨ª como si nada", relata crispado. "Sabemos que existen m¨¦todos para reducir estas molestias, pero trabajan hasta que los vecinos nos quejamos; est¨¢ claro que para el Ayuntamiento estamos en el ¨²ltimo lugar", se desespera este hombre, que asegura que, cuando ha sacado un son¨®metro por la ventana de su casa de noche, ha medido picos de 120 decibelios con el retumbar del volquete de alg¨²n cami¨®n.
En el laboratorio ambiental Econatura, de Teruel, el ingeniero experto en ac¨²stica Francisco Domingo precisa que el ruido -"ese sonido que no queremos escuchar"- comienza a resultar molesto por encima de los 27 decibelios, una medida que suele expresarse en decibelios A (la media ponderada de cinco segundos). Por su parte, la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) estima que puede resultar da?ino a partir de los 65 decibelios. Con todo, para este especialista, la medici¨®n de la presi¨®n ac¨²stica resulta mucho m¨¢s compleja que esto. "Parece que basta con apretar el bot¨®n de un son¨®metro, pero no es as¨ª", incide rodeado del rumor de pasos apresurados, abrir y cerrar de cajones, y voces fugaces, un ambiente sonoro caracter¨ªstico de oficina que calcula que debe de estar por los 50 decibelios. Como subraya, no s¨®lo se trata de una cuesti¨®n de volumen, el ruido tiene una importante carga subjetiva y no afecta a todos por igual. Adem¨¢s, en ocasiones el afectado puede no ser comprendido simplemente porque la molestia no ha sido medida de forma correcta. "El son¨®metro s¨®lo da un valor ¨²nico, una ponderaci¨®n, pero el o¨ªdo humano es sensible a un espectro de frecuencias que va entre los 20 y los 20.000 hercios", precisa Domingo, que plantea la siguiente hip¨®tesis: "Tomemos una frecuencia de 50 hercios, la habitual del compresor de un frigor¨ªfico; con un son¨®metro no se captar¨¢ nada anormal, pero un estudio por espectro puede revelar que una familia quiz¨¢ est¨¢ soportando una presi¨®n ac¨²stica de 40 decibelios en su casa".
Este ingeniero ha ido por todo el pa¨ªs con sus aparatos de medici¨®n y guarda una ins¨®lita colecci¨®n de marcas extremas registradas durante la noche: "He medido 92 decibelios en un balc¨®n de la zona de Moncasi de Zaragoza, 60 en una vivienda con las ventanas cerradas de Teruel o 49 en otra casa de la plaza del Dos de Mayo de Madrid. Todas ellas, una aut¨¦ntica barbaridad". Cuando se le pregunta a qu¨¦ corresponde un pico de 120 decibelios, como los registrados por el vecino de Madrid en las obras de la M-30, afirma que es lo mismo que se oir¨ªa a unos cientos de metros de una pista de despegue.
No llega a 600 metros la distancia que separa la cama de Consuelo Elosua, portavoz de la asociaci¨®n ecologista Lur Maitea, del punto en el que se levantan y se posan las ruedas de los aviones en las pistas del aeropuerto de Bilbao. Como detalla esta vasca de 49 a?os, que vive en una casa con jard¨ªn en el municipio de Loiu, el primer vuelo del d¨ªa la despierta a las seis y media de la ma?ana, "ya sea laborable o festivo", y en horas punta sus t¨ªmpanos pueden ser atravesados por un avi¨®n cada diez minutos. "La casa a veces tiembla", especifica Elosua, que cuenta que no puede sentarse a leer un libro, salir a disfrutar de su jard¨ªn o hablar por tel¨¦fono sin interrumpir la conversaci¨®n. "Llegas a sentir ira", se sincera. La organizaci¨®n ecologista Lur Maitea ha llevado a los tribunales a los ayuntamientos de los municipios colindantes con el aeropuerto, como Loiu, Sondika, Derio o Erandio, para obligarles a medir los niveles sonoros del tr¨¢fico a¨¦reo. Como comenta Elosua, vienen alertando de los riesgos de la salud desde hace diez a?os y ahora quieren evitar que estos consistorios sigan concediendo licencias de construcci¨®n cada vez m¨¢s cerca de las pistas. Son ya varias las sentencias a su favor.
