"Abusaron de m¨ª"
Han vivido un infierno por los abusos sexuales que sufrieron de ni?os y las dificultades que encontraron para contarlo. La fundaci¨®n de una de estas v¨ªctimas, Vicki Bernadet, y la asociaci¨®n Ashoka, reci¨¦n desembarcada en Espa?a, les ayuda a recuperar la confianza
A Vicki todav¨ªa le tiembla la voz cuando verbaliza los pocos recuerdos que le quedan de su infancia. El resto los bloque¨® cuando, a los nueve a?os, una persona de su entorno empez¨® a abusar sexualmente de ella. "Era un adulto quien me acariciaba y me dec¨ªa que yo era especial para ¨¦l y que, para evitar celos, ten¨ªa que ser un secreto". Y as¨ª fue. Durante muchos a?os, Vicki no habl¨® del tema y sobrevivi¨® a un calvario de enfermedades psicosom¨¢ticas, tristeza y soledad. El mismo que la mayor¨ªa de personas que, tras sufrir abusos sexuales en su infancia o adolescencia, callan.
Tras este largo silencio, Vicki busc¨® ayuda. Anhelaba encontrar a alguien que le sacara del tormento que viv¨ªa. Desde peque?a hab¨ªa so?ado que las hadas de los cuentos, una noche, lo har¨ªan. Pero nunca llegaron. Fue ella quien sali¨® a buscarlas desesperadamente y, al no encontrarlas, cre¨® una asociaci¨®n para ayudar a quienes se encontraran en su misma situaci¨®n. As¨ª naci¨® Fada (hada en catal¨¢n), una asociaci¨®n especializada en el asesoramiento, tratamiento, sensibilizaci¨®n y prevenci¨®n de los abusos sexuales a menores. Desde aquel momento, el horror que hab¨ªa paralizado su vida se convirti¨® en el motor de ¨¦sta. A Fada (hoy, Fundaci¨®n Vicki Bernadet) es donde llegaron buscando ayuda Claudia, Manuela y Miguel.
A pesar de que los abusos sexuales son todav¨ªa un tab¨² en Espa?a, el estudio m¨¢s representativo de prevalencia -casos de abusos sexuales que la poblaci¨®n adulta reconoce haber sufrido- en nuestro pa¨ªs, realizado en 1994 por el doctor F¨¦lix L¨®pez, de la Universidad de Salamanca, revela que el 23% de las mujeres y el 15% de los hombres han sido v¨ªctimas de alg¨²n tipo de abuso antes de cumplir 17 a?os (lo que representa un 19% de la poblaci¨®n). De ¨¦stos, ¨²nicamente un 40% recibe ayuda. Seg¨²n el Centro contra la Violencia Reina Sof¨ªa de Valencia, el a?o pasado, 1.323 menores espa?oles fueron abusados sexualmente. "Las cifras son muy altas", reconoce la psic¨®loga de Fada Nuria Grau. "Hay que tener en cuenta que cuando se habla de abuso sexual no se refiere ¨²nicamente a penetraci¨®n; hay muchas maneras de abusar sexualmente de un ni?o". El National Center of Child Abuse and Neglect, de Estados Unidos, considera abuso sexual a "cualquier contacto o interacci¨®n entre un ni?o y un adulto cuando el adulto, es decir, el agresor, utiliza al ni?o para estimularse sexualmente a s¨ª mismo, al propio ni?o o a terceros".
"Hay que concienciar y sensibilizar a la gente de que los abusos sexuales existen y, por desgracia, son muy frecuentes", explica Vicki. "No hay que ser alarmista, pero s¨ª dar herramientas para detectarlo, tratarlo y, sobre todo, prevenirlo. Y esto se consigue informando". Labor que esta mujer fuerte, de salud fr¨¢gil, emprendi¨® hace casi diez a?os, y gracias a la cual ha sido reconocida como "emprendedora social" por la prestigiosa organizaci¨®n Ashoka. Este organismo se dedica a identificar y apoyar a personas con ideas innovadoras y capacidad de resolver problemas sociales alrededor del mundo. Seg¨²n Mar¨ªa Zapata, directora de Ashoka en Espa?a, Vicki es una de las cinco personas a las que se ha decidido apoyar -su proyecto cuenta hoy con un equipo de diez personas trabajando a media jornada-, tras pasar un riguroso proceso de selecci¨®n entre m¨¢s de 500 candidatos espa?oles.
