El viaje interior
El Museo Thyssen-Bornemisza y Caja Madrid exhiben 165 retratos del 'siglo de Picasso' en la exposici¨®n 'El espejo y la m¨¢scara
No se han apagado los ecos de la recientemente clausurada exposici¨®n Retratos p¨²blicos. Retratos privados: 1770-1830, que, seg¨²n la direcci¨®n de Robert Rosemblum, se ha exhibido en el Grand Palais de Par¨ªs, antes de iniciar su periplo internacional, cuando se inaugura en las salas madrile?as del Museo Thyssen-Bornemisza y Fundaci¨®n Caja Madrid la muestra El espejo y la m¨¢scara. El retrato en el siglo de Picasso, en la que sus comisarios, Paloma Esteban, conservadora de pintura moderna del Museo Thyssen-Bornemisza, y Malcolm Warner, conservador jefe del Kimbell Art Museum, de Fort Worth (Tejas), han tratado de embutir la historia del retrato del siglo XX.
Aun contando con 165 retratos de unos 60 artistas diferentes, esta iniciativa debe calificarse como de gran haza?a, no s¨®lo por la abundancia y variedad de los ejemplos que ilustran la supervivencia de este g¨¦nero en nuestra ¨¦poca, sino porque el retrato, cuya justificaci¨®n hist¨®rica como g¨¦nero era l¨®gicamente el reproducir el parecido con el modelo, ha tenido que transformarse en un acertijo visual al desacreditar las vanguardias del siglo XX el mundo exterior de las apariencias.
Las corrientes m¨¢s significativas tratan de reconstruir la rota identidad del hombre en nuestra ¨¦poca
Es cierto que pocas posibilidades hab¨ªa de seguir el patr¨®n tradicional tras la difusi¨®n masiva de la fotograf¨ªa. En cualquier caso, esta exposici¨®n nos invita a visitar este prodigioso desaf¨ªo de comprobar c¨®mo se puede evocar una personalidad individual despu¨¦s de que los medios adecuados para representar sus rasgos visibles fueran invalidados. Se nos invita, as¨ª, pues, a un viaje interior.
Concebida la exposici¨®n en 11 cap¨ªtulos, el primero, si se inicia el recorrido por las salas del Museo Thyssen-Bornemisza, est¨¢ dedicado al autorretrato, lo cual est¨¢ m¨¢s que justificado porque dif¨ªcilmente los artistas de vanguardia pod¨ªan afrontar la representaci¨®n de otros sin mirarse primero a ellos mismos, ya no como anta?o, proclamando su ansiada mejora social, ni exhibiendo los atributos de su oficio, sino escarbando en su propia alma. De esta manera, en ese primer cap¨ªtulo, Ante el espejo, nos encontramos con dos impactantes autorretratos de Van Gogh y Gauguin, dos personalidades extremas y antit¨¦ticas pat¨¦ticamente volcadas al autoan¨¢lisis. Como brotes de esta inicial y violenta semilla introspectiva los flanquean sendos autorretratos de, por un lado, Edvard Munch, con su autovisi¨®n nocturna y melanc¨®lica, y Pablo Picasso, con una imagen m¨¢s par¨®dica y festiva y otra, disfrazado de arlequ¨ªn, pero mir¨¢ndose a un espejo, que es el mismo que casi medio siglo despu¨¦s utilizar¨¢ el brit¨¢nico Lucian Freud para plasmar el reflejo de su imagen.
La segunda sala, Gesto y expresi¨®n, nos lleva al territorio de la neur¨®tica Viena de fin de siglo con inquietantes retratos de Klimt, Schiele y Kokoschka. La tercera, Colores modernos, nos aporta la versi¨®n del g¨¦nero por parte de los fauvistas franceses y expresionistas alemanes, que embadurnan con colores c¨¢lidos y fr¨ªos las expresiones fison¨®micas. Frente a esta interpretaci¨®n sentimental del retrato, nos encontramos a continuaci¨®n con la reivindicaci¨®n de la imagen humana seg¨²n el modelo m¨¢s arcaico: el de las m¨¢scaras, que protagonizan el cuarto cap¨ªtulo con hier¨¢ticos retratos de C¨¦zanne, Gauguin, Modigliani, Picasso, Derain, Matisse, etc¨¦tera, y un par de peque?as joyas de la pintora alemana Paula Modersohn-Becker. En las sucesivas salas, entre la quinta y la octava, asistimos a la destrucci¨®n f¨ªsica del retrato exterior con el cubismo, a su denuncia social con los expresionistas centroeuropeos y a su escrutinio ps¨ªquico con los surrealistas, estando todas estas interpretaciones representadas asimismo con grandes obras de los m¨¢s conspicuos representantes de todas estas corrientes, entre los que aparecen los grandes maestros espa?oles caracter¨ªsticos como Dal¨ª, Picasso, Mir¨®, etc¨¦tera.
A partir de la novena sala nos desplazamos a la Casa de las Alhajas de la Fundaci¨®n Caja Madrid donde nos encontramos con la evoluci¨®n del retrato en la segunda mitad del siglo XX, no s¨®lo siguiendo la evoluci¨®n de los viejos maestros supervivientes sino con la incorporaci¨®n de los nuevos valores surgidos tras la II Guerra Mundial, como Jean Dubuffet, Graham Sutherland, Francis Bacon, Frank Auerbach, Kossoff y Antonio Saura, todos ellos representantes de la erupci¨®n gestual expresionista. A continuaci¨®n, nos enfrentamos a sendas visiones del retrato, bien por la v¨ªa m¨¢s pictoricista de tratar la densidad mat¨¦rica del cuerpo, bien por la v¨ªa congeladora del pop, que cuenta con las im¨¢genes mecanizadas, estando respectivamente representados estos dos cap¨ªtulos, el primero, por Stanley Spencer, Lucian Freud y Avigdor Arikha y el espa?ol Antonio L¨®pez, y el segundo por David Hockney y Andy Warhol.
En fin, tras este recorrido, que obviamente no hemos podido relatar al detalle, es evidente que no hay un inventario completo de lo que ha supuesto el retrato del siglo XX, pero s¨ª una muy selectiva y ajustada visi¨®n cr¨ªtica de sus corrientes m¨¢s significativas, todas las cuales, de una u otra manera, se fijen en la piel o en la intimidad, tratan de reconstruir la rota identidad del hombre en nuestra ¨¦poca, o, al menos, los fragmentos supervivientes de la misma.
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