Todav¨ªa se insiste a veces en que Espa?a es el segundo pa¨ªs m¨¢s ruidoso del mundo despu¨¦s de Jap¨®n. Sin embargo, esta afirmaci¨®n nunca fue cierta. Lo explica Francisco Morales, presidente de la asociaci¨®n Granada contra el Ruido y responsable del portal de Internet www.ruidos.org. Este ingeniero industrial, de 70 a?os, se fue a vivir a Granada nada m¨¢s jubilarse con la idea de volver a matricularse en la universidad y deleitarse con el estudio de la ling¨¹¨ªstica, pero la primera noche en su casa nueva ya fue incapaz de dormir por el atronador petardeo de los tubos de escape de las motos. Desde entonces, el espacio de sus estanter¨ªas reservado a los manuales de la universidad ha ido llen¨¢ndose de libros sobre el ruido, y las horas de apacible estudio se han transformado en agitada lucha contra la contaminaci¨®n ac¨²stica. Como detalla, lo del pa¨ªs m¨¢s ruidoso por detr¨¢s de Jap¨®n tiene su origen en un estudio efectuado por la OCDE en 1991 (Lutter contre le bruit dans les ann¨¦es 90) y, si bien es verdad que Espa?a aparec¨ªa en el segundo peor puesto por detr¨¢s de Jap¨®n, la comparativa no abarcaba todos los pa¨ªses del mundo, sino s¨®lo los pertenecientes a esta organizaci¨®n. Adem¨¢s, por aquella ¨¦poca las mediciones tampoco eran muy abundantes. "Se trata de una estimaci¨®n muy burda, pero incluso sin ser cierta result¨® muy ¨²til para concienciar de la importancia de este problema", incide Morales, que tampoco entiende que se ponga como excusa de los altos niveles ac¨²sticos el buen tiempo o el car¨¢cter festivo de los espa?oles.
A su juicio, lo que influye de verdad para acabar con el ruido es el desarrollo, y al contrario, lo que impide silenciarlo a menudo no es sino la excesiva tecnificaci¨®n de las ordenanzas. No son muchas las estad¨ªsticas realmente fiables ni las comparativas entre pa¨ªses sobre el impacto de este tipo de contaminaci¨®n. Sin embargo, como recalca el ingeniero, un dato clarificador es el recogido en el censo de poblaci¨®n y vivienda del Instituto Nacional de Estad¨ªstica de 2001: un 30% de la poblaci¨®n espa?ola asegura sufrir ruidos molestos en su casa. "Yo tuve que olvidarme de la universidad, pero mucha otra gente se ha visto obligada a vender su vivienda y huir de la ciudad".
Tampoco todo son ejemplos negativos. En otro punto caliente donde tambi¨¦n se disparan los son¨®metros, la plaza del Cedro de Valencia, un mediador se acerca a unos j¨®venes delatados por el tintineo de las bolsas que cargan y les pregunta qu¨¦ opinan de que se acaben llevando las zonas de marcha a las afueras de la ciudad por las protestas de los vecinos. El mediador no es mayor que ellos y viste una camiseta con el lema "Divi¨¦rtete sin molestar". Forma parte de una campa?a de concienciaci¨®n de la ONG Controla Club, en colaboraci¨®n con la Concejal¨ªa de Empleo de la ciudad, para transmitir a los usuarios de la noche que pueden pasarlo igual de bien sin perjudicar a los dem¨¢s. "A todos nos gusta salir, pero o tomamos medidas o nos vamos a cargar este modelo de ocio", subraya Vicente Pizcueta, vicepresidente de la organizaci¨®n, que durante 20 a?os fue director de discoteca. "Tenemos que intervenir directamente all¨ª donde se producen estos h¨¢bitos sociales, o ser¨¢ muy dif¨ªcil cambiarlos", indica. En este ambiente nocturno queda una pregunta por responder: de todas estas formas de ruido, ?cu¨¢l es realmente la que m¨¢s molesta al ciudadano? Como explica el letrado Llu¨ªs Gallardo, representante de la Associaci¨® Catalana Contra la Contaminaci¨® Ac¨²stica (Accca), a la vez que vicepresidente de Juristas contra el Ruido, todo depende de qui¨¦n conteste. Los propietarios de los bares de copas, agrupados en la asociaci¨®n Empresarios por la Calidad del Ocio (ECO), que defienden que apenas un 3% de las reclamaciones vecinales contra este tipo de establecimientos terminan en expedientes muy graves, dirigen el dedo acusador hacia al pesado ronroneo del tr¨¢fico y el estr¨¦pito de las obras de las ciudades. Por su parte, las estad¨ªsticas de Accca reflejan que el 50% de las quejas que reciben tienen su origen en el "incivismo vecinal". "Cuando empezamos con la asociaci¨®n catalana, todos nos trataban como una pandilla de hist¨¦ricos, pero ahora se nos pide incluso asesoramiento", se?ala Gallardo, abogado que representa a la familia de Conchita Botey en el proceso penal contra el pub Donegal.