"El gran problema con el abuso sexual en la infancia es que no se habla de ¨¦l y parece que no exista", explica Vicki. El fuerte secretismo que rodea esta problem¨¢tica lo explican los dos pilares que habitualmente la sustentan: la familia y el sexo. Seg¨²n los psic¨®logos Enrique Echebur¨²a y Cristina Guerricaechevarr¨ªa, autores del estudio Abuso sexual en la infancia: v¨ªctimas y agresores, entre un 65% y un 85% de los abusos sexuales ocurren en el seno del hogar, en forma de tocamientos y sexo forzado. Por esta raz¨®n, numerosos casos no salen a la luz o se quedan en el ¨¢mbito privado; pocas veces se produce el terremoto familiar que las v¨ªctimas esperan. Incluso cuando alguien de la familia conoce lo que est¨¢ sucediendo, tampoco lo denuncia por la desestructuraci¨®n que supondr¨ªa destaparlo. As¨ª ocurri¨® cuando, a los 13 a?os, Manuela explot¨® y le cont¨® a su madre que su padre hab¨ªa abusado de ella. "Se qued¨® alucinada, lo ¨²nico que sali¨® de su boca fue: a partir de ahora, de la ni?a me ocupo yo". No hubo grandes dramas ni peleas; tampoco el apoyo y la empat¨ªa que Manuela hubiera necesitado para dulcificar su dolor. Sigui¨® viviendo bajo el mismo techo que su abusador. "Nadie me ha devuelto la ni?ez que me robaron, ?y d¨®nde puedo ir a reclamarla?", se queja. "Te han jodido la vida, y te la han jodido en tu casa".
La familia de Manuela era, aparentemente, una familia normal y unida. Su padre trabajaba, no beb¨ªa ni era violento, y su madre cuidaba de sus hermanos y de ella. "En casa no hab¨ªa problemas ni gritos, y nos daban mucho amor. Eso s¨ª, exist¨ªa un sentido muy estricto de lo que estaba bien y de lo que estaba mal hecho. Eran muy religiosos y pudorosos, el sexo era tab¨². Nadie hablaba de eso porque era pecado", recuerda. "Luego me di cuenta de que el pecado no es el sexo, que es algo natural, sino abusar de una hija". Dice no sentir rencor hacia su padre, prueba de ello es que no priv¨® a su propio hijo de la oportunidad de disfrutar de su abuelo, pero reconoce que no ha sido f¨¢cil aceptar lo que pas¨®. Ha invertido en ello mucho sufrimiento, voluntad y numerosos libros de autoayuda. "?C¨®mo pudieron?", se pregunta una y otra vez. "Sigo teniendo sentimientos encontrados al respecto; por un lado son las personas que m¨¢s he querido en el mundo y s¨¦ que ellos a m¨ª tambi¨¦n, pero por otro son quienes m¨¢s da?o me han hecho".
