?Qui¨¦n ser¨ªa responsable?
Imaginemos -los dioses no lo quieran- que en 2013, tras aparecer fisuras en muchos edificios del Ensanche y en el propio templo, se cae una de las torres de la Sagrada Familia. Aunque algunos se alegrar¨ªan porque no es desde luego su edificio favorito, la conmoci¨®n ser¨ªa superlativa y el esc¨¢ndalo alcanzar¨ªa dimensiones planetarias. Naturalmente se trata de que para entonces el AVE ya atraviese la ciudad y que, por tanto, se haya convertido en el principal sospechoso en el momento de calibrar cualquier da?o arquitect¨®nico en la zona.
Como la mayor¨ªa de ustedes, no tengo conocimientos t¨¦cnicos adecuados para defender una u otra opci¨®n en el trazado del tren, y no voy a entrar en este asunto. Pero no necesito tales conocimientos para advertir de que cualquier opci¨®n es mala cuando existe un clima generalizado de sospecha. Y esta atm¨®sfera ya se ha instalado pesadamente alrededor del deseado y maldito tren de modo que, por m¨¢s que se esfuercen los expertos y los pol¨ªticos en tranquilizar a los ciudadanos, siempre, al menor indicio, se levantar¨¢ un dedo acusador.
La sospecha, una vez que ha tomado posesi¨®n de un paisaje, es dif¨ªcil de erradicar. Supongamos que en 2013 cae una torre de la Sagrada Familia o, sin llegar a tanto, una raja descuartiza parte de la fachada ?alguien podr¨ªa creer que el suceso es ajeno al paso del AVE? Para ser justos quiz¨¢ habr¨ªa que pensar en otros factores. Sin embargo, dados los precedentes de alarma, ?alguien pensar¨¢ en otras circunstancias? Es improbable. Si no se hallara con precisi¨®n la causa me atrevo a apostar que todos los dedos acusadores, sin excepci¨®n, se?alar¨ªan en la misma direcci¨®n. No hace falta que el funesto acontecimiento se produzca en 2013, o antes; puede producirse varias d¨¦cadas despu¨¦s y el principal sospechoso ser¨ªa el mismo. Por m¨¦ritos propios.
Aunque estemos acostumbrados a cohabitar permanentemente con la chapuza cuesta recordar otro proyecto que haya supuesto una acumulaci¨®n tal de indicios: la historia de la llegada del AVE a Barcelona deber¨ªa ense?arse en el futuro en las universidades para ejemplificar c¨®mo se mezclan todos los ingredientes necesarios para cocinar una s¨®lida sospecha. La historia es insuperable de principio a fin, si es que realmente alg¨²n d¨ªa podemos hablar de fin. ?Recuerdan los indicios? Ya fue sospechoso que el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez prefiriera la construcci¨®n del itinerario Madrid-Sevilla frente al de Madrid-Barcelona, que parec¨ªa m¨¢s l¨®gico si se atend¨ªa a la construcci¨®n de una red de comunicaci¨®n europea. Y despu¨¦s, ?no fue sospechoso el inacabable retraso en las obras? El Gobierno socialista no cumpli¨® y luego tampoco cumpli¨® el Gobierno del Partido Popular, que adem¨¢s dej¨® la cosa en manos de alguien que, como el ministro ?lvarez Cascos, ten¨ªa de antemano la sospecha pintada en la cara. Un tren de alta velocidad no puede retrasarse impunemente tres lustros sin turbios motivos que, como es l¨®gico, incrementan la sospecha.
Si pasamos del tiempo al m¨¦todo los augurios no pueden mejorar tampoco. Desde el principio la informaci¨®n que ha llegado a los ciudadanos ha sido confusa y desconcertante. Nadie ha sido capaz de explicar con claridad los argumentos que favorec¨ªan un trazado en detrimento de otro. Mientras se dilataba la espera iban filtr¨¢ndose noticias que aseguraban lo que unos meses despu¨¦s se desment¨ªa. Ahora iremos por el Litoral; ahora, por el corredor del Vall¨¨s, finalmente, nos da la gana de ir por el centro de la ciudad, por el Ensanche. Aqu¨ª construiremos una estaci¨®n y all¨¢, otra que, m¨¢s tarde nos parece superflua. Por ah¨ª trazaremos un bucle que nos lleve al aeropuerto y, si nos apetece, tambi¨¦n un tirabuz¨®n que nos traslade a la Zona Franca.
At¨®nito, el ciudadano ha podido observar c¨®mo durante a?os especialistas y pol¨ªticos patinaban alegremente sobre una pista de desprop¨®sitos que cada vez val¨ªa m¨¢s millones de euros. ?Alguien se ha tomado la molestia de cuantificar cu¨¢nto dinero se arrebatar¨¢ al contribuyente a causa del incre¨ªble rosario de incompetencias?
Junto con el de la sospecha el asunto de la responsabilidad no tiene menor inter¨¦s, por m¨¢s que estemos acostumbrados al ritual de esconder la cabeza bajo el ala. Si en 2013 cayera una torre de la Sagrada Familia -los dioses no lo quieran- o un grave da?o afectara a las m¨¢s de 1.000 viviendas que convivir¨¢n con el p¨¢jaro de mal ag¨¹ero -los dioses tampoco lo quieran- y se confirmaran las sospechas, ?qui¨¦n ser¨ªa el responsable?
En un pa¨ªs habituado al desvanecimiento de las responsabilidades lo m¨¢s probable es que todo concluyera en un Fuenteovejuna invertido: nadie. Nadie ser¨ªa responsable pues ?c¨®mo ¨ªbamos a hacer responsable al t¨¦cnico que empez¨® y no acab¨®, o al que acab¨® pero no empez¨®, o al que fue destituido entre el empezar y el acabar, al que falleci¨® de fatiga durante el prolongado proceso? Ser¨ªa injusto culpar a alguien que era s¨®lo un trabajador de la Administraci¨®n.
Y en la Administraci¨®n, entonces, ?qui¨¦n ser¨ªa responsable? Nadie, igualmente, pues, la verdad, no ¨ªbamos a pedir responsabilidades a Gonz¨¢lez por su desd¨¦n, o a Aznar por su tirria, o a ?lvarez Cascos por su jeta, o a los sucesivos ministros de Fomento hasta 2013, que ya heredaron el muerto. Por otro lado, ?har¨ªamos responsables a Pujol y a Maragall, a Montilla y a Nadal, o al pobre Clos, de un desaguisado en el que nada tienen que ver y que ¨²nicamente reivindicar¨ªan si fuera un ¨¦xito, y no un desaguisado? Nadie, nadie ser¨ªa responsable. Recemos.
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