Dos hombres y una carretera
Jos¨¦ Gin¨¦s Dom¨ªnguez, de 93 a?os, y Miguel Escalona Quesada, de 79, sobrevivieron a los 200 kil¨®metros de asfalto, terror y sangre en que se convirti¨® la carretera de M¨¢laga a Almer¨ªa en febrero de 1937. Dom¨ªnguez fue uno de los ¨²ltimos milicianos que consigui¨® salir de la capital malague?a tras la entrada de las tropas franquistas. Escalona era el menor de un grupo de hu¨¦rfanos evacuados del internado de San Miguel, en Torremolinos, ciudad de la que lleg¨® a ser alcalde en 1988. Setenta a?os despu¨¦s ambos rememoran, con nitidez fotogr¨¢fica, una de las tragedias m¨¢s inexplicablemente olvidadas de la Guerra Civil.
"Sal¨ª de M¨¢laga de milagro el d¨ªa lunes 8 por la ma?ana con otros dos compa?eros que hu¨ªan andando desde Marbella", recuerda Jos¨¦ Gin¨¦s. La fortaleza de sus 23 a?os les permiti¨® enfrentarse a dos falangistas que les exig¨ªan entregar las armas para poder seguir -"si quer¨¦is los fusiles, cogedlos por el ca?¨®n", les dijeron- y adelantar a la caravana de hombres, mujeres y ni?os que, a pie o en burros, escapaban de la feroz represi¨®n anunciada por Queipo de Llano a trav¨¦s de la radio. En V¨¦lez-M¨¢laga fueron ca?oneados por primera vez por la marina de guerra franquista. "Hubo muchos muertos. Nosotros nos refugiamos en una cantera hasta que cay¨® la noche. Por la ma?ana del martes 9 llegamos a Nerja".
En un chalet de ese pueblo se encontraba refugiado el ni?o Miguel Escalona, de 10 a?os. "?ramos 80 ni?os. A 70 se los llevaron a Almer¨ªa en autob¨²s y quedamos diez hu¨¦rfanos, que nos echamos a andar con la multitud".
En los acantilados de Maro y La Herradura, entre Nerja y Almu?¨¦car, se produjo uno de los episodios m¨¢s crueles de la hu¨ªda. "Me desvi¨¦ a beber agua de un arroyo", cuenta el miliciano, "cuando se presentaron cinco aviones y empezaron a bombardear y ametrallar uno detr¨¢s de otro. Cuando pude volver al camino me encontr¨¦ con el espect¨¢culo m¨¢s horrible que he visto en mi vida, ni?os, mujeres y animales muertos y heridos pidiendo socorro. Es imposible describirlo con palabras".
El hambre y la fatiga se un¨ªan al encarnizamiento franquista. "Pasamos muchas calamidades, sobrevivimos comiendo ca?as de az¨²car e incluso c¨¢scaras de habas", recuerda Miguel Escalona. El mi¨¦rcoles 10 de febrero , los milicianos que iban por la cabecera de la marcha volaron un puente en Salobre?a para evitar el paso del ej¨¦rcito rebelde, que se aproximaba ya por Almu?¨¦car. Esta maniobra dej¨® a miles de personas atrapadas entre un r¨ªo Guadalfeo muy crecido por la lluvia y el avance de los fascistas. "La riada se llev¨® por delante a cientos de personas", cuenta Jos¨¦ Gin¨¦s.
El miliciano lleg¨® a Motril el jueves 11. "Hab¨ªan bombardeado la tarde anterior y en las calles a¨²n hab¨ªa animales muertos. Cambi¨¦ las botas militares por unas alpargatas para ir m¨¢s c¨®modo". Esa noche la pasaron en La R¨¢bita y el viernes 12, en la recta de Adra se encontraron con las Brigadas Internacionales que recorr¨ªan la carretera en sentido contrario. "Todo el camino era una mancha de gente". Al d¨ªa siguiente, la marea de refugiados lleg¨® a Almer¨ªa. Tras un mes en el cuartel de Viator, Jos¨¦ Gin¨¦s se reincorpor¨® al frente, donde lleg¨® a suboficial. Tras la guerra fue apresado en Granada y se salv¨® de ser fusilado por la intercesi¨®n de un requet¨¦ que lo aval¨®.
A Escalona, hu¨¦rfano de padre, a¨²n le quedaba mucha carretera para volver a ver a su madre y a sus cuatro hermanas, "rapadas por los franquistas por bordar unas banderas republicanas". Lo que estaba previsto que fuera una evacuaci¨®n r¨¢pida a Nerja, acab¨® siendo un periplo de dos a?os con escala en la Barcelona, otros 160 kil¨®metros de hu¨ªda a pie hasta la frontera francesa tras la ca¨ªda de Catalu?a y final en un campo de refugiados republicanos en Angulema (Francia). Una familia francesa, los Granjeau, le acogi¨® en su casa hasta que el petit espagnol regres¨® a M¨¢laga en agosto de 1939.
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