Para reconciliarse con estos y otros sentimientos y lograr entender el porqu¨¦ de las actuaciones de sus progenitores, Manuela investig¨® sus pasados. "Mi padre tambi¨¦n fue agredido de ni?o, y eso explica muchas cosas". Seg¨²n Noem¨ª Pereda, psic¨®loga especializada en abusos sexuales a menores, hay un porcentaje muy alto de abusadores que fueron v¨ªctimas de abusos en el pasado y normalizan el patr¨®n, "o bien porque nunca lo han reconocido, o bien porque repiten lo aprendido en las relaciones paterno-filiales". Lejos de las creencias generalizadas, los abusos sexuales no ocurren ¨²nicamente en clases sociales bajas, ni los abusadores tienen por qu¨¦ ser delincuentes o marginados. Muy al contrario, son personas integradas en la sociedad y, casi siempre, reconocidas en sus c¨ªrculos. La relaci¨®n con la v¨ªctima se va consolidando lentamente, a trav¨¦s de regalos, charlas o haciendo que se sienta especial. As¨ª es como Miguel acab¨® confiando en el sacerdote que se ocupaba de un grupo de j¨®venes cat¨®licos los fines de semana. "?l me observ¨® y vio que era un ni?o t¨ªmido y reservado. Se gan¨® mi confianza llen¨¢ndome huecos afectivos. Hay que entender que todo no pasa de un d¨ªa para otro, es algo gradual", aclara. "Con el tiempo, la relaci¨®n va haci¨¦ndose m¨¢s intensa y, sin darte cuenta, eres m¨¢s permisivo". Inicialmente, el sacerdote se le acercaba en el comedor para hablar de sus problemas e inquietudes intelectuales. Poco a poco, las charlas amistosas fueron derivando en conversaciones sobre sexo -"educaci¨®n sexual", dec¨ªa ¨¦l-, con demostraciones incluidas. Despu¨¦s llegaron los besos. "En ese momento me di cuenta de que aquello no era normal y de repente hice un cambio de chip; me alej¨¦ totalmente de ¨¦l". Miguel guard¨® silencio. "Te callas por verg¨¹enza, sobre todo siendo hombre. Crees, err¨®neamente, que igual t¨² has hecho algo mal para que ocurriera. Despu¨¦s te lo niegas. Duele demasiado pensar que una persona en la que confiabas y a la que respetabas se ha aprovechado de ti".
Habitualmente, el descubrimiento de un abuso tiene lugar tiempo despu¨¦s de que ocurra, ¨²nicamente un 2% de los casos se conocen inmediatamente. El temor a que la familia se desintegre, a no ser cre¨ªdos, a ser acusados de seducci¨®n, a escuchar preguntas como ?por qu¨¦ lo cuentas ahora? o ?qu¨¦ necesidad hay de removerlo todo?, y el miedo al qu¨¦ dir¨¢n son los factores que silencian los abusos sexuales a menores. Miguel estuvo mucho tiempo haciendo ver que aquel episodio de su vida nunca hab¨ªa ocurrido. "Estaba tan desbordado que no me permit¨ªa sentir lo que me estaba pasando". Se concentr¨® en acabar el bachillerato, entrar en la carrera de medicina y no dar disgustos en casa. Pero a?os m¨¢s tarde, viendo una pel¨ªcula donde una mujer era violada, revivi¨® todo. "Me pas¨¦ llorando la noche entera". Al d¨ªa siguiente busc¨® ayuda.
Claudia tambi¨¦n lapid¨® los abusos que sufri¨® a los cuatro a?os a manos de un familiar. Incluso lleg¨® a dudar si alguna vez ocurrieron. "Intu¨ªa algo, pero no sab¨ªa exactamente qu¨¦ hab¨ªa sucedido". Tras leer un reportaje sobre el tema, que hab¨ªa guardado durante meses en un caj¨®n, y reconocer las sensaciones que los protagonistas relataban, decidi¨® llamar a Fada. "Aqu¨ª me explicaron que lo que sent¨ªa era fruto de los abusos. Empec¨¦ a entender muchas cosas".
Como cada ¨²ltimo jueves de mes desde hace tres a?os, un gam (grupo de ayuda mutua) se re¨²ne en la sede de Fada-Fundaci¨®n Vicki Bernadet de Barcelona. Entre sus componentes se encuentran adultos de distintas edades, contextos y pasados, pero con un denominador com¨²n: todos fueron abusados sexualmente siendo menores. Se juntan para tratar de deshacerse de la "mochila" de sufrimiento que cargan desde entonces. Claudia, Miguel y Manuela hablan de lo que les pas¨® abiertamente, no tienen problema en dar la cara en este reportaje. Est¨¢n cansados de sentir verg¨¹enza y culpa por algo a lo que fueron forzados, y para lo que no tuvieron capacidad de decir que no. "?Qui¨¦n le ense?a a un ni?o a decir no a un adulto?", se pregunta Miguel, cansado de escuchar preguntas hirientes como ?y por qu¨¦ no te negaste? "Cuando eres ni?o, te previenen de los extra?os, pero no de tus familiares o de las personas de tu entorno". El resto de integrantes del grupo prefiere que no se conozcan sus historias; el silencio todav¨ªa se impone. Parte de ¨¦ste nace de ellos mismos, de su verg¨¹enza y su dolor; la otra parte es un instinto de protecci¨®n hacia sus seres m¨¢s queridos, temen que no les entiendan y prefieren ahorrarles el sufrimiento. "Por un lado me encantar¨ªa contarlo, pero por otro no puedo, es superior a m¨ª", confiesa una joven de 19 a?os.