En la sexta planta del Ministerio de Medio Ambiente, en el despacho del director general de Calidad y Evaluaci¨®n Ambiental, Jaime Alejandre, se oye por fin el silencio. La nada. En la calle, los motores rugen y las ruedas de los coches mascan el asfalto, pero, como comenta el propio director general, el edificio es de construcci¨®n antigua y tiene muros muy gruesos. Entre estas paredes se ultima el reglamento que debe desarrollar la Ley del Ruido 37/2003, un documento muy t¨¦cnico y complejo que fijar¨¢ los sistemas de evaluaci¨®n y los m¨¦todos matem¨¢ticos para medir y limitar los niveles ac¨²sticos. Alejandre considera que la clave para combatir este tipo de contaminaci¨®n urbana pasa obligatoriamente por unir la pol¨ªtica ambiental con la ordenaci¨®n del territorio. "No se puede construir un aeropuerto y luego levantar casas al lado".
Para ello, esta ley obliga a que en julio de este a?o todas las aglomeraciones de m¨¢s de 250.000 habitantes hayan confeccionado sus mapas de ruido, lo que aportar¨¢ mediciones ac¨²sticas de cada rinc¨®n de las urbes para tratar de actuar all¨ª donde se superen los l¨ªmites. "?ste es uno de los problemas ambientales m¨¢s cercanos para los ciudadanos y uno de los que m¨¢s impacto tienen", detalla este alto cargo, que, como consecuencia de las denuncias de centenares de vecinos, ha sido llamado a declarar como imputado en un juzgado del Prat, al igual que el director general de Aviaci¨®n Civil del Ministerio de Fomento y el presidente de AENA, por los niveles ac¨²sticos causados por los aviones en Gav¨¤ y Castelldefels tras la ampliaci¨®n del aeropuerto barcelon¨¦s.
M¨¢s informaci¨®n: www.juristas-ruidos.org, www.peacram.com y www.ruidos.org.
Desde mis ventanas
Por Javier Mar¨ªas
Mientras escribo estas l¨ªneas, he aqu¨ª la situaci¨®n: en la plaza vecina, y desde hace unos d¨ªas, el Ayuntamiento de mi ciudad ha empezado a instalar una especie de carpa de circo met¨¢lica, enorme, de descomunal altura y muy fea (para entendernos: digna de ?lvarez del Manzano), en la que se meter¨¢, me temo, un megabel¨¦n parecido al que ya montaron hace un a?o y que se carg¨® la perspectiva de la plaza en cuesti¨®n durante mes y medio. Todo el d¨ªa suenan martillazos, sierras, motores, m¨¢quinas y golpes variados en medio de un paisaje de gr¨²as. En el edificio de enfrente, otra cuadrilla procede a levantar un andamiaje que ocupar¨¢ una manzana entera, supongo que para "rehabilitar" una fachada que se ve muy saludable. Sus golpes y sus martillazos se mezclan con los de la carpa de circo. Estas dos gratuitas agresiones me han expulsado de mi casa porque en ella no hay quien trabaje ni descanse, y me he refugiado en otro piso que tengo a mi disposici¨®n, un par de plantas m¨¢s abajo. Pero dos desaprensivos vecinos o caseros (el 99% de los espa?oles lo son) han emprendido en los suyos obras que durar¨¢n varios meses sin encomendarse a Dios ni al Diablo, es decir, sin pararse a pensar ni un segundo en el perjuicio que causan a los dem¨¢s. As¨ª que all¨ª tambi¨¦n se oye de todo y no hay quien pare. Pensar¨¢n ustedes que, disponiendo de dos pisos con diferente orientaci¨®n, es incre¨ªble que deba largarme a un hotel. Pensar¨¢n que es un caso de mala suerte, una coincidencia excepcional.
Lo grave es que no lo es. Lo grave es que esta es una situaci¨®n habitual en Madrid y tambi¨¦n en Espa?a en general. A la hora de hacer ruido -no ya normal, sino ruido insoportable-, aqu¨ª a nadie se le ocurre pararse a pensar si puede o debe someter a tortura a sus conciudadanos para satisfacer sus caprichos. Y si digo caprichos es porque el ruido necesario -que tambi¨¦n lo hay, a veces- es m¨ªnimo en comparaci¨®n con el superfluo, con el que nos podr¨ªamos todos ahorrar. Para m¨ª es asombroso que los Ministros de Sanidad, y sobre todo la actual, Salgado, persigan fan¨¢ticamente el tabaco y no digan una palabra sobre el da?o quiz¨¢ mayor, y desde luego mucho m¨¢s inmediato e impositivo, que produce el ruido. (Uno puede irse de donde hay humo, pero no de donde haya ruido.) Su pasividad a este respecto es, de hecho, la prueba fehaciente de que en sus campa?as contra los cigarrillos hay demagogia m¨¢s que nada, y de que la salud de los ciudadanos les trae en el fondo completamente sin cuidado.