"Hablar de lo que ha ocurrido es una liberaci¨®n necesaria para quien lo ha sufrido", reconoce Miguel, "aunque no deja de ser molesto para tu entorno". Recuerda el momento de desvel¨¢rselo a su madre como uno de los m¨¢s duros de su vida. "Sab¨ªa que iba a herirla, pero cont¨¢ndoselo era la ¨²nica manera de sanar yo". Claudia prob¨® distintas terapias con psic¨®logos, pero hasta que no lleg¨® a Fada no se sinti¨® realmente comprendida. "La gente que ha pasado por lo mismo que t¨² es quien mejor te entiende; es como si hablaras un mismo idioma". Para Manuela, este encuentro supuso una contradictoria sensaci¨®n de alivio: "Por un lado te entristece ver que hay mucha gente, demasiada, que pasa por esto, pero al menos no te sientes tan sola". Comprob¨® que no era un bicho raro: "Yo dudaba si era normal. He estado viva todos estos a?os porque mi cuerpo segu¨ªa respirando y porque ten¨ªa un hijo que sacar adelante, pero emocionalmente es como si hubiera estado muerta. No he podido sentir ni disfrutar, y eso te machaca. No sab¨ªa si ser¨ªa capaz de salir adelante con mi vida y lograr alg¨²n d¨ªa ser feliz".
Tal y como apuntan los expertos, el abuso sexual es un suceso traum¨¢tico que puede producir efectos psicol¨®gicos negativos a corto, medio o largo plazo, y en algunos casos no producirlos. Todo depender¨¢ de c¨®mo canalice el menor la experiencia, la reacci¨®n que encuentre en su entorno frente al suceso, qui¨¦n sea el abusador, cu¨¢nto duren los abusos y las situaciones con las que se encuentre la v¨ªctima a lo largo de su vida. Es dif¨ªcil hablar de un s¨ªndrome o unas consecuencias comunes a todas las personas que han sufrido abusos, pero s¨ª existen conductas y estados a trav¨¦s de los cuales familiares, profesores o el entorno m¨¢s cercano pueden detectarlos. Seg¨²n un estudio elaborado por el Centro Reina Sof¨ªa contra la Violencia, las reacciones m¨¢s inmediatas entre las ni?as son de tipo ansioso-depresivas, que a veces dan pie a tristeza y aislamiento, mientras que entre los ni?os abundan el fracaso escolar, los problemas de comportamiento sexual -masturbaci¨®n compulsiva o comportamientos que no pertenecen al nivel evolutivo del ni?o- y las conductas agresivas. Durante la adolescencia son frecuentes las huidas de casa, el consumo de alcohol y drogas, e incluso el intento de suicidio. Los efectos a largo plazo, cuando la v¨ªctima ya es adulta, son m¨¢s diversos y depender¨¢n mucho de si existen factores externos que los desencadenen. Las alteraciones m¨¢s frecuentes son de tipo social, sexual y emocional -desencadenantes de ansiedades, desconfianza, sentimiento de culpa y baja autoestima-, las depresiones, el control inadecuado de la ira y las conductas compulsivas o adictivas, que suelen provocar disfunciones alimentarias (anorexia y bulimia), ludopat¨ªa, drogadicci¨®n o prostituci¨®n.
Vicki manifest¨® algunos de estos s¨ªntomas en la adolescencia. Se convirti¨® en rebelde y problem¨¢tica, y se gan¨® la etiqueta de estar "pose¨ªda" por el extra?o comportamiento que adquiri¨® desde que empezaron los abusos. "Era una manera de llamar la atenci¨®n, necesitaba que alguien se diera cuenta de lo que estaba pasando". Pero nadie pregunt¨®. Una vez m¨¢s, el silencio ganaba la partida a los abusos, que continuaron durante a?os. "Fui perdiendo la capacidad de relacionarme con los dem¨¢s y asum¨ª que yo no ten¨ªa derecho a cosas como la ilusi¨®n, el amor y el sexo. Me ve¨ªa como un instrumento para que lo consiguieran los dem¨¢s". A Manuel, los abusos tambi¨¦n le dejaron mutilada la capacidad de tener relaciones de pareja satisfactorias y le provocaron estados de ansiedad muy fuertes. "Hasta hace poco no me enter¨¦ de que las mujeres pueden disfrutar del sexo", confiesa con su caracter¨ªstico toque de humor. Tambi¨¦n Claudia experiment¨® sensaciones parecidas. De ni?a hab¨ªa hecho esfuerzos para llamar la atenci¨®n autolesion¨¢ndose; se daba golpes en la cabeza, brazos y piernas para conseguir sentir da?o f¨ªsico. "El dolor que sientes dentro es tan grande que necesitas que el externo sea mayor". Tampoco lo detectaron en su entorno. Despu¨¦s vinieron a?os de bulimia, v¨®mitos y actitudes compulsivas que ella misma decidi¨® parar intuyendo que su coraz¨®n no aguantar¨ªa tanto dolor. Hace tres a?os puso su curaci¨®n como prioridad y, paralelamente, se cruz¨® con su pareja, Mauro, quien ha sido el mejor apoyo en este camino. "Ahora entiendo lo que es querer de verdad". Dice que ya no siente miedo a mirarse al espejo porque ha logrado que le guste lo que ve reflejado. Despu¨¦s de tres a?os de trabajo personal puede hablar de lo que vivi¨® con normalidad, sin dramas ni victimismo. "Es algo que pas¨®; hoy siento que estoy llegando al final de una etapa".
Seg¨²n la psic¨®loga Nuria Grau, los procesos de curaci¨®n son ¨²nicos, "cada uno llega hasta donde quiere y puede llegar". Hay quienes aprenden a vivir con lo que ocurri¨®, quienes precisan enfrentarse a su abusador y o¨ªr "perd¨®n" de su boca, y quienes necesitan que ¨¦ste muera o se someta al peso de la justicia. Las abogadas penalistas Alicia Iglesias y Nuria Mart¨ªn, especialistas en este tipo de delitos y asesoras de Fada, saben lo dif¨ªcil que es llegar a este punto. En muchos casos, el delito prescribe o cuesta probarlo, ya que son hechos que se producen en la intimidad y cuyas pruebas desaparecen con el transcurso del tiempo. Si a esto se le suma la dilataci¨®n de los procesos -que a veces implica el olvido de detalles por parte de la v¨ªctima-, la complejidad a la hora de practicar y ratificar las pruebas, ex¨¢menes y entrevistas para el procedimiento, as¨ª como las implicaciones que tiene para la propia v¨ªctima y su entorno -especialmente si el abuso es dentro de la familia-, es comprensible que la mayor¨ªa de denuncias no lleguen a juicio. Si lo hacen, las estad¨ªsticas apuntan a que si es el ni?o quien verbaliza haber sufrido un abuso o algo que en su vocabulario pueda interpretarse como tal, suele ser verdad. ?nicamente un 7% de las declaraciones resultan falsas, porcentaje que aumenta a un 35% cuando las alegaciones se producen en un contexto de divorcio conflictivo o problemas de pareja.
"Uno llega a superar los abusos sexuales; a que no le condicionen", explica Vicki. "Pero para lograrlo hay que poder hablar de ello y encontrar con qui¨¦n hacerlo". Una de sus mayores angustias es pensar que hay personas que no encuentran este apoyo. Vicki no sabe de horarios; si su tel¨¦fono suena y al otro lado hay alguien que necesita unas palabras de aliento, ella apaciguar¨¢ su sufrimiento con su propia experiencia. "Cuando ves que alguien que ha pasado por lo mismo ha podido superarlo, te da esperanza".