El ruido impide la vida, excepto para los que lo adoran y no pueden estarse sin ¨¦l, entre los cuales se cuentan el Gobierno, las Comunidades Aut¨®nomas y casi todos los Ayuntamientos del pa¨ªs. El ruido saca a la gente de sus casillas, y estoy convencido de que se matar¨ªa a menos mujeres y se cometer¨ªan en general menos cr¨ªmenes si Espa?a fuera algo m¨¢s silenciosa, porque el ruido es una de las cosas que m¨¢s ponen fuera de uno y m¨¢s llevan a perder el control. Las pocas ocasiones en que he estado a punto de agredir a alguien han sido por no haber podido descansar o dormir debido al ruido y tener los nervios a flor de piel, o en creciente irritaci¨®n. ?Por qu¨¦ casi nadie tiene eso en cuenta? ?Por qu¨¦ la gente espa?ola chilla lo mismo a las cuatro de la madrugada que a las de la tarde? ?Por qu¨¦ nuestras ciudades est¨¢n llenas de tiendas -de ropa, frecuentemente- que, con las puertas siempre abiertas, emiten hacia la calle un continuo sonido de discoteca? ?Por qu¨¦ hay tant¨ªsimo tarado que viaja con el mismo sonido en su coche y con las ventanillas de par en par? ?Por qu¨¦ no hay fiesta o jolgorio que no consista en colocar altavoces en la v¨ªa p¨²blica de los que salga infram¨²sica a todo meter? ?Por qu¨¦ no se concibe la diversi¨®n sin armar una bulla que deba tragarse el resto de la poblaci¨®n? ?Por qu¨¦ las sirenas de ambulancias, polic¨ªa y bomberos suenan a una intensidad exagerada (los veh¨ªculos que deben apartarse a su paso las oir¨ªan igual a muchos menos decibelios)? ?Por qu¨¦ est¨¢ el pa¨ªs plagado de sem¨¢foros chillones, por si acaso pasa alg¨²n ciego (no ser¨ªa dif¨ªcil que hubiera un bot¨®n y que lo activaran los ciegos cuando lo necesitaran)? ?Por qu¨¦ se acometen sin cesar obras no s¨®lo monstruosas, sino absolutamente innecesarias?
Es muy dif¨ªcil que la ciudadan¨ªa se refrene o modere si los encargados de proteger la salud, el descanso, el trabajo y el sue?o de los dem¨¢s son los que m¨¢s se dedican a taladrarles los o¨ªdos, con deliberaci¨®n. Hace casi cuatro a?os, antes de las ¨²ltimas elecciones municipales, el alcalde Ruiz-Gallard¨®n prometi¨® que si sal¨ªa elegido crear¨ªa una brigada de la Polic¨ªa Municipal contra el ruido. "Implantaremos medidas preventivas y, cuando sea preciso, coercitivas. Bajo el lema Madrid, sin ruidos, el objetivo ser¨¢ fomentar una cultura de respeto al descanso y al sue?o", dijo literalmente. Miro hacia la plaza vecina, miro hacia el edificio de enfrente, recuerdo que una de las m¨¢s cl¨¢sicas y consagradas formas de tortura (lo saben bien en Guant¨¢namo) es a base de ruido. Pocas promesas electorales habr¨¢n sido tan incumplidas como esta. Madrid era desde hac¨ªa trece a?os (los que estuvo Manzano de alcalde) el para¨ªso del ruido. En los ¨²ltimos cuatro (los que lleva Gallard¨®n) se ha convertido adem¨¢s en el parque tem¨¢tico del ruido, porque los hay de todos los tipos imaginables, con la ciudad permanentemente destripada y horrenda, sin que haga la menor falta las m¨¢s de las veces. Esa brigada que dijo querer crear habr¨ªa tenido que ir a sancionarlo y a detenerlo a ¨¦l todos y cada uno de los d¨ªas transcurridos desde su toma de posesi¨®n. Y teniendo en cuenta que, seg¨²n la actual Ley del Ruido aprobada por el Congreso, y que responde a una directiva europea, las multas por este concepto pueden alcanzar los 300.000 euros, el Ayuntamiento de aqu¨ª, y los de casi todas las ciudades y pueblos de Espa?a, estar¨ªan ya en la m¨¢s absoluta ruina. Lo cual, adem¨¢s de un acto de justicia, ser¨ªa una bendici¨®n, porque ya no les quedar¨ªan fondos para emprender gilipolleces ruidosas y probablemente corruptas en su mayor¨ªa, que es a lo que se dedican la mayor parte del tiempo. Como veo y oigo ahora mismo, sin ir m¨¢s lejos, desde mis ventanas.
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