Los "emprendedores sociales" de Ashoka
"T¨² puedes". ?ste es el lema con el que el neoyorquino Bill Drayton cre¨®, hace 25 a?os, la organizaci¨®n Ashoka. Su objetivo era, nada m¨¢s y nada menos, lograr cambiar el mundo. Drayton, formado en las mejores universidades estadounidenses, parte del equipo de gobierno de Jimmy Carter y del grupo impulsor del Protocolo de Kioto, estaba convencido de que si encontraba a personas con buenas ideas y capacidad para llevarlas a cabo -a quienes bautiz¨® como "emprendedores sociales"- lograr¨ªa su objetivo. ?Por qu¨¦ el sector social no pod¨ªa estar estructurado de la misma manera que tradicionalmente hab¨ªa estado el de los negocios?
Desde entonces, Ashoka ha identificado a m¨¢s de 1.400 emprendedores en 48 pa¨ªses que, entre otros logros, han salvado millones de hect¨¢reas de selva, liberado a ni?os forzados a trabajar y proporcionado educaci¨®n y sanidad a quienes no ten¨ªan acceso a ella. "En Espa?a existe mucha gente haciendo cosas importantes en el campo social", explica Mar¨ªa Zapata, directora de la organizaci¨®n en nuestro pa¨ªs, "pero todav¨ªa no se consideran emprendedores. Es algo nuevo aqu¨ª". Junto a varios equipos multidisciplinares, seleccion¨® el pasado oto?o a los cinco primeros emprendedores sociales espa?oles. "Buscamos gente con ideas innovadoras cuyos proyectos tengan impacto social. Han de ser creativos a la hora de conseguir sus objetivos y resolver problemas, y tener una fuerte ¨¦tica y pasi¨®n por lo que hacen". Ashoka, junto a sus socios espa?oles -Fundaci¨®n Un Sol Mon de Caixa de Catalunya, Grupo Vips, Grupo Norte y otros privados-, los apoyar¨¢ con una remuneraci¨®n de 35.000 euros anuales durante tres a?os, para que puedan dedicarse ¨ªntegramente a sus proyectos, y les incluir¨¢n dentro de su red mundial.
A pesar de tener formaciones distintas y venir de contextos muy diversos, seg¨²n Zapata, los cinco emprendedores escogidos identificaron algo que no estaba funcionando, y dieron soluciones realistas para cambiar la sociedad. Antonio Garc¨ªa Allut detect¨®, ya de ni?o, que los pescadores malviv¨ªan, a pesar de lo arduo de su trabajo. Estudi¨® antropolog¨ªa y se especializ¨® en el colectivo apuntando los problemas comerciales, econ¨®micos y medioambientales a los que se enfrentaban. Para erradicarlos cre¨® Lonxanet, la primera empresa de comercializaci¨®n de pescado en la que los propios pescadores participan en todo el proceso, dejando de ser meros "recolectores de pescado" para convertirse en "gestores del medio ambiente marino". Tambi¨¦n Isabel Guirao parti¨® de una incomprensi¨®n para iniciar su proyecto: c¨®mo en una sociedad en la que el ocio es un eje vertebrador, las personas con discapacidad intelectual no pod¨ªan disfrutar de un ocio digno y solidario. Para lograrlo cre¨® una red de voluntarios y profesionales en la que discapacitados o no comparten el ocio, con el convencimiento de que "una sociedad en la que participan todos sus miembros, sin exclusiones, es mucho m¨¢s rica".
En esa l¨ªnea de integraci¨®n, Jean-Claude Rodr¨ªguez-Ferrera y Ra¨²l Contreras trabajan para dar un lugar en la sociedad a inmigrantes y personas en riesgo de exclusi¨®n. El primero lo hace a trav¨¦s de Comunidades de Autogesti¨®n Financiera (CAF), un sistema que impulsa que los inmigrantes, generalmente sin red social o familiar que les apoye, se unan en grupos para resolver necesidades inmediatas de cr¨¦dito y ahorro. El segundo utiliza las empresas como motor de transformaci¨®n social a trav¨¦s de la IUNA, un modelo de "holding social" donde la empresa matriz provee servicios centrales (ventas, formaci¨®n, financiaci¨®n y marketing) a las empresas del grupo. La quinta "emprendedora social" es Vicki Bernadet, protagonista de este reportaje.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.